¿JESÚS ó LUCY?

Pero al principio de la creación Dios “los hizo hombre y mujer”.” (Marcos 10.6, NVI)

JASWASKN

En el contexto de un grupo de fariseos que estaban más interesados en la concesión mosaica sobre el divorcio registrado en Deuteronomio 24, que en la creación e institución del matrimonio de Génesis 1.27, Jesús apunta a la ordenanza original, es decir, a la forma en que las cosas fueron “desde el principio de la creación”. No obstante, en medio de la defensa del matrimonio, Jesús mismo trae a colación la obra creadora de Dios. Él quería dejar en claro que “Dios es el Creador de todas las cosas, y reveló en las Escrituras el relato auténtico de su actividad creadora. El Señor hizo en seis días ‘los cielos y la tierra’ y todo ser viviente que la habita, y reposó en el séptimo día de esa primera semana. De ese modo estableció el sábado como un monumento perpetuo conmemorativo de la terminación de su obra creadora. Hizo al primer hombre y a la primera mujer a su imagen como corona de la creación, y les dio dominio sobre el mundo y la responsabilidad de cuidar de él. Cuando el mundo quedó terminado era ‘bueno en gran manera’, proclamando la gloria de Dios”.[1]

Tú y yo somos corona de la creación, personas extremadamente importantes, así como la corona lo es para un rey. Por eso, no podía ser la creación realmente majestuosa, sino se le colocaba una corona, y nosotros lo somos. A la par que salimos de una mano inteligente, que nos dotó de inteligencia, de habilidades, de características únicas que nos hacen diferentes del mundo animal, de lo irracional. Entendemos que en la escala de la creación de seres inteligentes, solamente los ángeles están por encima de nosotros. Entonces, no somos producto de una casualidad, ni la unión al azar de átomos en una explosión, ni mucho menos nuestro antepasado es Lucy.lucy 4

Ayer, el mundo científico secular celebraba 41 años del descubrimiento de Lucy, el “primer hallazgo de un humanoide en buen estado que logra explicar la relación entre los primates y los humanos”.[2] Para ellos, Lucy es uno de los eslabones que le da sentido a la teoría evolucionista, esa “teoría biológica que sostiene que todos los seres vivos actuales proceden, por evolución y a través de cambios más o menos lentos a lo largo de los tiempos geológicos, de antecesores comunes”.[3]

Era el 24 de noviembre de 1974 cuando se hizo el descubrimiento al noreste de Etiopía y en la radio sonaba Lucy in the sky with diamonds, el éxito de los Beatles, así que al paleontólogo Donald Johanson le pareció buena idea darle un nombre al grupo de huesos que, según indicaban las primeras investigaciones, pertenecían a una sola persona. La nombró Lucy y con el apelativo siguió la fama. Es que Lucy, es realmente famosa, y quizás haya viajo más que tú y yo, porque el año 2007 el gobierno etíope autorizó la gira del esqueleto de este australopiteco,[4] y miles de personas pudieron ver los trozos de cráneo, costillas, pelvis y fémur del ejemplar.

Hoy, mientras Lucy permanece en el Museo Etíope de Historia Natural en Addis Abeba en una cámara de seguridad a la que el público no tiene acceso, los científicos seculares tampoco tienen acceso a una respuesta coherente de porque no pueden encontrar el “eslabón perdido” que una al animal del hombre, ese homínido ni tan animal ni tan ser humano, porque en “los libros de evolución humana, la historia de nuestro género se acababa hace unos 2,3 millones de años. De esa época son los fósiles más viejos conocidos de Homo habilis (el homínido mañoso que fabricaba herramientas de piedra). Entre ellos y los últimos australopitecos como Lucy (que también vivieron en Etiopía) mediaba casi un millón de años de completo vacío”.[5]lucy 3

Y ese vacío, mi apreciado(a) compañero(a) de fe, no va a ser llenado, porque simplemente nuestros antepasados no son animales, puesto que “cuando se consideran las oportunidades que tiene el hombre para investigar, cuando se considera cuán breve es su vida, cuán limitada su esfera de acción, cuán restringida su visión, cuán frecuentes y grandes son los errores de sus conclusiones, especialmente en lo que se refiere a los sucesos que se supone precedieron a la historia bíblica, cuán a menudo se revisan o desechan las supuestas deducciones de la ciencia, con qué prontitud se añaden o quitan millones de años al supuesto período del desarrollo de la tierra y cómo se contradicen las teorías presentadas por diferentes hombres de ciencia; cuando se considera esto, ¿consentiremos nosotros, por el privilegio de rastrear nuestra ascendencia a través de gérmenes, moluscos y monos, en desechar esa declaración de la Santa Escritura, tan grandiosa en su sencillez: ‘Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó’? ¿Desecharemos el informe genealógico –más magnífico que cualquiera atesorado en las cortes de los reyes: ‘Hijo de Adán, hijo de Dios’? Debidamente comprendidas, tanto las revelaciones de la ciencia como las experiencias de la vida están en armonía con el testimonio de la Escritura en cuanto a la obra constante de Dios en la naturaleza”.[6]

ADAMEVE

En este catálogo del origen de la vida, o vamos tras las huellas de Jesús, los ángeles y los otros seres inteligentes que viven en los rincones del universo, o caminamos tras las huellas de Lucy, y sus pasos errantes que llevan a una vida sin sentido, sin esperanza y sin identidad. ¿Qué decides?/////////////.

joe  firma 2

 

Desde mi rincón de poder… un poquito antes del retorno de Jesús…

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[1]Elena G. de White, El camino a Cristo, ed. Aldo D. Orrego, trans. Staff de la ACES, Vigésima edición. (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2007), 73.

[2]http://elpais.com/elpais/2015/11/24/ciencia/1448321781_117811.html

[3]Núria Lucena Cayuela, ed., Diccionario general de la lengua española Vox (Barcelona: VOX, 1997).

[4]Nominación de la ciencia secular.

[5]http://elpais.com/elpais/2015/03/04/ciencia/1425489262_481530.html

[6]Elena G. de White, La educación, ed. Aldo Dante Orrego, Cuarta edición. (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2012), 130.

 

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