LO LLAMARÁN EMANUEL
“Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: «La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel» (que significa «Dios con nosotros»)”. Mateo 1:22–23 NVI
Este es un versículo controversial, sin embargo importante, porque es la primera de una larga serie de profecías a las que Mateo se refiere, con el objetivo de mostrar que Jesús era realmente el Mesías largamente esperado. Esto quiere decir, que el objetivo del evangelista era traer estas predicciones a la mente de los lectores, para esa época, judíos en su mayor parte, y para nosotros hoy, para que podamos aceptar a Jesús con una fe viva y tanto ellos como nosotros, en su debido momento, proclamar que por medio de ese Verdadero Mediador hay esperanza de una vida feliz, ahora y en el futuro.
Lo escrito por Mateo (v. 23), obviamente fue tomada de Isaías 7:14, y es ineludible la controversia, especialmente en el asunto del nacimiento virginal de Jesús. “Entre los que creen en el nacimiento virginal de Cristo, hay dos grupos principales de intérpretes con respecto a Isaías 7:14: (a) los que favorecen la teoría de la doble referencia, y (b) los que favorecen la teoría de la referencia única. Según los primeros, la profecía tiene referencia directa solamente a acontecimientos y circunstancias contemporáneas; es decir, a lo ocurrido en los días de Acaz e Isaías. Indirecta y finalmente, sin embargo, se cumple en el nacimiento virginal de Cristo. Según la segunda teoría, de la referencia única, el pasaje tiene solamente un significado: se refiere directa e inmediatamente al “nacimiento virginal” de Cristo; más precisamente, a su concepción en la matriz de María sin unión sexual, y al nacimiento que fue resultado de esta concepción”.[1]
Varias razones lingüísticas e históricas,[2] inclinan la balanza en favor de la segunda teoría, por eso “Mateo tiene derecho a apelar a Isaías 7:14, y a afirmar que el embarazo de María por el poder del Espíritu Santo, y sin la participación de José, fue el cumplimiento de esta predicción. También se había incluido en la antigua profecía que el nombre de este hijo sería Emanuel y había sido reafirmado sustancialmente en Isaías 9:6… Por lo tanto, José recibe la seguridad de que este hijo concebido en la matriz de María es Dios. ‘En humanidad velado vemos la divinidad’. Él es Dios manifestado en carne (1 Timoteo 3:16). ‘Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la deidad’ (Colosenses 2:9). En Emanuel Dios ha venido a habitar con nosotros. ‘Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros como en una tienda, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad’ (Juan 1:14). Ninguno podrá sondear las riquezas de esta gracia por la que Dios, por medio de Emanuel, ha venido a habitar con los pecadores”.[3]
En referencia al nombre Emanuel, Mateo es preciso al mostrar el significado de ese nombre, puesto que en muchos versículos muestra su significado, que en Cristo, Dios vino a morar con sus hijos. Por ejemplo vino a morar con los dolientes, para sanarlos (4:23), con los endemoniados, para liberarlos (4:24), con los pobres en espíritu, etc., para bendecirlos (5:1–12), con los afanosos, para librarlos de su afán (6:25–34), con los juzgadores, para advertirles (7:1–5), con los leprosos, para limpiarlos (8:1–4), con los enfermos, para sanarlos (8:14–17), con los hambrientos, para darles de comer (14:13–21; 15:32–39), con los inválidos, para restaurarlos (12:13; 15:31) y sobre todo, con los perdidos, para buscarlos y salvarlos (18:11). Todo esto nos dice que, ningún acto de abnegación que algún hombre haya mostrado sobre otros, “se puede igualar con el de Emanuel quien, aunque era infinitamente rico, se hizo pobre, asumió nuestra naturaleza humana, entró en nuestra atmósfera contaminada por el pecado sin ser manchado por el pecado él mismo, tomó sobre sí nuestra culpa, llevó nuestros dolores y nuestros pesares, fue herido por nuestras transgresiones y molido por nuestros pecados, fue al cielo a preparar lugar para nosotros, envió su Espíritu en nuestros corazones, gobierna todo el universo en favor nuestro, no sólo hace intercesión en nuestro favor, sino que ‘vive para siempre para interceder por nosotros’ (Hebreos 7:25), y vendrá otra vez para llevarnos no sólo ‘al cielo’, sino, mucho más tiernamente, ‘a sí mismo’ (Juan 14:3)”.[4] Entonces, este hombre, Divino- Humano en naturaleza, venido al mundo a través de un nacimiento milagroso, quizás inexplicable, verdaderamente éste es Quien se hizo pobre, para que por su pobreza nosotros fuésemos enriquecidos, y no hay duda que este es Emanuel, ¡Dios con nosotros!, y es una prueba más del deseo fervoroso de Dios de nunca dejarnos solos.
Mi amigo (a), Jesús es Emanuel, y este nombre es más que sublime, es esperanzador, porque nos muestra la dimensión absoluta e inentendible de un padre, que añora vivir con sus hijos, proveerles de cuidado y desvivirse para que sean felices. Yo soy un padre humano, imperfecto y con tendencial mal, aun así, deseo todo lo mejor para mis hijos, y si existe una oración que lo repito diariamente es: “dame Señor un poco más de vida para vivir con mis hijos, para protegerlos y enseñarles el camino correcto. Por lo menos Padre Santo, hasta que puedan defenderse”. Y ese deseo nace de adentro, de esa naturaleza que se apodera de un padre cuando ve a su pequeño hijo por primera vez. Si el deseo de convivir con sus hijos está presente en el corazón de un padre imperfecto, cuanto más en el corazón del Padre Perfecto, por eso es Emanuel, un Padre que quiere vivir con sus hijos. Por eso, nunca te sientas solo, ni abandonado, porque si abres un poco más los ojos, o quizás los cierras para lanzar una súplica de ayuda, te darás cuenta que no estás solo, ni a merced del peligro, sino que contigo está tu Salvador, y su nombre es Emanuel, Dios contigo y conmigo. ¿No es este nombre una gran noticia?
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…
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[1] William Hendriksen, Comentario Al Nuevo Testamento: El Evangelio según San Mateo (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2007), 145-46.
[2] Ver estas razones en ZONA BIBLIA: http://bibliapoder.wordpress.com/2013/06/12/nacimiento-virginal-un-comentario-a-mateo-122-y-23/
[3] William Hendriksen, Comentario Al Nuevo Testamento: El Evangelio según San Mateo (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2007), 152.
[4] Ibid., 153