¿COMPASIÓN O LÁSTIMA?
“Tengan compasión de los que dudan; a otros, sálvenlos arrebatándolos del fuego. Compadézcanse de los demás, pero tengan cuidado; aborrezcan hasta la ropa que haya sido contaminada por su cuerpo” (Judas 22–23 NVI)
Ayer un programa de televisión peruana, presentaba el caso de una pareja homosexual que añora casarse en este país. Pedían que así como la corte suprema americana había legislado en favor de los matrimonios homosexuales, colocándoles en iguales condiciones del matrimonio natural, el Perú y toda la región sudamericana debería imitar ese ejemplo de justicia y dejar de discriminarlos. A decir verdad, este discurso se viene escuchando en varias regiones del mundo, y esa es la tendencia de las noticias mundiales referente a los homosexuales, que ellos quieren ser felices, que los tratan mal, que la gente los desprecia por sus decisiones, y que tienen el derecho de ser felices también. La palabra que utilizan y es una de sus favoritas es “discriminación”, para colocarse en el papel de víctimas de una sociedad cruel y exigir justicia. Todo esto me hace formular algunas preguntas: ¿Todo lo que dicen es verdad?, ¿estas son personas discriminadas?, ¿las personas en desacuerdo a las prácticas homosexuales se tornan personas discriminadoras u homofóbicas?, ¿los que defienden a los homosexuales son los buenos y los que se oponen a esas tendencias son los malos?, ¿los homosexuales están bien y el resto que se incomoda con esa forma de vida están mal? Dejemos en claro algunas verdades centrales que van a responder a estas interrogantes.
Primero. Un concepto general de “discriminación” menciona que es “una práctica que resulta de una actitud de prejuicio y que consiste en el trato desigual para los diferentes individuos o grupos de personas, sobre la base de algún atributo, generalmente de carácter categorial, tal como el origen racial, étnico, religioso o de clase”.[1] Y esto debe ser así, no podemos tener un trato desigual con ninguna persona en ninguna circunstancia, la Biblia misma nos exhorta a “amar al prójimo como a uno mismo” y que esta acción “es más importante que todos los holocaustos y sacrificios”,[2] además es considerada dentro del mandamiento más importante. Sin embargo hay que hacer una diferencia trascendental, y es que amar al prójimo no es lo mismo que estar de acuerdo con sus prácticas, ni aceptar sus acciones en desmedro de la voluntad de Dios y sus ordenanzas. Los que somos cristianos, tenemos en las Sagradas Escrituras nuestra regla de fe y comportamiento, y en ella encontramos que las prácticas homosexuales no son del agrado del Señor, y las condena. Asimismo, podemos saber a través de las Escrituras, que el matrimonio que Él diseñó es entre un hombre y una mujer. Pero el Creador al establecer estos parámetros, no deja de amar a los que se salen de ellos, aunque no esté de acuerdo con sus acciones, y esto no lo torna en un Dios discriminador. Quiere decir que nuestra incomodidad y rechazo a la lucha de los homosexuales por querer establecer un nuevo tipo de matrimonio, contrario a la Palabra de Dios, y la voluntad de su Creador, no significa que somos personas crueles y que no podemos amarlos. En síntesis, rechazar toda práctica fuera de la moral y consejo bíblico, y exhortar al que lo hace a renunciar a ella, no es crueldad, ni discriminación, ni mucho menos homofobia, más bien es obediencia a la voluntad del Creador de la sexualidad y el matrimonio.
Segundo. Muchos cristianos son acusados de discriminadores u homofóbicos por no estar de acuerdo a las prácticas y el matrimonio homosexual. Pero como dijimos en el primer punto, amar al que se equivoca no es lo mismo que aceptar lo que hace. Pero a todo esto hay que resaltar las declaraciones oficiales de algunas iglesias cristianas, donde expresan sus convicciones religiosas a la luz de Las Escrituras y eso no los tornan entes de discriminación, sino leales a sus convicciones, porque si el que manifiesta sus convicciones en contra de las prácticas homosexuales es un homofóbico y discriminador, entonces los que practican la homosexualidad, al rechazar a los que manifiestan sus posturas cristianas, también se tornan homofóbicos y discriminadores. Por ejemplo la Iglesia Adventista manifiesta en forma oficial: “… la intimidad sexual es apropiada únicamente dentro de la relación marital de un hombre y una mujer. Ese fue el designio establecido por Dios en la creación. Las Escrituras declaran: ‘Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne’ (Gén. 2:24). Este patrón heterosexual es afirmado a través de todos las Escrituras. La Biblia no da cabida a la actividad o relación homosexual. Los actos sexuales realizados fuera del círculo de un matrimonio heterosexual están prohibidos (Lev. 20:7-21; Rom. 1:24-27; 1 Cor. 6:9-11). Jesucristo reafirmó el propósito de la creación divina cuando dijo: ‘¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne’ (Mat. 19:4-6). Por estas razones los adventistas nos oponemos a las prácticas y relaciones homosexuales”, sin embargo esta declaración también resalta esto: “Los adventistas nos empeñamos en seguir la instrucción y el ejemplo de Jesús. Él afirmó la dignidad de todos los seres humanos y extendió la mano compasivamente a las personas y familias que sufrían las consecuencias del pecado. Él ofreció un ministerio solícito y palabras de consuelo a las personas que luchaban, aunque diferenciaba su amor por los pecadores de sus claras enseñanzas sobre las prácticas pecadoras”. Esta declaración oficial no es discriminatoria, ni homofóbica, sino expresa la voluntad del Creador de la sexualidad y el matrimonio, además, resalta el amor y el trato justo que deben tener todos los seres humanos.
Otra iglesia cristiana más grande, la católica, en su catecismo 2357, expresa su desacuerdo en las prácticas homosexuales, en base a las Escrituras, pero además resaltan en el catecismo 2358 lo siguiente: “Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición”. Es decir, esta religión cristiana no está de acuerdo con las prácticas anti-bíblicas específicamente en el sentido sexual, y eso no lo torna discriminadora, y por otro lado manifiesta su sentido amoroso al exhortar a respetar, compadecerse y tratar con justicia al que se equivoca en ese sentido.
Tercero. No podemos negar que muchas personas que también se sienten afectados en sus convicciones y prácticas, puedan tratar con desprecio a los homosexuales, y en eso no podemos estar de acuerdo, como también no podemos estar de acuerdo en victimizar a los homosexuales, o colocarlos como pobres personas que son maltratadas y con sus derechos pisoteados. Todos tenemos derechos, y todos debemos respetarnos, y el respeto se acaba cuando las acciones perturban las convicciones y el modo de vida que uno elige vivir. Por lo tanto, como cristianos no podemos considerar a las personas homosexuales como víctimas, o pobres personas abusadas, porque esa no es la verdad, debemos tratarlas como personas que necesitan con urgente el amor de Dios. Una cosa es tenerles lástima y otra cosa es tenerles compasión. La primera idea expresa un dolor por una injusticia cometida, victimiza, pero la segunda, tiene que ver con un sentimiento profundo de conmiseración que nace de un amor que siente pena por la vida que lleva el ser amado que inevitablemente lo llevará a la ruina y que necesita con urgencia un remedio para sanarse. El apóstol Judas es preciso para explicar esto: “Tengan compasión de los que dudan; a otros, sálvenlos arrebatándolos del fuego. Compadézcanse de los demás, pero tengan cuidado; aborrezcan hasta la ropa que haya sido contaminada por su cuerpo”. Porque tener compasión es ir en busca del que vive en confusión y no se da cuenta, de hacerle conocer que lo amamos y no queremos que su final sea trágico, pero debemos tener cuidado y expresarle que no podemos aceptar lo que hace, porque va contra la voluntad de Aquel que sabe y quiere lo mejor para nosotros, y esto en ninguna forma es discriminación, sino verdadera compasión.
Mi amigo cristiano (a), frente a las tendencias actuales y los cambios negativos que inevitablemente van a desfigurar el rol de la familia en la sociedad, nosotros no podemos quedarnos impávidos, o cerrarnos a en nuestras casas o en nuestras iglesias pensando que todo va a mejorar, al contrario, vienen momentos de angustia y dolor extremo para aquellos que quieren hacer la voluntad de Dios. Debemos aprovechar los últimos momentos paz y libertad para salir a las calles y mostrar compasión por los que viven en contra la voluntad de su Creador, porque no conocen el amor transformador de Dios. Decir lo que la Biblia expresa, no es discriminación, sino amor verdadero por las personas que nos rodean, porque queremos que ellos sean felices y que hereden las promesas que Dios tiene preparados para ellos también. Dicen Las Escrituras que Jesús al “ver a las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban agobiadas y desamparadas, como ovejas sin pastor”,[3] y ese debe ser el ejemplo que debemos seguir, porque mirar a las personas que no conocen a Jesús, que viven agobiadas, desamparadas y tenerles compasión, es abrirles la puerta de las grandes transformaciones.///
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…
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