ENERGÍA PODEROSA (Lunes 14 de noviembre de 2011)
“… porque aquel que obró eficazmente para con Pedro en su apostolado a los de la circuncisión, también obró eficazmente para conmigo en mi apostolado a los gentiles…” (Gálatas 2:8 LBA)
En el contexto de la vida cristiana, toda acción, cada acontecimiento, alguna obra realizada es bajo la mano de Dios. Uno de los rasgos de orgullo que puede albergar el corazón humano es pensar que hay alguna capacidad humana independiente de la voluntad de Dios. La Biblia contiene muchos textos que confirman la intervención divina en cada obra humana, leamos algunas: “Me refiero a Jesús de Nazaret: cómo lo ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder, y cómo anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que estaban oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”,[1] “…las palabras que yo les comunico, no las hablo como cosa mía, sino que es el Padre, que está en mí, el que realiza sus obras”,[2] “Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes con milagros, señales y prodigios, los cuales realizó Dios entre ustedes por medio de él, como bien lo saben”,[3] “Toda la asamblea guardó silencio para escuchar a Bernabé y a Pablo, que les contaron las señales y prodigios que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles”.[4]
Con razón, Pablo, certificó su llamado divino al afirmar que Dios “…también obró eficazmente para conmigo en mi apostolado a los gentiles”. El término griego “obró eficazmente” es “energeo”, que tiene relación con la palabra castellana “energía”. Este término griego puede ser traducido como “actuar”, “obrar”, “operar”, pero en el contexto de una acción que involucra mucho poder. Es decir, Pablo estaba diciendo que su obra era posible porque la energía poderosa que lo llevaba a realizar grandes hazañas era Dios. Él no tenía nada adquirido por sus manos que lo llevara a hacer una obra poderosa.
Esa misma experiencia la enseñó Jesús en la tierra. Él en todo momento resaltó la dependencia de su Padre y el poder que actuaba en su vida: “Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta; juzgo sólo según lo que oigo, y mi juicio es justo, pues no busco hacer mi propia voluntad sino cumplir la voluntad del que me envió”.[5]
Mi amigo (a), esa energía poderosa, también está a nuestra disposición. El más letrado o el más humilde puede experimentar la obra de Dios en su vida, solamente tiene que reconocer que no hay nada en sus manos que pueda actuar por su cuenta. El orgullo y autosuficiencia no tiene cabida en las obras asombrosas de Dios. Hoy reconozcamos que “…Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad”.[6] (Phi 2:13 NVI)…
¡Cuéntale a otro la verdad que aprendiste hoy!….
Pr. Joe Saavedra
Desde mi rincón de poder y un poquito antes del retorno de Cristo…
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