LOS MISTERIOS DE DIOS

Que todos nos consideren servidores de Cristo, encargados de administrar los misterios de Dios. Ahora bien, a los que reciben un encargo se les exige que demuestren ser dignos de confianza.” (1 Corintios 4.1–2, NVI)

Hombre ante Dios

Los que se consideran seguidores de Cristo deben saber que fueron llamados a ser administradores, es decir, personas de confianza, que cumplen a cabalidad los encargos que se les encomendaron y se convierten personas productivas. Además, deben liderar personas con un ejemplo de servicio, y de esa forma motivar a sus dirigidos al cumplimiento de sus objetivos. En ese sentido, Dios espera que sus seguidores sean administradores leales y de confianza, que lleven adelante los encargos que les dio, y que sean de motivación para las personas que los rodean.

Que privilegio y responsabilidad tiene el servidor de Cristo, de recibir de parte del Creador del universo, el encargo de sus bienes, “sus misterios”, y que viene pronto a comprobar si sus escogidos fueron dignos de su confianza.  Jesús sabía perfectamente sobre los misterios de Dios, aunque él lo llama los “negocios de mi padre”.[1]

Y cuando hablamos de los “misterios de Dios”, quizás el significado para Pablo del término “misterio” puede resultar contrastante a la traducción general, puesto que la palabra griega es “mystērion” y su significado es simplemente “secreto”. Sin embargo como dijimos, el sentido para el apóstol, por el contexto de lo que escribió, no es un secreto que nadie puede saber, sino un secreto que puede y debe ser conocido por todos[2], ¿acaso no dice líneas más abajo: “Él sacará a la luz lo que está oculto en la oscuridad y pondrá al descubierto las intenciones de cada corazón”?[3] Y solo por recordar esto,  ya sabemos que los responsables de que estos misterios sean conocidos, somos nosotros los que aceptamos ser sus administradores.

Asimismo, el mayor misterio revelado en la Biblia, y del cual Pablo se jacta de ser su vocero, es el magnífico evangelio de Dios, el plan de salvación, que todos deben conocer. Gordon D. Fee dice: “Lo más probable es que, como en 2:7, refleje de nuevo el propio uso semítico de Pablo, en el cual a él, como quien tiene el Espíritu, se le ha concedido comprender el plan de salvación de Dios, por largo tiempo oculto a las mentes humanas pero revelado ahora en Cristo. De manera que «los misterios de Dios» significa la revelación del evangelio, conocida ahora por medio del Espíritu y confiada especialmente a los apóstoles para ser proclamada por ellos”.[4] También, Arnoldo Canclini comenta: “¿Y qué es lo que administra? ‘Los misterios de Dios’, término que ya Saber-Esperarha usado en 2:7. Se trata del contenido del evangelio, que sería un misterio para los seres humanos (1 Timoteo 3:9) si Dios no hubiera encargado a algunos que lo administren—de la manera en que un gobernante administra los caudales públicos, por ejemplo, para que sean del mayor beneficio posible a sus gobernados”.[5]

Mi hermano (a) en la fe, ser seguidor de Jesús implica ser su administrador. Él nos ha encargado administrar sus “negocios”, o los “misterios” que debe ser revelados y que todos deben conocer: “el evangelio eterno”, el amor de Dios al dejar un camino para que todos tengamos oportunidad de encontrarnos con Él. Con razón Elena de White escribió: “La predicación del evangelio no ha sido encargada a los ángeles, sino a los hombres. En la dirección de esta obra se han empleado ángeles santos y ellos tienen a su cargo los grandes movimientos para la salvación de los hombres; pero la proclamación misma del evangelio es llevada a cabo por los siervos de Cristo en la tierra”.[6] ¡No somos seguidores de Dios sino aceptamos ser sus administradores!////.

joe  firma 3

Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…

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[1] “Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” (Lucas 2:49–50 R60)

[2]“Más bien, exponemos el misterio de la sabiduría de Dios, una sabiduría que ha estado escondida y que Dios había destinado para nuestra gloria desde la eternidad” (1 Corintios 2.7 NVI)

“Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada” (1 Corintios  13.2 NVI)

“Porque el que habla en lenguas no habla a los demás sino a Dios. En realidad, nadie le entiende lo que dice, pues habla misterios por el Espíritu” (1 Corintios 14:2 NVI)

[3] 1 Corintios 4.5 NVI

[4] Gordon D. Fee, Primera Epístola a los Corintios (Grand Rapids, MI: Nueva Crecion, 1994), 182.

[5] Arnoldo Canclini, Comentario bı́blico del continente nuevo: 1 Corintios (Miami, FL: Editorial Unilit, 1995), 67.

[6] Conflicto de los Siglos, 312.

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