QUE LA HISTORIA NO SE REPITA

“Cuando Moisés se acercó al campamento y vio el becerro y las danzas, ardió en ira y arrojó de sus manos las tablas de la ley, haciéndolas pedazos al pie del monte” (Éxodo 32:19 NVI)

El contexto de este versículo es un episodio lamentable en la historia del pueblo de Dios, que a pesar de las demostraciones visibles de la intervención divina y la indicaciones claras, volvió a sus mismas prácticas, costumbres y pecados. El resultado fue mortandad y un exhaustivo zarandeo, y el tiempo en el que vivimos acondiciona las circunstancias para que la historia se repita.

Quizás los temores de un nuevo rebrote más mortífero del nuevo coronavirus que los científicos creen probable, puede ser una buena ilustración para que ese episodio de relajo espiritual y confianza en el hombre, no se repita en la historia actual del pueblo de Dios, y que arriesgue su pronto reencuentro con su Salvador.

Jeremy Greene,[1] que ha seguido de cerca el desenvolvimiento de las últimas enfermedades mortales en el mundo, dijo esto en una reciente entrevista: «Es más probable que pensemos que la epidemia se acabó y dejemos de hablar de ella antes de que realmente acabe». Y hace una analogía de la escalada de una montaña con la curva de la pandemia del coronavirus que muchos anhelan con ansiedad, porque consideran que allí radica el final de esta enfermedad.

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Los alpinistas o expertos en escalar montañas, coinciden que muchas veces el descenso es más peligroso que el ascenso y el final puede ser el menos esperado. Por eso Greene, usa esa analogía porque es crucial entender qué implica llegar al pico de la pandemia, los riesgos del descenso, pero sobre todo para saber como será el final.[2]

Este investigador, dice que la historia muestra que no habrá uno sino dos finales de la pandemia del coronavirus: uno será biológico y otro será social.  Las características biológicas varían mucho de epidemia en epidemia, en cambio, las características sociales de una epidemia pueden ser muy similares. Entonces, las respuestas sociales pueden ser positivas y negativas, y en estas últimas, el principal temor de Greene es que la sociedad, al escuchar reportes que pregonan que se ha llegado a la cima y que emprendemos el descenso, tenga la percepción de que la epidemia ha terminado o ya está casi en su etapa final. Y esta apreciación puede llevar a relajar la prevención, a volver a las antiguas prácticas colectivas, desdeñando todo consejo de cuidado y acercamiento social.

Entonces, cuando estos dos cronogramas son diferentes y cuando los cronogramas biológicos y sociales de una epidemia tienen una diferencia sustancial hemos visto resultados catastróficos. Es decir, si por un lado la enfermedad sigue su curso normal de mortandad y no se ha encontrado una vacuna efectiva que lo detenga, y por otro, la sociedad piense que ya la enfermedad está casi controlada y relaje la prevención intentando volver a sus antiguas costumbres sociales, entonces un rebrote más mortífero es posible.

Por lo mismo, aplicando esta percepción científica a la experiencia del pueblo de Dios en estos días, sin dejar de considerar lo que hizo en el pasado, podemos aprender y prevenir un final similar que sucedió en el desierto de Sinaí. Allí los seguidores de Dios (capítulo 19 de Éxodo), acamparon frente a un monte después de tres meses de haber salido de Egipto. En ese monte, Moisés recibió la confirmación divina de que los había elegido para ser su pueblo exclusivo, ser luz de las naciones y recibir sus bendiciones. Asimismo, acordó una reunión entre Él y su pueblo, pero para ese fin les dejó indicaciones claras, de tal manera que ese encuentro se realice, y esta indicación es la más importante: “…y el SEÑOR le dijo: —Ve y consagra al pueblo hoy y mañana. Diles que laven sus ropas y que se preparen para el tercer día, porque en ese mismo día yo descenderé sobre el monte Sinaí, a la vista de todo el pueblo…”.[3]

La historia bíblica cuenta que en “la madrugada del tercer día hubo truenos y relámpagos, y una densa nube se posó sobre el monte. Un toque muy fuerte de trompeta puso a temblar a todos los que estaban en el campamento. Entonces Moisés sacó al pueblo para que fuera a su encuentro con Dios, y ellos se detuvieron al pie del monte Sinaí. El monte estaba cubierto de humo, porque el SEÑOR había descendido sobre él en medio de fuego. Era tanto el humo que salía del monte, que parecía un horno; todo el monte se sacudía violentamente, y el sonido de la trompeta era cada vez más fuerte. Entonces habló Moisés, y Dios le respondió en el trueno…”.[4]

El Becerro de Oro

Como preludio de este encuentro, Moisés les repite los 10 Mandamientos dados por Dios, como regla de conducta y fe, pero el pueblo, al escuchar sonidos de trompeta, ver los truenos, relámpagos y la montaña envuelta en humo, temblaron de miedo y no querían acercarse, por eso suplicaron a su líder que sea el intermediario, porque tenían miedo de morir. No obstante, Moisés los tranquiliza y les menciona la razón de todas las señales que estaban viendo:  “—No tengan miedo—les respondió Moisés—. Dios ha venido a ponerlos a prueba, para que sientan temor de él y no pequen”.[5] Ese fue el momento en que se acercaban a la curva (tomando como ilustración al desenvolvimiento del nuevo coronavirus).

Dios desde que nos creó lo hizo para estar con nosotros, y muy a pesar de la separación que el pecado provocó, Él ha ideado a través de las edades formas de reunirse con nosotros, que finalmente se llevará acabo cuando retorne por segunda vez. Y las indicaciones para que en ese encuentro ninguno de su pueblo falte, es: “Decidan que sea Yo el Dios exclusivo en sus vidas (conságrense), nada de tibieza o frialdad. Revisen su forma de vivir y comportamiento, y limpien sus vidas de pecado (laven sus ropas)”. En 2 Pedro 3:10-18 el apóstol lo explica de una mejor manera (lee esos pasajes si deseas encontrarte con Jesús).

Entonces, Moisés, subió a la montaña para escuchar las indicaciones de Dios y ser el intermediario con su pueblo, en ese lugar recibió un catálogo de ordenanzas que harían de su pueblo uno exclusivo y bendecido en abundancia (capítulos 21 al 31 de Éxodo). No obstante su pueblo, viendo que su líder se demoraba más de la cuenta, y pensando que Dios lo había eliminado, y que en breve los eliminaría también, olvidaron las palabras de Dios y las señales que garantizaban el cumplimiento de sus promesas y desviaron su confianza en Él, retornaron a sus antiguas costumbres y buscaron la salvación en cosas de este mundo: “Cuando Aarón vio esto, construyó un altar enfrente del becerro y anunció: —Mañana haremos fiesta en honor del SEÑOR. En efecto, al día siguiente los israelitas madrugaron y presentaron holocaustos y sacrificios de comunión. Luego el pueblo se sentó a comer y a beber, y se entregó al desenfreno”.[6]

El becerro de oro – Historia de la Biblia

Tomando nuevamente la figura del comportamiento del nuevo coronavirus en relación al comportamiento del pueblo de Dios en estos días finales, las señales y las promesas divinas, ya habían llegado al pico de la curva y el descenso debía ser para salvación y regocijo, pero el descenso para ellos fue llanto, tragedia y muerte, y por consecuencia, el encuentro con Dios, para muchos no se concretó.

Mi apreciado(a) compañero(a) de fe, estos últimos días, me han invitado para disertar sobre varios temas, pero el más recurrente a sido hablar sobre “la preparación para la crisis final”.  Y a decir verdad, cada vez que me mencionan ese tema, reacciono y les digo prontamente: “con gusto voy a predicar, pero cambiemos el tema y el título, creo que este es el más apropiado: ‘preparación en la crisis final’ ó mejor ‘acción en la crisis final’”, porque la locución preposicional “para” da la idea que todavía la crisis final no ha llegado y esto significa que el pueblo de Dios no está entendiendo lo que esta pasando ni lo que en breve pasará, ni está identificando las señales de este tiempo final, entonces la historia de relajo y desenfreno puede repetirse, y por consecuencia el encuentro tan esperado con Dios, quizá para ti y para mí no se lleve a acabo.

Porque si retornamos a nuestras mismas prácticas espirituales, a nuestra misma forma de adorar y nuestros mismos vicios y pecados ocultos o visibles, asimismo a nuestra misma pasividad misionera, entonces, el “descenso de la curva”, no trae sanidad, transformación y vida eterna, sino oscuridad y castigo eterno, porque contigo o sin mí, Cristo va a tener un encuentro con su pueblo.

Pero apreciado(a), hay esperanza, porque Moisés subió nuevamente al encuentro con Dios, para pedir sabiduría y actuar de acuerdo a su voluntad, y la respuesta que recibió no debe quedar solo en ti, difúndela en primer lugar a tu casa, luego a tu iglesia y a todo el mundo: “El SEÑOR le respondió a Moisés: —Sólo borraré de mi libro a quien haya pecado contra mí.  Tú ve y lleva al pueblo al lugar del que te hablé…”.[7]

No relajemos nuestra adoración y nuestra preparación, ni volvamos al mismo estilo de vida tibio y en muchos casos contrario a los principios de la Palabra de Dios, tampoco a considerar que la promesa de su venida tarda mucho y hay tiempo para confabular con el mundo, posponiendo la urgencia de predicar el evangelio. Aunque los parlantes del mundo suenen anunciando una pronta calma, levantemos la vista hacia la montaña, miremos las señales, recordemos las promesas de Dios, consagremos y lavemos nuestras vidas, que nuestra salvación está más cerca de lo que pensamos. ¿Qué decides?///////////.

Desde mi rincón de poder… un poquito antes del retorno de Jesús…

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[1]https://bioethics.jhu.edu/people/profile/jeremy-greene-m-d/

[2]https://www.bbc.com/mundo/noticias-52732701

[3]Éxodo 19:10-11 NVI

[4]Éxodo 19:16–19 NVI

[5]Éxodo 20:20 NVI

[6]Éxodo 32:5-6 NVI

[7]Éxodo 32:33,34 NVI

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