“No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.” (Juan 17.15, RVR60)
En este mismo instante, mientras escribo esto en un rincón quieto de mi casa, millones de personas nerviosas hacen fila en las cajas de los supermercados o en alguna tienda para poder adquirir el regalo de la noche, la bebida o la comida. Es paradójico porque por estas fechas se canta “noche de paz”, pero basta mirar las calles de las grandes ciudades, allí solo hay tensión, apuro y consumismo. Ni que decir, cuando en unas horas empiece el momento del desenfreno de la comida, bebida y regalos. Total, creen muchos, el pesebre está vacío, y el bebé rey estará complacido cuando vea el banquete y la fiesta que en su honor otros lo aprovecharán. Y los que no creen, igual no desean desentonar y se unen a la celebración.
Estuve pensando sobre las celebraciones navideñas, y tres preguntas me hicieron escribir esta reflexión: ¿Qué celebramos los seguidores de Jesús por estas fechas?, ¿qué viene a nuestra cabeza cuando pensamos en navidad?, ¿qué deberíamos hacer en estas fiestas? Elena de White es oportuna con sus respuestas, sin embargo antes de darle la oportunidad, es preciso conocer que es navidad.
La navidad es para muchos cristianos, “la celebración del aniversario del nacimiento de Cristo, que se observa el 25 de diciembre. No hay seguridad en cuanto a cuándo y por qué fue escogida esta fecha. El NT no ofrece fecha alguna por la cual pueda ser determinado el día del nacimiento de Jesús. No parece haber habido interés en el cumpleaños de Jesús hasta los días de Hipólito, obispo de Roma en el s. III, quien escogió el 6 de enero. A mediados del s. IV comenzó a celebrarse el 25 de diciembre, fecha asociada en el mundo greco-romano con las festividades paganas por la terminación del solsticio de invierno y el nacimiento del sol invicto. Así como el día del sol se transformó en domingo (en inglés Sun-day), otros días paganos y ocasiones festivas fueron adoptados para la recordación de eventos cristianos”.[1] Definitivamente el origen de esta celebración es pagana, o una fiesta secular adaptada a un evento cristiano, con razón Elena de White responde con claridad las preguntas formuladas en el párrafo anterior en relación a la navidad:
La fiesta de la Navidad.–“Ya llega la Navidad”, es la nota que resuena por el mundo, del este al oeste y del norte al sur. Para los jóvenes, para los de edad madura y aun para los ancianos, es una ocasión de regocijo general. Pero, ¿qué es la Navidad para que requiera tanta atención?…
Se dice que el 25 de diciembre es el día en que nació Jesucristo, y la observancia de ese día se ha hecho costumbre popular. Sin embargo, no hay seguridad de que estemos guardando el día preciso en que nació nuestro Salvador. La historia no nos da pruebas ciertas de ello. La Biblia no señala la fecha exacta. Si el Señor hubiese considerado tal conocimiento como esencial para nuestra salvación, habría hablado de ello por sus profetas y apóstoles, a fin de dejarnos enterados de todo el asunto. Por lo tanto, el silencio de las Escrituras al respecto nos parece evidencia de que nos fue ocultado con el más sabio de los propósitos.
En su sabiduría, el Señor no reveló el lugar donde había sepultado a Moisés. Le enterró, luego le resucitó y lo llevó al cielo. Obró así en secreto para evitar la idolatría. Aquel contra quien se habían rebelado [los israelitas] mientras estaba en servicio activo, aquel a quien provocaron casi más allá de lo que podía soportar un ser humano, fue casi adorado como Dios después que la muerte lo separó de ellos. Por el mismo motivo Dios ocultó el día preciso en que nació Cristo, a fin de que ese día no recibiese el honor que debía darse a Cristo como Redentor del mundo y el único que debía ser recibido y en quien se debía confiar por ser el único capaz de salvar hasta lo sumo a todos los que se allegan a él. La adoración del alma debe tributarse a Jesús como Hijo del Dios infinito.[2]
Es difícil pasarla por alto.– En vista de que el 25 de diciembre se observa para conmemorar el nacimiento de Cristo, y en vista de que por el precepto y por el ejemplo se ha enseñado a los niños que es en verdad un día de alegría y regocijo, os resultará difícil pasar por alto esa fecha sin dedicarle cierta atención. Es posible valerse de ella con un buen propósito.
Es necesario tratar a los jóvenes con mucho cuidado. No se les debe dejar que en ocasión de Navidad busquen diversión en la vanidad y la búsqueda de placeres, o en pasatiempos que pudieran perjudicar su espiritualidad. Los padres pueden controlar esto dirigiendo la atención y las ofrendas de sus hijos hacia Dios y su causa, y hacia la salvación de las almas.
En vez de ser ahogado y prohibido arbitrariamente, el deseo de divertirse debe ser controlado y dirigido por esfuerzos esmerados de parte de los padres. Su deseo de hacer regalos puede ser desviado por cauces puros y santos a fin de que beneficie a nuestros semejantes al suplir la tesorería con recursos para la grandiosa obra que Cristo vino a hacer en este mundo.[3]
No debe olvidarse a Jesús.– Hermanos y hermanas, mientras estáis pensando en los regalos que queréis ofreceros unos a otros, quisiera haceros acordar de nuestro Amigo celestial, no sea que olvidéis lo que él nos pide. ¿No le agradará nuestra demostración de que no le hemos olvidado? Jesús, el Príncipe de vida, lo dio todo para poner la salvación a nuestro alcance… Hasta sufrió la muerte, para poder darnos la vida eterna.[4]
Es tiempo para honrar a Dios.– El mundo dedica las fiestas a la frivolidad, el despilfarro, la glotonería y la ostentación… En ocasión de las próximas fiestas de Navidad y Año Nuevo se desperdiciarán miles de dólares en placeres inútiles; pero es privilegio nuestro apartarnos de las costumbres y prácticas de esta época de degeneración; y en vez de gastar recursos simplemente para satisfacer el apetito y comprar inútiles adornos o prendas de vestir, podemos hacer de las próximas fiestas una ocasión de honrar y glorificar a Dios.
Cristo debe ser el objeto supremo; pero en la forma en que se ha estado observando la Navidad, la gloria se desvía de él hacia el hombre mortal, cuyo carácter pecaminoso y defectuoso hizo necesario que el Salvador viniese a nuestro mundo. Jesús, la Majestad del cielo, el Rey del cielo, depuso su realeza, dejó su trono de gloria, su alta investidura, y vino a nuestro mundo para traer auxilio divino al hombre caído, debilitado en su fuerza moral y corrompido por el pecado…
Los padres debieran recordar estas cosas a sus hijos e instruirlos, renglón tras renglón, precepto tras precepto, en su obligación para con Dios, no en la que creen tener uno hacia otro, de honrarse y glorificarse mutuamente con regalos.[5]
Mi apreciado(a) compañero(a) de fe, en la oración de Jesús, registrada por Juan, el Salvador fue preciso al decir esto: “No te ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal”. Porque es inevitable para muchos seguidores de Jesús toparse con un arbolito navideño, luces multicolores o un señor bonachón que se ríe con un “jo, jo, jo” repartiendo regalos, pero sí podemos evitar hacer cosas que relajen lo sagrado y nos desvíen del verdadero objetivo navideño, Jesús el Salvador del Mundo.
Que estas fechas nos sirvan para compartir amor entre nosotros, entre las personas que nos rodean y que Jesús sea la esperanza para los que corren buscando un regalo o una fiesta que les proporcione sentido a la vida. Asimismo, estas fechas nos deben motivar para que cada día del año sean navideños, donde a través de nuestro testimonio la gente mire a Jesús y se aferre a sus promesas.
¡Feliz navidad… hoy, mañana, pasado y hasta que Cristo venga!/////////////.
Desde mi rincón de poder… un poquito antes del retorno de Jesús…
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[1]Pablo A. Deiros, «Prefacio a la Edición Electrónica», Diccionario Hispano-Americano de la misión (Bellingham, WA: Logos Research Systems, 2006).
[2]Elena G. de White, El hogar cristiano, Primera edición. (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2009), 434–435.
[3]Ibid.
[4]Elena G. de White, El hogar cristiano, Primera edición, 436–437.
[5]Ibid.