OK PADRE, ESTOY LISTO

“Reconoce en tu corazón que, así como un padre disciplina a su hijo, también el SEÑOR tu Dios te disciplina a ti” (Deuteronomio 8:5 NVI)

Hace dos años atrás, uno de mis hijos varones que en ese entonces tenía seis años, tuvo una fuerte amigdalitis. Toda la garganta la tenía irritada, a duras penas podía tragar algún sorbo de agua, definitivamente estaba sufriendo. La mamá doctora lo revisó y decidió que debía inyectarle algún antibiótico para cortar con el problema. Cuando el niño se enteró de la indicación médica, entró en pánico como cualquier menor que le tiene terror a la agujas. Recuerdo claramente la conversación que tuvo con la mamá, segundos antes que le aplicara la inyección.

Hijo: “Mamita, ¿por qué me tienes que poner la inyección?»

Mamá: “Hijito, porque estás mal, y tenemos que matar ese virus”

Hijo: “Mamita, ¿me va a doler?”

Mamá: “Si hijo lindo, te va doler”

Hijo: “Mamita, ¿va a doler mucho?”

Mamá: “Si corazón, va a doler mucho”

Hijo: “Mamita, ¡tengo miedo!”

Mamá: “Hijito lindo, acá estoy yo, va ser rápido y sé que después te vas  a sentir bien”

Hijo: “Mamita ¿puedo llorar?”

Mamá: “Si hijo, puedes llorar, pero no te muevas”

Hijo: “Ok mamita, sólo avísame el momento exacto que me vas a clavar”

Yo estaba allí porque debía sujetar al muchachito, pero no fue necesario, él había entendido que era para su bien. Así que se apoyó en la cama, y se quedó quieto. La mamá le aplicó la inyección, y mientras el chico sentía dolor, las lágrimas comenzaron a mojar sus mejillas. La verdad es que yo también comencé a llorar, porque amaba a ese muchacho y verlo sufrir me partía el corazón. Por la noche, él llegó primero a la mesa, tenía mucha hambre, su garganta ya estaba operativa.

Los que aman quieren lo mejor para sus seres amados. El mejor ejemplo podrían ser los padres de buen juicio. Ellos darían todo por sus hijos, y eso incluye una disciplina correcta para corregir lo que a futuro va a traer mucho dolor y desventura. Moisés, como buen padre, sabía eso, y escribió: “Reconoce en tu corazón que, así como un padre disciplina a su hijo, también el SEÑOR tu Dios te disciplina a ti”. “En la Biblia, el término “disciplina” se aplica primeramente al proceso de instrucción y corrección que Dios utiliza para con su pueblo o una persona. En el AT se expresa el concepto mediante las palabras hebreas yasar y musar, que se refieren a castigar, instruir. En el NT la palabra griega es paideia. Se relaciona el término con la idea del padre que corrige a su hijo”.[1] Quiere decir, que el proceso de disciplina consiste en aplicar instrucción y corrección con el principal interés de bienestar para el que la recibe. Y Dios, como nuestro Padre perfecto y amante, muchas veces tiene que disciplinarnos, porque hay cosas que debemos aprender y situaciones que debemos corregir. Por eso: “¡Cuán dichoso es el hombre a quien Dios corrige! No menosprecies la disciplina del Todopoderoso”,[2] “Hijo mío, no desprecies la disciplina del SEÑOR, ni te ofendas por sus reprensiones”.[3]

Por otro lado, hay unos detalles más que no puedo pasar por alto en referencia a la disciplina de Dios, que no se limita solamente “a la corrección cuando el hijo de Dios hace algo malo, sino que incluye la idea de someterlo a pruebas y dificultades, siempre con la idea de aumentar su santidad y hacerlo crecer en la fe”.[4] Por eso el apóstol Pablo decía: “… como castigados, mas no muertos”,[5]porque el principal propósito de Dios en la disciplina es “que participemos de su santidad”, aun cuando se trate de un castigo por algún pecado cometido, pues el Señor “nos disciplina para que no seamos condenados con el mundo”.[6]

Mi amigo (a), somos tan amados por Dios, que en su amor tiene que disciplinarlos, para que aprendemos lecciones o corrijamos acciones que nos están llevando a la ruina. Algunas veces, la disciplina acarrea dolor o lágrimas, o involucra miedo y zozobra, sin embargo, experimentarla es aceptar que hay un Dios que quiere lo mejor para nosotros. Amigo (a), fortalécete en las disciplinas pasadas, y si estás frente a una disciplina que es ineludible, puedes decirle a tu Padre:

Hijo: “Padre, ¿por qué me tienes que poner la inyección?»

Padre: “Hijito, porque estás andando mal y tenemos que matar ese pecado”

Hijo: “Padre, ¿me va a doler?”

Padre: “Si hijo lindo, te va doler”

Hijo: “Padre, ¿va a doler mucho?”

Padre: “Si hijito, va a doler mucho”

Hijo: “Padre, ¡tengo miedo!”

Padre: “Hijito lindo, la paz te dejo, mi paz te doy; yo no la doy como el mundo la da. No se turbe tu corazón, ni tengas miedo”.

Hijo: “Padre ¿puedo llorar?”

Padre: “Si hijo, llora conmigo”

Hijo: “ok, Padre, estoy listo”

Pr. Joe Saavedra

Desde la línea de batalla  y un poquito antes del retorno de Cristo…

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[1] Lockward, A. (2003). Nuevo diccionario de la Biblia (300). Miami: Editorial Unilit.

[2] Job 5:17 NVI

[3] Proverbios 3:11 NVI

[4] Lockward, A. (2003).

[5] 2 Corintios 6:9

[6] 1Corintios 11:32 NVI

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