NO SE ENTIENDE
“Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que allí fijaste, me pregunto: «¿Qué es el hombre, para que en él pienses? ¿Qué es el ser humano, para que lo tomes en cuenta?»” (Salmo 8.3–4, NVI)
Hay relaciones de amor que no se entienden, por ejemplo el de Elisany y Francinaldo, que viven en la ciudad de Salinopolis, en el estado de Pará, al norte de Brasil. La brasileña Elisany da Cruz Silva, es la adolescente más alta del mundo, tiene 18 años y mide 2,03 metros. Francinaldo da Silva Carvalho, tiene 23 años y apenas alcanza los 1,63 metros, es decir 40 centímetros más bajo que ella. A pesar de esta gran diferencia, ellos llevan adelante una relación de amor que muchos no comprenden, son novios y planean casarse muy pronto.[1]
Si al amor verdadero nada lo detiene, en este caso tampoco estatura, porque Francinaldo le propuso matrimonio en marzo pasado. «Le dije muchas veces que no me proponga matrimonio porque contestaría que no», cuenta Elisany, que trabaja como modelo. Sin embargo, aceptó cuando él se arrodilló ante ella durante un paseo por la playa y le regaló un anillo. «Estaba tan nerviosa al verlo», cuenta la joven, que asegura que lo más le gusta de su prometido es como la trata.[2] Su novio no tiene ningún problema por tener una novia más alta que él. «La vi desde lejos y pensé: ‘Necesito estar con esta chica'», cuenta Francinaldo.
Muchos amigos y familiares, no comprenden el amor que se sienten, pero la boda de estos jóvenes, debe realizarse muy pronto, porque Elisany tiene muchas ganas de ser madre cuanto antes, pues tiene miedo de que el tumor de hipófisis que tuvo, y que fue la razón de su gigantismo, pueda afectar a su fertilidad.
El rey David tampoco podía comprender el amor de Dios por el hombre. Él se preguntaba asombrado, ¿cómo el Soberano del Universo, el Todopoderoso y eterno Dios puede amar al hombre, ser frágil, débil y mortal? Lo cierto para David, era que la diferencia entre Dios y el hombre, no eran 40 centímetros, sino una distancia eterna. Justamente cuando el salmista se refería a Dios, resaltaba su poder soberano: “¿Quién como tú, SEÑOR, Dios Todopoderoso, rodeado de poder y de fidelidad? Tú gobiernas sobre el mar embravecido; tú apaciguas sus encrespadas olas… Tuyo es el cielo, y tuya la tierra; tú fundaste el mundo y todo lo que contiene. Por ti fueron creados el norte y el sur… Tu brazo es capaz de grandes proezas; fuerte es tu mano, exaltada tu diestra”.[3] Pero cuando hablaba de la humanidad, era evidente que no podía compararse a la Deidad: “Muy breve es la vida que me has dado; ante ti, mis años no son nada. Un soplo nada más es el mortal, un suspiro que se pierde entre las sombras”.[4] Con razón miraba perplejo el amor de Dios por el hombre.
Más confundido quedó el profeta Isaías, al ver que el amor de Dios por el hombre, no se limitaba solamente a bendiciones y protección, sino que personalmente vino a pagar la deuda de pecado que el hombre había adquirido, aunque el pago significaba mucho dolor y muerte. Lo sorprendente para el profeta, era que lo pagó todo sin decir palabra alguna: “¿Quién ha creído a nuestro mensaje y a quién se le ha revelado el poder del SEÑOR?… Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios, y humillado. Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados. Todos andábamos perdidos, como ovejas; cada uno seguía su propio camino, pero el SEÑOR hizo recaer sobre él la iniquidad de todos nosotros. Maltratado y humillado, ni siquiera abrió su boca; como cordero, fue llevado al matadero; como oveja, enmudeció ante su trasquilador; y ni siquiera abrió su boca”.[5] Ciertamente, la perplejidad de Isaías era grande.
Con razón, el apóstol Pablo, a pesar que era más optimista en la comprensión del amor de Dios por el hombre, el afirma resignado que ese deseo era imposible porque ese amor “sobrepasa nuestro conocimiento”: “…para que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que, arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios”.[6]
Comprender el amor de Dios por el hombre no está a nuestro alcance, porque es cómo querer saber el momento exacto cuando la tarde se vuelve noche. Lo que sí está a nuestra disposición es aceptar ese amor, aprovecharlo y dejar que nos transforme. La tragedia del ser humano es querer comprender el amor de Dios, porque dejará de admirarlo y buscarlo, con razón “Satanás se esfuerza para que los hombres no vean el amor de Dios que lo indujo a dar a su Hijo unigénito para salvar a la raza perdida, pues es la bondad de Dios la que guía a los hombres al arrepentimiento”.[7]
Mi amigo (a), ¿quién eres tú?, ¿quién soy yo?, la verdad es que somos seres frágiles, con poco que dar, y muchos problemas que resolver, pero aún con todo esto, hay una verdad más grande, ¡Dios nos ama!, ¿por qué?, ¿cómo?, eso no debe importarnos, porque nuestra tarea no debe ser comprender lo que no se puede, sino cómo dijo el apóstol Juan: “Mirad cuán grande amor nos ha dado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo somos! Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él”.[8] El amor de Dios se acepta, se busca y se disfruta.////.
Desde mi rincón de poder…y un poquito antes del retorno de Cristo…
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[1] http://elcomercio.pe/mundo/latinoamerica/boda-40-cms-diferencia-noticia-1728002
[2] Ibid.
[3] Salmo 89.8–13, NVI
[4] Salmo 39.5–6, NVI
[5] Isaías 53.1–7, NVI
[6] Efesios 3.17–19, NVI
[7] Elena de White, Mensajes selectos, T1, 451.
[8] 1 Juan 3.1, RVA