SI MEJOR EMPEZAMOS A VER

“Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: ‘Hay más dicha en dar que en recibir?’” (Hechos20:35 NVI)

Hoy me puse a caminar buscando alguna lección para escribir. Tomé la Gran Vía “de les Corts Catalanes”, una avenida principal que desemboca en la histórica plaza de las Glorias Catalanes, y como la tarde era fresca, mientras el sol se ocultaba desapercibido entre las luces y las decoraciones navideñas, decidí sentarme a contemplar el vaivén agitado de las personas que se apresuraban para acabar con las compras, escoger el regalo o coordinar la cena de la noche. Es cierto que el movimiento frenético en las grandes ciudades es normal, pero hoy era más evidente, por la antesala a una celebración que por muchas décadas los cristianos han adoptado como suya.

Barcelona Mobilitat (@BCN_Mobilitat) / Twitter

Era interesante observar cómo hoy la gente anda enfocada en los preparativos de la cena familiar, parecen que los ojos y las piernas van en automático: tiendas, supermercados, boutiques, peluquerías, cajeros automáticos, etc. Todas las compras y arreglos van a desembocar en algún lugar tibio, donde no falte la comida, los regalos, el buen vino y los abrazos. El año ha sido arduo, es preciso parar, relajarse y disfrutar de la fiesta.

Mientras contemplaba la ida y venida de las personas, absortas en sus propias vidas, me puse a mirar un poco más y una escena me dejó pensado por muchos minutos. Normalmente miramos, pero no vemos. Es decir, mirar es la capacidad normal del cuerpo de dirigir la vista hacia un objeto, ver, es utilizar la mente, entender lo que miramos. Porque en medio de la gente que corría para tener la mejor cena y disfrutar de los mejores regalos, la escena de un hombre entre unas bancas me obligó a aceptar que todos lo miraron, pero nadie lo vio.

El tipo acomodaba unos cartones, y desenvolvía una manta raída. De una sucia mochila sacó una botella que tenía algún líquido con el cual devoró un par de panes que tenía en una bolsa, esa era su cena navideña. Luego con la mirada perdida y quizá mil pensamientos que atormentaban su mente, se acostó en su lecho de cartones, se ajustó la capucha y se tapó con la manta. La noche se ponía intensa, como el frío que envolvía la ciudad.

No sé su historia, pero quizá era una de los miles de personas, que no tienen donde vivir, y que por muchas temporadas no saben lo que es una cena caliente o una comida especial. Gente que miramos, pero no vemos. Cómo la experiencia de este muchacho que si se encontró con alguien que se atrevió a ver:

Un tipo entró a una tienda con la intención de comprar un regalo. Mientras buscaba el presente, observó por la transparencia de los vidrios a un jovencito de esos que “miramos y no vemos” que daba vueltas a su auto nuevo de alta gama que había dejado estacionado. Previniendo un robo, el caballero salió presuroso a encarar al mozuelo, que ni se perturbó cuando lo vió llegar.

A todo esto, ¿cuál es la diferencia entre un auto premium y uno de lujo?
  • “Señor… ¿es su carro?”, preguntó con un brillo en sus ojos.
  • “Si… es mío”, respondió el hombre.
  •  “¿Y cuanto le costó?”, cuestionó el chico.
  • “La verdad, es un regalo de mi hermano”, volvió a responder.
  • “Que genial” … “cómo me gustaría…”, y el hombre moviendo la cabeza, completó la frase que de seguro diría el muchacho: “cómo me gustaría tener un hermano mayor así para que me regale un carro”, pero cuando escuchó lo que el chico dijo, se sintió apenado por el mal pensamiento que tuvo: “cómo me gustaría ser como su hermano mayor, para regalarle a mi hermanito un carro así”.

Queriendo remediar sus malos pensamientos. Le propuso dar unas vueltas por la ciudad en su auto. El muchacho no cabía de la emoción, nunca había subido a un auto de lujo, tampoco había visto tantas luces y brillantes árboles de navidad que decoraban las calles. Mientras paseaban era notoria la alegría y sorpresa del púber.

Sin embargo, en medio del paseo, el mozuelo le hizo una consulta al hombre: “Señor, ¿me podrías llevar un momentito a mi casa, no vivo tan lejos”. El tipo no se negó, la emoción del chico era grande y no quería cortarle.

Después de manejar varias calles, salieron del centro de la ciudad y se internaron en barrios no tan opulentos, hasta llegar a un lugar de casas viejas y rústicas. “No se preocupe señor, ya falta poquito y llegamos. De la esquina dos cuadras más y se estaciona al final de la segunda”.

Muchacho Pobre Del Mendigo En Un Patio Trasero, Su Hogar Foto de archivo  editorial - Imagen de mendigo, fango: 108464778

Cuando llegaron al punto indicado, el hombre estacionó el coche frente a una casucha de madera, que tenía unas gradas tostas y viejas. “Espéreme un momentito señor, no se vaya por favor, regreso rápido”. Mientras el jovencito corría hacía la casita de madera, los malos pensamientos otra vez invadieron al hombre: “no creo que baje con asaltantes… no… seguro que va a llamar a sus amigos para enorgullecerse de que un auto de esta clase lo ha traído”.

Sus pensamientos se cortaron al ver bajar al muchacho. Él no bajaba con amigos, ni vecinos, sino en sus brazos cargaba a un muchachito delgado de unos 7 años, que sus piernitas deformes delataban que no podía caminar. Lo sentó con delicadeza en una de las gradas y rodeándolo con un brazo le dijo: “hermanito, ¿miras a ese hombre?, su hermano mayor le regaló ese carrazo. Un día yo te voy a regalar uno igual, y te voy a pasear en esas calles llenas de luces y árboles coloridos que te he contado”.

Cuando escuchó eso el hombre, quedó devastado por sus pensamientos ruines, y esa noche el entendió que es “mejor dar que recibir”, y ese don nace cuando dejamos de mirar, y nos atrevemos a ver. No escribo más, la enseñanza es evidente. ¿Qué piensas?… ¿qué decides?//////////.

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