EL PODER DEL PERDÓN
“Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: —Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces?” (Mateo 18.21, NVI)
Hace poco leí una historia que me dejó en silencio un buen rato, trataba de asimilar el increíble poder transformador del perdón y cuando difícil es obtenerlo. Se trata de Darlene Farah, una madre que luchó en Estados Unidos durante 4 años para salvar al asesino de su hija de la pena de muerte y lo consiguió.[1] ¡Sí!, esa madre luchó para salvar la vida del que asesinó de forma brutal a su hija, una buena joven con un futuro prometedor. ¿Qué sucedió?
El 20 de julio de 2013, Shelby Farah, hija de Darlene, estaba trabajando como encargada en una pequeña tienda de teléfonos celulares en la ciudad de Jacksonville, en el estado de Florida, Estados Unidos. En un momento, James Rhodes entró y la apuntó con un arma y le exigió el dinero. Ella se lo dio y mantuvo las manos arriba. Pero Rhodes le disparó igual, cuatro veces. Shelby murió en el acto.
Darlene cuenta, con un dolor que no la deja todavía, que su hija (de 20 años) colaboró durante el robo, pero Rhodes (de 21) igual «explotó de ira» y la mató “como si fuera una ejecución».
Los detectives que tomaron el caso, al revisar el violento video de la cámara de vigilancia, pensaron que la forma de actuar tan cruel del asesino se trataba de algo personal, porque la tienda donde la víctima trabajaba se encontraba a apenas unas cuadras de la secundaria donde la joven había estudiado. Sin embargo, aún después de detener a Rhodes, no encontraron ningún vínculo entre él y su víctima, y por ende las razones que llevaron a un asesinato sin sentido.
No obstante, Darlene Farah no se quedó tranquila, ella quería entender el porqué de la acción despiadada de James. Vendió su pequeño local de comida y contrató a un detective privado para investigar a Rhodes. Lo que descubrió hizo que no sólo dejara de fantasear con matarlo en pleno juicio, sino que militara públicamente para evitar que lo sentenciaran a pena de muerte. Este es la historia de James Rhodes:
Nació en un hogar marcado por la adicción, el crimen y la desidia. Cuando tenía 8 meses, su madre -adicta a las drogas- lo abandonó y quedó a cargo de su padre, un alcohólico y también drogadicto que solía entrar y salir de prisión. Entre medio, se quedaba con su abuela muy mayor y enferma, o algún vecino. El niño, dijeron durante el juicio, solía gritar de dolor por el hambre. Finalmente, cuando tenía 5 años, su padre perdió la tenencia y Rhodes pasó a vivir en un hogar estatal para niños.[2]
Darlene también se enteró que el estado de Florida intentó que padre e hijo mantuvieran contacto. A veces el chico se vestía y esperaba el día entero, pero el padre nunca aparecía. Una vez lo fue a visitar con su novia y una bebé, el chico estaba tan perturbado que se acurrucó en posición fetal, chupándose el dedo para calmarse. A todo esto, a los 9 años, Rhodes fue abusado por un niño del hogar mayor que él y luego, por una cuidadora. A la vez sufría bullying y maltrato físico. Darlene descubrió que el chico «solía esconderse debajo de la la cama para escapar de las agresiones». Cuando por fin pudo valerse por si mismo, salió a las calles a la delinquir. Con toda esta información, la mujer empezó a verlo también como una víctima de las circunstancias, no obstante no le tenia lástima.
Basándose en los antecedentes criminales de Rhodes, la fiscal estatal Angela Corey y el fiscal del caso, Bernie de la Rionda, pidieron para el joven la sentencia máxima permitida por el estado de Florida: la pena de muerte. Increíblemente, en la audiencia donde dieron a conocer la intención fiscal, Darlene apeló con las siguientes palabras: “Yo le perdono, él es también una víctima, la pena de muerte también es un homicidio, creo que el mejor castigo a sus actos es la cadena perpetua”.
Los fiscales, los abogados de la víctima, sus otros dos hijos y los que presenciaban la audiencia quedaron perplejos. No obstante, los fiscales no estuvieron de acuerdo y lo que debía ser un juicio fácil, se prolongó por cuatro años.
Darlene recibió ofensas, la tildaron de no querer hacer justicia a su hija, sin embargo, muchas personas la apoyaron y firmaron una petición para cambiar la pena de muerte por la cadena perpetua. El caso tomó notoriedad nacional.
El 2 de marzo, después de casi cuatro años de juicio y múltiples postergaciones se conoció el veredicto final. Rhodes se declaró culpable de homicidio en primer grado y otros cargos, y recibió dos sentencias de cadena perpetua más una de 20 años de prisión.
Ese día, Darlene dio un discurso tan conmovedor que Rhodes, que en varias audiencias no mostró arrepentimiento, comenzó a llorar desconsoladamente y la jueza tuvo que ordenar un receso para que el joven se calmara.
Es ese discurso ella habló de lo que ese homicidio hizo con su vida y su familia, simplemente acabo con todo: «Los crié sola. Los cuatro estábamos siempre juntos. Es duro porque hay una pieza que falta. Ya nada es lo mismo». «Cuando mató a Shelby, no perdí una hija; perdí a los tres», dice. A lo que agrega: «Destrozó mi familia».
No obstante, ella mirando al asesino de su hija le dijo: “Te perdono, nunca estaré de acuerdo con lo que hiciste, porque me has matado a mí también, pero quiero que vayas a cumplir tu condena sabiendo que no te odio, quiero que descubras el propósito de tu vida, quiero que hagas algo bueno de algo malo. Vas a ver a mucha gente entrar a la cárcel y salir. Pues quiero que hables con esos presos para que no terminen como tú, que los ayudes a cambiar».
Incluso ese día del veredicto, a pesar de no tener compasión por el llanto de Rhodes, consiguió que le confirmaran uno de sus pedidos más insistentes: poder conversar una hora cara a cara con el asesino de su hija.
Este miércoles, Darlene, Caleb y Nycole Farah se reunieron con James Rhodes para hablar de Shelby, mostrarle fotos de su familia y «ayudarlo a encontrar un propósito en su vida». Rhodes, quien hoy tiene 25 años, les pidió disculpas y les agradeció, esta vez en persona.
«Lo perdoné hace mucho tiempo. No me gustaba cómo me sentía por estar enojada con él», cuenta la mujer.
El 14 de julio pasado, cuando Darlene Farah cumplió 50 años, recibió una carta de Rhodes. En ella, le deseaba un día muy especial, al tiempo que le agradecía por darle esperanza y preocuparse por él. Cuenta que la carta la enojó mucho y un rato después dice que es probable que vaya a visitarlo a la cárcel. «Debe tener miedo», agrega.
En la carta, Rhodes dibujó una casa con árboles y una familia tomada de la mano, y en ella escribió: “Todos los días me pregunto cómo hubiera sido mi vida de haber tenido una madre como tú”.
Mi amigo(a), ¿cuán grande es tu resentimiento, rencor u odio que no puedes perdonar?, ¡perdona y experimentarás el poder del perdón! Te hará bien, hará bien a los demás. /////////////.
Pr. Joe Saavedra
Desde mi rincón de poder… un poquito antes del retorno de Jesús…
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[1]http://www.bbc.com/mundo/noticias-39260346
[2]Ibid.