NOS SOSTIENE
“Con todo, yo siempre estuve contigo. Me tomaste de la mano derecha.” (Salmo 73.23, RVA)
El pasado 9 de mayo, en la localidad de Akron, Ohio, nacieron Jilian y Jenna, gemelas monoamnióticas,[1] ya que compartieron el mismo saco amniótico y placenta, siendo un caso excepcional porque es algo que sucede en apenas uno de cada 10.000 embarazos. Otro detalle interesante de estas gemelas es que son prácticamente idénticas. Sin embargo, lo más curioso de todo esto es que cuando nacieron, y las levantaron para que sus padres las vean, estas niñas estaban tomadas de las manos. Se sostenían, se apoyaban, se amaban.
Como ellas, todo ser humano frágil que necesita de una pronta ayuda en medio de las dificultades, encuentra en Dios una mano fuerte que lo sostiene para que no caiga, que lo toma y lo saca del hoyo, que lo empuja para terminar su obra. Un buen ejemplo de la ayuda divina está en la experiencia del pueblo hebreo frente al odio de los egipcios, porque cuando éstos estaban seguros de pisotear una vez más la esperanza de un pueblo frágil, Dios “con mano poderosa y con brazo extendido”,[2] los libró de la muerte, los levanto del abismo, les devolvió la alegría.
Una práctica habitual del amor de Dios es la prontitud en socorrer a sus hijos, basta un gemido de ayuda, para que su mano omnipotente atraviese los cielos y sostenga al que está por caer, esa mano no se demora, ni se adelanta, siempre llega en el momento justo. Esa poderosa mano, es una mano invisible que “guía a los planetas en el recorrido de sus órbitas celestes. Una vida misteriosa satura toda la naturaleza; una vida que sostiene los innumerables mundos que pueblan la inmensidad; que alienta en el minúsculo insecto que flota en el céfiro estival; que sostiene el vuelo de la golondrina y alimenta a los pichones de cuervos que graznan; que hace florecer el pimpollo y convierte en fruto la flor”,[3] y ese “mismo poder que sostiene la naturaleza obra también en el hombre. Las mismas grandes leyes que guían igualmente a la estrella y al átomo, rigen la vida humana. Las leyes que gobiernan la acción del corazón para regular la salida de la corriente de vida al cuerpo, son las leyes de la poderosa Inteligencia”.[4]
Hace algún tiempo atrás, le compré un par de patines a mi pequeña hija. Ella estaba feliz y ansiosa por estrenarlos, por eso fuimos a un parque cercano a casa. Al llegar, intenté ayudar mientras se los ponía, pero no quiso. Cuando tambaleante se puso de pie, volví a intentar ayudarla y recibí de respuesta: “no papá, yo puedo sola”. Tomó un impulso e intentó patinar, yo cerré los ojos. Solo los abrí cuando escuché un grito: “papito ayúdame”, mientras caía aparatosamente. Corrí y cuando la levantaba ella se agarró con fuerza de mi mano, y llorando me dijo: “no me sueltes papito, sino me caigo de nuevo”. Toda esa tarde no se soltó de mi mano. Este domingo pasado, yo estaba sentado en el mismo parque, mis hijos mayores jugaban a la pelota con otros amigos, y mi niña patinaba cerca de allí. En cada vuelta me sonreía y me repetía: “papito, ¿me estas mirando?, quédate atento porque me puedo caer”.
Mi amigo (a), muchas veces queremos “patinar” solos en esta vida, enfrentamos subidas y bajadas donde sin ayuda vamos a caer, sin embargo, solo reaccionamos cuando estamos en el piso, adoloridos y asustados. Busquemos la mano poderosa de Dios, como Noé y su familia, que a pesar que parecía que “todos perecerían, pues durante cinco largos meses su buque flotó de un lado para otro, aparentemente a merced del viento y las olas”,[5] no vacilaron, ni su fe fue quebrantada, porque tenían “la seguridad de que la mano divina empuñaba el timón”.[6]
Allí donde estés, levanta tu vista al cielo y dile a tu Padre: “¿me estas mirando?, quédate atento porque me puedo caer”////.
Desde mi rincón de poder…y un poquito antes del retorno de Cristo…
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[1] http://www.bbc.co.uk/mundo/ultimas_noticias/2014/05/140512_ultnot_gemelas_nacen_agarradas_manos.shtml
[2] Salmos 136:12 NVI
[3]Elena G. de White, La educación, ed. Aldo Dante Orrego, Cuarta edición. (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2012), 99.
[4] Ibid.
[5]Elena G. de White, Patriarcas y profetas, ed. Aldo D. Orrego, trans. Staff de la ACES, Quinta edición. (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2008), 95.
[6] Ibid.