EL PECADO NO TIENE EXCUSA
“—¡No sabemos qué decirle, mi señor! —contestó Judá—. ¡No hay excusa que valga! ¿Cómo podemos demostrar nuestra inocencia? Dios ha puesto al descubierto la maldad de sus siervos. Aquí nos tiene usted: somos sus esclavos, nosotros y el que tenía la copa» (Génesis 44:16 NVI)
Desde que se inventaron las excusas, el ser humano ha puesto toda su originalidad para poder justificar cada una de sus acciones. Especialmente, las excusas se muestran en toda su plenitud cuando existe una falta, o cuando se pretende eludir la consecuencia de un error. Con razón el concepto general de “excusa” dice que es un “motivo o pretexto para eludir una obligación o disculpar alguna omisión”,[1] y normalmente está relacionado a exageraciones y mentiras.
Y esta tendencia humana, también convive en nuestra relación con Dios y la iglesia. Siempre encontramos una excusa para poder justificar una falta o calmar la conciencia que exige explicaciones a los actos pecaminosos. Es constante escuchar frases así: “engaño a mi esposa porque ella no me comprende”, “me emborracho porque quiero olvidar mi decepción”, “no realizo mi comunión personal con Dios porque tengo que salir muy temprano”, “no leo la Biblia porque sus letras con pequeñas”, “llego tarde a la iglesia porque vivo lejos”, “no testifico porque nadie quiere escuchar”, excusas y más excusas.
Sin embargo, las excusas no tienen sentido frente a un Dios omnisapiente, que lo sabe y lo conoce todo. Los mismos hermanos de José, entendieron que nadie se puede burlar de Dios, Él lo tiene todo bajo control. Frente a su hermano José, a quién no reconocían, empezaron a recordar actos incorrectos que habían justificado y que enterraron en el olvido, pero que Dios no había olvidado. Recordaron vívidamente, los instantes cuando volvían a casa después de haber vendido a José, repitiéndose entre ellos: “lo lastimamos porque se lo merecía”, “lo vendimos porque era un engreído”. Allí, en medio de la desgracia, entendieron que las excusas no justifican nada, sino encubren las faltas y alargan la agonía. “¿Cómo podemos demostrar nuestra inocencia? Dios ha puesto al descubierto la maldad de sus siervos”, esta exclamación es una muestra del dolor y la desesperación en que se encontraban después de haber querido, a través de excusas, justificar sus faltas.
Mi amigo (a), ¿cómo va tu vida?, ¿estás ocultando o justificando tus faltas a través de excusas?, ¿quieres pasar por inocente cuando sabes que eres culpable?, ¿no has entendido todavía que una vida de excusas es un campo que va a cosechar dolor y desgracias? El pecado no tiene excusa, y ocultarlo no tiene sentido frente a un Dios Todopoderoso que lo conoce todo. Empieza este día poniendo tu vida en orden, ¡para con las excusas!,¡estas no tienen sentido!, porque “cuando el Padre dio a su Hijo para que muriera por nosotros, puso todos los tesoros del cielo a nuestra disposición. El pecado no tiene excusa. El Señor nos ha concedido todas las ventajas posibles a fin de que tengamos fuerza para resistir las tentaciones del enemigo. Si el hombre hubiera seguido el ejemplo de Cristo cuando se lo sometió a prueba, habría dado a sus hijos y nietos un ejemplo de pureza y justicia inquebrantable, y la especie humana no se habría deteriorado, sino que hubiese mejorado”.[2] ¡Hoy puede ser el día de arreglar las cosas con Dios!
Pr. Joe Saavedra
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…
Ubícame en mi página web: www.poder1844.org