DUDA E INCREDULIDAD
“Además, a ese lugar lo llamó Masá, y también Meribá, porque los israelitas habían altercado con él y provocado al SEÑOR al decir: ‘¿Está o no está el SEÑOR entre nosotros?’” (Éxodo 17:7 NVI)
Ni el más grave problema, ni la dificultad más angustiante, ni el dolor más intenso, justifican que dudemos del amor de Dios o de su presencia sustentadora. Las pruebas que afrontamos en esta vida, son vitales para demostrar nuestra lealtad a Dios y para fortalecer nuestra fe. Cómo un atleta que necesita de un gimnasio lleno de pesas para fortalecer su fuerza y acrecentar su resistencia. ¿Qué haría un atleta sin pesas ni ejercicios?, definitivamente, no estaría apto ni física ni mentalmente para enfrentar la competencia; de la misma forma ¿qué haría un servidor de Dios sin pruebas o desafíos?, es seguro que no estaría apto para heredar las promesas de vida eterna que ofrece el Señor.
Cuando no entendemos el propósito de las dificultades, o no vemos el trasfondo de las pruebas, y a eso se añade la apatía para hablarle a través de la oración y escucharlo a través de su Palabra, entonces vamos en dirección a “tierras pantanosas y movedizas”, y luego nos adentramos en ella, para terminar sepultados. Como la experiencia del pueblo de Israel que inició su recorrido hacia tierras peligrosas con esta pregunta: “¿Está o no está el SEÑOR entre nosotros?”. ¡Y claro que estaba!, ya lo había demostrado con señales milagrosas y hechos asombrosos, pero la duda es el inicio de una vida en ruinas.
El término “duda”, está relacionado a los campos de la decisión y la acción, y afectan directamente a las verdades que aceptamos o la fe que profesamos. Es decir, la duda invalida la seguridad de la presencia de Dios y por ende la confianza en Él, conduciendo hacia la incredulidad, que consiste en desconfianza extrema, en anular la creencia de la existencia de Dios, y por ende rechazarlo firmemente.
La incredulidad puede ser una consecuencia directa de dudas no satisfechas. La palabra “incredulidad” es en definitiva “falta de fe. Es no decir ‘amén’ a todo lo que Dios dice. No existe un término equivalente en el AT”.[1] Sin embargo en el NT se expresa mediante dos palabras: “apistia y apeitheia”. “Según MM[2] la palabra apeitheia, junto con apeitheō y apeithēs, ‘connota invariablemente desobediencia, rebelión, contumacia’…Esta desobediencia surge de la apistia, ‘falta de fe y confianza’. apistia es un estado mental, y apeitheia la expresión de ese estado”.[3] Con razón en el libro de Juan 16:9,[4] Cristo afirmó que la incredulidad es el principal pecado acerca del cual el Espíritu convencería al mundo. “La incredulidad en todas sus formas es una afrenta directa a la veracidad divina (cf. 1 Juan. 5.10), y esa es la razón por la cual constituye un pecado tremendo. Los hijos de Israel no entraron en el descanso de Dios por dos razones. No tenían la fe (apistia, Hebreos 3:19) necesaria y desobedecieron (apeitheia, Hebreos 4:6)”[5]
Mi amigo (a), la duda engendra incredulidad y ésta, desobediencia, como decía Westcott, “la incredulidad encuentra su manifestación práctica en la desobediencia”. Confía en el Señor y en su Providencia, convéncete que las pruebas y los problemas, son permitidos para fortalecer tu confianza y tu fe. Es decir, más pruebas más resistencia a la duda, y esto te aleja de la incredulidad y por ende de ser desobediente a la voluntad de Dios. Este fin de semana, podríamos aprovechar para pedir a Dios que nos aleje de las arenas movedizas de la duda y que nuestra vida no se hunda en tierras pantanosas de la incredulidad.
La pregunta: “¿Está o no está el SEÑOR entre nosotros?”, no tiene cabida en la vida de un hijo de Dios, sino de sus labios brotan: “El Señor es ‘mi refugio, mi fortaleza, el Dios en quien confío’[6]”
Pr. Joe Saavedra
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…
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[1] Alfonso Lockward, Nuevo Diccionario de La Biblia. (Miami: Editorial Unilit, 2003), 511.
[2] MM J. H. Moulton y G. Milligan, the Vocabulary of the Greek Testament illustrated from the Papyri and other non-literary sources, 1930
[3] J.D. Douglas, Nuevo Diccionario Bíblico: Primera Edición (Miami: Sociedades Bíblicas Unidas, 2000).
[4] “Y cuando él venga, convencerá al mundo de su error en cuanto al pecado, a la justicia y al juicio; en cuanto al pecado, porque no creen en mí…” (Juan 16:8-9 NVI)
[5] J.D Douglas, Nuevo Diccionario Bíblico
[6] Salmos 91:2 NVI