HIJO DE DIOS (miércoles 04 de enero de 2012)
“¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos! El mundo no nos conoce, precisamente porque no lo conoció a él” (1 Juan 3:1 NVI).
Cada noche, varias veces me dirijo a la habitación de mis hijos, reviso las ventanas, coloco las sábanas en su lugar, arreglo las almohadas y antes de salir me detengo un instante y los observo. ¡Cómo disfruto observar a mis hijos cuando duermen, se percibe paz, ternura e inocencia. Pero lo que más me emociona es sentir que duermen en paz porque se sienten seguros, aunque saben que allá afuera la gente se lastima y se odia, ellos duermen en paz porque saben que su padre anda cerca para protegerlos. ¡Cómo me gustaría dormir así!
Nunca he visto a un niño sano y normal, preocupado. Es difícil escuchar a un infante decir “estoy estresado”, todo lo que hacen y piden lo hacen con seguridad. “Papá, mañana es el paseo debo llevar 20 soles”, “papá, se me acabaron los colores y los lápices, así que necesito el dinero para comprarlos, de paso tres cuadernos y temperas…”, “mamá ya tengo hambre… ya podemos cenar”, “papá, necesito zapatillas nuevas… pero de esa marca me gusta más”. Hasta ahora no escuché que un hijo vaya con preocupación a su padre y le diga: “papá, sé que estas sin trabajo y enfermo… además los ahorros se acabaron… no te preocupes si no comemos los próximos tres días…”, un niño en condiciones normales no haría eso, porque sabe que su padre lo puede resolver todo. “Papá necesito eso…” y papá lo hará… cómo un día apareció mi segundo hijo varón con un cuaderno en la mano y mostrándome una tarea de matemáticas me dijo: “no puedo resolverlos… ayúdame porque tú lo puedes todo”, sude frío porque creo que no hice matemática en el colegio… ¡tú lo puedes todo!… yo no podía eso, y mi hijo estaba seguro porque tenía a su padre al frente. Los hijos están seguros en los brazos de sus padres, ellos piden y las cosas se dan, no preguntan si estamos bien, o perdimos el trabajo, o si estamos tristes o desanimados, somos los papás y eso es suficiente para ellos. ¡Cómo me gustaría ser niño!, porque ser adulto es vivir complicados y apurados, esclavos de un celular y el reloj. Tengo la seguridad que nosotros inventamos la frase: “estoy estresado”.
El apóstol Pedro, nos invita a vivir en paz y seguros, ¡cómo un hijo frente a su padre!, porque nos recuerda: “¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!…” ¿Sabes quién eres?, ¡Eres hijo de Dios!, hijo de del Rey del Universo. Un día terminé de un seminario donde hablaba de la relación entre padres e hijos, y un joven maduro se me acercó y me dijo, “que importante tema, pero no fue para mí porque nací sin padre”, lo miré a los ojos y le dije: “Claro que tiene padre… ¡eres hijo de Dios!”.
Cada vez que salgo de las habitaciones de mis hijos, salgo con un deseo de ser niño y dormir seguro. Como adulto ando preocupado, mi sueño se acorta y la vida pesa más, pero me detengo un momento y me repito: “soy hijo de Dios, del Rey de reyes… soy un príncipe” y se que mi padre cuando me acueste a dormir, revisará las ventanas, me acomodará la almohada, me abrigará y se quedará observándome, soy su hijo ¡qué puedo temer! “Nuestro Salvador quisiera que no sólo discerniéramos el amor de Dios desplegado en las hermosas flores que nos rodean, sino que quisiera que de ellas aprendiéramos lecciones de sencillez y de perfecta fe y confianza en nuestro Padre celestial… Si Dios se preocupa de hacer tan hermosas estas cosas inanimadas…, cuánto más cuidadoso será de suplir las necesidades de sus hijos obedientes, cuyas vidas pueden durar tanto como la eternidad. Con cuánta prontitud les dará el adorno de su gracia, la fuerza de la sabiduría, el ornato de un espíritu humilde y sereno”.[1]
Mi amigo, (a) ¡anda en paz y duerme tranquilo!”, ¡eres hijo de Dios!, heredero de cosas superiores y eternas… ¡Vive como príncipe no como esclavo!
Pr. Joe Saavedra
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…
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[1] En lugares celestiales, 18 de abril