LUZ ENCENDIDA
“Ordénales a los israelitas que te traigan aceite puro de oliva, para que las lámparas estén siempre encendidas. Aarón y sus hijos deberán mantenerlas encendidas toda la noche en presencia del SEÑOR, en la Tienda de reunión, fuera de la cortina que está ante el arca del pacto…” (Éxodo 27:20-21 NVI)
Como se había indicado, el santuario terrenal fue construido por laboriosos israelitas, al mando de Moisés, siguiendo cuidadosamente el modelo presentado por Dios en el monte.[1] Todas las indicaciones para su construcción fueron hechas en base a una construcción original que se encuentra en las moradas celestiales. La Biblia confirma la existencia de un santuario celestial: “Así que era necesario que las copias de las realidades celestiales fueran purificadas con esos sacrificios, pero que las realidades mismas lo fueran con sacrificios superiores a aquéllos. En efecto, Cristo no entró en un santuario hecho por manos humanas, simple copia del verdadero santuario, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora ante Dios en favor nuestro”;[2] “Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, aquel que se sentó a la derecha del trono de la Majestad en el cielo, el que sirve en el santuario, es decir, en el verdadero tabernáculo levantado por el Señor y no por ningún ser humano”;[3] “Se acercó otro ángel y se puso de pie frente al altar. Tenía un incensario de oro, y se le entregó mucho incienso para ofrecerlo, junto con las oraciones de todo el pueblo de Dios, sobre el altar de oro que está delante del trono”;[4] “Entonces se abrió en el cielo el templo de Dios; allí se vio el arca de su pacto, y hubo relámpagos, estruendos, truenos, un terremoto y una fuerte granizada”.[5]
Dentro de toda esta construcción particular y sagrada, se habían colocado lámparas cuyo combustible debía ser el más especial, y el aceite de oliva cumplía esa exigencia: “El aceite más común en tiempos bíblicos era el de oliva. El más puro se obtenía del fruto aún verde en noviembre, que se echaba en receptáculos y se machacaba ligeramente (Éxodo 27:20)”.[6] Además, estas lámparas tenían una particularidad especial, no debían apagarse nunca, su luz debería estar siempre brillando. Considerando que el santuario terrenal era una copia del santuario celestial, entonces cada actividad o utensilio tenía un mensaje más amplio para nosotros hoy. En este caso esa luz encendida constantemente tiene que ver con la explicación que da el doctor Lucas: “Estad siempre preparados y mantened las lámparas encendidas”,[7] y ¿para qué “preparadas y encendidas?, lo que continúa del texto en mención trae la respuesta: “Pórtense como siervos que esperan a que regrese su señor de un banquete de bodas, para abrirle la puerta tan pronto como él llegue y toque”.[8] Es decir, la luz encendida representa la expectativa y preparación del pueblo de Dios para el retorno de Cristo, de tal forma que lo encuentre listo y despierto. El hijo de Dios que mantiene “su lámpara encendida”, de ninguna manera será sorprendido por el retorno de Cristo, cómo un ladrón que sorprende en medio de la oscuridad. No obstante esa luz permanecerá encendida cuando no escasee el combustible, el aceite de oliva, que representa al Espíritu Santo, como el aceite más puro que puede hacer perpetua nuestra luz. Elena de White comenta sobre la luz y el aceite: “Se está extendiendo ahora la última invitación a la cena. La lámpara del alma debiera estar preparada y encendida mediante la provisión del aceite santo. En el nombre del Señor intimo a cada alma a que se aparte ahora de toda iniquidad, para que el día del Señor no la sorprenda como ladrón. La verdad debe ser proclamada en forma clara y definida, pero siempre tal como es en Jesús”.[9]
Mi amigo (a), ¡mantengamos encendidas nuestras lámparas!, ¡qué la luz de la preparación para retorno de Cristo, brille en nuestra vida!, “ahora es el momento de prepararnos para la venida de nuestro Señor. La preparación para salir a su encuentro no puede lograrse en un momento. En preparación para esta solemne escena, debiéramos esperar en actitud vigilante y velar, combinando todo ello con trabajo ferviente. Así glorifican a Dios sus hijos. En medio de las agitadas escenas de la vida, se oirán sus voces pronunciando palabras de ánimo, fe y esperanza. Todo lo que tienen y son está consagrado al servicio del Maestro…”.[10]
Cada mañana carguemos nuestras lámparas con el más puro aceite, de tal forma que la luz se encienda y no se apague. Con la luz encendida tenemos asegurada nuestra vida y el poder para compartirla: “Gran poder debe asistir al mensaje de la segunda aparición de Cristo. No debemos descansar hasta ver muchas almas convertidas a la bendita esperanza del regreso del Señor. En los días de los apóstoles el mensaje que ellos llevaron produjo una verdadera obra, convirtiendo las almas de los ídolos para servir al Dios viviente. La obra que tenemos que realizar hoy es igualmente real, y la verdad es igualmente verdadera; sólo que ahora debemos dar el mensaje con mucho más fervor ya que la venida del Señor está más cerca… El mensaje para este tiempo es positivo, sencillo y de la más profunda importancia. Debemos obrar como hombres y mujeres que lo creemos. Esperar, vigilar, trabajar, orar, amonestar al mundo: he aquí nuestra obra”. ¡Amén!
Pr. Joe Saavedra
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…
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[1] Éxodo 25:9
[2] Hebreos 9:23,24 NVI
[3] Hebreos 8:1,2
[4] Apocalipsis 8:3 NVI. El altar del incienso de Éxodo 30:1-10 fue construido en base al modelo del incensario del cielo que menciona Juan en el Apocalipsis.
[5] Apocalipsis 11:19 NVI
[6] Wilton M. Nelson and Juan Rojas Mayo, Nelson Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia, electronic ed. (Nashville: Editorial Caribe, 2000, c1998).
[7] Lucas 12:35 LBA
[8] Lucas 12:35 NVI
[9] Carta 11 , del 25 de enero de 1889
[10] Dios nos cuida, 29 de agosto