DOLOR (Lunes 08 de agosto de 2011)
“Éste es mi consuelo en medio del dolor: que tu promesa me da vida” (Salmos 119:50 NVI).
Todos sentimos dolor. Y éste aparece en heridas, caídas y hasta, paradójicamente, en la felicidad de ver nacer a un niño. Por otro lado, existen otros dolores que no provienen de causas físicas externas o internas, y estos quizás duelen y marcan más. Porque el dolor es una experiencia sensorial (objetiva) y emocional (subjetiva), generalmente desagradable, que pueden experimentar todos aquellos seres vivos que disponen de un sistema nervioso. Es una experiencia asociada a una lesión tisular o expresada como si ésta existiera.
Si bien es cierto el dolor es natural, no fue desde siempre, la Biblia y el don profético nos revelan su origen y su originador. Y aunque muchos cuestionen y se quejen de Dios porque hay tanta necesidad y dolor en el mundo, es necesario resaltar el hecho que el Creador no quiso nunca que existiese esta miseria. Mi amigo(a), no has nacido para vivir en dolor, eso nunca fue el propósito de Dios.
Y aunque tengamos que pasar por en medio de pruebas dolorosísimas, tengamos el consuelo que en medio ellas, la promesa de Dios es darnos alivio y prolongar nuestra vida. Y eso será por muy poco tiempo, porque el plan de rescate ya está a las puertas.
Hoy consolémonos con la promesa de su compañía y preparemos nuestras vidas para olvidarnos por siempre del dolor. Y a través de esta cita de Elena de White, reafirmemos nuestro compromiso de soportar todo y prepararnos para el consuelo final: “Hay vida más allá. La eternidad existe. Es una vida de felicidad. La muerte no puede entrar allá. No habrá miasmas contaminantes allá. No habrá ni enfermedad, ni dolor ni pesar. ¿No quisieran estar allá? Las calles están pavimentadas con oro y podrán ver al Rey en su hermosura. Yo quiero estar allá. Quiero ver al Rey en su majestad. No induzcamos a la gente a creer que pueden ir allá llevando sus pecados. Sus caracteres tienen que cambiar aquí. Tenemos que aprender a entonar los himnos de la redención aquí si alguna vez los hemos de entonar en el cielo. Entonemos alabanzas a la bondad de Dios. Hablemos de su poder”.[1]
¡Amén!
Pr. Joe Saavedra
Desde mi rincón de poder y un poquito antes del retorno de Cristo…
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[1] Sermón, Manuscrito 20, del 25 de noviembre de 1888