¿PARA QUÉ? (viernes, 16 de septiembre de 2011)
“Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas” (1 Pedro 4:10 NVI)
Dios nos concede a través de su espíritu manifestaciones especiales que se conocen como dones, y es a través de ellos que manifestamos el poder de Dios. Todos deberíamos anhelar esas manifestaciones, en este sentido el apóstol Pablo nos exhorta: “Así también vosotros, puesto que anheláis dones espirituales, procurad abundar en ellos para la edificación de la iglesia”.[1]
Los dones espirituales tienen propósitos definidos y no tienen nada que ver con el orgullo de sentirse superior a los demás. Por lo menos son dos los propósitos según el Nuevo Diccionario Bíblico: “en primer término, la edificación de toda la iglesia (1 Co. 12.4–7; 14.12), y, en segundo término, el convencimiento y la conversión de los incrédulos (1 Co. 14.21–25; cf. Ro. 15.18s)”.[2]
Mi amigo(a), esta mañana oremos para poder ejercitar en toda su potencia los talentos que hemos recibido y que por ningún motivo nos sintamos mejor que nadie por tener algunos dones o peor por no saber identificarlos. Elena de White nos aconseja: “Los talentos confiados no son monopolio de unos pocos favoritos ubicados por encima de sus semejantes en lo que se refiere a educación y capacidad intelectual. Los talentos son habilitaciones concedidas individualmente a cada miembro de la familia del Señor, desde el más humilde y oscuro hasta el que ocupa el más elevado cargo de confianza. Los dones concedidos están proporcionados a nuestras diversas habilidades, y todos deben usarlos para gloria de Dios. El cristiano debe aumentar la utilidad de esos talentos porque al usarlos se capacita más para comerciar con los bienes de su Señor y para acumular ganancias mediante ese comercio. Tanto la luz de la verdad como toda ventaja son de Dios. Deben ser apreciadas y han de ejercer influencia sobre la mente y el carácter. Debemos devolver al Señor la ganancia correspondiente, de acuerdo con los dones que se nos han confiado”.[3]
Además, no olvidemos que los dones “son impartidos a diferentes personas, para que los obreros sientan la necesidad unos de otros. Dios los otorga para que sean empleados en su servicio; no para glorificar a su poseedor, ni para elevar al hombre, sino para exaltar al Redentor del mundo. Deben ser utilizados para el bien de toda la humanidad, para representar la verdad, y no con el fin de testificar una falsedad… En cada palabra y acción se revelará bondad y amor; y cuando cada obrero ocupe fielmente el lugar que le corresponde, será respondida la oración de Cristo pidiendo la unidad de sus seguidores, y el mundo conocerá que éstos son sus discípulos”.[4]
Pr. Joe Saavedra
Desde mi rincón de poder y un poquito antes del retorno de Cristo…
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