CONSECUENCIAS
“…pero se decían unos a otros: —Sin duda estamos sufriendo las consecuencias de lo que hicimos con nuestro hermano. Aunque vimos su angustia cuando nos suplicaba que le tuviéramos compasión, no le hicimos caso. Por eso ahora nos vemos en aprietos” (Génesis 42:21 NVI)
Existe un principio elemental de vida que dice: “Todo lo que cosechamos es consecuencias de lo que sembramos”. No podemos esperar recibir lo que no merecemos, ni obtener lo que no hemos ganado. Así como es normal esperar lo que ganamos y disfrutar lo que conseguimos. Es muy común escuchar frases así: “Dios me está castigando”, “es injusto esto”, “la vida me tiene bronca”, “soy una víctima de las circunstancias”. Aunque en un millón, uno pueda tener la razón, lo real es que cada uno recibe lo que merece, o cosecha lo que siembra.
Este principio está involucrado en cada acción del ser humano, en el trabajo, en las relaciones familiares, en la salud, en la familia y por sobre todo en nuestra relación con Dios y su santidad. Una persona que come y bebe “lo que sea”, no descansa y pone a un lado los hábitos de una buena salud, no tendría autoridad de vociferar que está siendo castigado cuando se encuentre próximo a la muerte en medio de dolores insoportables. Un padre que descuida a sus hijos, que piensa que comprándoles todo es suficiente y que su ausencia no será percibida, debe prepararse a llorar “lágrimas de sangre”, cuando vea a sus hijos tomando malas decisiones o arruinando su vida. Otra ilustración la tenemos en la experiencia de los hermanos de José.
Estos jóvenes tomaron a su hermano menor, lo lastimaron arrojándole a una cisterna vacía y a pesar de las súplicas lo vendieron como esclavo a unos mercaderes quienes lo llevaron lejos de su casa. Luego regresaron a casa y armaron todo un drama para encubrir sus faltas. No habían entendido que toda acción trae consecuencia, como tirar una piedra al cielo y esperar que caiga con fuerza. Allí en Egipto, en medio de la angustia comenzaron a entender que el golpe que se da, regresa con fuerza.
De la misma forma tenemos que considerar al pecado. No pensemos que nuestras acciones sucias, o el mal que practicamos puede quedar en el olvido, o que con una frase incrédula digamos: “aquí no pasó nada”, ¡no es así!, quizás tu mente sea frágil para olvidar tus acciones malas, o la costumbre de tus actos pecaminosos te hayan vuelto insensible, pero la mente omnipotente de Dios no olvida, y él te dice: “aquí si pasó algo”, y si te has olvidado, te lo va hacer recordar. Él mismo afirma en su Palabra: “Pero si se niegan, estarán pecando contra el SEÑOR. Y pueden estar seguros de que no escaparán de su pecado”, [1] la versión Reina Valera 1960 traduce este mismo versículo, resaltando el asunto de las consecuencias: “Mas si así no lo hacéis, he aquí habréis pecado ante Jehová; y sabed que vuestro pecado os alcanzará”. ¡Todo lo que hacemos hoy nos va alcanzar mañana!.
Elena de White dice: “El amor a Dios nunca debe inducirnos a empequeñecer el pecado; nunca debe encubrir ni excusar un mal inconfesado. Acán aprendió demasiado tarde que la ley de Dios, lo mismo que su Autor, es inmutable. Tiene que ver con todos nuestros actos, pensamientos y sentimientos. Nos sigue, y alcanza cada impulso secreto. Al abandonarse al pecado, los hombres llegan a considerar livianamente la ley de Dios. Muchos ocultan las transgresiones de sus semejantes, y se consuelan diciéndose que Dios no será estricto para señalar la iniquidad. Pero su ley es la gran norma de la rectitud, y con ella será comparado todo acto de la vida en ese día cuando Dios traerá toda obra a juicio, y todo acto secreto, sea bueno o malo. La pureza de corazón, producirá pureza de vida. Todas las excusas en favor del pecado son vanas. ¿Quién podrá defender al pecador si Dios da testimonio contra él?”.[2]
Mi amigo (a), cada paso que demos, cada acción emprendida, debería ser hecho con sumo cuidado y en la seguridad de la oración. Hacer las cosas sin pensar, tomar decisiones a la ligera y jugar con el pecado, no son acciones gratuitas, la factura va a llegar con una cuenta altísima, y quizás pagarla no esté a nuestro alcance. Hoy debería ser el momento de parar, de despertar, percibir en la dirección en que estamos yendo y de entender que esa piedra que lanzamos muy lejos, va a caer y quizás sea en nuestra cabeza. Hoy puede ser un día de cambios.
Pr. Joe Saavedra
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…
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