DETENTE

“Escucha, Job: detente y medita en los admirables milagros de Dios” (Job 37:14 NBV)

Con frecuencia es inevitable escapar de la vida frenética de las grandes ciudades. Cuantas veces nos descubrimos corriendo detrás del Metro, o con un vaso de chocolate caliente en la mano, intentando no quemarnos ni derramarlo mientras abrimos la puerta del coche. El tráfico, las multitudes caminando apresuradas en distintas direcciones y las actividades que no se detienen, parecen que nos convencen de que cuanto más agitados estemos más éxito tendremos.

Esa efervescente forma de vivir la vida también ha influenciado el aprendizaje. Es común aceptar que para aprender algo nuevo, tenemos que practicar, practicar y practicar, sin parar, porque estamos convencidos que «la práctica hace la perfección».

Sin embargo, varios estudios científicos han señalado que la práctica incesante puede no ser la forma más eficiente de aprender una nueva habilidad: el cerebro necesita descansos para consolidar el conocimiento recién adquirido y transformarlo de un recuerdo transitorio a un recuerdo duradero.

Uno de los hallazgos más recientes es que los breves descansos intercalados con la actividad conducen a grandes ganancias de aprendizaje: el cerebro aprovecha estos descansos para realizar una «repetición» mental súper rápida de lo que acaba de aprender, reforzando la habilidad recién adquirida.

Un estudio de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de EE.UU. publicado en 2021 en la revista Cell Reports., descubrió que, durante las pausas, el cerebro repite una versión 50 veces más rápida de los últimas lecciones o prácticas realizadas, una y otra vez, lo que refuerza la conexión de neuronas en las áreas asociadas a esa nueva memoria. Asimismo, al estudiar y usar pruebas de magnetoencefalografía con unos 33 voluntarios que por 10 segundos debían de repetir constantemente una determinada lección y luego descansar 10 segundos, notaron que tras los breves intervalos, los voluntarios mejoraban la velocidad y precisión de aprendizaje, por las rápidas «repeticiones» que el cerebro hacía de lo que acababa de aprender, mientras descansaba.

Esto nos revela una lección que no podemos ignorar, si queremos aprender más eficazmente: cuando empecemos a aprender una nueva técnica o lección, evitemos practicar hasta el agotamiento, es mejor tomar descansos. Porque la perfección llegará más rápido si se le da tiempo al cerebro para consolidar (el aprendizaje) en lugar de practicar sin cesar hasta colapsar.

Con razón, la Biblia, libro revelado por nuestro Creador, nos cuenta la intensa vida de Job: que, por situaciones particulares, corría sin freno entre sus problemas y temores. Quizá pensaba que, moviéndose, de un lado a otro, buscando soluciones y respuestas, hallaría descanso y una vida exitosa.

Dios tuvo que poner la mano abierta frente a Job y decirle: “Detente, respira, quédate en silencio un momento y escucharás de donde vienen los milagros que necesitas”. El hombre tuvo que parar, sentarse, escuchar los latidos de su corazón y en silencio oír la voz de Dios con las indicaciones más precisas para su vida. Con razón al final del libro que lleva su nombre, Job en una de sus acostumbradas “paradas” de vida le dijo a Dios: “Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti”.[1] Había aprendido a “parar”, a desconectarse de todo ruido por algunos momentos, a escuchar la voz de Dios sin interrupciones y conocer el camino de una vida plena.

Mi apreciado(a) compañero(a) de fe, quizá nosotros también debemos seguir la dirección de Job: Un camino con “paradas”, donde el silencio y el oído presto a escuchar la voz de Dios eran lo más importante. Al detenerte, preparas y fortaleces tu mente para un mejor aprendizaje, además, lo más importante, podrás escuchar nítidamente las indicaciones que te lleven en la dirección de los milagros que necesitas para tu vida. ¿Qué piensas?, ¿qué decides?////////////.

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[1]Job 42:1,2

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