¿Y SI LO DOY TODO?
“Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: ‘Hay más dicha en dar que en recibir’.”(Hechos de los Apóstoles 20.35, NVI)

Quien entiende bien esto es Zura Karuhimbi, quien arriesgando su vida, salvó a mas de 100 personas de morir despedazados, en Ruanda. Zura, no tenía armas para defenderse cuando un grupo de hombres con machetes rodeó su casa y le exigió que entregase a todas las personas que se refugiaban dentro. Lo que sí tenía era amor verdadero, que la llenaba de valentía y la impulsaba a entregar todo, inclusive la vida.
Era 1994, y en Ruanda, se vivía uno de los mayores genocidios que acabó con la vida de 800.000 personas. Inclusive Zura, perdió a su primer hijo y una de sus hijas.
Esta violencia étnica que terminó en una matanza entre hermanos, empezó desde que Zura era una niña. Alrededor del año 1925, los belgas decidieron tomar la población de Ruanda y dividirla en dos grupos marcadamente diferentes, con tarjetas de identidad que los definían como pertenecientes al grupo étnico hutu o al tutsi.

La familia de Zura, era hutu, el grupo mayoritario en Ruanda. La minoría tutsi era considerada superior, y, por ello, en tiempos de la colonia tuvieron acceso a mejores trabajos y oportunidades de estudio, es decir, los hutus eran la clase pobre y excluida, en cambio los tutsi, los ricos e intelectuales. Esta desigualdad, generó tensiones entre los dos grupos. En 1959, la etnia hutu, se reveló y obligaron al rey tutsi Kigeri V, junto con decenas de miles de tutsis a exiliarse en la vecina Uganda, en lo que se denomina la revolución hutu en Ruanda. Pero esta rebeldía hutu, desencadenó un lucha étnica, que hizo olvidar que eran hermanos.
Esta lucha sangrienta llegó al clímax, cuando en abril de 1994, el avión del presidente hutu Juvénal Habyarimana fue derribado. Esta acción desató una guerra entre etnias, donde los hutus, por ser mayoría y tener el poder político, empezaron a inclinar la balanza a su favor, de tal forma que empezaron una matanza de tutsis, llegando a un punto tal que muchos maridos hutu abandonaban a sus mujeres tutsis para salvarse.

Zura, sabía que muy pronto la milicia hutu llegaría a su pequeña aldea, buscando tutsis para acabarlos, como lo estaban haciendo en otras. No obstante, ella confiaba en el Señor, había dejado a un lado las creencias místicas y mágicas de su familia, para seguir en el camino del Creador del amor y del perdón. Sus antepasados eran conocidos por ser “sanadores tradicionales”, es decir, eran brujos, y esa reputación la tenía también Zura.
Cuando los milicianos hutus, fuertemente armados, se acercaban a su aldea, ella abrió su pequeña casa de dos cuartos, para convertirla en un refugio para tutsis, burundeses, bebés que se quedaron solos porque sus madres habían sido asesinadas e incluso tres europeos que infelizmente estaban en esa zona cuando llegaron los atacantes. Eran mas de 100 personas que se escondieron bajo su cama, en el techo, y hasta en un pozo que había cavado. Había tanta gente escondida, que era imposible que su casa pase desapercibida. Pero Zura estaba dispuesta a salvarlos, aun a desmedro de su vida.
Zura aprovechó la reputación de su familia, y cuando llegaron los atacantes, ella se vistió de bruja, se cubrió con una hierba local, tanto que si alguien la tocaba le irritaba la piel y salió sacudiendo sus brazaletes, vociferando conjuros. La única arma de la mujer fue asustar a los asesinos, con la amenaza que soltaría espíritus para que los persiguiesen a ellos y a sus familias.

Muchos testigos cuentan que, los milicianos retrocedieron, pero no se fueron, se quedaron varios días en la aldea, esperando que la mujer se cansara. Zura, no desfalleció y permaneció como fiel guardian, cuidando lo que mas apreciaba: la vida de sus amigos y de los mas débiles. Inclusive, en un reportaje del 2014, el periódico The East African, cuenta que un sábado volvieron al ataque los asesinos hutus, más bravos y más decididos, no obstante, salió a su encuentro esta guerrera del amor y les dijo: «Les advierto, si ustedes matan a quienes se refugian en mi casa, se están cavando su propia tumba». Nadie en esa casa perdió la vida.
Zura[1]cuenta que tenía miedo, pero al recordar las caras y gemidos de terror de las personas que se encondían en su casa, se llenaba de valor, y no le importaba entregar su vida, con tal de salvar a esa gente, porque había entendido que pase lo que pase es mejor dar que recibir.
Mi apreciado(a) compañero(a) de fe, las calles de tu ciudad deben estar atestadas de luces, de compras y gente atorada en los tráficos, queriendo llegar a casa, para disfrutar de la mejor cena y los regalos mas apreciados, porque por estas fechas todos esperan algo especial. No obstante, en medio de este mundo tradicional y consumista, levántate como un representante del amor Dios, y no esperes nada, entréga todo lo mejor, y esto es, perdón, esperanza y fe.

La gente está corriendo, la gente está apurada, la gente está gastando para que todo sea perfecto esta noche, mañana. ¿Cómo estás tú? ¿quieres una noche perfecta o una mañana espectacular? ¿piensas que el regalo mas caro o mas moderno es lo que necesita tu familia, tus amigos o los que te rodean? Sigue los caminos de Zura, pregúntate que puedes hacer para salvarlos, porque la culpa, soledad, resentimiento o miedo, merodean como asesinos de una vida con sentido. ¿Ya sabes lo que vas a hacer?, !Hazlo!, y sabrás que es mejor dar que recibir./////////////.

Desde mi rincón de poder… un poquito antes del retorno de Jesús…
Ubícame en mi web site: www.poder1844.com o en el Facebook: http://www.facebook.com/poder1844, o en Twitter: https://twitter.com/joesaa (@joesaa)
________________________________________
[1] Zura Karuhimbi falleció la semana pasada en la aldea de Musano, a una hora de la capital de Ruanda, Kigali. Su historia, no obstante, llegó hasta los escalafones más altos de su país y, en 2006, le otorgaron la Medalla por la Campaña contra el Genocidio. Ella es una personalidad importante en Ruanda.