¿DOCTRINA O AMOR?

“En esto consiste el amor: en que pongamos en práctica sus mandamientos. Y éste es el mandamiento: que vivan en este amor, tal como ustedes lo han escuchado desde el principio” (2 Juan 6 NVI)[1]

Durante las últimas semanas estuve viendo y escuchando a varios predicadores carismáticos que exponían un tema central de la fe cristiana: el amor a Dios y por consecuencia, el amor a nuestros semejantes. Considero que varios de ellos tienen buenas intenciones, por ejemplo, evitar que el cristianismo desvirtúe su propio nombre siguiendo dogmas antes que a Cristo; quizás a otros, les faltó un poco de tiempo para completar las ideas y no me cabe duda de que algunos, están siendo utilizados por el Engañador para dividir a la iglesia.

Esta corriente, sobre la primacía del amor de Cristo, que apareció hace más de tres décadas atrás y que se actualizó durante los últimos años, sería totalmente una ola de bendición para los cristianos, sino fuera que deja dudas sobre el papel de las creencias bíblicas o que detrás de esas exposiciones se esconde la intensión de empujar a los creyentes al laberinto de un falso cristianismo, “light”, ligero, sin reglas ni parámetros de protección.

Cuando hablo de un cristianismo ligero, me refiero a ese que presenta a “un Jesús” que te ama por encima de todo, que te perdona todo y te acepta, no importa lo que hagas, pienses o como vives. Este cristianismo, acaso sin querer o adrede, está tomando los púlpitos elevando el amor a Jesús, trayendo confusión entre lo que es “doctrina”, “creencia” y “credo”, y de forma solapada minando la confianza en las verdades de la Biblia. Las consecuencias de esta renovada corriente son creyentes que van perdiendo la necesidad de congregarse o participar en las prácticas eclesiásticas, asimismo empiezan a dudar del llamado profético de la iglesia y sus creencias, porque piensan que son doctrinas de hombres y el amor está por encima de eso. Por lo tanto, en este artículo, intento responder esta pregunta ¿qué es más importante, la doctrina o el amor?

Dios es amor, no hay duda de eso. El máximo exponente de esa verdad es Juan, el “discípulo amado” o el “apóstol del amor”, que escribe esta máxima: “El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor”.[2] Además asegura: “Dios permanece entre nosotros, y entre nosotros su amor se ha manifestado plenamente”.[3] Entonces, es seguro e indudable que Dios ama, y ese amor llama, persuade y acepta a sus hijos en cualquier condición, es decir su amor es incondicional, se eleva sobre cualquier norma y conjunto de reglas. Pero allí no acaba todo, hay algo más, y ese “algo más”, tiene que ver con la correspondencia al amor sublime que Dios muestra y que el mismo Juan se encarga de explicar: “En cambio, el amor de Dios se manifiesta plenamente en la vida del que obedece su palabra. De este modo sabemos que estamos unidos a él”.[4]

El amor correspondido de Dios conlleva a obedecer los consejos de la Biblia, y estos direccionan a un cambio de vida, a salir y alejarse del camino pecaminoso y enrumbar hacia un crecimiento que intente igualar la “estatura de Cristo”, por eso Jesús le dijo a una mujer descubierta en adulterio: “…—Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar”.[5] ¿Jesús perdonó y aceptó a la mujer adúltera?, ¡sí!, ¿Jesús antepone el amor a todo?, ¡sí! Pero después del abrazo de Jesús, hay una vida de transformación, no por méritos humanos, ni por reglas rígidas o credos amedrentadores, sino por la influencia del Espíritu Santo y el camino a transitar que pone La Biblia a los pies del creyente. Todo cristiano tiene un “antes” y un “después”, el amor de Jesús no se queda solo en el “antes”, persuade a dejarlo y tener un “después” por su Gracia y la influencia de la Biblia porque “la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo».[6]

Justamente, el último verso en el anterior párrafo es la pista adecuada para la respuesta final a la pregunta en cuestión: ¿qué es más importante, la doctrina o el amor? Definitivamente el amor de Dios es supremo, no hay mente que lo pueda entender, pero ese amor te lleva a las Escrituras, donde encontramos los pasos y acciones para una vida segura. Jesús mismo lo dijo: “Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos”.[7] Un mandamiento es una norma de conducta o “un requisito u orden verbal o escrita”,[8] para una vida que le agrada a Dios. Los diez mandamientos son considerados principios éticos, la misma Biblia es considerada un compendio ético por excelencia, es decir, las Escrituras nos muestra la manera de como los cristianos deben vivir y comportarse, de esa forma corresponden al amor de Dios.

En esta parte es oportuno definir de forma rápida los términos “doctrina”, “creencia” y “credo”. Doctrina en forma general es una “enseñanza o creencia religiosa que es enseñada y sostenida dentro de una comunidad religiosa particular”.[9] Creencia “es la convicción específica de la verdad”,[10] y credo es “una promesa formal de lealtad a un conjunto de declaraciones doctrinales sobre Dios y su relación con su creación. La palabra ‘credo’ proviene del latín credo, que significa ‘creer’”.[11]

Si tomamos las definiciones mencionadas, podemos decir que la iglesia de Dios tiene doctrina, creencia y credo, porque tiene enseñanzas, convicción de la verdad y porque es leal a un conjunto de creencias que se fundamentan en la Biblia, que separan lo falso de lo verdadero, porque “creencia” en el Nuevo Testamento también se refiere “al cuerpo particular de enseñanzas que señalan los límites entre lo auténticamente cristiano y lo que aún es pagano”.[12] Por lo tanto, todo que se aleje de la sana enseñanza bíblica no corresponde al amor transformador de Dios

Elena de White, a propósito de lo anterior escribe: “Cuando se estudie, comprenda y obedezca la Palabra de Dios, una luz brillante se reflejará al mundo; nuevas verdades, recibidas y obedecidas, nos unirán a Jesús con poderosos vínculos. La Biblia y sólo la Biblia, ha de ser nuestro credo, el único vínculo de unión. Todos los que se inclinen ante esta Santa Palabra, estarán en armonía. Nuestros propios puntos de vista y nuestras ideas no deben dominar nuestros esfuerzos. El hombre es falible, pero la Palabra de Dios es infalible. En vez de discutir uno con otro, exalten los hombres al Señor. Hagamos frente a toda oposición como lo hizo nuestro Maestro, diciendo: ‘Escrito está’. Levantemos el estandarte en el cual diga: La Biblia, nuestra norma de fe y disciplina”.[13] 

Sin embargo, nuestras creencias, basadas en las Escrituras, están sujetas a estudio, revisión y cambios, pero esa sujeción de ninguna manera inhabilita su eficacia y el papel direccionador en la fe y conducta del cristiano, porque la “Biblia es nuestro credo. Rechazamos cualquier cosa en la forma de un credo humano. Tomamos la Biblia y los dones del Espíritu, abrazando la fe que de ese modo el Señor nos enseñará de tiempo en tiempo. Y con esto adoptamos una posición en contra de la formación de un credo. En lo que estamos haciendo, no estamos dando un paso en el sentido de llegar a ser Babilonia”.[14]

Finalmente, ¿qué es más importante, la doctrina o el amor? La respuesta es clara. El amor de Cristo es preeminente, cumple una función salvífica pero también transformadora, por lo tanto, el amor es la plataforma que sostiene una vida que va en sintonía con los principios de la Palabra de Dios. No hay amor verdadero, sin compromiso, sin cambio de actitud. La sana doctrina, esa que se extrae de la Biblia, de ninguna manera trae división, lo que divide es la doctrina humana, ese tipo de enseñanza que no presenta la verdad en su totalidad, esa de “medias verdades”, esa por ejemplo que pregona, que el amor de Dios está por encima de todo y desdeña las indicaciones de la Palabra de Dios.

He logrado entender que el problema no es la doctrina, sino el corazón no convertido, o un falso encuentro con Dios, o lo que yo llamo los “encuentros cristianos románticos”, donde se goza de los derechos y se olvida de los deberes, porque el que se encuentra con el amor de Dios, acepta el llamado a obedecerle, puesto que «el amor es el cumplimiento de la ley». [15] Por lo expuesto, termino este modesto artículo con el texto bíblico que empecé: “En esto consiste el amor: en que pongamos en práctica sus mandamientos. Y éste es el mandamiento: que vivan en este amor, tal como ustedes lo han escuchado desde el principio”.//////////.

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[1]La versión bíblica que se utiliza en este artículo es la Nueva Versión Internacional (NVI) a menos que se indique otra.

[2] 1 Juan 4:8

[3] 1 Juan 4:12

[4] 1 Juan 2:5

[5] Juan 8:11

[6] Romanos 10:17 (Biblia de Las Américas, BLA)

[7] Juan 14:15

[8] Jeremiah Unterman, «commandment», ed. Mark Allan Powell, The HarperCollins Bible Dictionary (Revised and Updated) (New York: HarperCollins, 2011), 143.

[9] Pablo A. Deiros, «Prefacio a la Edición Electrónica», Diccionario Hispano-Americano de la misión (Bellingham, WA: Logos Research Systems, 2006).

[10] Richard S. Taylor, «CREENCIA», ed. J. Kenneth Grider, Willard H. Taylor, y Edgar R. Conzález, trans. Eduardo Aparicio, José Pacheco, y Christian Sarmiento, Diccionario Teológico Beacon (Lenexa, KS: Casa Nazarena de Publicaciones, 2009), 169.

[11] Frank M. Hasel, «Creeds and Confessions», ed. John D. Barry y Lazarus Wentz, Diccionario Bíblico Lexham (Bellingham, WA: Lexham Press, 2014).

[12] Richard S. Taylor, «CREENCIA», ed. J. Kenneth Grider, Willard H. Taylor, y Edgar R. Conzález

[13] Elena G. de White, El Cristo triunfante, 72.

[14] Elena G. de White, Mujer de visión, 85

[15] Romanos 13:10

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