LOS HERMANOS ROMÁNTICOS
“Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio 6:5 RV60)

El texto que elegí para la reflexión de esta semana es muy conocido en el ámbito cristiano. Con seguridad que cuando empezaste a leerlo no necesitaste terminarlo, pues las palabras de esa porción bíblica llegaron velozmente a tu cabeza. No obstante, sus enseñanzas son demasiado importantes para el éxito en la vida, que no vale la pena solo conocerlas de memoria, sino en entenderlas. Su eficacia radica en comprender lo que el profeta quería enseñar.
El gatillo que libera la descarga de poder de este versículo se encuentra en la primera parte: “amarás… de todo tu corazón…”. Sin embargo, sino entendemos ese asunto del “corazón”, todo puede quedar en un repetir romántico de ese versículo, y tristemente, los mayores creyentes infelices dentro de las paredes de los templos son los que llamo “hermanos románticos”.
La raíz hebrea del término “corazón” es לֵבָב (lē·ḇāḇ)[1] y apunta hacia los pensamientos, sentimientos y conciencia, es decir hacia el cerebro y la mente. Con razón estas dos versiones bíblicas lo traducen acertadamente:
“Ama a tu Dios con todo lo que piensas…” (Traducción en Lenguaje Actual – TLA)
“Ámalo con toda tu capacidad mental…” (Nueva Biblia Viva – NBV)
Y no les falta razón, porque como otras expresiones antropológicas del Antiguo Testamento, “corazón” se “usa a menudo en un sentido psicológico como el centro o foco de la vida personal interior. El corazón es la fuente o manantial de las motivaciones, el asiento de las pasiones, el centro de los procesos de pensamiento, el resorte de la consciencia. En realidad, el corazón se asocia con lo que ahora se conoce como los elementos cognoscitivos, afectivos y volitivos de la vida personal”.[2]
Es decir, todo empieza en el cerebro, lo bueno o lo malo, lo juicioso y lo desquiciado, lo elevado o lo degradado, lo sano o lo enfermo. Voy a dar énfasis en el tema de las emociones, porque desde que nacemos todos experimentamos un amplio abanico de ellas, especialmente estas siete: sorpresa, tristeza, desprecio, miedo, ira, alegría y asco. Los cristianos no pueden escapar de las emociones, justamente por amor a ellos, el versículo de esta reflexión y muchos otros que apuntan al estado mental, se encuentran en la Biblia.

Las emociones pueden ser positivas o negativas, depende como las enfrentamos y tratamos, pero normalmente lo que más perjudica en todos los aspectos de la vida, especialmente en la experiencia cristiana, son las negativas. ¿Quién no sufre emociones negativas de vez en cuando? Todos pasamos por altibajos emocionales, ¿estás de acuerdo conmigo?
No obstante, el problema no está en las emociones, ya lo mencioné líneas arriba, la clave es qué hacemos con nuestros momentos bajos. ¿Estamos utilizando nuestras emociones para nuestro crecimiento personal? ¿Estamos aprendiendo algo de ellas? ¿O nos atormentan?
¿Quieres identificar o saber qué hacer frente a las emociones negativas? Empecemos por esta pregunta básica: ¿Cómo te sientes ahora mismo?
Saber cómo te sientes es el primer paso para poder tomar el control de tus emociones. Puede que hayas pasado mucho tiempo internalizando la idea de que has perdido la conexión con tus propias emociones.
Cómo te sientes determina la calidad de tu vida. Tus emociones pueden hacer que vivas una vida miserable o verdaderamente mágica. Esta es la razón por la que son uno de los aspectos de la vida más importantes en los que centrarse. Tus emociones dan color a todas tus experiencias. Cuando te encuentras bien, todo parece o sabe mejor. También tus pensamientos son mejores. Tu nivel de energía es más alto y las posibilidades parecen ilimitadas. En ese estado buscas y gozas un cristianismo real.
Por el contrario, cuando te sientes deprimido, todo parece triste. Tienes poca energía y te sientes desmotivado. Te sientes estancado en un lugar en el que no quieres estar (tanto mental como físicamente), y el futuro parece oscuro. Razón tenía el sabio Salomón cuando escribió sobre las emociones, “el ánimo triste debilita el cuerpo”.[3]
Sin embargo, tus emociones también pueden actuar como una poderosa guía. Pueden decirte que algo está mal y permitirte realizar cambios en tu vida. Por ello, son una de las herramientas de crecimiento personal y espiritual más poderosas que tienes a tu alcance. Por desgracia, lo más probable es que ni tus profesores ni tus padres, menos la iglesia, te hayan enseñado cómo funcionan tus emociones ni cómo controlarlas. Me parece irónico que hoy en día casi cualquier cosa venga con un manual de instrucciones, excepto tu mente.

Mi apreciado(a) compañero(a) de fe, hay algo irónico también entre los seguidores de Cristo, que la Biblia tenga lecciones de la mente y el proceso de controlarlo, y muchos vivan confundidos, perturbados y en doble vida, con la mente atrofiada y el cuerpo debilitado, por causa de sus emociones fuera de control. En ese estado ¿qué ganas y tiempo tienen para abrir su Palabra o dedicarle tiempo a la oración y la misión? Ninguna, son infelices o viven un cristianismo romántico.
La iglesia tiene el deber de explorar en ese campo y darnos soluciones, ya el mundo científico va avanzando a pasos acelerados. Mientras tanto, tú y yo, no debemos esperar hasta que sea demasiado tarde y estemos dentro del templo, pero lejos de Dios o lejos de ambos, viviendo una vida sin dicha y sin sentido. “Al contrario, cambiemos nuestra manera de ser y de pensar. Así podremos saber qué es lo que Dios quiere, es decir, todo lo que es bueno, agradable y perfecto”.[4] ¿Cómo lo haremos? Ese es otro tema, por ahora medita y sensibilízate.////////////.
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[1]James Swanson, Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains: Hebrew (Old Testament) (Oak Harbor: Logos Research Systems, Inc., 1997).
[2]Owen R. Brandon, «CORAZÓN», ed. Everett F. Harrison, Geoffrey W. Bromiley, y Carl F. H. Henry, Diccionario de Teología (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2006), 127.
[3]Proverbios 17:22 NBV”
[4]Romanos 12:2 (TLA adecuado a primera personal en plural)