NO TODO ES PERMITIDO
“Adonías era más joven que Absalón, y muy bien parecido. Como David, su padre, nunca lo había contrariado ni le había pedido cuentas de lo que hacía, Adonías se confabuló con Joab hijo de Sarvia y con el sacerdote Abiatar, y éstos le dieron su apoyo” (1 Reyes 1:6-7 NVI)
Hace algún tiempo atrás en una Universidad donde trabajaba, salía de un aula de clases y una señora me detuvo. Estaba llorando a causa de uno de sus hijos que había sido matriculado en esa institución. Lloraba porque al buscar información sobre el rendimiento de su hijo, le avisaron que él había faltado casi todo el semestre y estaba reprobado en casi todas las materias que llevaba. La señora me decía, “pastor que hago”, “ayúdeme”. Queriendo ayudar de alguna manera a esta atribulada madre, me puse a preguntar un poco sobre el muchacho. Me enteré que llegaba muy tarde en la noche a su casa, muchas veces ebrio. Dormía hasta tarde, tenía un mal genio, aparentemente no le importaba nada. Mientras me contaba sus comportamientos, una frase de la señora me hizo entrar en cuenta: “Pastor, ¿por qué está así mi hijo?, si le di todo, nunca le llamé la atención, le permití todos sus gustos, todo lo que me pedí se lo daba”. ¡Alto!, ¡allí estaba el problema!, esta señora se había comportado como el rey David, que a su hijo Adonías “nunca lo había contrariado ni le había pedido cuentas de lo que hacía”, le había consentido todo. Con razón este joven se reveló contra su padre y atentó contra su vida.
Los psicólogos y terapeutas familiares, coinciden en que una educación permisiva, es dañina para los hijos. Dejar que los hijos obtengan todo lo que desean, sin que les cueste nada, o preferir darles lo que piden antes que hagan un berrinche, es la mejor forma de criar hijos mal agradecidos y que no valoren ningún esfuerzo. Un sabio consejero me dijo, “quieres llorar en tu vejez, entonces dale a tus hijos todo lo que te piden y no les enseñes que todo en la vida requiere de esfuerzo”.
Por otro lado, un hogar no es un centro de libertades desmedidas, ni tampoco un hotel, donde se entra, se come, se ve televisión, se asea y se duerme. Nada más alejado de lo correcto. Un hogar, es un lugar donde existe autoridad, reglas claras, tareas y esfuerzo, además, todo esto bajo el manto del amor de Dios y el amor mutuo, porque el amor se manifiesta en la corrección que lleva a una vida de bendición. Una casa sin autoridad, sin reglas, ni tareas, es un lugar de caos, de desorden, de desamor y una escuela de malos hábitos. Dios no mora en un lugar desordenado, ni los ángeles visitan un hogar en caos. Dios mismo es el ejemplo para todo padre humano, Él nos dejó en su Palabra, las reglas y deberes que debemos cumplir. Con razón el sabio Salomón escribió: “Porque el SEÑOR disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido”.[1] Porque el consejo que no falla es: “Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará”.[2]
Si eres un padre, no delegues la educación de tu hijo a otra persona, o la televisión, el internet o los videos juegos. Cumple con tu papel de mentor, guía y sacerdote. Permitir todo no es señal de amor, sino de debilidad y de firmar tu sentencia futura de dolor. Amar es mostrar el camino, y corregir cuando se salgan de él. Además, una casa con reglas y tareas, es una escuela de hijos seguros y responsables.
Si eres hijo, no desperdicies el tiempo, la fórmula del fracaso dice que cuanto más tiempo libre tengas, más grande serán tus probabilidades de fracaso. Mi amigo (a), aprende, escucha, obedece y ama a tus padres. El Padre Perfecto te dice: “Hijo mío, obedece el mandamiento de tu padre y no abandones la enseñanza de tu madre”;[3] y a todos los hijos del mundo les dice: “Escuchen, hijos, la corrección de un padre; dispónganse a adquirir inteligencia”.[4]
Y la Biblia es la primera guía en la orientación de los hijos. “Si los padres lo desean, aquí pueden encontrar un curso señalado para la educación y preparación de sus hijos a fin de que no cometan desatinos. . . Cuando se sigue esta guía del viajero, los padres, en vez de conceder complacencia ilimitada a sus hijos, usarán con más frecuencia la vara de la corrección; en vez de estar ciegos a sus faltas, su momento perverso, y atentos únicamente a sus virtudes, tendrán un discernimiento claro y contemplarán esas cosas a la luz de la Biblia. Sabrán que deben encauzar a sus hijos por el camino correcto”.[5]
Pr. Joe Saavedra
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…