TRISTEZA DE HACERLO (jueves 26 de enero de 2012)
“Por tanto, para que sean borrados sus pecados, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios, a fin de que vengan tiempos de descanso de parte del Señor…” (Hechos 3:19 NVI)
El reavivamiento y reforma debe ser precedida de necesidad y convicción, porque sin esas condiciones los programas y cronogramas no lograrán sus objetivos, porque las necesidades se satisfacen y las convicciones se reafirman, pero los programas y cronogramas pasan y se olvidan. Además, ningún ser normal se empeñará en buscar algo que no necesita, ni dará su vida por algo que no cree.
El deseo y la convicción de una vida transformada proviene de Dios, porque Él produce el querer y el hacer. Solamente a través de Cristo podemos estar en armonía con Dios y su santidad. La reflexión natural es: “sé que a través de Cristo puedo llegar al Dios y el me brinda por su Espíritu Santo el don de la convicción y el deseo genuino de hacer las cosas según su voluntad, pero ¿cómo voy a Cristo?” El apóstol Pablo responde esa pregunta elemental: “Por tanto, para que sean borrados sus pecados, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios, a fin de que vengan tiempos de descanso de parte del Señor…”, el reavivamiento y reforma es posible en una vida guiada por el deseo y la convicción, pero estos atributos son dones brindados por el Espíritu, y estos no son enviados a menos que nos experimentemos “arrepentimiento”.
“El arrepentimiento comprende tristeza por el pecado y abandono del mismo. No renunciaremos al pecado a menos que veamos su pecaminosidad; mientras no lo repudiemos de corazón, no habrá cambio real en la vida”.[1]
Existen personas dentro de la iglesia que no entienden lo que significa “arrepentimiento”, lo relacionan a los actos y a las consecuencias. Es común escuchar exclamaciones cómo: “no hago eso porque me puede afectar”, “no voy a ese lugar porque me pueden descubrir”; “no cometo ese acto porque es malo”, relacionan el arrepentimiento con situaciones externas. Pero no hay nada más alejado del verdadero sentido del arrepentimiento. Éste se produce en el interior de la vida, desde allí comienza a producir una reparación de la vida. Y sobre todo, también es un don del Espíritu, porque el yerro común del cristiano es pensar que “Dios no puede aceptarnos si no producimos arrepentimiento”.
“La Biblia no enseña que el pecador deba arrepentirse antes de poder aceptar la invitación de Cristo: «¡Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os daré descanso!» «(S. Mateo 11: 28). La virtud que viene de Cristo es la que guía a un arrepentimiento genuino. San Pedro habla del asunto de una manera muy clara en su exposición a los israelitas, cuando dice: «A éste, Dios le ensalzó con su diestra para ser Príncipe y Salvador, a fin de dar arrepentimiento a Israel, y remisión de pecados». «(Hechos 5: 31) No podemos arrepentirnos sin que el Espíritu de Cristo despierte la conciencia, más de lo que podemos ser perdonados sin Cristo”.[2]
Mi amigo(a), el pedido suplicante a la última iglesia de Apocalipsis es: “sé fervoroso y arrepiéntete”,[3] busquemos con corazón humillado y necesitado la gracia de Cristo, reconozcamos que no existe nada bueno en nuestra vida, que no somos mejor que nadie… entonces, sentiremos mucha tristeza por los pecados acariciados y el dolor será muy profundo al transigir con el mal.
Pr. Joe Saavedra
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…
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