¿CUÁNTA FE NOS QUEDA?
Él, en cambio, conoce mis caminos; si me pusiera a prueba, saldría yo puro como el oro” (Job 23:10 NVI)

En agosto pasado, los mercados del oro registraron su máximo precio histórico al superar los US$2.000 por onza. Este metal precioso tiene una gran demanda como inversión, es símbolo de estatus, riqueza y un componente clave en muchos productos electrónicos. No obstante, muy a parte de su relevante importancia en el mundo, es valedera la incógnita que cuestiona la disponibilidad del metal precioso y cuan cerca estamos de que se agoten sus reservas en la Tierra. Porque al ser un recurso finito, eventualmente llegará una etapa en la que no quedará nada por explotar.
Los expertos hablan sobre el concepto de nivel máximo o pico, que tiene lugar cuando hemos extraído la mayor cantidad posible en un año. Algunos creen que es posible que ya hayamos llegado a ese punto. La producción de las minas de oro totalizó 3.531 toneladas en 2019, un 1% menos que en 2018, según el Consejo Mundial del Oro. Esta es la primera disminución anual de la producción desde 2008.
Aun con toda la información previa, la pregunta básica todavía requiere respuesta: ¿Cuánto oro queda?

Para tratar de dar una respuesta acertada, debemos conocer como las empresas mineras estiman el volumen de oro que permanece en el suelo, y la hacen de dos formas:
- Reservas: oro que es económicamente viable extraer al precio de su cotización.
- Recursos: oro que se volverá económicamente viable después de una investigación adicional, o a un nivel de precios más alto.
El volumen de las reservas de oro se puede calcular con mayor precisión que los recursos, aunque todavía no es una tarea fácil. Entonces, el stock subterráneo de reservas de oro se estima actualmente en alrededor de 50.000 toneladas, según el Servicio Geológico de Estados Unidos.
Esto significa, en base a estas cifras aproximadas del oro ya extraído, que todavía queda alrededor del 20% por explotar. Esto quiere decir, que este metal precioso se está acabando, y los que la poseen serán sumamente ricos y afortunados.
Aplicando este análisis a la experiencia cristiana, estas dos preguntas también son válidas: ¿Cuánta fe queda en el mundo? ¿Cuánta fe nos queda? En este contexto, resalto a la fe como esa “actitud de confianza, convicción y entrega a un ser divino o a una enseñanza religiosa. Tiene que ver con la orientación de la persona total, que puede involucrar también las creencias de una religión, pero que básicamente se expresa como confianza o lealtad”.[1]
Sin embargo, apreciado(a) lector(a), quizá puedas estar cuestionando la relación “fe = oro”, pero no te sorprendan que en la Biblia, esa virtud como prueba de lealtad y compromiso con Dios es ilustrada a través de este metal precioso. Por ejemplo Job, en el texto que elegimos para la meditación de hoy, relaciona su fe con el oro puro. Por su parte, el apóstol Pedro, también ilustra la fe incondicional con el metal precioso.
Por todo lo mencionado, una vez más cuestiono: ¿Cuánta fe queda en el mundo? ¿Cuánta fe nos queda? Porque es innegable que vivimos tiempos muy complicados. La moral está trastocada, la solidez familiar resquebrajada, la cordura humana alterada y por estos tiempos, la buena salud amenazada.
Los expertos en salud emocional mencionan que la repetición de hechos o actividades sean estos agradables o dolorosos, llegan a ser considerados como parte natural de la vida, por ende la resistencia y la resignación aumentan. Por su lado los sociólogos, comulgan que es éticamente correcto cuando se actúa de acuerdo a lo que dicta la costumbre o cuando se decide en base a lo que la mayoría cree correcto (la presión de masa). Si es costumbre y la mayoría lo hace, entonces se concluye que estas son las cosas que debemos hacer. Menciono estas ideas, porque es una opción en tu vida y en la mía, que al experimentar dolor, o encontrarnos con situaciones bien complicadas o enfrentarnos a un mundo donde lo malo ya es bueno y lo bueno es considerado malo, pensemos que todo esto es natural y que necesitamos acomodarnos a las circunstancias, sin Dios, sin fe y sin esperanza, porque al final de todo, solo es cuestión de resistencia y adaptación.
El mundo se va quedando sin fe, la humanidad va perdiendo el rastro de su Creador, porque las exigencias y el rigor de estos tiempos malos, están llevando a los hombres a echar mano de una característica nata y peculiar: sobrevivencia. Porque es innegable que por estos tiempos, ante tanto dolor y pecado extremo, hasta los seguidores de Jesús son inducidos y tentados a resignarse y acomodarse. Por lo tanto, mi apreciado(a) compañero(a) de fe, esta pregunta es necesaria: ¿Cuánta fe nos queda?////////.
Pr. Joe Saavedra
Desde mi rincón de poder… un poquito antes del retorno de Jesús…
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[1]Pablo A. Deiros, «Prefacio a la Edición Electrónica», Diccionario Hispano-Americano de la misión (Bellingham, WA: Logos Research Systems, 2006).
