UNA ESPERANZA VIVA
“Ya se acerca el fin de todas las cosas. Así que, para orar bien, manténganse sobrios y con la mente despejada. Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados.” (1 Pedro 4.7–8, NVI)
Los últimos ataques en París, y el creciente temor que ya se respira en Europa, no ha hecho más que afirmar, que la humanidad toda está entrando en un estado de miedo colectivo, de incertidumbre e insensibilidad y con la esperanza como una simple palabra en los diccionarios. Antes podíamos ubicar a las balas perdidas, las bombas mortales y los conflictos inacabables por temas que no entendíamos a un determinado lugar geográfico, y quizás un pensamiento recorría nuestra mente: “pobre gente”. Sin embargo hoy, vemos como los conflictos que parecían locales, ahora están alcanzando a todo el globo, con razón un líder mundial al cual escuchan casi todos, se atrevió a afirmar que estamos viviendo la tercera guerra mundial.[1] Y en esta lucha mundial, las personas se van polarizando, de tal forma que unos creen tener la razón, frente a otros que tampoco dan su brazo a torcer.
La preocupación al ver un mundo lleno de odio, fanático y descontrolado ya no es solamente un tema de reflexión en las capillas o templos, ahora se ha vuelto un tema generalizado. Por ejemplo, ayer leí un artículo de Jorge Hernández, periodista del diario El País que lleva el título: “Un mundo raro”, donde reflexiona sobre las muertes, y los horrores que el mundo ya padece, y que sin querer nos polarizamos, nos olvidamos y nos insensibilizamos. Ya decía Jesús a propósito de los días finales de este mundo: “El amor de muchos se enfriará”. Los siguientes fragmentos son interesantes:
“Hasta el día de hoy, México suma más de cien mil muertes violentas en el transcurso de la pasada década, los muertos y heridos por actos de terrorismo ideológico-religioso-político suman cientos y miles en diferentes puntos del planeta, muchos de esos lugares ya dados por hecho sin que necesariamente la mayoría de los usuarios de las redes sociales sepan señalar su ubicación exacta en los mapas. En el enrarecido telón de las reacciones al vapor no todo mundo distingue Al Qaeda de ISIS o el cartel de Sinaloa de lo que queda de la Familia Michoacana, y los duelos de las tragedias latinoamericanas no necesariamente se vuelven luto viral en Medio Oriente, tal como las escenas deplorables de los muertos en bombardeos de campamentos militares o viviendas multifamiliares de Siria quizá no distraen del todo la atención de las amas de casa en Ciudad Juárez. Los infantes migrantes ahogados en las costas del Mediterráneo han pasado a un cómodo baúl donde ya no son noticia sino dolor y culpas en proceso de amnesia, los 43 estudiantes de Ayotzinapa pasan hoy por el filtro de la duda o el limbo de la nada y quizá no haya nadie en Rusia que se duela por ello, tal como pocos en Coyoacán pasan de la solidaridad a la profunda preocupación por la explosión de un avión ruso sobre una nube de tan lejana absolutamente desconocida… Sobre todo, entre tanta rareza llama la atención que los muertos y más de doscientos heridos en los atentados de hace unos días en París apenas tuvieron tiempo de sangrar cuando ya alguien-algunos-“quiénsabecuántos” saltaban a la comparación con reclamos y eso casi siempre echa a perder todo velorio o cada conversación. Uno comparte una pena y el interlocutor responde con el duelo al que sobrevivió hace años. ¿No sería mejor simplemente abrazar a quién acaba de sufrir una pena, sin tener que recetarle hubieras o ejemplos aledaños? Los cientos de muertos y heridos en París merecen que nuestra dolorosa preocupación y solidaridad se concentre precisamente en ellos y en esa ciudad, tanto como cuando sin comparaciones estadísticas o geografía de las culpas nos dolamos por los niños empolvados en bombardeos de armamento químico en Siria o las desoladoras imágenes de los ejecutados en Acapulco… y sí, porque no nos podemos acostumbrar a que sea en París el anfiteatro del terror que ya es lugar común en cualesquier otro lado del mundo y porque Francia es nada menos que el país más visitado del planeta por una extensa y polifacética mayoría de habitantes de todos los demás países y porque –a diferencia de los atentados terroristas de todos los días en todos los demás países del mundo—lo que se vuelve preocupación generalizada y contagioso pavor es la sincronizada maldad, la milimétrica coordinación con la que se perpetró descarnadamente el irracional rosario de sangre con el que gritaban sus balas y sus equivocadas invocaciones a un dios que jamás han conocido quienes salivan la pura maldad, el abismo de un futuro que preocupa a todo el raro mundo…”.[2]
Este mundo ya es raro, porque el odio y la insensibilidad se pueden manifestar en cualquier momento y en cualquier lugar, a través de una bala o una bomba.[3] La muerte sin sentido, el dolor absurdo y las lágrimas sin consuelo no conocen fronteras, la guerra al mundo está declarada. Y si una bomba no apaga vidas, las redes sociales se encargan de apagar los buenos valores, el amor desinteresado y la ayuda genuina, porque todo gira en torno a tendencias o selfies y ponerse del lado de cosas que no se entienden, ni se razonan, solo basta colocar el filtro de una bandera a nuestro perfil. Mientras tanto miles siguen muriendo en las agrietadas calles de oriente, y otros siguen enfriándose en los cómodos sillones de occidente.
Elena de White lo describió así: “Se me mostraron a los habitantes de la Tierra sumidos en la mayor confusión. Guerra, derramamiento de sangre, privación, necesidad, hambre y pestilencia abundaban en la Tierra… Se me llamó entonces la atención a otra escena. Parecía haber un corto tiempo de paz. Una vez más los habitantes de la Tierra fueron presentados delante de mí; y de nuevo todas las cosas se hallaban en la mayor confusión. La lucha, la guerra, el derramamiento de sangre, con hambre y pestilencia, rugían por doquier. Otras naciones se hallaban empeñadas en esta guerra y confusión. La guerra causaba hambre. La necesidad y el derramamiento de sangre producían pestilencia. Y entonces los corazones de los hombres desfallecían ‘por el temor y expectación de las cosas que sobrevendrán en la redondez de la Tierra’”.[4]
Sin embargo el llamado es claro, “ya se acerca el fin de todas las cosas. Así que, para orar bien, manténganse sobrios y con la mente despejada. Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente”. ¿Qué nos queda?, sin duda en la pluma del apóstol Pablo dos acciones: (1) Alistarnos para pasar la noche fría y oscura, y esto tienen que ver con la totalidad de nuestra vida, y (2) amar profundamente a nuestros semejantes. Y para esto no basta con colocar un lamento por las víctimas de un ataque, en el muro del “face” o colocar el fondo de una bandera extranjera en el perfil, sino más bien, mientras lamentamos las pérdidas humanas, ¿porque no prestamos atención a las personas que nos rodean y que también mueren de hambre, de desamor y de falta de esperanza? Porque, los fieles “mensajeros de Dios han de seguir rápidamente adelante con su obra. Vestidos con la armadura celestial, han de avanzar intrépida y victoriosamente, sin cejar en su lucha hasta que toda alma que se halle a su alcance haya recibido el mensaje de verdad para este tiempo”.[5]
Mi compañero(a) de fe, los días finales de este mundo, serán complicados, peligrosos y terroríficos, no obstante, el final de todas las cosas ya brilla en el horizonte, contrastando con la noche totalmente oscura que ya empieza. Tú y yo somos llamados para ser “héroes de fe” en medio del miedo y la incertidumbre del futuro, porque aunque parezca que la esperanza está muerta, la verdad es que la esperanza está viva, y la llevamos en la mente, en el corazón y en los labios. ¿Qué vas a hacer?/////////////////////.
Desde mi rincón de poder… un poquito antes del retorno de Jesús…
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[1]http://www.bbc.com/mundo/ultimas_noticias/2014/09/140913_ultnot_papa_guerra_tercera_mundial_fp
[2]http://internacional.elpais.com/internacional/2015/11/17/actualidad/1447768830_133198.html
[3]A propósito de la insensibilidad puedes leer este artículo que escribí: INSENSIBLE: https://meditacionespoder1844.wordpress.com/2015/10/02/insensible/
[4]Elena G. de White, Servicio cristiano, ed. Aldo D. Orrego, Cuarta edición. (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2007), 43.
[5]Elena G. de White, Los hechos de los apóstoles, ed. Aldo D. Orrego, Cuarta edición. (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2009), 181.