QUERER Y HACER (miércoles 25 de enero de 2012)
“… pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad” (Filipenses 2:13 NVI)
Nuestros líderes promueven programas interesantes para producir un reavivamiento y reforma en la iglesia, además establecen horarios y acciones cuyo fin es producir cambio en la vida de los cristianos, sin embargo el reavivamiento y reforma debe ser precedida de necesidad y convicción, porque sin esas condiciones los programas y cronogramas no lograrán sus objetivos, porque las necesidades se satisfacen y las convicciones se reafirman, pero los programas y cronogramas pasan y se olvidan. Elena de White afirma que “hay personas en la iglesia que no están convertidas y que no se unirán a la oración ferviente y eficaz”,[1] así le llenemos de publicidad y papeles donde se le detalle los programas y horarios a seguir, cada miembro de la iglesia necesita estar convertido, es decir, convencido y deseoso de ver su vida transformada.
Esa convicción y ese deseo no nace de una naturaleza que juega con el mal o cumple una agenda establecida, sino de la gracia que nos concede Dios por es Él “quien produce… tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad”, “Cristo prometió el don del Espíritu Santo a su iglesia, y la promesa nos pertenece a nosotros tanto como a los primeros discípulos. Pero como toda otra promesa, está sujeta a condiciones. Hay muchos que creen y profesan aferrarse a lo prometido por el Señor; hablan acerca de Cristo y del Espíritu Santo, y sin embargo no reciben beneficio alguno. No entregan su vida para que sea guiada y regida por los agentes divinos. No podemos utilizar al Espíritu Santo. El Espíritu ha de emplearnos a nosotros. Gracias al Espíritu Dios obra en su pueblo ‘así el querer como el hacer, por su buena voluntad’. Pero muchos no desean someterse a eso. Quieren manejarse a sí mismos. Esta es la razón por la cual no reciben el don celestial”.[2]
Cada individuo debe cumplir su parte en la restauración de la iglesia, los líderes organizando programas y los miembros llevándolos a la práctica, pero todos juntos deberíamos someternos a la gracia de Dios, reconociendo que nuestra naturaleza humana es traicionera y que necesitamos el poder de Dios para vencer. “El Espíritu se da únicamente a aquellos que esperan humildemente en Dios, y que velan para tener su dirección y gracia. El poder de Dios aguarda que ellos lo pidan y lo reciban. Esta bendición prometida, reclamada por la fe, trae todas las demás bendiciones en su estela. Se da según las riquezas de la gracia de Cristo, y él está listo para proporcionarla a toda persona según su capacidad para recibirla”.[3]
“Cuando el Espíritu de Dios se posesiona del corazón, transforma la vida. Se desechan los pensamientos pecaminosos y se renuncia a las malas acciones; el amor, la humildad y la paz ocupan el lugar de la ira, la envidia y las rencillas. La tristeza es desplazada por la alegría, y el semblante refleja el gozo del cielo. Nadie ve la mano que levanta la carga ni capta cómo desciende la luz de los atrios celestiales. La bendición llega cuando por fe el creyente se entrega a Dios. Entonces ese poder que ningún ojo humano puede ver, crea un nuevo ser a la imagen de Dios. El Espíritu Santo es el aliento de la vida espiritual. Dar el Espíritu es conceder la vida de Cristo. Infunde en quien lo recibe los atributos del Maestro”.[4]
Mi amigo(a), hagamos nuestra parte para presentarnos como una iglesia pura y sin mancha, la obra de restauración y reforma comienza en tu vida y en la mía. “Debemos orar más y hablar menos. Abunda la iniquidad, y debe enseñarse a la gente que no se satisfaga con una forma de piedad sin espíritu ni poder”.[5] ¿Qué estamos haciendo?
Pr. Joe Saavedra
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…
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