“Desde la planta del pie hasta la coronilla no les queda nada sano: todo en ellos es heridas, moretones, y llagas abiertas, que no les han sido curadas ni vendadas, ni aliviadas con aceite.” (Isaías 1.6, NVI)
¿Te imaginas sintiendo dolor en todo tu cuerpo todos los días?, ¿cómo vivirías si al mínimo roce tu piel se rasgara y se llenara de ampolla?, a esa situación añádele que por dentro de tu cuerpo tu piel también es débil, y que no puedas comer porque tu boca y todo tu esófago están llenos de heridas que te producen mucho dolor al momento de tragar o comer algo. Quizás solo pueda llevarte a imaginar una situación así, pero la descripción que te hice es parte de las consecuencias de una rara enfermedad genética llamada “epidermólisis bullosa (EB)”, que también es conocida como piel de cristal. Esta enfermedad se origina por la falta de una proteína clave para mantener unida la piel, y ese es el mal que padece Sohana Collins, una niña de 11 años, que desde su nacimiento no conoce un día sin que tenga que llorar de dolor a causa de sus heridas.
Sohana tiene una forma particularmente severa de epidermólisis bullosa distrófica recesiva (EBDR), que va empeorando progresivamente. La mayoría de estos pacientes desarrollan cáncer de piel a los 30 años. Prácticamente, ella vive sentada en un sofá con una bufanda gruesa que le cubre toda la cara, y así proteger sus ojos de la luz, porque periódicamente, la EBDR le quita de la córnea la capa protectora de rayos UV, lo que significa que debe permanecer en la oscuridad durante varios días. Cualquier luz le produce un dolor intenso.[1]
Su madre es la que sufre con ella, porque dos veces al día tiene que cambiarle las vendas y curar cada ampolla para evitar que sigan creciendo hasta que se cae una capa grande de piel que le deja un parche sangrante reacio a curarse. «No hay un momento de algún minuto del día en que ella no sienta alguna forma de dolor en alguna parte de su cuerpo», cuenta su madre Sharmila Nikapota, además añade compungida: «Es horrible tener que pincharle la piel cada día y hacerla llorar. Definitivamente es la peor parte de mi día, y la suya también».[2]
Quizás la realidad de Sohana no es más grave que la de nosotros, porque nuestra realidad espiritual es como un cuerpo donde no existe piel sana, todo está herido y podrido, con razón el profeta Isaías dice: “Desde la planta del pie hasta la coronilla no les queda nada sano: todo en ellos es heridas, moretones, y llagas abiertas, que no les han sido curadas ni vendadas, ni aliviadas con aceite”. El apóstol Pablo es más incisivo en su explicación sobre nuestra condición espiritual: “Porque sabemos que la ley es espiritual; pero yo soy carnal, vendido a la sujeción del pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo, pues no practico lo que quiero; al contrario, lo que aborrezco, eso hago… Yo sé que en mí, a saber, en mi carne, no mora el bien. Porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero; sino al contrario, el mal que no quiero, eso practico”.[3] ¡Esa es la verdad!, que sencillo y natural es hacer las cosas mal, todo en nuestro ser nos empuja a rechazar al conducción divina y caminar por nuestros propios medios, tropezando y cayendo, ensuciándonos y deleitándonos en ello. En definitiva, la situación de un hombre que no conoce a Dios es triste, porque su vida es de constante dolor, se hiere y se vuelve a herir en el mismo lugar, pero la vida de un hombre que conoce a Dios pero que lo deja a un lado es aún más lamentable, porque las heridas sangran sin parar, una herida sobre otra, carne contaminada sobre carne infectada.
Sin embargo, la vida de dolor de Sohana ha encontrado un hilo de esperanza, porque ella es uno de los 10 pacientes que están probando una nueva terapia celular en el hospital de Londres Great Ormond Street. Se trata de una infusión de células de médula ósea donadas. La esperanza es que éstas emigren a su piel dañada y estimulen la curación. El profesor John McGrath, jefe del grupo de enfermedades genéticas de la piel del King’s College de Londres, es quien dirige el proyecto. Su equipo descubrió que un subconjunto de células de médulas óseas podía promover la reparación de la piel.[4] De la misma forma, la vida espiritual que arrastra un cuerpo maltratado y con heridas incurables, tiene más que un hilo de esperanza, tiene asegurada una restauración total, y la indicación del primer paso de sanidad sale de la boca del Médico de todos los Siglos: «Venid, pues, dice Jehovah; y razonemos juntos: Aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos. Aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”.[5] Y esa indicación salvadora es para todos los pacientes desahuciados, porque si cumplen las indicaciones de sanidad no se van a quedar en ese estado, más bien andarán felices por donde van, porque como decía el evangelista Mateo: “Dichosos los que lloran, porque serán consolados”.[6]
Mi amigo (a), en el grupo de los desahuciados estamos tú y yo, y están todos aquellos que no han tenido un encuentro con el Médico de Médicos. Bendita la esperanza que nos da la Palabra de Dios, de poder decidir entre la vida o la muerte. Mejor escuchemos al profeta Isaías, él que nos habló del cuerpo totalmente herido: “¿Están ustedes dispuestos a obedecer? ¡Comerán lo mejor de la tierra! ¿Se niegan y se rebelan? ¡Serán devorados por la espada! El SEÑOR mismo lo ha dicho”.[7]////.
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…
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