ÉL TOMA MI LUGAR
“Llevará el novillo ante el SEÑOR, a la entrada de la Tienda de reunión, e impondrá la mano sobre la cabeza del novillo, al que degollará en presencia del SEÑOR” (Levítico 4:4 NVI)
Los israelitas le daban un tratamiento especial al pecado. Dios les había enseñado que el pecado significaba muerte, el capítulo 21 de Éxodo es una muestra de la fatalidad que significaba entrar en relación con él. La única opción que tenían para no pagar las consecuencias era deshacerse del pecado. Para ello, Dios en una forma ilustrativa, les enseñó una serie de procedimientos para transferir la falta a un sustituto, de tal forma que sea otro el que pagara la consecuencia de su pecado. Levítico capítulo 4, enseña el derrotero que debía seguir un israelita para transferir su pecado y librarse de la muerte: (1) Mano sobre la cabeza de la víctima; (2) animal degollado; (3) se rociaba sangre delante del velo en el lugar santo, y se colocaba sobre los cuernos del altar de oro; (4) el resto de la sangre se vertía al pie del altar de los holocaustos; (5) el sebo, riñones, etc., quemados sobre el altar; finalmente, (6) el animal entero -con cuero, entrañas, estiércol, etc.- se quemaba fuera del campamento.
Ese asunto de poner las manos sobre una animal, no era un asunto simple o un procedimiento decorativo, había mucho más que eso, el Comentario Bíblico Adventista comenta que: “La colocación de la mano del que ofrecía el sacrificio sobre la cabeza de la víctima era parte solemne y esencial del ritual. La palabra samak, ‘poner’, significa ‘apoyarse’ con el peso del cuerpo. Este acto pues representaba la total dependencia del pecador en su sustituto. Respecto al significado de este rito, los comentadores, antiguos y modernos, entienden que representa la transferencia simbólica a la víctima de los pecados del que ofrece el sacrificio, o la sustitución del pecador por la víctima que así muere en su lugar”.[1] “La imposición de las manos sobre la cabeza de la víctima es un rito común por el cual se efectúan la sustitución y la transferencia de los pecados”. “En todo sacrificio existe la idea de sustitución; la víctima ocupa el lugar del pecador humano».[2] Es decir, colocar las manos sobre la víctima, significaba transferir todo el peso del pecado, con sus activos y pasivos, esto es, hechos y consecuencias.
En esta ceremonia de transferencia, Dios estaba enseñando algo más grande y delicado: “Puesto que los cristianos ahora por fe ponen sus pecados sobre Jesús, el Cordero de Dios, parece apropiado encontrar en el conjunto de sacrificios una ceremonia que represente esto. Lo encontramos reflejado en el ritual del holocausto; en verdad se exigía la imposición de la mano en todos los casos donde hubiese pecado. El cristiano considera que la ceremonia de poner la mano sobre la víctima y apoyarse en ella es símbolo de su propia dependencia de Cristo para recibir la salvación. Al apoyarnos de esa forma, ponemos nuestros pecados sobre Cristo, y él ocupa nuestro lugar sobre el altar, un sacrificio «santo, agradable a Dios» (Romanos 12: 1).[3]
“Después de haber seguido las indicaciones dadas por Dios, el pecador arrepentido podía estar seguro de que la víctima era aceptada en su lugar”.[4]De la misma forma “nosotros podemos tener la seguridad de que, al seguir las indicaciones de Dios, podemos ser aceptos en Cristo, nuestro Sustituto, sabiendo que él ocupa nuestro lugar en el altar: lo que, en verdad, ya ha hecho en la cruz. Cristo murió por nosotros, en nuestro lugar, y porque él murió, nosotros viviremos”.[5]
Mi apreciado amigo (a), dice Romanos 6:23 que “la paga del pecado es muerte”, siendo así, todos estamos condenados, porque el pecado es parte de nuestra existencia. Gracias a Dios, que tenemos esperanza, “porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”.[6] ¿Qué vas a hacer con esa oportunidad de vida?, ¿desperdiciarla?, ¿seguir “poniendo las manos sobre la cabeza de nuestro sustituto y degollarlo”? Yo decido, andar en nueva vida y decirles a mis amigos que hay esperanza, ¿y tú?
Pr. Joe Saavedra
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…
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