PRESOS
“Más bien, en todo y con mucha paciencia nos acreditamos como servidores de Dios: en sufrimientos, privaciones y angustias; en azotes, cárceles y tumultos; en trabajos pesados, desvelos y hambre.” (2 Corintios 6.4–5, NVI)
El apóstol Pablo, cuando se trataba de sufrir por Cristo, lo tomaba como un privilegio y de la mejor manera. Tanto así que desde la sucia y oscura prisión donde fue llevado, él tenía palabras de aliento para sus allegados. Por eso, mientras lees sus epístolas, no es raro encontrar al apóstol consolando a sus amigos y hermanos, quizás libres, pero presos por sus miedos, desenfrenos y tentaciones.
Saber de la vida de Pablo, especialmente de sus momentos complicados, es un reto para cualquier cristiano. ¿Es posible estar tranquilo en medio de las pruebas y sufrimientos?, ¿será posible cantar en una prisión, esperando tu veredicto condenatorio? El apóstol estaba más que orgulloso de sus cadenas, y en su celda fría, el calor de su fe lo abrigaba. Pero, ¿cómo?, si todos sabemos que la cárcel al cual enviaron a Pablo era una de mala reputación, como todas las prisiones del mundo. Porque si hay particularidades que caracterizan a las cárceles, son su hacinamiento, su peligrosidad, su suciedad y el ambiente nada festivo. Estar en un lugar así, no es para estar feliz, ni menos para cantar o tener palabras de aliento en la boca. A menos que sea una prisión como en Noruega.
A diferencia de las cárceles en otras latitudes, donde vivir es una pesadilla, y dormir el privilegio de pocos, las cárceles en Noruega, han sido calificadas cómo las más cómodas del mundo, llegando a ser rotuladas como los mejores establecimientos para estar preso. De hecho, el sistema penitenciario noruego ha sido descrito por varios visitantes y analistas como «la utopía de las prisiones».[1]
En la isla de Bastoey, en el sur de Oslo, por ejemplo, los reclusos pueden caminar alrededor de una cárcel que parece un pueblo rodeado de granjas. Allí practican el esquí, cocinan, juegan al tenis y a las cartas. Tienen su propia playa e incluso son los encargados de administrar el ferry que conecta a la isla. Y en la tarde, cuando la mayoría de los empleados de la cárcel se va a casa, solo un puñado de guardias se queda para cuidar a 115 prisioneros.
Otra prisión noruega, que podríamos tomar como ejemplo y que puede dejar sin habla a los visitantes extranjeros es la de Halden, en el sur de Noruega, cerca de la frontera con Suecia. Algunos visitantes han bromeado diciendo: “Acá solo falta que les den las llaves a los prisioneros”.
Es que en Halden, los presos empiezan un programa que los lleva por un taller lleno de serruchos y objetos metálicos donde van a trabajar y aprender algún oficio, además disponen de una cocina equipada y con afilados cuchillos para prepararse sus alimentos. Asimismo, pueden pasar un rato en el estudio de música –donde hay guitarras, teclados y una batería–. Muchos funcionarios carcelarios extranjeros, se quedan asombrados y pasmados cuando se dan un paseo por las instalaciones.
Sin embargo, inclusive las cárceles noruegas, a pesar de sus comodidades, están rodeadas de formidables murallas, impenetrables y con guardias armados que no dudan en disparar a matar si algún preso se sale de las reglas carcelarias. Es decir, estar en prisión, es una experiencia desalentadora para cualquiera. Por eso, cuando nos encontramos con el apóstol diciendo esto, nos salimos del cuadro inevitablemente: “Es justo que yo piense así de todos ustedes porque los llevo en el corazón; pues, ya sea que me encuentre preso o defendiendo y confirmando el evangelio, todos ustedes participan conmigo de la gracia que Dios me ha dado. Dios es testigo de cuánto los quiero a todos con el entrañable amor de Cristo Jesús”.[2] ¿Qué?, ¿cómo es posible amar, estar feliz, estar en total calma frente a una adversidad?, ¿podemos llegar a ese nivel?
¡Claro que es posible estar en paz en medio de una tormenta! El mismo apóstol Pablo, en el contexto de la porción bíblica que ya se mencionó, nos da la llave que abre la puerta de la alegría y calma en medio de las olas que azotan la frágil embarcación de la vida: “Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús”.[3]
Cuando el hijo de Dios entiende que cada cosa que le pasa no es un suceso fortuito, una mera casualidad o de mala fortuna, sino que todo sucede porque es parte de un plan, entonces inevitablemente dará un fuerte suspiro y mirando al cielo alabará el nombre de Dios.
Mi apreciado(a) compañero(a) de fe, es posible tener paz y cantar en medio de una sucia prisión, o de cualquier complicación que no merecemos, cuando entendemos que Dios tiene un plan grandioso para nuestras vidas, y que todo lo que pasa es parte de ese plan. Porque el que comenzó tan buena obra en nuestra vida, lo tiene controlado todo, y ni siquiera se mueve un solo cabello de nuestra cabeza sin que Dios lo tenga previsto, porque lo que Dios empieza lo termina.
No sé dónde estás, ni que estás pasando, ni las complicaciones de tu vida. Quizás estas en una prisión, o en tu casa encadenado a problemas e incertidumbres. O simplemente no entiendes porque cuanto más te esfuerzas por hacer bien las cosas, peor te salen. Pero se algo, que ha aclarado el agua turbia de mi vida, es que Dios lo tiene todo bajo control, y que todo es parte de un plan, puesto que él comienza algo bueno y lo termina mejor. ¡Ánimo!, goza del plan de vida que Dios tiene para ti. Canta en medio de tu oscuridad que ya se viene la mañana clara, reluciente y despejada.
¡Quizás es momento de arrodillarte, alabar su nombre y agradecerle porque tu vida está sus manos!/////////.
Desde mi rincón de poder… un poquito antes del retorno de Jesús…
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[1]http://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/03/160316_carceles_noruega_presos_comodidades_breivik_amv
[2]Filipenses 1.7-8 NVI
[3]Filipenses 1.6 NVI
