LA FIESTA ES DE LOS VIVOS

“Porque los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada ni esperan nada, pues su memoria cae en el olvido. Sus amores, odios y pasiones llegan a su fin, y nunca más vuelven a tener parte en nada de lo que se hace en esta vida” (Eclesiastés 9:5-6 NVI)

Photo by Daisy Anderson

Mientras regreso a casa me voy encontrando cara a cara con brujas, zombis, cabezas con los ojos salidos y llenos de sangre, vampiros y monstruos. No es una broma, pero la ciudad donde vivo está celebrando una fiesta estadounidense llamada Halloween o «noche de brujas» que cada año gana seguidores en todo el mundo. En esta fiesta las casas son decoradas de formas «terroríficas», los niños salen y prometen «trucos» a los que no les regalen caramelos y jóvenes y adultos se reúnen hasta la madrugada con bebidas y máscaras como parte de los festejos.

Mientras voy mirando como el miedo, el terror y la muerte se van mezclando con la burla, bromas e incredulidad, no me sorprende porque los orígenes de esta celebración se van perdiendo en el tiempo, al mezclarse religión, mucho de paganismo, ignorancia y negocio.

Estas son algunas claves que explican qué hay detrás de la fiesta de los muertos. Las resumí de un artículo que escribí hace 10 años atrás,[1] donde esa celebración ya era frenética como lo es ahora.

¿Halloween?

Las raíces de Halloween no están realmente en Estados Unidos, sino en Reino Unido. Su nombre proviene de una frase inglesa «All Hallows’ Eve», lo que se traduciría como “víspera de todos los santos”.

No obstante, esa fiesta llega al norte de América durante la Gran Hambruna (1845-49) en Irlanda, que en ese entonces formaba parte del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda, más de un millón de personas emigró a Estados Unidos. Pero no se llevaron algunas prendas solamente, sino su historia y tradiciones, y no es coincidencia que las primeras menciones de Halloween en territorio estadounidense aparecieran poco después de ese éxodo.

Ya en suelo americano esa celebración tuvo adiciones cruciales, como la introducción de espantapájaros en las decoraciones: el maíz era un cultivo crucial en la agricultura estadounidense. Hubo otros, como la clásica frase de «trato o truco» de los niños o el uso de las calabazas (la tradición británica era tallar nabos).

Photo by Matheus Bertelli

¿Pero cómo llegó a ser una de las fiestas más populares del mundo?

Samhain

Estudios más recientes establecieron que las hogueras y una celebración de buenas cosechas eran también características del festejo pagano de Samhain, uno de los cuatro festivales anuales que celebraban el inicio de las estaciones.

Este festejo pagano, consistía en prender hogueras como un ritual para «repeler» la brujería y las enfermedades. También se hacían ejercicios de futurología y adivinación: la gente predecía el nombre de los futuros muertos e incluso la fecha en la que morirían.

Esos rituales de adivinación tomaron muchas formas diferentes. Por ejemplo, un repollo extraído del suelo podría dar pistas sobre el trabajo o la personalidad del futuro muerto. También se «leían» las cáscaras de la nuez.

Por otro lado, la comida era un componente importante de las celebraciones y uno de los hábitos más característicos involucraba a los niños que iban de casa en casa cantando rimas o rezando por las almas de los muertos. A cambio, obtenían pasteles que representaban la liberación de un alma del purgatorio.

Mezcla

La Iglesia católica instituyó como una de sus celebraciones el «Día de todos los santos», en honor de los que «gozan de la vida eterna en la presencia de Dios» y que no aparecen en santorales o no se conoce su nombre.

Hasta el siglo XVI, la noche previa a esta celebración se realizaba un servicio de vísperas y de ahí el nombre del festejo.

En el siglo VIII, hubo un punto de inflexión: el papa Gregorio III cambió la fecha original del «Día de todos los santos» del 13 de mayo al 1 de noviembre. No está claro si el movimiento, que también hizo obligatoria la celebración religiosa para todos los católicos, fue un intento de «cristianizar» Samhain. Lo cierto es que ese cambio unió ambas celebraciones y mezcló tradiciones paganas y cristianas.

Quizá hoy, las personas que celebran Halloween ignoran su origen y sintonizan con la mente siniestra detrás de ella. Los muertos no celebran, no ríen, ni se comunican con los vivos, los que gozan son los demonios que toman sus lugares.

Mi apreciado(a) compañero(a) de fe, las celebraciones son de los vivos, no de los muertos, porque ellos “no saben nada ni esperan nada, pues su memoria cae en el olvido. Sus amores, odios y pasiones llegan a su fin, y nunca más vuelven a tener parte en nada de lo que se hace en esta vida”. ¿Qué piensas? ¿Qué decides?////////////.

Ubícame en X (Twitter): https://twitter.com/joesaa o puedes escribirme a jsaavedra@adventista.es


[1]https://escuelabiblica.es/index.php/2013/11/01/los-cristianos-y-la-fiesta-de-halloween/

LA CONDUCTA QUE A DIOS LE AGRADA

“Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él” (Colosenses 3:17 NVI)

Los expertos en conducta humana que estudian la Biblia, mencionan que los 10 mandamientos son en esencia mandados éticos. A la vez, al encontrar a lo largo de sus páginas muchas referencias al comportamiento humano, catalogan a Las Escrituras como un compendio ético por excelencia. Como ejemplo, el versículo que encabeza este artículo y materia de reflexión, es uno de los tantos que colocan a la Biblia en la “repisa” de los libros altamente éticos.  

Cuando nos referimos a ética, en términos generales es el “conjunto de costumbres y normas que dirigen o valoran el comportamiento humano en una comunidad”,[1] pero al hacerlo en el contexto bíblico, son “principios, tanto teóricos como prácticos, para vivir rectamente ante los ojos de Dios. La Escritura provee una dirección detallada con respecto a la conducta de los creyentes…”.[2] En síntesis, cuando hablamos de ética, lo primero que tiene que venir a la mente es la palabra “conducta” o “comportamiento”, por eso no debe de sorprendernos cuando Pablo de forma directa nos dice: “y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús”, porque está resaltando el comportamiento que a Dios le agrada y lleva su Nombre.

La pregunta natural que se formula es: ¿Cuál es la conducta que a Dios le agrada? Para responder esa incógnita, es necesario entender el proceso del comportamiento, que de forma simple podemos resaltar dos pasos: pensar y hacer. Lo primero es la teoría, lo segundo, la práctica. Normalmente los hechos son influenciados por los pensamientos, porque la conducta empieza en la mente, pero se muestra plenamente en acciones. Por lo tanto, la conducta puede ser fácilmente identificada, no es muy difícil para una persona que observa en su contexto ético, “darse cuenta si el comportamiento de la persona observada es correcto o incorrecto. Si las actitudes son correctas, se dice que esa persona tiene una buena conducta; si es incorrecta, entonces se dice que tiene mala conducta”.[3]

Por otro lado, según los expertos en conducta, existen varios tipos, pero tres son los predominantes y pueden ser identificados por las acciones:

  • Conducta agresiva: Trata de satisfacer sus necesidades. Le gusta el sentimiento de poder, pero en el fondo sabe que se está aprovechando de los demás. Repite constantemente que tiene razón, pero oculta un sentimiento de inseguridad y de duda. Suele estar sola, puesto que su conducta aleja a los demás; no obstante, nunca admitirá que necesita amigos. Suele ser enérgica, pero con frecuencia, de una forma destructiva. En realidad, no se gusta a sí misma, por lo tanto, crea un ambiente negativo a su alrededor. Tiene la capacidad de desmoralizar y humillar a los demás. Se le puede reconocer por su típico lenguaje verbal y corporal
  •  Conducta pasiva: No nos dejemos llevar por la primera impresión de la frase, puesto que la pasividad tiene características muy desfavorables para el ser humano que la posee. Los demás se aprovechan fácilmente de la persona con conducta pasiva . Suele tener sentimientos de inseguridad y de inferioridad, que se refuerzan siempre que entra en contacto con una persona agresiva. Está enfadada consigo misma porque sabe que los demás se aprovechan de ella. Es una experta en ocultar sus sentimientos. Es tímida y reservada cuando está con otras personas. No sabe aceptar cumplidos. Se agota y no tiene mucha energía ni entusiasmo para nada. Su actitud acaba irritando a los demás. Absorbe la energía de los demás.
  • Conducta asertiva: Reconocen tantos sus defectos como sus virtudes con facilidad, saben dar cumplimiento fiel a sus promesas, saben cultivar el arte de sentirse bien con ellos mismos, como así también, saben lograr que las demás personas se sientan bien con ellos. Las personas de conducta asertiva son practicantes auténticas de las buenas relaciones humanas; siempre manifiestan un trato cordial, respetuoso y considerado con las demás personas. Casi siempre logran sus metas y objetivos en todo lo que tiene que ver con el sabio y prudente reclamo de sus derechos individuales. Esta conducta es una principal característica de la Inteligencia Emocional, que en simples palabras es el manejo acertado de las emociones, que es parte de la buena y completa salud de una persona.

De estas tres conductas, la Biblia en todas sus páginas éticas, apunta a la tercera. Por lo tanto, en esta parte ya estamos respondiendo a la pregunta que quedó pendiente: ¿Cuál es la conducta que a Dios le agrada?  Definitivamente, nuestro Creador desea que tú y yo tengamos una conducta asertiva, porque una persona que alaba y agradece a Dios en el nombre de Jesús, está en paz con su pasado, solo lo tiene en cuenta para aprender; vive y disfruta su presente, está conforme con lo que tiene y es bendición a los que le rodean; y espera el futuro con esperanza, porque está convencido que el plan que Dios tiene para su vida es mejor y perfecto.

Sin embargo, otra pregunta surge de forma natural: ¿y cómo obtengo esa conducta asertiva que le agrada a Dios? Buena y vital pregunta, que en otro artículo seré más exhaustivo, lo que puedo adelantar ahora, es que la respuesta se encuentra en considerar el proceso de la conducta que mencionamos en un párrafo anterior: pensar y hacer. Es decir, considera donde empieza una conducta, el orden no es de afuera hacia adentro, sino de forma inversa, por eso la Biblia exhorta claramente: “Lo que contamina a una persona no es lo que entra en la boca, sino lo que sale de ella”.[4] Porque una conducta germina en la mente, en la “tierra y el abono” que tiene, cuyos frutos de manifiestan en acciones, en lo que la gente puede percibir.

Por eso mi apreciado(a) compañero(a) de fe, ¿qué tierra y abono estás metiendo a la mente? Te lo digo de forma menos ilustrativa: ¿qué estás oliendo, tocando, viendo, leyendo o escuchando? Todo lo que entra a tu cerebro, prepara y germina una conducta que se manifestará en hechos, en comportamientos que agradan a Dios o  le entristecen. ¿Qué piensas? ¿qué decides?///////////.

Ubícame en X (Twitter): https://twitter.com/joesaa o puedes escribirme a jsaavedra@adventista.es


[1] Núria Lucena Cayuela, ed., Diccionario general de la lengua española Vox (Barcelona: VOX, 1997).

[2] M. H. Manser, Diccionario de temas bíblicos, ed. Guillermo Powell (Bellingham, WA: Software Bíblico Logos, 2012).

[3] Silverio Manuel Bello Valenzuela, Ética Pastoral Para El Ministro de Hoy (Silverio Bello, 2013), 34.

[4] Mateo 15:11 NVI

¿DOCTRINA O AMOR?

“En esto consiste el amor: en que pongamos en práctica sus mandamientos. Y éste es el mandamiento: que vivan en este amor, tal como ustedes lo han escuchado desde el principio” (2 Juan 6 NVI)[1]

Durante las últimas semanas estuve viendo y escuchando a varios predicadores carismáticos que exponían un tema central de la fe cristiana: el amor a Dios y por consecuencia, el amor a nuestros semejantes. Considero que varios de ellos tienen buenas intenciones, por ejemplo, evitar que el cristianismo desvirtúe su propio nombre siguiendo dogmas antes que a Cristo; quizás a otros, les faltó un poco de tiempo para completar las ideas y no me cabe duda de que algunos, están siendo utilizados por el Engañador para dividir a la iglesia.

Esta corriente, sobre la primacía del amor de Cristo, que apareció hace más de tres décadas atrás y que se actualizó durante los últimos años, sería totalmente una ola de bendición para los cristianos, sino fuera que deja dudas sobre el papel de las creencias bíblicas o que detrás de esas exposiciones se esconde la intensión de empujar a los creyentes al laberinto de un falso cristianismo, “light”, ligero, sin reglas ni parámetros de protección.

Cuando hablo de un cristianismo ligero, me refiero a ese que presenta a “un Jesús” que te ama por encima de todo, que te perdona todo y te acepta, no importa lo que hagas, pienses o como vives. Este cristianismo, acaso sin querer o adrede, está tomando los púlpitos elevando el amor a Jesús, trayendo confusión entre lo que es “doctrina”, “creencia” y “credo”, y de forma solapada minando la confianza en las verdades de la Biblia. Las consecuencias de esta renovada corriente son creyentes que van perdiendo la necesidad de congregarse o participar en las prácticas eclesiásticas, asimismo empiezan a dudar del llamado profético de la iglesia y sus creencias, porque piensan que son doctrinas de hombres y el amor está por encima de eso. Por lo tanto, en este artículo, intento responder esta pregunta ¿qué es más importante, la doctrina o el amor?

Dios es amor, no hay duda de eso. El máximo exponente de esa verdad es Juan, el “discípulo amado” o el “apóstol del amor”, que escribe esta máxima: “El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor”.[2] Además asegura: “Dios permanece entre nosotros, y entre nosotros su amor se ha manifestado plenamente”.[3] Entonces, es seguro e indudable que Dios ama, y ese amor llama, persuade y acepta a sus hijos en cualquier condición, es decir su amor es incondicional, se eleva sobre cualquier norma y conjunto de reglas. Pero allí no acaba todo, hay algo más, y ese “algo más”, tiene que ver con la correspondencia al amor sublime que Dios muestra y que el mismo Juan se encarga de explicar: “En cambio, el amor de Dios se manifiesta plenamente en la vida del que obedece su palabra. De este modo sabemos que estamos unidos a él”.[4]

El amor correspondido de Dios conlleva a obedecer los consejos de la Biblia, y estos direccionan a un cambio de vida, a salir y alejarse del camino pecaminoso y enrumbar hacia un crecimiento que intente igualar la “estatura de Cristo”, por eso Jesús le dijo a una mujer descubierta en adulterio: “…—Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar”.[5] ¿Jesús perdonó y aceptó a la mujer adúltera?, ¡sí!, ¿Jesús antepone el amor a todo?, ¡sí! Pero después del abrazo de Jesús, hay una vida de transformación, no por méritos humanos, ni por reglas rígidas o credos amedrentadores, sino por la influencia del Espíritu Santo y el camino a transitar que pone La Biblia a los pies del creyente. Todo cristiano tiene un “antes” y un “después”, el amor de Jesús no se queda solo en el “antes”, persuade a dejarlo y tener un “después” por su Gracia y la influencia de la Biblia porque “la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo».[6]

Justamente, el último verso en el anterior párrafo es la pista adecuada para la respuesta final a la pregunta en cuestión: ¿qué es más importante, la doctrina o el amor? Definitivamente el amor de Dios es supremo, no hay mente que lo pueda entender, pero ese amor te lleva a las Escrituras, donde encontramos los pasos y acciones para una vida segura. Jesús mismo lo dijo: “Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos”.[7] Un mandamiento es una norma de conducta o “un requisito u orden verbal o escrita”,[8] para una vida que le agrada a Dios. Los diez mandamientos son considerados principios éticos, la misma Biblia es considerada un compendio ético por excelencia, es decir, las Escrituras nos muestra la manera de como los cristianos deben vivir y comportarse, de esa forma corresponden al amor de Dios.

En esta parte es oportuno definir de forma rápida los términos “doctrina”, “creencia” y “credo”. Doctrina en forma general es una “enseñanza o creencia religiosa que es enseñada y sostenida dentro de una comunidad religiosa particular”.[9] Creencia “es la convicción específica de la verdad”,[10] y credo es “una promesa formal de lealtad a un conjunto de declaraciones doctrinales sobre Dios y su relación con su creación. La palabra ‘credo’ proviene del latín credo, que significa ‘creer’”.[11]

Si tomamos las definiciones mencionadas, podemos decir que la iglesia de Dios tiene doctrina, creencia y credo, porque tiene enseñanzas, convicción de la verdad y porque es leal a un conjunto de creencias que se fundamentan en la Biblia, que separan lo falso de lo verdadero, porque “creencia” en el Nuevo Testamento también se refiere “al cuerpo particular de enseñanzas que señalan los límites entre lo auténticamente cristiano y lo que aún es pagano”.[12] Por lo tanto, todo que se aleje de la sana enseñanza bíblica no corresponde al amor transformador de Dios

Elena de White, a propósito de lo anterior escribe: “Cuando se estudie, comprenda y obedezca la Palabra de Dios, una luz brillante se reflejará al mundo; nuevas verdades, recibidas y obedecidas, nos unirán a Jesús con poderosos vínculos. La Biblia y sólo la Biblia, ha de ser nuestro credo, el único vínculo de unión. Todos los que se inclinen ante esta Santa Palabra, estarán en armonía. Nuestros propios puntos de vista y nuestras ideas no deben dominar nuestros esfuerzos. El hombre es falible, pero la Palabra de Dios es infalible. En vez de discutir uno con otro, exalten los hombres al Señor. Hagamos frente a toda oposición como lo hizo nuestro Maestro, diciendo: ‘Escrito está’. Levantemos el estandarte en el cual diga: La Biblia, nuestra norma de fe y disciplina”.[13] 

Sin embargo, nuestras creencias, basadas en las Escrituras, están sujetas a estudio, revisión y cambios, pero esa sujeción de ninguna manera inhabilita su eficacia y el papel direccionador en la fe y conducta del cristiano, porque la “Biblia es nuestro credo. Rechazamos cualquier cosa en la forma de un credo humano. Tomamos la Biblia y los dones del Espíritu, abrazando la fe que de ese modo el Señor nos enseñará de tiempo en tiempo. Y con esto adoptamos una posición en contra de la formación de un credo. En lo que estamos haciendo, no estamos dando un paso en el sentido de llegar a ser Babilonia”.[14]

Finalmente, ¿qué es más importante, la doctrina o el amor? La respuesta es clara. El amor de Cristo es preeminente, cumple una función salvífica pero también transformadora, por lo tanto, el amor es la plataforma que sostiene una vida que va en sintonía con los principios de la Palabra de Dios. No hay amor verdadero, sin compromiso, sin cambio de actitud. La sana doctrina, esa que se extrae de la Biblia, de ninguna manera trae división, lo que divide es la doctrina humana, ese tipo de enseñanza que no presenta la verdad en su totalidad, esa de “medias verdades”, esa por ejemplo que pregona, que el amor de Dios está por encima de todo y desdeña las indicaciones de la Palabra de Dios.

He logrado entender que el problema no es la doctrina, sino el corazón no convertido, o un falso encuentro con Dios, o lo que yo llamo los “encuentros cristianos románticos”, donde se goza de los derechos y se olvida de los deberes, porque el que se encuentra con el amor de Dios, acepta el llamado a obedecerle, puesto que «el amor es el cumplimiento de la ley». [15] Por lo expuesto, termino este modesto artículo con el texto bíblico que empecé: “En esto consiste el amor: en que pongamos en práctica sus mandamientos. Y éste es el mandamiento: que vivan en este amor, tal como ustedes lo han escuchado desde el principio”.//////////.

Ubícame en Twitter: https://twitter.com/joesaa o puedes escribirme a jsaavedra@adventista.es


[1]La versión bíblica que se utiliza en este artículo es la Nueva Versión Internacional (NVI) a menos que se indique otra.

[2] 1 Juan 4:8

[3] 1 Juan 4:12

[4] 1 Juan 2:5

[5] Juan 8:11

[6] Romanos 10:17 (Biblia de Las Américas, BLA)

[7] Juan 14:15

[8] Jeremiah Unterman, «commandment», ed. Mark Allan Powell, The HarperCollins Bible Dictionary (Revised and Updated) (New York: HarperCollins, 2011), 143.

[9] Pablo A. Deiros, «Prefacio a la Edición Electrónica», Diccionario Hispano-Americano de la misión (Bellingham, WA: Logos Research Systems, 2006).

[10] Richard S. Taylor, «CREENCIA», ed. J. Kenneth Grider, Willard H. Taylor, y Edgar R. Conzález, trans. Eduardo Aparicio, José Pacheco, y Christian Sarmiento, Diccionario Teológico Beacon (Lenexa, KS: Casa Nazarena de Publicaciones, 2009), 169.

[11] Frank M. Hasel, «Creeds and Confessions», ed. John D. Barry y Lazarus Wentz, Diccionario Bíblico Lexham (Bellingham, WA: Lexham Press, 2014).

[12] Richard S. Taylor, «CREENCIA», ed. J. Kenneth Grider, Willard H. Taylor, y Edgar R. Conzález

[13] Elena G. de White, El Cristo triunfante, 72.

[14] Elena G. de White, Mujer de visión, 85

[15] Romanos 13:10

SALVAVIDAS

“No es bueno que el hombre esté solo. Le voy a hacer una compañera que sea de ayuda para él en todas sus necesidades” (Génesis 2:18 NBV)

El 8 de marzo es una fecha que va ganando importancia en muchas partes del mundo. Se conmemora el Día Internacional de la Mujer, formalizado por Naciones Unidas en 1975. Si bien es cierto, que esa celebración tiene sus raíces en Occidente con el movimiento obrero de mediados del siglo XIX, en un momento de gran expansión y turbulencias en el mundo industrializado, en el que la mujer comenzó a alzar cada vez más su voz, no pretendo indagar sus orígenes, sino aprovechar el momento para resaltar escuetamente lo que dice la Biblia sobre las razones de su creación y sus particularidades.

Génesis 2:18 es un buen punto de inicio. Diversas versiones de la Biblia presentan a la mujer como “ayuda idónea” o “ayuda ideal”, no obstante, la frase original hebrea “ēzer k negd” podría traducirse de una mejor manera, por eso elegí la versión Nueva Biblia Viva (NBV) para el texto del encabezado, porque quizá se acerca asertivamente a su significado.

Este texto ha desencadenado dos posturas: (1) La primera, entiende que Génesis 2–3 como la descripción del varón en una posición de autoridad sobre la mujer—con la mujer consecuentemente subordinada al varón, en un nivel un poco inferior, como un simple complemento, un aditivo de menos valor. No obstante, un estudio serio y exegéticamente correcto, no avala esa subordinación, más bien es consecuencia del pecado según Génesis 3:16.

(2) La segunda postura, sostiene que Génesis 1–3 representa consistentemente la unidad de un varón y una mujer como compañeros con el sentido de socios igualitarios. Este concepto pone énfasis en la total igualdad de los hombres y las mujeres en sentido de valor e importancia, capaces de hacer las mismas cosas, pero considerando roles diferentes que los complementen. Considera la dominación masculina como una maldición y como el resultado de la caída (Génesis 3:16), que fue revertida en Cristo (Gálatas 3:13).

La iglesia se inclina por la segunda postura, no solo por la abundante base bíblica, sino porque la frase original hebrea “ēzer k negd”, traducida comúnmente como “ayuda idónea”, indica que el próximo ayudante (la mujer) debía ser de naturaleza similar al hombre mismo, correspondiendo a manera de complemento a la “incompletud” de su ser solitario, y en todos los sentidos adaptado para ser su copartícipe y compañero. Todo lo que la naturaleza de Adán exigía para completarse, física, intelectual y socialmente, debía ser incluido en este alter ego (del latín: segundo yo) que pronto estaría a su lado. Así, en la necesidad del hombre, y en el poder de la mujer para satisfacer esa necesidad, se establece el fundamento de la institución divina del matrimonio, que luego fue prescrita no solo para la primera pareja, sino para toda su posteridad.[1]

Esa “ayuda” es opuesta al hombre, pero correspondiente a él.[2] Asimismo, ese término nunca se usó en el Antiguo Testamento como un subordinado, pero se usa frecuentemente para describir a Dios como ayudador de las personas,[3] en el contexto de que su intervención es vital e irreemplazable. Entonces, otra buena traducción podría ser: “salvavidas”. Es decir, el hombre, los hijos, la sociedad y la iglesia, necesitan de la intervención de la mujer para que puedan sobrevivir a las “tormentas” de la vida.

Por lo tanto, puedo descubrir 4 razones para la creación de la mujer: (1) Hacer una sociedad exitosa con el varón. Tanto él y ella, complementan sus dones y habilidades para mejorar y alcanzar los objetivos que se propongan.

(2) Para dicha de su compañero y los que le rodean. Mostrando que, sin su presencia, la felicidad no es completa, ni la sensibilidad logra su máximo nivel.

(3) Para sobrevivencia humana. Dios da la vida, y escogió a la mujer para que sea su agente creador, preparándola para esa misión. Un privilegio, que el hombre no recibió.

(4) Para salvación. Génesis 3:15, es la primera referencia de un Salvador que venía a derrotar las obras del pecado. Ese salvador venía a través de la “mujer”. Por eso, no dudo que la mejor traducción de “ēzer k negd” es “salvavidas”.

Mi compañero(a) de fe, la Biblia resalta la importancia vital de la mujer en el éxito de una nación, de una familia y de la iglesia. Es el salvavidas que necesita un hogar, un grupo de creyentes y la sociedad que va naufragando en la tempestad de una realidad sin valores, sin rumbo y sin esperanza. ¿Tienes una mujer al lado? ¿tu madre, tu esposa, tu hija, tu compañera de trabajo, tu jefa, tu vecina? Recuérdale cuánto vale, su papel trascendente y la responsabilidad que lleva. Sin embargo, por encima de todo, valórala, cuídala y ora por ella todos los días. ¿Qué piensas?… ¿qué decides?///////////.

Joe Saavedra

Ubícame en Twitter: https://twitter.com/joesaa o puedes escribirme a jsaavedra@adventista.es


[1]H. D. M. Spence-Jones, ed., Genesis, The Pulpit Commentary (London; New York: Funk & Wagnalls Company, 1909), 50.  

[2]Derek Kidner, Genesis: An Introduction and Commentary, vol. 1, Tyndale Old Testament Commentaries (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1967), 70–71.

[3]1.5.Renate Hood, «Mujeres en la Biblia, Aspectos críticos concernientes a», ed. John D. Barry y Lazarus Wentz, Diccionario Bíblico Lexham (Bellingham, WA: Lexham Press, 2014).

NUEVO AÑO EN BLANCO

“Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve” (Salmos 51:7)

Las horas finales de este año conllevan a millones de habitantes de este mundo a preparar distintos rituales y ceremonias para atraer la buena suerte y alejar lo malo del año que se va extinguiendo. Uvas a la medianoche, pasear maletas y baños de florecimiento son algunos ejemplos de las acciones humanas cuyo objetivo es empezar con buen pie el 2023.

Dentro de estos rituales, el vestirse con un color determinado para atraer dinero y abundancia, es bastante común. Por eso no debe sorprender que las tiendas de ropa y accesorios de vestir ofrezcan vestimentas de determinados colores, que rápidamente se agotan.

El amarillo es uno de los más elegidos para celebrar el Año Nuevo. Es el color del Sol, por lo tanto, está relacionado al oro y al cambio, así como a la riqueza. También se le vincula con la alegría y el éxito profesional. En resumidas cuentas, las tradiciones lo asocian con la abundancia, convirtiéndolo en el color más popular.

Por otro lado, otros aseguran que el verde invita al progreso, la estabilidad económica y la serenidad. Este color forma parte del último grito de la moda.

El rojo suele estar asociado al amor, la pasión y la sensualidad, además de llamar la atención del resto de las personas por su fuerte tonalidad. No es raro ver a muchas personas ataviadas con ese color aguardando los primeros minutos del siguiente año.

El dorado puede simbolizar el éxito, el dinero y la felicidad. Este color, además de ser uno de los favoritos para la dulce época, denota triunfo y una amplia riqueza.

Quienes conocen de tradiciones aseguran que el plateado es sinónimo de cambios laborales y amorosos. El magenta está vinculado al crecimiento espiritual.

Sin embargo, cuando abro la Biblia, para buscar y comprobar la dirección correcta de mi vida, ningún color decora el camino de una vida exitosa y bendecida por Dios más que el blanco.

La palabra bíblica original para ese color es “leukós”, que se puede traducir como blanco o radiante. Con razón en el sentido bíblico “el blanco es un color importante, debido en parte a la importancia de la luz, pero aún más a la prominencia del concepto de santidad”.[1] A eso se añade que el blanco es un “símbolo de pureza y regeneración reflejando piedad, y también un símbolo de victoria”.[2]

Entonces, no es un color agorero, a modo de amuleto, lo que marca un camino de éxito y prosperidad, los seguidores de Jesús debemos recordar que la mejor manera de recibir un nuevo año es con una vida blanca y radiante, que nos haga brillar. Esta condición             se logra cuando:

  • Decidimos madurar en la fe. Esto, en el lenguaje bíblico se llama “santificación”. Es decir, crecimiento espiritual. Y crecemos cuando comemos bien, cuando hacemos ejercicios, cuando tenemos un estilo de vida sano. El estudio de la Biblia es el mejor alimento del cristiano, el mejor ejercicio es la testificación y el estilo de vida del buen cristiano, es una experiencia práctica de los principios bíblicos: vivir lo que conocemos.
  • Decidimos limpiar nuestra vida de toda impureza. Esto es, hacerse una evaluación personal con estas dos preguntas: ¿estoy viviendo cómo la Palabra de Dios me enseña?, mi forma de vivir ¿agrada a Dios?
  • Decidimos ser piadosos. Eso es, hacer cada cosa para agradar a Dios. Es ir en pos de Él incondicionalmente.
  • Dejamos que Dios nos conduzca. Porque el camino que Dios elije lleva a la victoria. Porque hay caminos que al hombre le parecen derechos, pero el final es fracaso.

Mi compañero(a) de fe, cuentan los historiadores europeos que Napoleón Bonaparte, el militar, estadista, general republicano durante la Revolución francesa y proclamado emperador de los franceses el 18 de mayo de 1804, vestía siempre a su victorioso ejército con una chaqueta roja. Cuando alguna vez, le consultaron la razón de su afición por el color rojo, el respondió: “que cuando los hieran y empiecen a sangrar, no se den cuenta y sigan peleando”. Parece que en muchas batallas esa táctica le resultó efectiva, porque su ejército peleaba incansablemente hasta la victoria.

De la misma forma, el ejército victorioso de Cristo se viste blanco, y no es un atuendo en particular, sino una vida en crecimiento positivo, que brilla. Una vida en blanco crece, no retrocede. Una vida en blanco perdona, no odia. Una vida en blanco agradece, no reclama. Una vida en blanco bendice, no atropella. Una vida en blanco confía, deja la duda. Una vida en blanco cambia, no se conforma. Una vida en blanco vence, no se rinde.

Que en los minutos finales de este año digamos: “Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve”.[3]/////////.

Feliz nuevo año en blanco… con aprecio

Ubícame en Twitter: https://twitter.com/joesaa o puedes escribirme a jsaavedra@adventista.es


[1]Gerhard Kittel, Gerhard Friedrich, y Geoffrey W. Bromiley, Compendio del diccionario teológico del Nuevo Testamento (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2002), 520.

[2]M. H. Manser, Diccionario de temas bíblicos, ed. Guillermo Powell (Bellingham, WA: Software Bíblico Logos, 2012).

[3]Salmos 51:7