¿Y EL PASADO?

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El nuevo año ha empezado, y transitarlo eficientemente requiere que nos detengamos unos momentos para evaluar el pasado. La guía básica del cristiano, la Biblia, nos presenta unos versículos, a los que llamo “textos para el viejo y nuevo año”:

“Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13–14).[1]

No obstante, los textos anteriores nos formulan dos cuestiones que desarrollaremos en este estudio. Primero, ¿cuál es la meta a la que se refiere Pablo?; segundo, “olvidando lo que queda atrás”, significa ¿olvidar el pasado?

LA META

Para develar el primer asunto, revisar el contexto inmediato es clave. En este caso, el verso 12 no debe pasarse por alto: “No es que ya lo haya conseguido todo, o que ya sea perfecto. Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí”.  

La frase: “No es que ya lo haya conseguido todo”, se refiere por el contexto, a la perfección. Y si nos percatamos esa misma frase se repite en el verso 13, “no pienso que yo mismo lo haya logrado ya”, por lo tanto, la meta que desea alcanzar el apóstol Pablo y está delante de él, es sin duda la perfección.

Justamente el estudio del término “perfecto”, respalda lo que afirmamos. La palabra original griega es teleio que significa “completar, cumplir, terminar, perfeccionar, consagrar”. El sentido básico de ese término es “llegar a la meta”; “esto puede referirse a hacer algo perfecto, cumplir una tarea o cumplir una escritura”.[2]

Pablo quería alcanzar la perfección, había empezado el recorrido y la meta que tenía estaba adelante. Esto nos confirma que la “perfección” es alcanzable y que todo ser humano que aceptó a Jesús como Salvador, ha empezado el proceso para lograrla, o por lo menos está en el punto de partida.

Perfección, la meta de todo cristiano, del hebreo tāmɩ̂m, šālēm; el griego téleios y sus afines suelen significar “completo”, “entero”, “maduro”, “sin mancha” o “indiviso.[3] Esto, en un sentido muy general, conlleva la idea de crecimiento, desarrollo o llegar a la madurez espiritual “conforme a la plena estatura de Cristo”.[4]

Esto quiere decir que la meta que está adelante, y que todo seguidor de Jesús debe alcanzar es la perfección, esto significa vivir de acuerdo con los principios de la Palabra de Dios que vayan “puliendo” su vida, “alimentando” su ser espiritual, cortando los errores y malas acciones, y mostrando los frutos del Espíritu que son el “amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio”.[5] Todo este progreso y desarrollo debe ser visible antes del retorno de Jesús, por eso que el apóstol Pedro escribió: “Queridos hermanos, mientras esperan estos acontecimientos, esfuércense para que Dios los halle sin mancha y sin defecto, en paz con él”.[6]

¿Y EL PASADO?

El segundo asunto que debemos abordar tiene que ver con el pasado. Cuando Pablo dice: “olvidando lo que queda atrás”, ¿quiere decir que el pasado deja de tener importancia?, ¿debemos concentrarnos con firmeza en olvidar el pasado?

La palabra original de “olvidando” es epilanthanomai y la traducción puede ser: “dejar que algo se nos escape, olvidar, perder de vista algo”.[7] Y no se refiere al esfuerzo o la presión de no recordar el pasado, sino que éste no debería ser una barrera u obstáculo para mejorar y crecer en el presente con consecuencias en el futuro. El pasado puede estar allí, pero no es el sujeto primordial ni el enfoque principal en la vida humana del día a día, pasa desapercibido, no estorba ni incomoda, simplemente la vista del ser humano no se enfoca en él, se fue, se escapó sin ningún problema.

Sin embargo, aunque el pasado permanezca y pase desapercibido como un objeto vetusto guardado en alguna caja olvidada del trastero, si algún momento debemos desempolvarlo debe ser para aprender y agradecer. Aprender, porque el pasado y sus acciones deben darnos lecciones de vida para mejorar, y por supuesto para no volver a caer en las mismas circunstancias que nos lastimaron, para no tropezar “en la misma piedra”.

Agradecer, porque Dios permite ciertos eventos en nuestras vidas ciertamente para aprender, pero también para mostrarnos su control y poder. ¿Te das cuenta de lo que Dios te libró? ¿observas la mano poderosa de Dios que intervino en el momento exacto? El pasado debe servirnos para agradecer, alabar y reconocer que la voluntad de Dios es mejor que la nuestra.

Esta cita de la escritora White, resume lo anterior: “Al recapacitar en nuestra historia pasada, habiendo recorrido cada paso de su progreso hasta nuestra situación actual, puedo decir: ¡Alabemos a Dios! Mientras contemplo lo que el Señor ha hecho, me siento llena de asombro y confianza en Cristo como nuestro caudillo. No tenemos nada que temer en lo futuro, excepto que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido y sus enseñanzas en nuestra historia pasada”.[8]

CAMINEMOS HACIA LA META

El año 2025 empieza, y para recorrerlo con éxito, retírate a un lugar sosegado para evaluar el año que se fue. Mira al pasado como un aliado, aprende, agradece a Dios y pídele fortaleza para que no cometas los mismos errores.

Asimismo, en esa evaluación de vida, vuelve a colocarte metas y objetivos personales, nunca dejes de planificar, emprender y soñar. El día que dejes de hacerlo, tu vida dejó de tener sentido y estarás listo para la tumba. Mi abuelita, una mujer sabia, me decía cuando le replicaba que no quería hacer nada y solo deseaba dormir: “No harás nada y dormirás todo lo que quieras cuando te mueras”.

En medio de esas nuevas metas o las que te volviste a replantear para este nuevo año, la principal debe ser la meta cristiana, la que Pablo deseaba alcanzar, la perfección. Ese camino se allana cuando te respondas estas preguntas: ¿qué me separa del amor de Jesús? ¿qué acciones que hago entristecen a mi Salvador? ¿qué frutos del espíritu debo anhelar y buscar? ¿qué debo hacer para ser útil en la Obra del Maestro? Tus respuestas te llevarán a seguir caminando con firmeza en el camino de la madurez espiritual.

La buena noticia esperanzadora es que el apóstol Pablo estaba en camino a la perfección, no lo había alcanzado todavía, su propia vida “es una clave importante para vernos a nosotros mismos. Mientras estemos aquí en la tierra, por ser pecadores no alcanzaremos la perfección. Eso será solamente en la gloria de los cielos. Sin embargo, nuestra vida cristiana, en la que aumenta el conocimiento de Cristo y en la que vivimos para él, debe ser una lucha constante por alcanzar la perfección”[9] terrenal que nos “ponga a punto” para la perfección final y definitiva. Porque “en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque final de la trompeta. Pues sonará la trompeta y los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible, y nosotros seremos transformados. Porque lo corruptible tiene que revestirse de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad. Cuando lo corruptible se revista de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: ‘La muerte ha sido devorada por la victoria’”.[10]

Mi compañero/a de fe, que este sea el año de nuestra perfección y que, al acabar nuestra breve evaluación de vida, miremos el futuro con estas palabras en la mente: “Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús”.

Nuestro amado Dios nos dará la victoria “por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano”.[11]

Feliz año 2025 ¿qué piensas? ¿qué decidiste?//////////////////.

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[1]Todos los textos bíblicos mencionados en este artículo pertenecen a la Nueva Versión Internacional (NVI), a menos que se indique otra.

[2] Adriani Milli Rodrigues, «Perfection», ed. Douglas Mangum et al., Lexham Theological Wordbook, Lexham Bible Reference Series (Bellingham, WA: Lexham Press, 2014).

[3] Jeffrey S. Lamp, «Perfection», ed. David Noel Freedman, Allen C. Myers, y Astrid B. Beck, Eerdmans dictionary of the Bible (Grand Rapids, MI: W.B. Eerdmans, 2000), 1028.

[4] Efesios 4:13

[5] Gálatas 5:22,23

[6] 2 Pedro 3:14

[7] Henry George Liddell et al., A Greek-English lexicon (Oxford: Clarendon Press, 1996), 643.

[8] Elena de White, Joyas de los Testimonios, Tomo 3, 443.

[9] Roland Cap Ehlke, «Prefacio Del Editor», en Filipenses, Colosenses, Filemón, ed. Roland Cap Ehlke, Armin J. Panning, y G. Jerome Albrecht, La Biblia Popular (Milwaukee, WI: Editorial Northwestern, 2000), 76.

[10] 1 Corintios 15:52–54

[11] 1 Corintios 15:57–59

Guarda el buen depósito

«Con el poder del Espíritu Santo que vive en nosotros, cuida la preciosa enseñanza que se te ha confiado» (2 Timoteo 1.14)

Esta exhortación del apóstol Pablo a Timoteo ya la había realizado en su primera carta. Al término de una extensa epístola repleta de instrucciones referidas a la vida y el ministerio de su joven discípulo, se despide con estas palabras de advertencia: «Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado» (1 Ti 6.20). Resulta provechoso para nosotros reflexionar sobre el problema que buscaba evitar el apóstol con este pedido.

Es una ley tan real como la que gobierna la gravedad, que el paso del tiempo expone todo lo que existe a un inevitable proceso de deterioro. Podríamos especular acerca de las razones por las cuales esto es así, aunque no nos ayudaría a resolver el problema. Seguramente estar insertados en un mundo caído que está bajo juicio tiene una directa relación con este proceso. El hecho es que el paso del tiempo trae desgaste. Nuestro cuerpo va perdiendo su movilidad y agilidad. La casa en que vivimos muestra las indudables señales del paso del tiempo. Sus paredes se descascaran. El techo comienza a gotear. Los caños de agua se van obstruyendo. Del mismo modo ocurre con cualquiera de las otras cosas que son parte de nuestro entorno cotidiano: el televisor, la radio, el carro o la computadora.

El mundo espiritual no está exento de este proceso. Note, por ejemplo, el deterioro que señala el profeta Isaías en este pasaje: «¿Cómo te has convertido en ramera, tú, la ciudad fiel? Llena estuvo de justicia, en ella habitó la equidad, ¡pero ahora la habitan los homicidas! Tu plata se ha convertido en escorias, tu vino está mezclado con agua» (Is 1.21–22). Lo que en algún momento fue glorioso puede, con el pasar del tiempo, convertirse en algo triste y sin vida. No hace falta más que observar el edificio de cualquier iglesia o institución con más de cien años de existencia. En otro tiempo estaba lleno de una vida vibrante y contagiosa. Hoy, es una reliquia en la cual quedan apenas unos tenaces sobrevivientes.

Evidentemente Pablo estaba preocupado por el efecto de este proceso en la vida de Timoteo. Al animarle a «guardar» lo que tenía, estaba señalando que eso mismo podía echarse a perder. No mantendría siempre el mismo estado vigoroso y pujante que tenía en el presente. De no cuidarlo, lentamente iría perdiendo su fuerza y se convertiría en algo insignificante.

El principio espiritual al cual apunta esta exhortación es que la gloria de ayer no da vida para el presente. No importa cuán extraordinarios hayan sido las vivencias del pasado, el único camino que mantiene intacta la manifestación de la vida es estar relacionado con la fuente misma. Para «guardar» lo que hemos recibido, necesitamos cada día renovar nuestra relación y compromiso con el Señor. Y mucho más quienes estamos sirviendo como pastores y obreros, porque el desgaste del «buen depósito» que hemos recibido es intenso. ¿Será esta la razón por la cual Cristo, en los días de su carne, procuraba apartarse a lugares solitarios para estar con el Padre?

Para pensar:
¿Cuáles son las señales de desgaste en su propia vida? ¿Qué actividades necesita realizar para renovarse? ¿Cómo puede evitar el avance del deterioro?

Christopher Shaw, Alza tus ojos (San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional, 2005).

2024: EL PAICHE

“El ánimo del hombre puede sostener al enfermo, ¿pero quién puede levantar al abatido?” (Proverbios 18:14 NBV)[1]

El paiche o Arapaima gigas[2] es uno de los peces de agua dulce más grandes del mundo, alcanza hasta 4 metros de longitud y pesa 200 kg o más. Los ríos de la Amazonía peruana lo albergan, siendo oriundo y parte natural del ecosistema de esa zona. Los pescadores son beneficiados por la demanda que hay de su carne en los mercados peruanos. Sin embargo, se cree que el escape de unos ejemplares de una piscifactoría hizo que llegaran a los ríos de Bolivia, alterando peligrosamente el ecosistema de la Amazonía boliviana.

Se estima que cada año el paiche avanza unos 40 kilómetros en los ríos bolivianos, que por su tamaño y apetito lo convierten en una seria amenaza para las poblaciones de peces nativos. Al ser un pez territorial, se apodera de un cuerpo de agua y ahuyenta a las especies nativas. Ese es uno de los problemas graves. Las otras especies huyen del depredador y se adentran en otros cuerpos de agua mucho más lejanos, más remotos y de difícil acceso.

Se sabe que en todo el mundo la mayoría de las especies invasoras son perjudiciales para la naturaleza. Esas especies se consideran la segunda causa más importante de pérdida de biodiversidad después de la destrucción de hábitat. Los investigadores bolivianos sostienen que, en una o dos décadas, el paiche se va a extender a todas las áreas potenciales donde esta especie pueda vivir.

Así como ese gran pez puede ser capaz de arruinar y desequilibrar un ecosistema, el ser humano puede terminar en la ruina y con una vida desequilibrada, si no doblega y aleja el desánimo, que cómo un paiche voraz y agresivo puede alterar su presente y perturbar su futuro.

Ánimo versus desánimo

Para definir el término desánimo, el verso bíblico que encabeza esta reflexión, es propicio para ese fin: “El ánimo del hombre…”. La palabra original hebrea para “ánimo” es rûah, y tiene una gama amplia de significados,[3] pero en síntesis puede referirse al (1) viento, brisa, aire en movimiento, (2) aliento, respiración, soplo, (3) hálito de vida, espíritu como factor vital de todas las criaturas que respiran.[4] Sin embargo, el sentido básico de esa palabra te lleva al inicio mismo de la vida humana que narra Génesis 2: 7.[5] Dios “animó” al inerte cuerpo de barro del hombre con el “soplo de vida”, ese hálito de vitalidad, como una chispa de energía, puso en funcionamiento el insensible trozo muerto de barro. Le dio al cuerpo de barro un “corazón y espíritu”, convirtiéndolo en un ser vivo, integral y dinámico.

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Entonces, ánimo en el contexto anterior, apunta al “corazón y espíritu”,[6] es decir, es el funcionamiento sincrónico y equilibrado del aprendizaje de la vida diaria con las emociones y reacciones naturales frente a acontecimientos diarios, que hacen del ser humano, un ente dichoso que vive en paz. Asimismo, es la energía que mantiene vivo y en acción al hombre, es la fuerza y resiliencia para enfrentar óptimamente el peso de las dificultades que son opciones válidas en la experiencia humana. Es la “cualidad de poder actuar con valentía ante la oposición o bajo grandes dificultades; estar preparado para hacer cosas peligrosas o arriesgadas”.[7]

Pocas cosas ayudan a una persona como el ánimo. George M. Adams lo llamó “el oxígeno del alma”. El poeta y filósofo alemán Johann Wolfgang von Goethe escribió: “La corrección alcanza mucho, pero el ánimo después de la censura es el sol tras una llovizna”. Y William A. Ward reveló sus sentimientos al decir: “Adúleme, y es posible que no le crea. Critíqueme, y quizás no me caiga bien. Ignóreme, y a lo mejor no lo perdone. Anímeme, y no lo olvidaré”.[8]

Por eso, el desánimo, como un paiche, puede arrasar e invadir ferozmente el ecosistema equilibrado de una vida. En definitiva, el desánimo es lo contrario al ánimo, es la “energía de vida” que abandona el cuerpo, dejándolo en su estado primario: inerte, frío y cadavérico. Allí ese ser humano solo existe, no vive, es como un muerto que camina, no le avisaron de su deceso, y solo falta que lo entierren. Como decía el poeta Manuel González Prada: “Para verme con los muertos ya no voy al campo santo, busco plazas, no desiertos, para verme con los muertos. ¡Corazones hay tan yertos! ¡Almas hay que hieden tanto!…”

Sin embargo, el desánimo se puede entender mejor a través de ciertas características tanto físicas, mentales y espirituales: cansancio prolongado que no se recupera en las horas normales de sueño, apatía, descuido personal, vida desordenada y sin metas claras, sentido de infelicidad que surge de la pérdida de confianza en las propias habilidades, oscurecimiento de la visión y olvido de la misión, abandono del entusiasmo, desvalorizar las bendiciones materiales y espirituales que antes se disfrutaban, pocas ganas de orar, el estudio de la Biblia deja de ser prioritario y desgano cuando se trata de actividades de la iglesia.

Un ejemplo de una vida desanimada es el rey David, cuando en cierto momento de su vida, “el paiche” invadió su frágil ecosistema vivencial y arrasó con su paz y esperanza: “Y le digo a Dios, a mi Roca: ¿Por qué me has olvidado? ¿Por qué debo andar de luto y oprimido por el enemigo? Mortal agonía me penetra hasta los huesos…” (Salmos 42:9–10).

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Expulsando “al paiche”

Una vida animada, debe ser tu principal deseo para empezar y enfrentar un nuevo año, porque un muerto no puede hacer nada. En la experiencia de David, que pasó por el valle del desánimo, podemos descubrir la llave que abre el remedio para ese estado. El capítulo 42 y 43 de Salmos una pregunta es recurrente en el contexto de una vida desanimada: ¿por qué? Esto nos dice, que la expulsión del desánimo empieza en descubrir sus causas. ¿De qué color y tamaño es mi “paiche”? ¿por qué estoy así?, ¿cuándo fue el momento que empecé a perder la energía? ¿tiene que ver con alguna experiencia o práctica? ¿tiene relación a algún sueño u objetivo personal? ¿cómo está mi relación con Dios? ¿estoy caminando bajo sus principios?

No te sorprenda que, si en las primeras horas del nuevo año te retiras a un lugar solitario, donde a solas con Dios puedes sincerarte y evaluar los 365 días que se fueron, descubrirás las causas de tu desánimo, entonces cobrará sentido el antídoto o remedio que necesitas. Y éste se basa en tres acciones que son reveladas en los dos capítulos mencionados:

  1. Piensa y ora: El desánimo es real, tienes derecho a sentirte débil y sin vida, porque eres un ser de carne y hueso. Pero el hecho que sea palpable no es, en última instancia, invencible para aquel cuya esperanza esté puesta en Dios. En las Escrituras, la esperanza no es como pensar: “Ojalá…” Es más bien confianza basada en las promesas de Dios; es la certeza de que llegaremos a experimentar bendiciones que aún no experimentamos. Esa certeza está basada en el hecho de que Él es “Salvador y Dios” (42:11)
  2. Retorna a la luz de Las Escrituras: Una vida desanimada, es una experiencia en oscuridad, como un túnel donde no se ve la luz de la salida. David, aun en medio de la penumbra del desánimo, es guardado de ser sobrecogido, y lo que le guarda es el conocimiento de Dios que ha recibido en el pasado a través de su Palabra. Aun cuando estaba en el punto más bajo, conocía a Dios como Salvador, Dios vivo, su Roca, y su Fortaleza. Con razón busca y pide: “Envía tu luz y tu verdad; que ellas me guíen a tu monte santo, que me lleven al lugar donde tú habitas” (43:3) Y esa luz es La Palabra de Dios (119:105)
  3. Vuelve a ver: Vuelve a enfocar su vista. Mira dentro de ti mismo; mira a tu alrededor y atrévete a mirar hacia el futuro. Pero no permitas que sea el desánimo el que direccione tu mirada, porque solo mirarás hacia dentro, hacia abajo y hacia atrás. En cambio, cuando la Palabra de Dios enfoca tu mirada, lo harás hacia arriba, hacia fuera e ineludiblemente hacia adelante. El desánimo desfigura el verdadero futuro que Dios tiene planificado para ti, y te priva de las bendiciones que llevan tu nombre y apellido. En el mejor de los casos, el desánimo sólo te permite vislumbrar el futuro a la luz pálida del presente. Pero la Palabra de Dios nos anima a mirar el presente a la luz brillante del futuro. Por eso David, al tomar el antídoto para el desaliento, exclama seguro: “Llegaré entonces al altar de Dios, del Dios de mi alegría y mi deleite, y allí, oh Dios, mi Dios, te alabaré al son del arpa” (Salmos 43:4)

2024

Puede ser hasta normal, que después de un año de pruebas, retos, tropiezos y conquistas, nos quedemos sin energía, sin vida, inertes y secos, desanimados. En ese estado, el desánimo arrasará con tus sueños, con la esperanza y la fe. Con razón el hijo de David, Salomón, asegura que una vida con ánimo trae sanidad en todos los aspectos de la existencia.

Mi compañero(a) de fe, empecemos un nuevo año con ánimo, recarga tu vida con la vitalidad de un reencuentro con Dios, a solas. Allí, en ese rincón silencioso de tu casa o en algún paraje calmado y solitario escucharás con total claridad: “¡Ten ánimo; Yo Soy, no temas!”.[9] ¿Qué piensas? ¿qué decides?////////////.

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[1]NBV (Nueva Biblia Viva). Aunque todos los textos bíblicos de este artículo se basan en la Nueva Versión Internacional (NVI), a menos que indique otra.

[2]Nombre científico.

[3]Moisés Chávez, Diccionario de hebreo bı́blico (El Paso, Tx: Editorial Mundo Hispano, 1992), 638.

[4]J. A. McGuire-Moushon, «Divine Beings», ed. Douglas Mangum et al., Lexham Theological Wordbook, Lexham Bible Reference Series (Bellingham, WA: Lexham Press, 2014).

[5]Roland J. Lowther, «Spirit», ed. Douglas Mangum et al., Lexham Theological Wordbook, Lexham Bible Reference Series (Bellingham, WA: Lexham Press, 2014).

[6]R. Colin Craston, «ALIENTO (ÁNIMO)», ed. Everett F. Harrison, Geoffrey W. Bromiley, y Carl F. H. Henry, Diccionario de Teología (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2006), 22.

[7]M. H. Manser, Diccionario de temas bíblicos, ed. Guillermo Powell (Bellingham, WA: Software Bíblico Logos, 2012).

[8]John C. Maxwell, Seamos Personas de Influencia (Thomas Nelson, Inc., 1998), 62–63.

[9]Mateo 14:27

¿DOCTRINA O AMOR?

“En esto consiste el amor: en que pongamos en práctica sus mandamientos. Y éste es el mandamiento: que vivan en este amor, tal como ustedes lo han escuchado desde el principio” (2 Juan 6 NVI)[1]

Durante las últimas semanas estuve viendo y escuchando a varios predicadores carismáticos que exponían un tema central de la fe cristiana: el amor a Dios y por consecuencia, el amor a nuestros semejantes. Considero que varios de ellos tienen buenas intenciones, por ejemplo, evitar que el cristianismo desvirtúe su propio nombre siguiendo dogmas antes que a Cristo; quizás a otros, les faltó un poco de tiempo para completar las ideas y no me cabe duda de que algunos, están siendo utilizados por el Engañador para dividir a la iglesia.

Esta corriente, sobre la primacía del amor de Cristo, que apareció hace más de tres décadas atrás y que se actualizó durante los últimos años, sería totalmente una ola de bendición para los cristianos, sino fuera que deja dudas sobre el papel de las creencias bíblicas o que detrás de esas exposiciones se esconde la intensión de empujar a los creyentes al laberinto de un falso cristianismo, “light”, ligero, sin reglas ni parámetros de protección.

Cuando hablo de un cristianismo ligero, me refiero a ese que presenta a “un Jesús” que te ama por encima de todo, que te perdona todo y te acepta, no importa lo que hagas, pienses o como vives. Este cristianismo, acaso sin querer o adrede, está tomando los púlpitos elevando el amor a Jesús, trayendo confusión entre lo que es “doctrina”, “creencia” y “credo”, y de forma solapada minando la confianza en las verdades de la Biblia. Las consecuencias de esta renovada corriente son creyentes que van perdiendo la necesidad de congregarse o participar en las prácticas eclesiásticas, asimismo empiezan a dudar del llamado profético de la iglesia y sus creencias, porque piensan que son doctrinas de hombres y el amor está por encima de eso. Por lo tanto, en este artículo, intento responder esta pregunta ¿qué es más importante, la doctrina o el amor?

Dios es amor, no hay duda de eso. El máximo exponente de esa verdad es Juan, el “discípulo amado” o el “apóstol del amor”, que escribe esta máxima: “El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor”.[2] Además asegura: “Dios permanece entre nosotros, y entre nosotros su amor se ha manifestado plenamente”.[3] Entonces, es seguro e indudable que Dios ama, y ese amor llama, persuade y acepta a sus hijos en cualquier condición, es decir su amor es incondicional, se eleva sobre cualquier norma y conjunto de reglas. Pero allí no acaba todo, hay algo más, y ese “algo más”, tiene que ver con la correspondencia al amor sublime que Dios muestra y que el mismo Juan se encarga de explicar: “En cambio, el amor de Dios se manifiesta plenamente en la vida del que obedece su palabra. De este modo sabemos que estamos unidos a él”.[4]

El amor correspondido de Dios conlleva a obedecer los consejos de la Biblia, y estos direccionan a un cambio de vida, a salir y alejarse del camino pecaminoso y enrumbar hacia un crecimiento que intente igualar la “estatura de Cristo”, por eso Jesús le dijo a una mujer descubierta en adulterio: “…—Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar”.[5] ¿Jesús perdonó y aceptó a la mujer adúltera?, ¡sí!, ¿Jesús antepone el amor a todo?, ¡sí! Pero después del abrazo de Jesús, hay una vida de transformación, no por méritos humanos, ni por reglas rígidas o credos amedrentadores, sino por la influencia del Espíritu Santo y el camino a transitar que pone La Biblia a los pies del creyente. Todo cristiano tiene un “antes” y un “después”, el amor de Jesús no se queda solo en el “antes”, persuade a dejarlo y tener un “después” por su Gracia y la influencia de la Biblia porque “la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo».[6]

Justamente, el último verso en el anterior párrafo es la pista adecuada para la respuesta final a la pregunta en cuestión: ¿qué es más importante, la doctrina o el amor? Definitivamente el amor de Dios es supremo, no hay mente que lo pueda entender, pero ese amor te lleva a las Escrituras, donde encontramos los pasos y acciones para una vida segura. Jesús mismo lo dijo: “Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos”.[7] Un mandamiento es una norma de conducta o “un requisito u orden verbal o escrita”,[8] para una vida que le agrada a Dios. Los diez mandamientos son considerados principios éticos, la misma Biblia es considerada un compendio ético por excelencia, es decir, las Escrituras nos muestra la manera de como los cristianos deben vivir y comportarse, de esa forma corresponden al amor de Dios.

En esta parte es oportuno definir de forma rápida los términos “doctrina”, “creencia” y “credo”. Doctrina en forma general es una “enseñanza o creencia religiosa que es enseñada y sostenida dentro de una comunidad religiosa particular”.[9] Creencia “es la convicción específica de la verdad”,[10] y credo es “una promesa formal de lealtad a un conjunto de declaraciones doctrinales sobre Dios y su relación con su creación. La palabra ‘credo’ proviene del latín credo, que significa ‘creer’”.[11]

Si tomamos las definiciones mencionadas, podemos decir que la iglesia de Dios tiene doctrina, creencia y credo, porque tiene enseñanzas, convicción de la verdad y porque es leal a un conjunto de creencias que se fundamentan en la Biblia, que separan lo falso de lo verdadero, porque “creencia” en el Nuevo Testamento también se refiere “al cuerpo particular de enseñanzas que señalan los límites entre lo auténticamente cristiano y lo que aún es pagano”.[12] Por lo tanto, todo que se aleje de la sana enseñanza bíblica no corresponde al amor transformador de Dios

Elena de White, a propósito de lo anterior escribe: “Cuando se estudie, comprenda y obedezca la Palabra de Dios, una luz brillante se reflejará al mundo; nuevas verdades, recibidas y obedecidas, nos unirán a Jesús con poderosos vínculos. La Biblia y sólo la Biblia, ha de ser nuestro credo, el único vínculo de unión. Todos los que se inclinen ante esta Santa Palabra, estarán en armonía. Nuestros propios puntos de vista y nuestras ideas no deben dominar nuestros esfuerzos. El hombre es falible, pero la Palabra de Dios es infalible. En vez de discutir uno con otro, exalten los hombres al Señor. Hagamos frente a toda oposición como lo hizo nuestro Maestro, diciendo: ‘Escrito está’. Levantemos el estandarte en el cual diga: La Biblia, nuestra norma de fe y disciplina”.[13] 

Sin embargo, nuestras creencias, basadas en las Escrituras, están sujetas a estudio, revisión y cambios, pero esa sujeción de ninguna manera inhabilita su eficacia y el papel direccionador en la fe y conducta del cristiano, porque la “Biblia es nuestro credo. Rechazamos cualquier cosa en la forma de un credo humano. Tomamos la Biblia y los dones del Espíritu, abrazando la fe que de ese modo el Señor nos enseñará de tiempo en tiempo. Y con esto adoptamos una posición en contra de la formación de un credo. En lo que estamos haciendo, no estamos dando un paso en el sentido de llegar a ser Babilonia”.[14]

Finalmente, ¿qué es más importante, la doctrina o el amor? La respuesta es clara. El amor de Cristo es preeminente, cumple una función salvífica pero también transformadora, por lo tanto, el amor es la plataforma que sostiene una vida que va en sintonía con los principios de la Palabra de Dios. No hay amor verdadero, sin compromiso, sin cambio de actitud. La sana doctrina, esa que se extrae de la Biblia, de ninguna manera trae división, lo que divide es la doctrina humana, ese tipo de enseñanza que no presenta la verdad en su totalidad, esa de “medias verdades”, esa por ejemplo que pregona, que el amor de Dios está por encima de todo y desdeña las indicaciones de la Palabra de Dios.

He logrado entender que el problema no es la doctrina, sino el corazón no convertido, o un falso encuentro con Dios, o lo que yo llamo los “encuentros cristianos románticos”, donde se goza de los derechos y se olvida de los deberes, porque el que se encuentra con el amor de Dios, acepta el llamado a obedecerle, puesto que «el amor es el cumplimiento de la ley». [15] Por lo expuesto, termino este modesto artículo con el texto bíblico que empecé: “En esto consiste el amor: en que pongamos en práctica sus mandamientos. Y éste es el mandamiento: que vivan en este amor, tal como ustedes lo han escuchado desde el principio”.//////////.

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[1]La versión bíblica que se utiliza en este artículo es la Nueva Versión Internacional (NVI) a menos que se indique otra.

[2] 1 Juan 4:8

[3] 1 Juan 4:12

[4] 1 Juan 2:5

[5] Juan 8:11

[6] Romanos 10:17 (Biblia de Las Américas, BLA)

[7] Juan 14:15

[8] Jeremiah Unterman, «commandment», ed. Mark Allan Powell, The HarperCollins Bible Dictionary (Revised and Updated) (New York: HarperCollins, 2011), 143.

[9] Pablo A. Deiros, «Prefacio a la Edición Electrónica», Diccionario Hispano-Americano de la misión (Bellingham, WA: Logos Research Systems, 2006).

[10] Richard S. Taylor, «CREENCIA», ed. J. Kenneth Grider, Willard H. Taylor, y Edgar R. Conzález, trans. Eduardo Aparicio, José Pacheco, y Christian Sarmiento, Diccionario Teológico Beacon (Lenexa, KS: Casa Nazarena de Publicaciones, 2009), 169.

[11] Frank M. Hasel, «Creeds and Confessions», ed. John D. Barry y Lazarus Wentz, Diccionario Bíblico Lexham (Bellingham, WA: Lexham Press, 2014).

[12] Richard S. Taylor, «CREENCIA», ed. J. Kenneth Grider, Willard H. Taylor, y Edgar R. Conzález

[13] Elena G. de White, El Cristo triunfante, 72.

[14] Elena G. de White, Mujer de visión, 85

[15] Romanos 13:10

EL ANCLA EN LA ETERNIDAD

“Tenemos como firme y segura ancla del alma una esperanza que penetra hasta detrás de la cortina del santuario” (Hechos 6:19 NVI)

Manuel Adrián Arriaga Navarro (1948 – 2022)

A Manuel lo conocí cuando era un niño. A mi memoria viene el sonido de su moto Honda CB 750 que alborotaba el barrio cuando llegaba a mi casa y que yo solía admirar, soñando con ser grande y tener una así.

Mi primer contacto con él fue cuando una tía que vivía en casa, lo presentó a la familia como el futuro tío. Su sonrisa franca y su agradable elocuencia despertaron en mis cortos años el sentido de querer ser simpático y elocuente. Más aun, cuando en alguna salida al mar, él no pudo esconder un tremendo ancla que llevaba tatuado en el hombro, que le recordaba su vida pasada por las costas del sur del Perú, donde nació el primer día del año 1948. Una vida pasada de retos y esfuerzos por ir tras sueños, llena de mundo, pero vacía del Salvador que da esperanza.

Pero el Creador tenía un plan para él, y en sus años mozos, lo encontró, lo llamó y el tío Manuel aceptó seguirlo. No obstante, cada vez que él miraba el ancla en su hombro, quería borrárselo, porque le recordaba una vida sin fe . No sé si el ancla lo acompañó toda la vida, o quizá ya con el tiempo logró borrarlo, pero ese ancla sigue tatuado en mi mente, y me hace recordar a mi niñez y las personas que fueron marcando mi camino.

Marlith y Manuel

Con seguridad ese ancla ha sujetado mi vida y mi fe hasta hoy, porque cada vez que pienso donde empezó mi llamado, lo primero que viene a mis pensamientos es el ancla impregnado en el hombro de mi tío, que me hace recordar que hay uno que nos da esperanza sobre el dolor, las lágrimas y las pérdidas.

Todo lo que nos hace llorar y doler, tendrán un fin, porque la promesa que Dios le hizo Abraham y lo tatuó en su mente ahora nos alcanza soberana: ¡el mal, el pecado y la muerte como fieras tempestades no nos arrastrarán ni vencerán!, y esta esperanza actúa como “segura y firme ancla” para el creyente. La esperanza cumple las mismas funciones que el ancla de un barco, que, en tiempos de prueba, dificultad y presión, evita que éste zozobre. Si la vida presente es el mar, y nuestra vida el barco, la esperanza es el ancla y el Señor Jesús la roca firme del anclaje para que no naufraguemos. Un extremo del cable está en el barco, el otro está en sujeto en aquel anclaje celestial provisto, que está por encima de las tormentas de la vida.

Sin duda Manuel también se agarró de ese ancla y tuvo una vida victoriosa, no exenta de pruebas duras, que le hacían sujetarse con más fervor de él. No solo se sujetaba de su ancla, sino enseñó a otros a agarrarse también. No es raro que varias personas, que ahora están viendo en directo como dejan por breve tiempo su cuerpo en el cementerio, comenten: “Gracias Manuelito, por enseñarme a sujetarme del ancla”.

Cada vez que alguien me dice: «gracias por mostrarme el camino de fe», me acuerdo del ancla y de mi tío. Me gustaría en la eternidad, que tú y yo nos encontremos con las personas a las cuales les enseñamos del ancla salvador.

Mi apreciado compañero(a) de fe: Hay algunas palabras que no pude decirle a Manuel, mi humanidad, la distancia, lo intempestivo de la muerte, no me lo permitieron y me duele mucho. Pero ese ancla vuelve a mi mente, y me devuelve la esperanza que muy pronto, frente al mar de vidrio, donde las anclas serán simplemente el recuerdo de las tempestades de la vida, abrazaré a mi tío y a las personas que marcaron el recorrido de mi existencia, pero que no pude despedirme. Después del abrazo les diré: “Gracias, perdón por mis debilidades y lo logramos con el ancla”.

Quiero llegar al cielo, quiero ver de nuevo el ancla, no sé si en el hombro restaurado de mi tío, pero de seguro lo veré en las manos marcadas de Jesucristo. ¿Qué piensas?… ¿qué decides?//////////.

QUE SOLOS SE QUEDAN LOS MUERTOS

“¿Quién hay que viva y no muera jamás, o que pueda escapar del poder del sepulcro?” (Salmos 89:48 NVI)

Quizá cada vez que vamos avanzando en años, la muerte se va haciendo más real en nuestras vidas. No es que los jóvenes sean inmunes a él, sino su autodescubrimiento no les deja tiempo de valorar la fragilidad de la vida, pero cuando los años van pasando y la muerte empieza a merodear sus existencias, comprenden lo que mi abuela siempre me repetía siendo yo un mozo, y que ahora lo entiendo perfectamente: “todos estamos en la fila de la muerte esperando nuestro turno, con la incertidumbre de no saber cuándo nos toca”.

Cada vez que me voy enterando que ya le tocó el turno a una persona que algún momento pasó por mi vida, vuelvo a preguntarme: ¿Cuándo será mi turno?, y me lleno de miedo. No es miedo a morir,  ya se de mi imposibilidad de escapar de la fila, sino tengo pavor de haber vivido en vano.

Tengo miedo de perder el tiempo, de perder oportunidades, de renunciar a mis más grandes o pequeños sueños, de parar y pensar que ya no hay nada que conquistar o descubrir.

Tengo miedo de no haber sido un buen líder para mi familia, y que en vez de llevarlos en las sendas del bien y hacia el cielo, haya sido objeto de tropiezo e incredulidad. Tengo miedo de que cuando levante mis ojos en las mansiones de luz, no encuentre a ninguno que los que compartieron mi hogar en la tierra o que Dios al evaluarme me cuestione: “¿qué haces solo acá?”. O, por el contrario, que mi familia estrene departamento de oro, y yo esté inerte hasta la segunda resurrección.

Tengo miedo, de haber sido un mal padre, que desaproveché el corto tiempo que la vida me regaló para abrazar y besar a mis hijos. Tengo miedo de haberles dado todo, menos lo más importante: valores, principios y fe. Tengo miedo, que haya criado personas que hagan más penoso este mundo, que hombres y mujeres que busquen salvar lo poco de amor, misericordia y servicio que todavía queda.

Tengo miedo de haber fallado a mi llamado, de haber sido solo un asalariado o un acomodado, que no haya sido un obrero aprobado y que no merezca el título de “buen siervo fiel…”. Que no merezca siquiera una esquinita estrecha en la mesa de plata de los salvos.

Tengo miedo, finalmente, que allí en mi lecho de agonía, segundos antes de mi partida o ese instante corto antes de decir “presente” cuando me llamen y me avisen que mi turno ha llegado, me venga a la mente esa frase vil, que hace extremamente doloroso los instantes previos a la muerte: “Que hubiera pasado si…”

Hay miedo, porque muy a parte de la esperanza bienaventurada de unas mansiones de oro y de una nueva tierra, este mundo, maltrecho y descolorido, nos ha dado las cosas más bonitas en el tiempo: familia y amigos que no queremos perder; vivencias y experiencias que no queremos olvidar; y la vida, que la hemos sentido en el viento, en el frío, en el calor y en tibieza de nuestra casa. Porque hasta la oscuridad y las estrellas fueron compañeras de lágrimas, desahogos y decisiones. Entonces, la tierra por más que ahora no sea nuestro hogar ideal no dejará de serlo o ¿dónde desciende la Nueva Jerusalén? Entonces al ser entes altamente emocionales y con sentimientos que afloran fácilmente, no queremos irnos de este mundo, mucho menos si somos conscientes que desperdiciamos el tiempo de vida que se nos concedió.

Frente a la vil muerte, al darnos cuenta de que gastamos minutos y horas inútilmente, quizá demasiado tarde, la muerte no solo acarrea dolor y lágrimas, sino algo más terrible: olvido, nadie se acordará de nosotros. Y sabremos si nos tocó esa suerte, si en la evaluación final, un poquito antes del último aliento, concluimos que no cumplimos ni supimos la misión por el cual habíamos nacido.

Gustavo Adolfo Bécquer, el poeta sevillano, que nació en 1836, escribe una oda sobre la muerte, trágica e impactante. El poema trata del velorio y entierro de una jovencita, y en cada palabra se esconde más que la muerte, el dolor del olvido, con un estribillo punzante que hinca el corazón: “qué solo se quedan los muertos”. Lee estos fragmentos:

De la alta campana

la lengua de hierro

le dio volteando

su adiós lastimero.

El luto en las ropas,

amigos y deudos

cruzaron en fila

formando el cortejo.

Del último asilo,

oscuro y estrecho,

abrió la piqueta

el nicho a un extremo.

Allí la acostaron,

tapiáronle luego,

y con un saludo

despidióse el duelo.

La piqueta al hombro

el sepulturero,

cantando entre dientes,

se perdió a lo lejos.

La noche se entraba,

el sol se había puesto:

perdido en las sombras

yo pensé un momento:

¡Dios mío, qué solos

se quedan los muertos!

Quiero vivir, aunque suene paradójico, más allá de la muerte, deseo que nunca me dejen solo. Lograré ese cometido, cuando segundos antes de dar el último respiro, esté convencido que hagan lo que hagan mis hijos, mis amigos y los que tuvieron contacto conmigo: nunca se olvidarán quien fui, que mi recuerdo, mis enseñanzas y mi ejemplo dejaron una marca indeleble e imborrable en sus vidas. Allí habré cumplido el consejo de Eric Butterworth: “No pases por la vida. Crece a lo largo de ella”. Porque si vivimos lo suficiente, seremos inmortales.

Mi apreciado(a) compañero(a) de fe, el salmista pregunta: “¿Quién hay que viva y no muera jamás, o que pueda escapar del poder del sepulcro?”, definitivamente nadie, pero si podemos escapar del olvido. Hay muertos que los dejan en un hueco frío y se quedan solos, pero hay otros que nunca los entierran, porque viven en nuestros recuerdos. ¿Qué piensas?… ¿qué decides?////////////.

Ubícame en Twitter: https://twitter.com/joesaa o puedes escribirme a joe.saavedra@autonoma.cat

NOTA: Esta reflexión lo escribí en memoria de Lita Taiña, compañera de estudios (11/01/ 1976- 03/04/2022).

UNA VIDA SALADA

“Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee” (Mateo 5:13 NVI)

Es definitivo que nuestro cuerpo necesita de la sal. Ésta es la fuente principal de sodio en nuestra dieta, y este componente químico es indispensable para muchas funciones del organismo. Las principales son: (1) el correcto funcionamiento de las células y (2) la regulación del equilibrio de fluidos, electrolitos y de la presión arterial.

No obstante, aunque el sodio es imprescindible para que el cuerpo funcione, ¿lo es la sal?

Está comprobado que la ingesta de sal de mesa aporta 90 % del sodio de nuestra dieta. En personas sanas, la OMS recomienda ingerir menos de 5 gramos de sal al día (lo que equivale aproximadamente a una cucharadita). Sin embargo, según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, en España se consume una media de 9,8 gramos de sal diaria, casi el doble de lo que necesita el organismo. Deduzco que este mismo consumo se repite en otras latitudes del planeta.

El problema radica, en que este alto consumo de sal tiene repercusiones negativas en la salud. Por ejemplo, aumenta la tensión arterial a cualquier edad. Además, su exceso en la dieta implica mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, cáncer gástrico y accidentes cerebrovasculares, como el ictus.[1]

Entonces, lógicamente, podemos reducir el riesgo de estas enfermedades y equilibrar los niveles de presión arterial al reducir el consumo de sal en la dieta. Pero también es bueno conocer qué tipo de sal[2] tiene menos sodio. No obstante, cualquier exceso de sal es perjudicial para la salud. Por tanto, más importante que elegir el tipo de sal es controlar su cantidad. No por escoger una sal con menor contenido en sodio que otra podemos añadir mucha más cantidad en los platos.

Por otro lado, no solamente debemos cuidar el exceso de sal, sino detectar que otros alimentos son ricos en ella, y por lo tanto perjudiciales para la salud. De hecho, según la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, más de 70% del sodio de nuestra dieta proviene del consumo de alimentos envasados y preparados. Por ejemplo, las salsas comerciales, como la salsa de soja, contienen mucha sal. También los concentrados para sopas, alimentos precocinados y las conservas. Por último, debemos evitar aquellos productos a los que se les añada como ingrediente el glutamato monosódico, un potenciador del sabor.

Sin embargo, muy a parte de los perjuicios que acarrea consumir mucha sal, ésta es necesaria en nuestra alimentación y para una buena nutrición. Con razón, Jesús, a sus seguidores los compara con la sal, que en el contexto bíblico es como un “emblema de incorrupción y símbolo de lealtad al Señor”.[3]

Asimismo, la comparación con la sal va en dos sentidos: (1) Somos sal para bendición, por lo tanto, necesarios para la gente que nos rodea, o (2) innecesarios si es para quebranto y deterioro.

En el sentido de bendición, la sal, que tiene gran propiedad de penetración y conservación, es un llamado al seguidor de Jesús, a corregir y a impedir la corrupción y la “putrefacción”, consecuencia de las acciones contrarias a los principios de la Biblia. Además, la sal, ingrediente de buen gusto, representa al creyente como un agente de influencia positiva para la gente que le rodea, ayudando a dar gusto y provocar agrado por una vida de justicia, paz y amor según los principios del evangelio.

En el contexto de los tiempos en los cuales Jesús vivía, cuando la parte de la sal recogida en el Mar Muerto perdía su sabor, la almacenaban en el templo de Jerusalén. Y cuando por causa de la lluvia los pisos de mármol del atrio del templo se volvían resbaladizos, se esparcía sobre ellos esa sal para contrarrestar el peligro de deslizamiento. De la misma forma, el “creyente salado”, evita y previene que otros seguidores de Cristo, resbalen hacia sendas del dolor y muerte.

Por otro lado, la sal se vuelve innecesaria cuando pierde su sabor y sus componentes que alteran la comida para hacerla apetitosa. Se dice que este mineral, al no ser bien conservada y quedarse expuesta al aire puede perder el sabor que lo hace peculiar, con lo que se torna inservible. Esta condición es una buena ilustración, para entender el sentido negativo de la sal. El cristiano puede dejar de ser salado y útil, cuando pierde sus propiedades elementales de conservación y gusto. Esto sucede cuando deja de cubrirse con los principios de la Biblia, y permite que su vida se mezcle con las prácticas y forma de vivir del mundo secular.

Mi apreciado(a) compañero(a) de fe, los tiempos son complicados. La gente anda nerviosa, con miedo y con poca esperanza. Poco a poco la incredulidad, la insensibilidad social y dolor se van apoderando de este mundo. Son en estos momentos que “los cristianos salados”, deben salir a impregnar el gusto por la fe en Jesús, su amor leal y su Palabra de vida. A la vez, que deberían ser agentes de conservación, resguardo y rescate, para muchos cristianos que dejaron de ser salados, y perdieron el sentido de su llamado. ¿Qué piensas?… ¿qué decides?////////////.

Joe Saavedra

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[1]https://www.healthline.com/nutrition/what-happens-if-you-eat-too-much-salt

[2]Los más conocidos son: (1) La sal refinada o común es la más utilizada. Está compuesta por cloruro sódico, entre 97 y 99%. Al estar tan refinada no contiene impurezas y es pobre en nutrientes. (2) La sal marina se extrae con la evaporación del agua del mar, no está refinada y posee más oligoelementos y minerales. Además, es rica en yodo, lo cual es positivo para el organismo. (3) La sal rosa del Himalaya también tiene menos sodio, pero contiene otros minerales como el magnesio y potasio. (4) La sal céltica o sal gris también es baja en sodio y rica en otros minerales. (5) La sal light o de bajo contenido en sodio, que contienen 50% menos de sodio. (6) La sal de potasio no tiene sodio (o en muy poca cantidad). Sin embargo, aunque este tipo parezca una solución al exceso de sal, su uso debe ser recetado por un facultativo médico. Solo debe usarse cuando se tienen ciertas enfermedades porque puede provocar un exceso de potasio en la dieta.

[3]Asdrúbal Rı́os, Comentario Bı́blico del Continente Nuevo: San Mateo (Miami, FL: Editorial Unilit, 1994), 70.

UN NUEVO ORDEN MUNDIAL

Se levantará nación contra nación, y reino contra reino… Todo esto será apenas el comienzo de los dolores” (Mateo 24:7,8 NVI)

Más allá de una guerra o de un país invadiendo otro, el aparente orden mundial al cual ya estábamos acostumbrados está en vilo. Si las cosas continúan así, un nuevo orden en la vivencia humana a nivel global se avecina, aunque no exento de mucho caos y dolor.

Cuando hablamos de un nuevo orden mundial, nos referimos a esas normas internacionales que son como las reglas de una casa o entre amigos: solo existen y son válidas en la medida que la gente las practica. Y la invasión de Rusia a Ucrania es una señal clara que esas normas ya están por desaparecer.

Sin embargo, este orden internacional ya estaba muy débil, y no había coherencia con lo que ahora se quiere denunciar. La guerra de Irak y otros tantos eventos en los cuales potencias occidentales cambiaron los gobiernos de otros países a la fuerza: Afganistán, o tantos en América Latina, son ejemplos de la debilidad de orden mundial que ahora está agonizando. Es decir, el hecho de que Occidente haya creado excepciones para sí mismo, pasando por alto reglas internacionales, era una clara señal del debilitamiento del orden entre las naciones, que hoy Rusia muestra que no respeta más, entonces es inevitable que las cosas van a cambiar a nivel mundial.

Volviendo al evento que hoy tiene asombrado al mundo, cuando los tanques y los misiles de Rusia cruzaron hacia suelo ucraniano, los principios del derecho y las relaciones internacionales que costaron dos guerras mundiales e innumerables vidas parecieron echados por tierra. La sorpresa es mayor, cuando nos percatamos que invadir a un vecino o tomar tierras por la fuerza, que fue una práctica a través de los siglos, se volvió casi imposible desde la segunda mitad del siglo XX. Sadam Hussein intentó volver a esa práctica, y fue derrotado.

Ahora la cosa es mucho más seria, Rusia no es Irak, es una potencia con un poderoso brazo armado que nadie quiere enfrentar, y si pensamos que las sanciones económicas y represalias occidentales pueden hacerla retroceder, nos equivocamos, porque el presidente de esa nación frente al accionar sancionador de occidente ha respondido tajantemente: «nos están declarando la guerra». ¿Entonces?, ¿qué viene, ¿China invadiendo Taiwán?, ¿el poderoso arrasando con el débil?, ¿una nueva guerra a nivel global?

Lo seguro es que nada volverá a ser lo mismo, un nuevo orden mundial se avecina. Y la Biblia ya lo había advertido. Cuando pensábamos que ese asunto de los conflictos entre naciones ya estaba controlado, y que las reglas mundiales de convivencia funcionaban de maravilla, nos damos cuenta de que no es la realidad: los tambores de guerra suenan cada vez más cerca de nuestros oídos, y de ninguna manera cesarán.

Ver como millones de personas se quedan sin hogar de la noche a la mañana y tienen que huir heridos en el cuerpo y en la mente, me recuerdan la profecía: “apenas el comienzo de los dolores” y me estremezco.

La palabra original griega que se traduce como “dolores” (ōdinōn),[1] lleva la idea de ese dolor que sienten las madres cuando están a punto de dar a luz, y no es cualquier dolor, sino pregúntale a tu mamá, y verás que te narra momentos de angustia intolerable.  La Biblia habla de ese dolor insoportable, que se inicia cuando las reglas de convivencia entre naciones no son respetadas, produciendo guerras y conflictos. ¿Qué viene? ¿una tercera guerra mundial?, ¿bombas nucleares arrasando con las ciudades?, ¿escasez de alimentos?, ¿encarecimiento de los servicios básicos de la población?, ¿migraciones obligadas de millones de personas?

Mi apreciado(a) compañero(a) de fe, tú y yo somos testigos privilegiados del cumplimiento de las señales que determinan que esta Tierra está entrando en tiempos de caos y dolor, sin opción a escapar de ellos. ¿Qué hacer frente al cambio de las reglas mundiales y las posibles consecuencias globales que produzcan mucho dolor?

Tengo dos respuestas para esa pregunta. (1) Mateo 24: 13 dice: “… pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo”. La palabra “firme” en el idioma original, conlleva perseverancia, resistencia y paciencia. Es decir, no te salgas del camino de fe que estás andando, confía en que Dios proveerá lo que necesitas y que de ninguna manera un justo padece de hambre, y aún así sientas mucho dolor, espera en la providencia de Dios.

(2) Dice 2 Pedro 3:11 y 12: “Ya que todo será destruido de esa manera, ¿no deberían vivir ustedes como Dios manda, siguiendo una conducta intachable y esperando ansiosamente la venida del día de Dios?”. Aunque el texto está demasiado claro, puedo resumirlo: “Camina bajo el paraguas de los principios bíblicos y prepara tu vida para encontrarte con Jesús”.

¿Qué piensas?, ¿Qué decides?/////////////.

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[1]Joseph Henry Thayer, A Greek-English lexicon of the New Testament: being Grimm’s Wilke’s Clavis Novi Testamenti (New York: Harper & Brothers., 1889), 679.

MIRA HACIA ATRÁS Y PRENDE LA LUZ

“No se preocupen por lo que sucederá mañana, pues mañana tendrán tiempo para hacerlo. Ya tienen suficiente con los problemas de hoy” (Mateo 6:34 NBV)

160 Frases del pasado | El único lugar al que no podemos volver.

La mejor y saludable forma de ver la vida es de “adelante hacia atrás”, es decir, del presente hacia el pasado, sin intención de lamentarse sino con el propósito de aprender y mejorar. Infelizmente, los seres humanos tienen la tendencia de mirarla de atrás hacia adelante, por eso el estrés, ansiedad, miedos e incredulidad han tomado protagonismo en sus vidas, hasta llevarlos a una existencia infeliz.  La persona que vive tratando de visualizar el futuro, es una que no sabe de dicha constante ni tiene paz.

La manera más eficaz de vivir preocupado y en estrés, es estar persistentemente mirando el futuro y tratando de adivinar lo que vendrá. Es inútil intentar ver lo que pasará mañana, porque simplemente no sabemos si seremos parte de él, por lo mismo no tenemos ningún control sobre los sucesos que lo acompañan.

El estrés es una de las consecuencias físicas y emocionales de las preocupaciones. Esa condición es por sí sola la responsable de decenas de miles de muertes cada año y causa más daño que muchas enfermedades físicas. Al estar relacionado a las preocupaciones, su origen radica en las inquietudes del futuro, entonces podemos tener cierto tipo de control sobre él, porque el estrés no existe fuera de nosotros mismos y, por lo tanto, ninguna situación puede considerarse estresante en sí misma.

En síntesis, nos estresamos porque estamos preocupados en un futuro que es incierto, como niños asustados en medio de un cuarto oscuro. La solución es encontrar el interruptor y prender la luz. El interruptor es la capacidad que tenemos de controlar las decisiones que tomamos hoy, y la suficiencia para extraer lecciones de nuestra historia pasada. Si activamos ese interruptor, la luz de una vida en paz y dichosa estará a nuestro alcance. Con esa luz, las tinieblas de nuestras infundadas preocupaciones y el estrés se esfumarán. Por eso el evangelista fue acertado cuando escribió: “No se preocupen por lo que sucederá mañana, pues mañana tendrán tiempo para hacerlo. Ya tienen suficiente con los problemas de hoy”.

Why do we think of the future as being in front? New clues from study of  people born blind – Research Digest

Por su lado, “la preocupación”, madre del estrés, no es el resultado de algo que experimentas en el presente, sino que se refiere a sucesos del pasado o hechos que podrían suceder en el futuro. Experimentas estrés en el presente, cuando no sabes lidiar con las preocupaciones que derivan de recordar el pasado con culpabilidad o la impotencia de ver el futuro.

Entonces, cuando me refiero a mirar la vida de adelante hacia atrás, es decir, del presente hacia el pasado, estoy partiendo del único tiempo que podemos manejar: HOY y la capacidad de recordar el pasado solo para aprender, recapacitar y mejorar. Si vivimos de esa forma, automáticamente estamos cerrando paso a las preocupaciones, y, de hecho, dejando afuera de nuestras vidas al mortal estrés. Lo curioso de esto es que, la Biblia enseña sobre las preocupaciones, y debería ser el antídoto contra el estrés para los cristianos, pero por el contrario, muchos de ellos andan preocupados y no es raro escucharlos decir: “estoy estresado”.

Un amigo me decía que le gustaría tener un borrador gigante que le permitiera borrar acciones equivocadas y decisiones tristes. Sé que muchos de nosotros nos gustarían también tener ese borrador, que desaparezca esas cosas que no hicimos bien. Pero, eso no es posible. Hay cosas que no podemos cambiar, pero sí aprender de ellas. No vale la pena vivir con resentimientos y rencores, es el pasado, aprende y perdona, al instante empezarás un año en paz. También es penoso, recordar las malas acciones y vivir culpándonos, esa vida de estrés se acaba, cuando hoy decidimos pedir perdón a Dios y cambiar de rumbo.

Asimismo, recordar lo que no logramos, para perforar la mente con arranques de rabia y pena, es convivir y abrigarte de preocupaciones y estrés. Aprende de los errores, dale color a tu nuevo año poniéndote nuevos retos y objetivos altos. Quizá este año viejo no lograste muchas cosas, quizá tus metas no se alcanzaron, de repente tus cuentas acabaron en rojo, pero ya pasó, mira un nuevo año lleno de oportunidades, esfuérzate de nuevo y recuerda que la batalla termina cuando tú lo decides, mientras sigas luchando, más cerca estás de la victoria

Photo illustration of a man facing away from the camera, with his hand on his chin, while various computer screens floating around the back of his head

Finalmente, lo que tienes es HOY, y la mejor decisión es SEGUIR AVANZANDO, en esa condición las preocupaciones y el estrés se paralizan. Si te das cuenta, todo sigue su curso, la mañana da la bienvenida a la tarde y éste saluda a la noche. Tu corazón sigue latiendo, no se detiene, tampoco tu respiración. Si ellos se detuvieran, sería fatal, habría muerte, sería el final de todo. De la misma forma, no te puedes detener, solo un momento mira de adelante hacia atrás, el pasado sirve para aprender y el presente para soñar y seguir avanzando con fe.  

Mi apreciado(a) amigo(a), cambia tu futuro aprovechando el presente, deja atrás los desaciertos, pero guarda las lecciones. Y hoy, mientras el sol se va ocultando y la noche va recibiendo un nuevo año, antes de cualquier evento programado en tu agenda, detente, busca un lugar donde puedas estar solo, cierra la puerta y mira de adelante hacia atrás con estas preguntas: ¿Qué hice?, ¿qué decisiones tomé?, ¿qué he logrado? Con las respuestas, valora las lecciones, decide hacer cambios y no tropieces con la misma piedra.

Asimismo, nunca pienses que algún fracaso o algún mal resultado, fue porque lo merecías o naciste en mala suerte, sino que toda tu vida es parte de un plan que Dios tiene para ti, que hoy no puedes entender, pero mañana cuando mires de adelante hacia atrás lo entenderás. He aprendido, no sin mucho dolor, que cada vez que miro hacia atrás nunca me reclamo las cosas que me han pasado ni afirmo si fueron buenas o desacertadas, porque camino bajo un plan que Dios tienen para mi vida. Lo seguro es que, si no aprendo las lecciones hoy, mañana Dios me volverá a tomar las mismas pruebas. Y te digo con sinceridad, yo ya quiero ver el final del plan… ¡Feliz nuevo año!.. voy a cerrar mi computadora porque necesito un momento para mirar de adelante hacia atrás. ¿Qué decides?, ¿qué piensas?

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ATRAPA A TU MOSCA

“Las moscas muertas apestan y echan a perder el perfume. Así mismo pesa más una pequeña necedad que la sabiduría y la honra juntas” (Eclesiastés 10:1 NVI).

Con seguridad puedo afirmar que alguna vez has escuchado la siguiente frase, en relación a un acto de pequeña debilidad o vulnerabilidad que terminó en ruina: “su talón de Aquiles”.

Aunque la frase “talón de Aquiles” es una expresión popular figurativa, todos tenemos un talón de Aquiles literal, aunque a la verdad, son dos. Estos son bandas resistentes de tejido fibroso que conectan los músculos de la pantorrilla con el hueso del talón. Cuando los músculos de la pantorrilla se flexionan, el tendón de Aquiles tira del talón y ese es el movimiento que nos permite estar de puntillas al caminar, correr o saltar.

Sin embargo, en el contexto figurativo, la expresión «talón de Aquiles» para aludir al punto débil de una persona o cosa, se lo debemos a la maravillosa imaginación de los Antiguos Griegos.

Aquiles, fue el más grande de todos los héroes griegos de la guerra de Troya, y aunque hay varias versiones de su historia, todas las profecías marcan su vida, incluso antes de nacer.

Tetis, su madre, era una ninfa o diosa del mar de quien se habían enamorado Zeus, el rey de los dioses, y Poseidón, el dios del mar, quienes estaban haciendo hasta lo imposible para conquistarla. Una versión cuenta que Tetis rechazó a los dos dioses y Zeus se enfureció tanto que decretó que jamás se casaría con uno.

Tendón de Aquiles o talón de Aquiles? | El Diario Vasco

Otra dice que Temis, rechazó a ambos dioses, porque estaba escrito «que la diosa del mar tendría un hijo principesco, más fuerte que su padre, que empuñaría otra arma en su mano más poderosa que el rayo o el tridente irresistible». En otras palabras, el hijo que tuviera la ninfa llegaría a ser más magnífico que su padre, algo que no le alegraría a ninguno de los dos dioses del Olimpo.

Enterado de esto, Zeus quedó tan preocupado que se aseguró de que Tetis se casara con un hombre mortal para que su hijo no pudiera nunca desafiar el poder divino. El elegido fue Peleo, que muy aparte de ser piadoso y digno de acostarse con una diosa, era un mortal, así que no podía engendrar un hijo inmortal, y por magnífico que llegara a ser la criatura, su grandeza tendría fin.

La decisión del matrimonio, no le alegró a Tetis, quien no se resignaba a aceptar que algún día a su hijo sería tan cruelmente arrebatado por la despiadada Muerte, algo que, a ella, por ser una diosa, no le ocurriría.

Así que hizo todo lo posible para evitarse el dolor más grande que puede sentir una madre, perder a su hijo. Una versión señala que Tetis se llevó a Aquiles al río Estix, que marcaba el límite entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Para hacerlo invencible, invulnerable e inmortal, la diosa sumergió a su bebé en las aguas del río, cuyo nombre styx significa «estremecimiento» y expresa repugnancia por la muerte. Pero, la única parte del cuerpo de Aquiles que permaneció vulnerable fue su talón, pues fue de ahí que Tetis lo sostuvo al bañarlo en las mágicas aguas.

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No obstante, pese al heroísmo, fuerza y ​​camaradería de Aquiles, parece que la profecía de su muerte se iba a cumplir. Varias fuentes cuentan el final de este héroe mitológico, pero la más conocida, asegura que fue el dios Apolo -quien apoyaba a los troyanos- el que guió la flecha hacia su punto vulnerable: el talón, la parte que no se sumergió en el río styx.

Aquiles, era fuerte, decidido y valiente, pero tenía una pequeña zona vulnerable, y por allí llegó su triste final. El talón mortal del casi inmortal Aquiles ilustra perfectamente la enseñanza de las moscas muertas que malogran el perfume: La ruina de un ser humano, llega por esas pequeñas zonas vulnerables de la vida. El autor del libro de Eclesiastés habla de esas pequeñas necedades, que oscurecen la sabiduría y las buenas intenciones.

¿Cuál es la mosca de va a malograr tu perfume?, ¿cuál es esa pequeña necedad que va a traer ruina a tu vida? Para algunos, puede ser un pequeño vicio, un pequeño mal hábito, un “pecadillo” insignificante o una decisión lejos de los principios de la Biblia.

El peligro de las pequeñas necedades es justamente su pequeñez: pasan desapercibidas, no le hacemos caso, como una pequeña cápsula de cianuro, o una gota de veneno de una cobra.

Asimismo, el que conoce perfectamente «la desgracia de las moscas muertas» es Satanás, por eso siempre nos ataca en las pequeñas zonas vulnerables de nuestra vida. Él no hace tentaciones al por mayor, lo hace a la medida de nuestros puntos débiles. Cómo la experiencia de un amigo preso en el alcohol que gemía lleno de angustia: “Si el diablo viniera a sugerirme que vayamos a una cantina a tomar, yo lo agarraría a golpes y lo sacaría de mi vida, pero como el vicio viene en una pequeña botella de cerveza helada, no puedo resistirme”. O como otro joven que me contaba en un mensaje de texto: “El día que decido dejar de ver películas pornográficas, ese día aparecen muchos amigos que me ofrecen más películas y me sugieren verlas”.

Mi apreciado(a) compañero(a) de fe, atrapa a tu pequeña mosca antes que caiga en el perfume de tu vida, y la arruine. Fuiste llamado a oler bien, y que la gente se sienta atraído por tu olor grato, pero las moscas hacen heder el mejor perfume. ¿Qué piensas?… ¿qué decides?///////////.

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