IMPOSIBLES
“De pronto, al cortar un tronco, a uno de losi profetas se le zafó el hacha y se le cayó al río. —¡Ay, maestro! —gritó—. ¡Esa hacha no era mía! —¿Dónde cayó? —preguntó el hombre de Dios. Cuando se le indicó el lugar, Eliseo cortó un palo y, echándolo allí, hizo que el hacha saliera a flote” (2 Reyes 6:5-6 NVI)
¿Un hacha que flota?, ¡eso es imposible! ¿Alguna vez has visto que un hacha flote o que una piedra no se hunda? Una vez más podemos decir que eso es imposible. Sin embargo, la historia de la Biblia nos cuenta que ese evento imposible si sucedió, que un hacha flotó como un pedazo de madera seca. Entonces, podemos afirmar que las cosas imposibles pueden tornarse posibles, y esta afirmación nos lleva a la siguiente reflexión: ¿Hay cosas imposibles en tu vida?, ¿estas derrumbado en tu escritorio porque sabes que ese proyecto tan soñado nunca se va a realizar?, ¿piensas que tu matrimonio no tiene salvación?, ¿tienes en tus manos tu boleta de sueldo y sabes que con ese saldo es imposible que cubras tus gastos más urgentes?, o ¿quizás estás derrotado por ese vicio que no logras dejar? No sé de tu vida mi amigo, pero si se, de la historia del hacha que flotó y eso nos da esperanza, porque ese evento imposible se tornó posible, de la misma manera “los imposibles” de tu vida y de la mía pueden ser realidad, y todo frente a nuestros ojos.
Pero, ¿cómo puede suceder eso?, ¿qué circunstancias acompañaron a ese evento extraño? La historia nos cuenta que uno de los profetas se prestó un hacha y acompañó a otros profetas al río Jordán a cortar árboles. Allí en una maniobra, el metal del hacha salió despedido por los aires y cayó en las aguas profundas del río. El grito de desesperación del joven profeta, denota su impotencia de poder solucionar ese problema, además de ser un objeto prestado. Muchas veces lanzamos gritos de desesperación cuando sabemos que fracasaremos y perderemos todo lo que hemos arriesgado; a veces también, nos llenamos de miedo cuando sabemos que nuestros planes no van a salir como lo planificamos; y otras veces, el dolor y la angustia se apoderan de nosotros cuando estamos seguros que solo miraremos de lejos el triunfo que soñamos y tendremos que aplaudir el logro de otros, porque dentro de nosotros estábamos seguros que no lo lograríamos. Es decir nos chocamos contra esa pared infranqueable, llamado imposible.
Sin embargo, la historia también registra que este joven profeta, no se quedó en el grito desesperado, sino le añadió una acción de aquellos que retan lo imposible y se lanzan a la conquista de cosas más grandes, de cosas mejores, que sobrepasan lo imposible, que se denominan milagros. Un milagro es el resultado de sobrepasar lo imposible, porque es un “suceso extraordinario y maravilloso que no puede explicarse por las leyes regulares de la naturaleza y que se atribuye a la intervención de Dios o de un ser sobrenatural”,[1] o como dice Deiros, “es un evento que parece desafiar toda explicación racional, involucra la superación de las leyes naturales conocidas o la intrusión de lo sobrenatural en el reino de lo natural, y es atribuido a la intervención divina”.[2] Es decir, este joven se atrevió a recurrir al profeta Eliseo, que en esta reflexión es el símbolo del Único que puede pisar lo imposible y mostrarte el milagro que estás buscando, «porque para Dios no hay nada imposible”.[3] Con razón el mismo Jesús, mirando fijamente a los ojos de sus discípulos les dijo: “Para los hombres es imposible… más para Dios todo es posible”.[4]
Nuevamente vuelvo a preguntarte, ¿hay algo imposible en tu vida?, ¿ya lanzaste el grito de angustia al saber que no vas a lograr ese añorado sueño?, quizás ya nada puedas hacer, pero digo “quizás”, porque hoy quiero que tengas presente, que lo imposible no es lo último en tu experiencia de vida, hay algo más que puedes hacer: ¡correr al Dios de los imposibles!, y esto es posible a través de los “pies” de la fe, que no se cansan, ni se desaniman. Este mundo se rinde ante lo imposible, pero la fe te lleva de milagro en milagro. Porque el secreto ya fue dado, y salió de la boca de Jesús: “Les aseguro que si tienen fe tan pequeña como un grano de mostaza, podrán decirle a esta montaña: “Trasládate de aquí para allá”, y se trasladará. Para ustedes nada será imposible”.[5]
Hace tiempo atrás, cuando empezaba mi ministerio, le repetí casi de memoria y casi por cumplir esta frase, aun joven que se desvanecía frente a un problema imposible: “Para Dios no hay nada imposible”. Él quería ser médico, pero no tenía ni dinero, ni apoyo, ni buenas notas. Descuidadamente le lancé el secreto para vencer los imposibles, y no me di cuenta. Muchos meses después recibí una llamada y del otro lado me dijeron: “Ud. tenía razón, para Dios no hay nada imposible, lo llamo de Argentina y comencé mis estudios de medicina”. Años después miraba asombrado las fotos de su graduación.
Mi amigo (a), cada vez que me encuentro frente a un imposible, o cada vez que alguien me cuenta su problema sin solución, ya no lanzo descuidadamente una respuesta de esperanza, sino que cierro los ojos, respiro hondo y antes de responder le digo a mi Señor, “que cosas asombrosas nos vas a mostrar”, luego respondo: “lo que para el hombre es imposible no lo es para Dios”. He visto milagros en mi vida, en la vida de otros, y sé que todavía no he visto nada.
Te invito a contemplar de primera fila las hazañas que Dios tiene reservado para tu vida. Déjate llevar por los pies de la fe y repite esto cuando sientas tus pies pesados: “creo, ayuda mi incredulidad”.
Pr. Joe Saavedra
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…
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