¡SÍ, TODOS!
“Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida” (2 Timoteo 4:8 NVI)
Mientras revisaba las noticias mundiales vía online, una noticia me causó curiosidad y me detuve a leerla. Ella contaba que un actor secundario llamado David Paterson, hizo el papel de doble del actor Brad Pitt en su última película que se viene estrenando a nivel mundial. Sin embargo, esto no sería raro, ni no fuera que en una entrevista con “Daily Mirror”, Paterson, señaló que recibió 120 dólares por una jornada de trabajo de 18 horas, mientras que el actor estadounidense percibió 13 millones de dólares.[1] En esa entrevista, detalla que, “básicamente tenía que ser Brad durante todo el día y copiar todo lo que él hacía en la pantalla. Brad estuvo allí durante todo el tiempo, y estuvieron grabando durante varios meses, por lo que debió de ser duro. Me pagaron 120 dólares”, además contó: “No obtuve un pase VIP para ir a ver la película, de hecho todavía no la he visto. Me marché con mis 120 dólares, sin autógrafos y sin invitaciones VIP”.[2] Por supuesto la estrella de cine, se marchó entre aplausos, firmando cientos de autógrafos y con la billetera llena. Y no podemos negar eso, porque este mundo funciona así: El más fuerte, el más rápido, el más inteligente, se lleva el premio. Esto quiere decir que el menos fuerte, el menos rápido y el menos inteligente, se queda atrás, no tiene opción a nada, se queda con las manos vacías. Otro buen ejemplo, podrían ser las olimpiadas, personalmente me agradan ver las competencias, especialmente del atletismo, porque el esfuerzo y el empeño que cada atleta pone por ganar es motivadora, sin embargo al final, en todas las disciplinas, solamente hay un ganador, solamente uno se lleva el premio y los que van quedando atrás reciben lo que queda. Es natural ver en una competencia esto, uno recibiendo los honores, otros lamentándose su derrota y los demás aplaudiendo solamente. Así son los códigos de vida y sobrevivencia en esta tierra, unos pocos ganan y otros tienen que conformarse con lo que sobra.
Sin embargo, la forma de actuar de Dios y del gobierno celestial es distinta, especialmente en la mayor competencia cósmica: nuestra salvación. La Biblia presenta, a través del apóstol Pablo, el comportamiento de Dios frente a los seres humanos, que son los competidores de esta carrera: “Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida”. Con Dios todos tienen oportunidad de ganar el premio, todos pueden recibir la corona, no importa si eres rápido, fuerte, muy inteligente o todo lo contrario, tus opciones están intactas, tú puedes subirte al podio de los vencedores. ¡Qué gran noticia fue para mí enterarme de esto!, no sé tú, pero mi experiencia no es tan grata cuando se trata de ganar premios, muchas veces, pese a que me esforcé bastante, no pude alcanzar los premios que tenía por delante. El otro día, recogíamos con mi hijo mayor, una de las varias medallas que él ha ganado en algunos deportes que práctica, mientras le tomaba un foto, me miró fijamente y me hizo la una pregunta: “papá ¿cuántas medallas has recibido hasta ahora?”, en segundos hice una mirada retrospectiva a mi experiencia de vida, y cómo dije hace un momento, no encontré muchas medallas en ella, mejor dicho, casi nada, y mientras pensaba que no podía defraudar a mi hijo, el apóstol Pablo me ayudó a responder y quedar bien. Le dije, “hijo, no he ganado mucho, pero muy pronto voy a ganar la mejor medalla del universo, mi nombre sonará victorioso en la inmensidad del espacio y saldrá de la boca del mayor Ganador de la historia, quién colocándome el premio me dirá: ‘buen siervo fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré, entra en el gozo de tu Señor’”. Vi el rostro de sorpresa de mi hijo, y con preocupación me dijo: “¿yo también podré ganar esa medalla?, y la respuesta que le di, es la misma respuesta que quiero que te lleves cuando acabes de leer esta reflexión: “Si hijo, tú también puedes ganarte esa medalla… todos pueden llevarse la corona, el premio mayor de las mismas manos de Creador del Universo… solamente cree en Él, acéptalo cómo Salvador, vive de acuerdo a su voluntad y cuéntales a otros que muy pronto Él volverá a entregar el premio”.
Mi amigo (a), ¡tú también puede ganar el premio mayor, la salvación que es en Cristo Jesús! No importa tu fuerza, rapidez o tu belleza, la corona de la vida puede ser tuya. El mundo se deja llevar por apariencias muchas veces, en otras, solo premia a los más dotados y en algunas ocasiones, a los que no merecen, pero el Juez Divino, entregará el premio a quién lo merezca, y no por sus méritos o habilidades, sino por su gracia y amor. De nuestra parte solo queda obedecer: “Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo”.[3]
¡No te canses , ni pierdas el ánimo… ya falta poco… Cristo viene! ///
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…
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