SAL
“Todas las ofrendas de cereal las sazonarán con sal, y no dejarán que les falte la sal del pacto de su Dios. A todas las ofrendas deberán ponerles sal” (Levítico 2:13 NVI)
La sal es la única roca mineral comestible por el hombre y es posiblemente el condimento más antiguo empleado por el ser humano, su importancia para la vida es tal que ha marcado el desarrollo de la historia en muchas ocasiones, moviendo las economías, siendo objeto de impuestos, monopolios y hasta guerras. Químicamente es conocido cómo cloruro sódico (o cloruro de sodio), cuya fórmula es NaCl.
En los tiempos bíblicos “el condimento más conocido y necesario para la alimentación humana era abundante en Israel, especialmente en la zona del mar Muerto. La primera mención que se hace de la sal es la estatua de la mujer de Lot (Génesis 19:26)”.[1] Además, “todos los sacrificios que se ofrecían a Dios tenían que ser sazonados con sal (Levítico 2:13), lo cual se contrapone a la prohibición de ofrecer cosa con levadura o miel (Levítico 2:11)”,[2] porque la sal por lo menos tiene dos funciones básicas: (1) Puede preservar los alimentos, especialmente sobre alimentos de fácil deterioro, y (2) puede proporcionar a los alimentos uno de los sabores básicos, el salado, pudiéndolo percibir debido a que en la lengua poseemos receptores específicos para su detección. Es decir, el consumo de sal modifica nuestro comportamiento frente a los alimentos ya que es un generador del apetito y estimula su ingesta.
Con razón la orden de Dios era: “Todas las ofrendas de cereal las sazonarán con sal, y no dejarán que les falte la sal del pacto de su Dios. A todas las ofrendas deberán ponerles sal”, “porque la idea era rechazar todo lo que produjera fermentación y decadencia, e incluir lo que ayudara a la preservación. Por eso, cuando se dice ‘pacto de sal’, la referencia es a un pacto duradero (Números 18:19; 2 Crónicas 13:5). La expresión ‘nos mantienen del palacio’, que se usa en Esdras 4:14, en el original lo que dice es ‘comemos de la sal del palacio’, con lo cual se apunta a una relación de lealtad y fidelidad hacia el rey”.[3] Dios desea que el compromiso de lealtad y fidelidad que asumimos con él, sea duradero, que se preserve a pesar de las pruebas duras que ofrece este mundo decadente, en el contexto de los alimentos sería un mundo “fermentado” por el pecado. La sal representa el compromiso incondicional que asumimos con Dios.
Por otro lado, como ya mencionamos, la sal modifica el sabor de los alimentos y produce el deseo de ingerirlos, por esa razón “el Señor Jesús dijo que los cristianos son ‘la sal de la tierra’ (Mateo 5:13) y los exhorta a tener sal en ellos mismos, porque ‘si la sal se hace insípida’ no puede ejercer su influencia para evitar la corrupción (Marcos 9:50)”.[4] De la misma forma nosotros somos llamados a ser la sal que Dios necesita para darle gusto a las verdades de salvación y hacerlos deseables a los que prueban su sabor. Elena de White dice: “La sal redentora, el sabor del cristiano, es el amor de Jesús en el corazón, la justicia de Cristo que ha penetrado en todo el ser. Si el que enseña religión desea mantener la eficacia salvadora de la fe, siempre deberá poner delante de él la justicia de Cristo, y tener la gloria de Dios por recompensa. Entonces su vida y su carácter manifestarán el poder de Jesús”.[5]
Mi amigo (a), eres llamado a preservar en tu vida el compromiso de amor y fidelidad a Dios, y a presentar el amor de Jesús a aquellos que su vida no tiene “sabor alguno”, que necesitan encontrarle sentido a su existencia. No seas insípido, no vayas por la vida mostrando un cristianismo débil e hipócrita, ese no es el evangelio de la Biblia.
Dios nos pedirá cuentas del evangelio que nos ha transmitido y de la orden que nos dio: “no dejarán que les falte la sal del pacto de su Dios”. Hoy, tomemos la decisión de marcar la vida de los demás.
Pr. Joe Saavedra
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…
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