FUEGO (martes 08 de noviembre de 2011)
“Yo los bautizo a ustedes con agua para que se arrepientan. Pero el que viene después de mí es más poderoso que yo, y ni siquiera merezco llevarle las sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego” (Mateo 3:11 NVI). [1]
Este pasaje hay que leerlo con mucho cuidado, porque Juan no dice que “él bautizará con el Espíritu Santo o con fuego”, es decir, no pone sobre el tapete dos opciones, más bien dice: “él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego”. En el lenguaje bíblico, el fuego es un símbolo de la gloria espléndida, de la presencia y del poder de Dios, quizá como una divina “coincidencia” el fuego es mencionada por primera vez en Génesis, cuando un ángel con una espada de fuego guarda las puertas del Edén.[2] Es obvio que este ser glorioso que está con la espada flamígera representa la presencia y el poder divino. Otro ejemplo podría ser la experiencia que pasó Moisés en el desierto de Madián mientras cuidaba sus ovejas, cuando encontró una fogata que ardía y no se consumía.[3] Definitivamente la zarza ardiente simboliza la presencia de Dios.
En el Nuevo Testamento la idea es la misma, con el complemento que la presencia de Dios se manifiesta a través del Espíritu. Por ejemplo, en el Pentecostés El fuego y el Espíritu están unidos entre sí, allí el Espíritu Santo, simbolizado por lenguas de fuego, llenó los corazones de los discípulos. Entonces, ¿cuál es el bautismo del que habla Juan? Recordemos que el bautismo significa inmersión, y al ser el fuego la presencia gloriosa de Dios, el bautismo de fuego es la inmersión en su presencia.
Es decir, Juan el Bautista, está haciendo un llamado a los cristianos genuinos y auténticos. No es una convocatoria a algo superficial. No es un llamamiento para un cambio exterior sin nada interior. Este es un llamado para que el Espíritu Santo consuma toda la mundanalidad, rebeldía y falta de compromiso en nuestra vida, para darnos un cálido resplandor de una experiencia genuina con Dios. En esto radica el reavivamiento verdadero, en esta experiencia esta la respuesta a nuestra pregunta.
Al comentar sobre este bautismo de fuego, Elena de White hace esta observación de gran importancia: “En todos los que se sometan a su poder, el Espíritu de Dios consumirá el pecado. Pero si los hombres se aferran al pecado, llegan a identificarse con él. Entonces la gloria de Dios, que destruye el pecado, debe destruirlos a ellos también… En el segundo advenimiento de Cristo, los impíos serán consumidos ‘con el espíritu de su boca,» y destruidos «con el resplandor de su venida.’ La luz de la gloria de Dios, que imparte vida a los justos, matará a los impíos”.[4]
La presencia personal de Cristo, por medio del espíritu Santo, es purificadora. El Espíritu Santo busca lo más profundo de nuestras almas, Él penetra en nuestros pensamientos, purifica nuestros corazones y da energía a nuestra vida espiritual. Mi amigo (a), Dios no hace algo a través de nosotros sin antes hacer algo en nosotros. De nada vale que hables del poder de lo alto, si solamente maquillas lo externo para ocultar los pecados y las faltas internas. El verdadero reavivamiento comienza adentro de nuestro ser, es transformación interna con frutos visibles en lo externo.
Pr. Joe Saavedra
Desde mi rincón de poder y un poquito antes del retorno de Cristo…
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