CITA CON LA FAMILIA
“Así que Jacob trabajó siete años para poder casarse con Raquel, pero como estaba muy enamorado de ella le pareció poco tiempo” (Génesis 29:20 NVI)
La historia de Jacob contiene episodios interesantes, y los más resaltantes tienen que ver con desdichas, miedos y huidas. Él aprendió que todo lo que se gana con mentiras o malas intenciones no prospera[1], más bien traen consecuencias dolorosas. Jacob tuvo que experimentar varios momentos de angustia y dolor porque fue engañado, cómo él alguna vez lo hizo. Uno de esos momentos duros, tuvo que ver con el amor, cuando se enamoró de una linda señorita llamada Raquel, y tuvo que trabajar siete años para poder estar con ella. Al final de los siete años, cuando fue a reclamar lo que le había costado sacrificio, le entregaron a una mujer otra mujer, porque no había leído la cláusula del contrato que decía que la hermana menor no puede casarse antes que la mayor, y Raquel era menor que Lea su hermana.
La historia cuenta que Jacob, no estaba dispuesto a perder al amor de su vida, así que reclamó a su suegro por la recompensa que él esperaba y la respuesta fue: “trabaja otros siete años”. “Así que Jacob trabajó siete años para poder casarse con Raquel, pero como estaba muy enamorado de ella le pareció poco tiempo”,[2] y no consideró una carga ese esfuerzo, sino lo hizo con alegría. Pasaron algunos años, y el capítulo 32 de Génesis registra que Esaú fue al encuentro de Jacob y su familia. Éste, recordó que huía por miedo a su hermano mayor y que tenían una cuenta que saldar. Y cómo su familia era muy importante y valiosa, una noche antes del encuentro con Esaú, la hizo pasar a un lado del río y él se quedó solo al otro lado, esperando a su hermano. Quiero resaltar el hecho que la familia era muy importante para Jacob y estuvo dispuesto hacer sacrificios por ellos.
Mi amigo(a) ¿Por quién harías sacrificios a quién en la tierra?, lo más seguro es que tu respuesta irá en relación a las personas que más amas, a tu esposo(a), a tus hijos, a tus padres, a tus hermanos, en otras palabras a tu familia. Porque después de la cita con Dios, no debería haber otra cita más importante que el tiempo con tu familia. Y una pregunta vital es: si por tu familia harías cualquier sacrificio, ¿te estás sacrificando de verdad por ellos?, ¿son parte de tu agenda de vida?, ¿hay un tiempo separado para ellos?, ¿tu esposa o tus hijos, saben el momento en que contarán contigo al 100%, sin llamadas telefónicas, ni con medio ojo pegado a las redes sociales o al correo electrónico?. Siento afirmar, que muchas veces le damos a nuestra familia lo que nos sobra de tiempo, si es que nos sobra, y que colocamos al trabajo o a los amigos en el lugar más privilegiado de nuestra agenda.
Un día llegué a casa después de una reunión, ya era tarde y al prender la luz de la sala encontré mi hijo mayor[3], triste y a la vez molesto. Al verme se puso de pie y me hizo una pregunta que me sacudió de pies a cabeza: “papá… ¿cómo hacemos para que nosotros seamos importantes para ti?… porque tú nunca fallas a nadie, suena tu teléfono y sales corriendo… pero cuando te llamo, a veces ni respondes y cuando lo haces solo dices – espera un poco, estoy ocupado – y no te importa fallarnos, como ahora, que hace dos horas teníamos un compromiso de jugar con esos soldaditos que nos compraste y comernos la pizza de mamá”… nunca nadie me había llamado la atención tan firmemente y con la verdad. Todo era importante para mí, me había preocupado por ser responsable y no fallarle a nadie. Tengo la seguridad que muchas personas contaban conmigo, pero mi familia no, porque salir con mi esposa o jugar con mis hijos, no era tan importante, total ellos podían esperar a “mis cosas más importantes”. Mi amigo (a), ¿te está pasando lo mismo?
Esa noche, las cosas cambiaron en mi vida, abrí mi agenda y destiné para mi familia un lugar y un tiempo específico, un tiempo donde ellos pudieran saber que me tenían al 100 %, sin celular, sin llamadas, sin apuros. Un tiempo para revolcarnos en el pasto, jugar a los soldados, al doctor o al carpintero… un tiempo para abrazarlos y decirles que los amo. Dios sabe que “una casa donde reina el amor y se expresa en palabras, miradas y actos es un lugar donde los ángeles se deleitan en manifestar su presencia y en santificar el escenario con rayos luminosos de gloria”.[4] Y un hogar con la presencia de seres celestiales, permanece segura, vigilada y soporta toda prueba.
Por lo tanto, la segunda gran cita es con tu familia, nada debe ser más importante que pasar un tiempo con la gente que amas y te ama, y nunca salgas a cumplir con tus otras citas si no estás en paz con tu esposa e hijos; si eres un joven soltero, no atravieses la puerta sin cerciorarte que estás reconcialiado con tus padres y tus hermanos.
Cada vez que me dirijo a la puerta de salida de mi casa, me doy la vuelta y pregunto a cada uno de los que amo: ¿estoy en paz contigo?… porque me importan y porque no sé si volveré a verlos…
Pr. Joe Saavedra
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…
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