CONSULTA AL SEÑOR
“Los hombres de Israel participaron de las provisiones de los gabaonitas, pero no consultaron al SEÑOR” (Josué 9:14 NVI)
La historia bíblica cuenta que el pueblo de Gabaón al enterarse del avance victorioso del pueblo de Israel, maquinó un plan para engañar al pueblo de Dios, y así salvar sus vidas. Se disfrazaron con ropas viejas y sandalias gastadas, y colocaron panes duros en sus bolsas viejas, para escenificar un grupo de viajeros de un pueblo distante. Esta trama termina con la firma de un tratado de paz entre Israel y Gabaón, aunque “tres días después de haber concluido el tratado con los gabaonitas, los israelitas se enteraron de que eran sus vecinos y vivían en las cercanías”.[1] Qué golpe bajo para Josué y los líderes hebreos, se dieron cuenta que confiar en la inteligencia del hombre es como caminar en tierra movediza, insegura e inestable. Pero confiar en el Señor es transitar en camino firme y seguro. Con razón el texto de hoy menciona que los israelitas se apresuraron a tomar decisiones “pero no consultaron al SEÑOR”.
Lo más doloroso para Josué no fue la mentira de los gabaonitas, sino que su maestro Moisés ya le había enseñado la lección de poner las cosas en las manos de Dios, y no dar un paso sin tener la certeza de la bendición del Señor. Moisés había dicho: “Y al cabo del tiempo, cuando hayas vivido en medio de todas esas angustias y dolores, volverás al SEÑOR tu Dios y escucharás su voz…”.[2] Josué pudo haber evitado la angustia y el dolor que le causó el pueblo de Gabaón si hubiese escuchado la voz del Señor, antes que su propia voz.
El ser humano, se va encontrar frente a situaciones donde debe decidir rápidamente, y ese momento es de vida o muerte, de éxito o fracaso. Sin embargo, muchas veces, obedece ciegamente las órdenes de su experiencia o su inteligencia, e ignora completamente que Dios sabe más y lo controla todo. El rey David se atrevió a escribir sobre la voz de Dios: “La voz del SEÑOR está sobre las aguas; resuena el trueno del Dios de la gloria; el SEÑOR está sobre las aguas impetuosas. La voz del SEÑOR resuena potente; la voz del SEÑOR resuena majestuosa. La voz del SEÑOR desgaja los cedros, desgaja el SEÑOR los cedros del Líbano; hace que el Líbano salte como becerro, y que el Hermón salte cual toro salvaje. La voz del SEÑOR lanza ráfagas de fuego; la voz del SEÑOR sacude al desierto; el SEÑOR sacude al desierto de Cades. La voz del SEÑOR retuerce los robles y deja desnudos los bosques; en su templo todos gritan: «¡Gloria!»”.[3] ¡Cuán bendecidos seríamos si consultáramos a Dios y escucháramos su voz!
Mi amigo (a) ¿tienes que tomar decisiones difíciles?, ¿estás confundido frente a un problemas y no sabes qué hacer?, ¿estás escuchando claramente la voz de tu experiencia o la experiencia de otros?, ¡detente un momento!, apaga todas las voces, quédate en silencio, consulta a Dios y espera su respuesta. Todos nosotros necesitamos quedarnos quietos un momento “para adquirir el conocimiento de la voluntad de Dios. Cada uno de nosotros ha de oír la voz de Dios hablar a su corazón. Cuando toda otra voz calla, y tranquilos en su presencia esperamos, el silencio del alma hace más perceptible la voz de Dios”.[4]
Dónde estés, ahora mismo, consulta a Dios sobre tu dificultad y quédate en silencio, te aseguro que no hay barreras para la voz del Señor porque “se agitan las naciones, se tambalean los reinos; Dios deja oír su voz, y la tierra se derrumba”.[5]
Pr. Joe Saavedra
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…
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