DEJEMOS DE MURMURAR

“Comenzaron entonces a murmurar en contra de Moisés, y preguntaban: «¿Qué vamos a beber?»” (Éxodo 15:24 NVI)

Si hubo un pueblo que recibió favores abundantes, observó hechos extraordinarios y fue librado de cruentos peligros, fue el pueblo de Israel. Ningún otro pueblo tuvo las preferencias   que la gente hebrea. Sin embargo fue un pueblo que jamás se conformó con alguna bendición, ejercieron poca paciencia y se acostumbraron a murmurar deseos de mal.  Un ejemplo de lo afirmado, lo encontramos en la experiencia de Israel frente al Mar Rojo y con el ejército egipcio a sus espaldas queriendo arrancar sus vidas. La historia cuenta que los hebreos lograron salir de Egipto, y cuando parecía que nada los detenía se encontraron con turbulentas aguas de un mar que les impedía el paso. Mientras trataban de buscar una solución, entraron en pánico al escuchar los gritos de guerra del ejército egipcio que llegaba por sus espaldas. Allí  fue el inició de una vida de murmuraciones y reclamos: “Entonces le reclamaron a Moisés: —¿Acaso no había sepulcros en Egipto, que nos sacaste de allá para morir en el desierto? ¿Qué has hecho con nosotros? ¿Para qué nos sacaste de Egipto? Ya en Egipto te decíamos: “¡Déjanos en paz! ¡Preferimos servir a los egipcios!”¡Mejor nos hubiera sido servir a los egipcios que morir en el desierto!”.[1]

Ese pueblo ya conocía el poder de Dios manifestado en las plagas que remecieron Egipto, pero ellos frente a las dificultades en vez de confiar en ese Dios poderoso, se echaban a reclamar y ver todo en forma negativa. Quizás hasta ese momento se podría entender las murmuraciones del pueblo de Israel, estaban asustados, realmente el Mar Rojo era una barrera imposible de sortear y al ver ese ejército furioso pensaron que nada ya los libraba, pero al ver que sucedió después, nada justificaba su desconfianza en Dios. Narra el capítulo catorce de Éxodo, que Dios se manifestó como nunca antes, detuvo al ejército egipcio al ponerse como barrera para que los soldados egipcios no alcanzaran a los hebreos y con poder asombroso, desplegado como nunca antes, abrió el mar en dos y su pueblo pudo pasar en seco.

Dice la parte final del capítulo en mención, que los Israelita vieron a sus espaldas los cadáveres del ejército regados en la orilla del mar. Para mi ese hecho no es un simple milagro sino un “milagraso”, o un milagro de milagros, y pienso que ese suceso fue mostrado para que ese pueblo finalmente confiara en la mano protectora de Dios y en Su providencia a ellos. Sin embargo no fue así, con asombro se puede ver que ese pueblo no se conformaba con nada, porque unos kilómetros más adelante se encontraron con un riachuelo que fue su esperanza para calmar su sed, pero cuando trataron de beberla no pudieron porque era amarga. En ese lugar, en vez de recordar las hazañas de Dios, especialmente como los libró del Mar Rojo y del ejército egipcio, y tranquilizarse, otra vez “comenzaron… a murmurar en contra de Moisés, y preguntaban: «¿Qué vamos a beber?»”. Si Dios los había librado de peores dificultades, ¿acaso no podía solucionarles ese pequeño impase?, ¡claro que sí!, pero ese pueblo tenía el hábito de murmurar y olvidarse del poder de Dios manifestado en sus vidas.

Mi amigo (a), ¿podrías recordar las hazañas que Dios ha hecho en tu vida?, tengo la certeza que tú y yo hemos visto las manifestaciones del  poder de lo alto, por eso nuestra vida debería ser de constante agradecimiento y reconocimiento a nuestro Dios Sustentador. No murmuremos contra Dios, no vivamos en desconfianza. Una vida apoyada en pretextos y culpables, es una vida que caerá pronto. En medio de las pruebas repitamos con júbilo como Moisés: “El SEÑOR es mi fuerza y mi cántico; él es mi salvación. Él es mi Dios, y lo alabaré; es el Dios de mi padre, y lo enalteceré”.[2]

Pr. Joe Saavedra

Desde la línea de batalla  y un poquito antes del retorno de Cristo…

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[1]  Éxodo 14:11-12 NVI

[2] Éxodo 15:2 NVI

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