¿QUÉ DECIDES?
“—Aunque todos te abandonen—declaró Pedro—, yo jamás lo haré. —Te aseguro—le contestó Jesús—que esta misma noche, antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.” (Mateo 26.33–34, NVI)
¿Qué responderías, si en algún momento de la crisis final las libertades religiosas son cortadas y tu vida dependería de la respuesta a esta pregunta?: “¿Eres seguidor de Cristo?». Mientras vas tomando valor para la respuesta adecuada, sabes que si tu respuesta es positiva, serás encarcelado y muerto; si por el contrario, niegas tu fe, haz salvado tu vida.
Era un jueves en los primeros instantes de la noche, cuando Jesús estaba en el Monte de los Olivos con sus discípulos. El Maestro estaba muy callado, sabía lo que venía y humanamente se sentía angustiado. Sin embargo, aprovechó el momento para dejar una gran lección a sus amados seguidores. Mirándolos fijamente, les profetizó que esa misma noche, ellos lo abandonarían frente a un grupo de malhechores.[1] La reacción fue inmediata, especialmente de uno, quién rápidamente se puso de pie y resoluto respondió: “—Aunque todos te abandonen—declaró Pedro—, yo jamás lo haré”. Quizás quería decir esto: “Mira Maestro, yo soy tu amigo íntimo, líder de iglesia, con un alto cargo, además adventista por muchos años. Además, soy fundador de la obra en este lugar, mis hijos van al colegio adventista y cantan en el coro. Recuerda además que doy mi diezmo y en pactos estoy al día. Si aún no me crees, mira mi lección de Escuela Sabática y el comprobante de mis pedidos de lecciones, matutinas y revistas para el próximo año. Así que, puedes dudar de todos, pero de mí jamás”.
El Mesías miró a Pedro un instante, y le respondió: “—Te aseguro—le contestó Jesús—que esta misma noche, antes de que cante el gallo, me negarás tres veces”.[2] Pero el discípulo muy eufórico y casi levantando la voz le aseguró su fidelidad y compañía en las buenas y malas, aún en desmedro de su vida: “—Aunque tenga que morir contigo—insistió Pedro—, jamás te negaré”,[3] y los otros discípulos dijeron lo mismo.
Después de algunas horas, mientras Jesús oraba y sus discípulos dormían, el Maestro interrumpió todo y les avisó que venía la prueba donde demostrarían su lealtad, porque una turba airada venía a atraparlo y maltratarlo. Las Escrituras cuentan que “todos los discípulos lo abandonaron y huyeron”,[4] incluyendo a Pedro. Pero éste discípulo no solo huyo, sino que horas más tardes, negó a su Maestro tres veces y recién reaccionó cuando un gallo cantó y le recordó lo que Jesús le había dicho.[5]
¿Qué había dicho Jesús?, la repuesta fácil es que todos lo abandonarían y que Pedro le negaría tres veces antes que el gallo cante. Pero, la respuesta no es tan sencilla, porque en esa profecía había una lección que especialmente los cristianos de estos tiempos finales debemos entender: “la fidelidad a Dios debería ser en las buenas y en las malas”, porque es fácil seguir a Jesús cuando todo está bien, cuando no hay nada que perder o entregar, sin embargo sus verdaderos seguidores se revelan cuando las cosas son realmente difíciles, cuando hay que mucho que perder, incluso hasta la vida”.
Un ejemplo de la verdadera lealtad a Dios, fue la vida de Job. Él demostró ser fiel a Dios en cualquier terreno. Su historia cuenta que lo tuvo todo, su vida era fácil en todos los sentidos, nada le impedía ser fiel a Dios, pero un día lo perdió todo: dinero, posesiones y a sus amados hijos. En medio de esas desgracias, con todo en contra, el cae de rodillas y exclama: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo he de partir. El SEÑOR ha dado; el SEÑOR ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del SEÑOR!”,[6]y las Escrituras señalan que Job se mantuvo leal a Dios y no pecó a pesar de sus circunstancias dolorosas.[7] Pero sus momentos difíciles no acabaron allí, porque al caos financiero, a la pérdida de sus hijos, su salud fue quebrantada, grandes heridas invadieron todo cuerpo, produciéndole mucho dolor y convirtiéndolo en una piltrafa humana. Su único apoyo también lo dejó solo, porque su esposa en vez de alentarlo y ser su compañera leal, le recrimina: “— ¿Todavía mantienes firme tu integridad? ¡Maldice a Dios y muérete!”.[8] A su confundida esposa le respondió: “—Mujer, hablas como una necia. Si de Dios sabemos recibir lo bueno, ¿no sabremos también recibir lo malo?”.[9] Una vez más, en medio de la pérdida y el dolor, Job continúo siendo fiel a Dios, alabando su nombre y sometiéndose a su voluntad. Es seguro que Job no la tuvo fácil y fue tentado a renegar y apartarse de Dios, pero Job demostró ser fiel a Dios porque pasó las pruebas de las dificultades. Con razón de su propia boca salió esta afirmación: “Yo sé que mi redentor vive, y que al final triunfará sobre la muerte. Y cuando mi piel haya sido destruida, todavía veré a Dios con mis propios ojos”.[10]
Soy pastor en tiempos fáciles, soy tan bendecido porque la iglesia hace todo por mí, además no tengo nada que perder. En esas circunstancias, me coloco en la posición de Pedro o de Job y me pregunto: ¿Qué haría yo?, ¿sería fiel a mi Maestro frente a todo?, ¿estaría dispuesto hasta rechazar mi vida con tal de seguirlo?, ¿seguiría siendo el mismo en las bendiciones y en las tragedias?, puesto que el verdadero seguidor de Jesús lo es tanto en las buenas y en las malas.
Mi hermano (a), en la fe, ¿seguirías a Jesús en cualquier circunstancia?, ¿estarías dispuesto (a) a perderlo todo con tal de ganarlo a Él? He comprendido que el único terreno dónde podemos afirmar nuestra lealtad genuina a Dios es en el momento de angustia, es en el campo de las pruebas donde vamos a demostrar que estamos dispuestos a perder cualquier cosa con tal de no fallarle, es en la circunstancia adversa donde firmamos el compromiso de servirle poniendo a un lado nuestro confort o nuestra propia vida.
Se vienen días muy difíciles, las pruebas que la iglesia debe pasar vienen de afuera y están adentro, y tú y yo debemos decidir la dirección que vamos a tomar. De la mano de Dios y con la luz que alumbra los caminos oscuros, La Palabra de Dios, debemos caminar firmes sin ningún temor. Y en esa condición, sabiendo que los verdaderos seguidores de Jesús se revelan en los momentos difíciles, quizás un día podamos contestar cómo lo hizo Martín Lutero en la dieta de Worms. Allí, el fraile alemán, rodeado de todo el poder católico romano y el poder de las tinieblas, pudo escuchar las más graves acusaciones de rebeldía a la autoridad de los grandes padres y su afán de desestabilizar a la iglesia, cuya única salida era: retractarse de todo lo había creído. Dice la historia, que al final de ese juicio, su interlocutor insistió: “¿Te retractas o no?”, a lo que Lutero, con la firmeza de los verdaderos seguidores de Jesús respondió: “No puedo ni quiero retractarme de cosa alguna, pues ir contra la conciencia no es justo ni seguro. Dios me ayude. Amén”.[11]
¡Qué Dios nos ayude a mantenernos leales a Él! ¡Yo lo deseo con todo el corazón!, ¿y tú?////.
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…
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[1] Mateo 26:31 NVI
[2] Mateo 26:32 NVI
[3] Mateo 26:35 NVI
[4] Mateo 26:56 NVI
[5] Mateo 26:69-75 NVI
[6] Job 1:21 NVI
[7] “A pesar de todo esto, Job no pecó ni le echó la culpa a Dios” (Job 1:22 NVI)
[8] Job 2:9 NVI
[9] Job 2:10 NVI
[10] Job 19:25,26 NVI
[11] Francisco Lacueva, Diccionario teológico ilustrado (Tarrasa, Barcelona: Clie, 2001), 393.