TODO LO ARRUINA
“Pesada es la piedra, pesada es la arena, pero más pesada es la ira del necio” (Proverbios 27:3 NVI)
Cuando en Sudáfrica se preguntaba por Oscar Pistorius[1], todos sonreían orgullosos, pues era el ícono de la superación, y lo veneraban por vencer a la adversidad para competir al máximo nivel con atletas sin discapacidad. El mundo también se rindió ante el “Blade Runner”, apodo con el cual se le conoce, y más aun cuando el sábado 4 de agosto, Oscar Pistorius hizo historia en las olimpiadas Londres 2012 al haberse logrado clasificar para las semifinales de los 400 metros. Personalmente, el año pasado, escribí dos reflexiones tomando su historia, porque lo que logró era realmente excepcional. Sin embargo, hoy está a punto de ser acusado de asesinato y puede ser condenado a cadena perpetua. Su historia ha cambiado dramáticamente, de estrella de comerciales, ícono de deportivo y ejemplo de superación, el atleta paraolímpico vive estos días detenido en una comisaría de Pretoria, acusado del asesinato de su novia, la modelo Reeva Steenkamp. Hasta, hace unos pocos días atrás lo tenía todo, hoy no le queda nada, inclusive todas las empresas que lo auspiciaban han quitado su nombre de todos los comerciales en el que aparecía.
El jueves pasado la policía allanó su residencia y encontró a Oscar tratando de reanimar a su novia, en medio de un charco de sangre. “City Press”, rotativo sudafricano, informó que el cadáver de Steenkamp presentaba graves heridas en la cabeza, aunque hasta el momento, la policía ha informado que la mujer solo tenía heridas de bala, específicamente cuatro disparos, en la cabeza, pecho, pelvis y una mano. Todos se preguntan, ¿qué pasó con Oscar?, quizás ni él mismo sepa la respuesta, porque lo más seguro es que perdió la noción de todo, cuando la ira controló sus acciones.
La ira o rabia “es una emoción que se expresa con el resentimiento, furia o irritabilidad. Los efectos físicos de la ira incluyen aumento del ritmo cardíaco, presión sanguínea y niveles de adrenalina y noradrenalina. Algunos ven la ira como parte de la respuesta cerebral de atacar o huir de una amenaza o daño percibidos. La ira se vuelve el sentimiento predominante en el comportamiento, cognitivamente, y fisiológicamente cuando una persona hace la decisión consciente de tomar acción para detener inmediatamente el comportamiento amenazante de otra fuerza externa. La ira puede tener muchas consecuencias físicas y mentales”.[2]
Los psicólogos, reconocen tres tipos de “ira”: La primera forma es llamada “ira precipitada y repentina”, que está conectada al impulso de auto-preservación. Es compartida por humanos y animales y ocurre cuando están atormentados o atrapados. El segundo tipo de ira es llamada “ira estable e intencionada” y es una reacción a una percepción de daño o trato injusto por otros de manera malintencionada.[3] La tercera, la llamo “ira incontrolable”, otros la denominan “recurrente”, porque está relacionado a rasgos negativos del carácter, específicamente la falta de dominio propio, y por supuesto, en el plano cristiano, esto sucede en un total alejamiento de Dios. En otras palabras, las dos primeras clases de “ira”, son “episódicas” o consecuencia de las circunstancias, hasta cierto punto, podrían ser naturales; sin embargo el tercer tipo de ira, y tomando como base Las Escrituras, tienen que ver con una vida donde la naturaleza pecaminosa controla todo, y se manifiesta en una constante irritabilidad, resentimiento y actitudes de mala educación.
Las consecuencias más desastrosas, los homicidios o daños corporales irreparables, normalmente se producen cuando un ser humano está cargado del tercer tipo de ira, y “son pecaminosas porque casi siempre se producen, precisamente, por la falta de dominio propio. Después del cuidado que debemos tener en cuanto a cómo comienza nuestra ira, lo próximo será controlar también su duración (“No se ponga el sol sobre vuestro enojo”). Dios dice: “No guardaré para siempre el enojo” (Jer. 3:12). Eso deben imitarlo sus hijos. También es importante la forma en que se expresa la ira. El apóstol Pablo aconsejaba: “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia” (Ef. 4:31; Col. 3:8)”,[4] y todo esto, porque una persona airada, sin dominio propio y lejos del amor de Dios, puede cometer cualquier cosa, no va a reconocer caras, ni escuchar súplicas, ni mucho menos medir las consecuencias de sus actos. Quizás Oscar Pistorius, pudo controlar su cuerpo y los cronómetros en las carreras que participó, pero no pudo controlar su propia ira, cuando reaccionó era demasiado tarde, ahora ni todas lágrimas le devolverán todo lo que ha perdido. Oscar venció a la adversidad, pero no pudo vencer su ira.
Mi amigo (a), la Palabra de Dios dice, “el que tarda en airarse tiene mucho entendimiento, pero el de espíritu apresurado hace resaltar la insensatez”,[5]y en medio de la insensatez, se cometen actos repudiables y sin marcha atrás. Esta mañana supliquemos al Señor que tome el control de nuestra vida, que nos dé el don del dominio propio, que nos lleve por caminos de paz y sensatez. No malogres tu vida por un momento de debilidad, no cometas actos que nunca podrás borrar, no te adormezcas en medio de impulsos iracundos, recuerda que hemos sido llamados para vencer todo rasgo pecaminoso, porque todo lo podemos en Cristo que nos da la fuerza.
Pr. Joe Saavedra
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…
Ubícame en la página web: www.poder1844.org o en el Facebook: http://www.facebook.com/poder1844
[1] Oscar Leonard Carl Pistorius (n. Sandton, 22 de noviembre de 1986), más conocido como Oscar Pistorius, es un atleta sudafricano. Pistorius posee las marcas mundiales en las pruebas de 100, 200 y 400 metros lisos para atletas que han sufrido una doble amputación (a los once meses de edad, le amputaron las piernas, por no tener peroné).1 Para correr utiliza prótesis transtibiales construidas en fibra de carbono. Aunque estas piernas artificiales le permiten a Pistorius competir, su uso ha generado protestas de que le dan una ventaja injusta sobre otros corredores. Registra 46,34 segundos en 400 metros, o la máxima velocidad en los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004.
[2] http://es.wikipedia.org/wiki/Ira
[3] Ibid.
[4] Alfonso Lockward, Nuevo Diccionario De La Biblia (Miami: Editorial Unilit, 2003), 516-17.
[5] Proverbios 14:29 RVA