LA CURA

“De hecho, la ley exige que casi todo sea purificado con sangre, pues sin derramamiento de sangre no hay perdón” (Hebreos 9:22 NVI).

Mientras se busca la vacuna contra la COVID-19, enfermedad causada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, expertos de todo el mundo prueban tratamientos ya existentes que sirvan para superar la enfermedad. Se experimenta con antimaláricos, como la cloroquina e hidroxicloroquina; antirretrovirales, como el ritonavir, y por estos días se está probando una terapia utilizada desde hace un siglo: el “plasma convaleciente”. Esta se basa en la transfusión de plasma sanguíneo de una persona convaleciente a un enfermo.

El plasma sanguíneo es el suero o solución que queda de la sangre después de que se han removido sus componentes celulares, como plaquetas, glóbulos rojos y glóbulos blancos. Está compuesto por agua, proteínas, grasa, glucosa, vitaminas, hormonas, oxígeno, dióxido de carbono, entre otras sustancias. No obstante, en el plasma también se encuentran los anticuerpos que el organismo de una persona con una infección crea para defenderse de los agentes patógenos que la originan. Por lo tanto, el llamado “plasma convaleciente” busca, mediante transfusión, usar los anticuerpos de personas recuperadas -que quedan en la sangre incluso por años- en pacientes que están luchando contra la misma infección.

Así como el “plasma sanguíneo” puede ser una cura alternativa para este coronavirus, la sangre de Jesús es la cura segura para la principal enfermedad que azota al mundo, y le le quita la paz, alegría y vida plena: el pecado, que se refleja en la maldad y la tendencia a tomar decisiones equivocadas.

“Sangre”, es una palabra clave para comprender el mensaje redentor de la Biblia. Su significado es esencial para entender los sacrificios del AT. Más importante aún; la palabra “sangre” constituye un tema fundamental para comprender la obra de Cristo.

El Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado explica acertadamente la obra de Cristo en relación a la sangre: “Según la Ley, la muerte es la paga del pecado. Para obtener el perdón era indispensable sacrificar la vida de un sustituto, prefigurando el sacrificio del Calvario. La sangre de los animales sacrificados servía para hacer la expiación sobre el altar (Lv. 17:1–14; Dt. 12:15–16), o en el interior del santuario, sobre el propiciatorio (Lv. 8:23, 30; Éx. 24:8; He. 9:18–22). Mediante este símbolo, el sacerdote venía a decir al Señor: «El hombre (o el pueblo) a quien yo represento hubiera debido morir a causa de su pecado. Pero la sangre aquí presentada demuestra que una víctima ha sido ofrecida en su lugar. Tu ley queda satisfecha. Otorga tu perdón según tu promesa.» En el NT, las expresiones: sangre de Jesús, sangre de Cristo, sangre del Cordero, sangre del pacto, sangre rociada, son metáforas que representan la muerte expiatoria del Señor Jesús; fue por el derramamiento de Su sangre que pudo haber salvación (1 Co. 10:16; Ef. 2:13; He. 9:14; 10:19; 1 P. 1:2, 19; 1 Jn. 1:7; Ap. 7:14; 12:11; Mt. 26:28; He. 12:24)”.[1]

Mi apreciado(a) compañero(a) de fe, aceptar a Jesús y por consecuencia, comprometerse a vivir bajo los principios de la Biblia,  es una forma simbólica de escapar del pago trágico e ineludible del pecado (la muerte eterna), al presentarse Cristo mismo como pago y saldar las cuentas, de tal manera que tengamos acceso a la vida eterna. Con razón, este texto es popular, por la simplicidad con que presenta la compleja verdad de nuestra salvación que tiene que ver con sangre: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”.[2]

“Dios está esperando para conferir la bendición del perdón, la remisión de la iniquidad y los dones de la justicia a todos los que crean en su amor y acepten la salvación que él ofrece. Cristo está dispuesto a decir al pecador arrepentido: ‘Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala’. La sangre de Jesucristo es el argumento elocuente que habla en favor de los pecadores. Esta sangre ‘limpia de todo pecado’”.[3]

Feliz y bendecido/a el/la que acepta a Cristo y vive bajo los preceptos de su Palabra, porque cuando pase el Ángel de la muerte, al encontrar la sangre rociada en el marco de su puerta, pasará de largo. ¿Qué piensas?… ¿qué decides?/////////.

Pr. Joe Saavedra

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[1]Samuel Vila Ventura, Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado (TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1985), 1065.

[2]Juan 3:16 NVI

[3]Elena de White. Testimonios para los Ministros, 517.

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MUERTE INEVITABLE

“Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron.” (Romanos 5.12, NVI)

maynard15n-1-webLa estadounidense Brittany Maynard, de 29 años, supo hace unos meses, poco después de su boda, que tenía un tumor maligno en el cerebro. Por ser un cáncer terminal, los médicos le dieron cerca de medio año de vida. Determinó entonces que, para evitar pasar por las etapas más duras de la enfermedad, ella misma decidiría cuándo morir. Para hacerlo más impactante, lo comunicó en un video que publicó en YouTube el 6 de octubre y que ya fue visto más de 8,7 millones de veces. Esta joven, “no es la primera persona que anuncia en un video su decisión de morir para acabar con el sufrimiento de una enfermedad terminal, pero su mensaje está teniendo un impacto inusual en Estados Unidos, donde se ha reavivado el debate sobre la eutanasia”.[1]

Para lograr su objetivo, Brittany, y su esposo se mudaron de California a Oregón, uno de los cinco estados en EE.UU. en los que el suicidio asistido por doctores está permitido. Una vez que estableció allí su residencia y probó que le quedaban menos de seis meses de vida, obtuvo las medicinas para morir.

La historia de Maynard ha reabierto el debate en EE.UU. sobre la moralidad del suicidio asistido. Los pacientes terminales en pleno uso de razón pueden solicitar la muerte asistida a un doctor. Una vez que su solicitud es admitida, el paciente fija una fecha para tragar las píldoras que le producirán la muerte, sin embargo debe hacerlo por sus propios medios. Es ilegal que el doctor o alguien de su entorno, le ayude a tomar las pastillas.

Los registros en Oregón, informan que más de 750 personas en Oregón han hecho uso del «derecho a morir dignamente» hasta el 31 de diciembre de 2013. La edad media de los solicitantes es de 71 años. Solo seis eran menores de 34 años, como Maynard. Definitivamente, la historia de esta joven ha reabierto el debate en EE.UU. sobre la moralidad del negro 3suicidio asistido.

Tomando esta historia polémica, podemos ilustrar la situación sin esperanza del ser humano: “está condenado a morir y no hay vuelta para atrás”. La historia bíblica dice que “por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron”. El cáncer terminal es el pecado, por eso el apóstol Pablo es categórico con esta afirmación: “la paga del pecado es muerte…”.[2]

Elena de White, comentando sobre la responsabilidad de Adán del contagio de la muerte dice: “Cuando salió del hermoso Edén, el pensamiento de que debía morir lo sacudió de horror. La muerte le pareció una terrible calamidad. Por primera vez se puso en contacto con la tremenda realidad de la muerte en la familia humana cuando su propio hijo Caín asesinó a su hermano Abel. Lleno de amargo remordimiento por causa de su propia transgresión, privado de su hijo Abel, con plena conciencia de que Caín era asesino, y reconociendo la maldición que Dios había pronunciado sobre él, el corazón de Adán se quebrantó de dolor. Con mucha amargura se reprochó su primer gran pecado. Suplicó el perdón de Dios por medio del Sacrificio prometido. Sentía profundamente la ira de Dios por el crimen perpetrado en el paraíso. Fue testigo de la corrupción general que finalmente obligó a Dios a destruir a los habitantes de la tierra por medio de un diluvio”.[3]

ApocalipsisAdán pudo ver vívidamente como la muerte tomaba impunemente la vida de los seres humanos, suplicó por una cura y el Señor le mostró la vacuna: “la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor”,[4] “así como una sola transgresión causó la condenación de todos, también un solo acto de justicia produjo la justificación que da vida a todos. Porque así como por la desobediencia de uno solo muchos fueron constituidos pecadores, también por la obediencia de uno solo muchos serán constituidos justos”.[5] Jesús es la vacuna para el cáncer terminal, el pecado, el cual degrada poco a poco hasta la muerte.

Mi apreciado(a) amigo(a), Brittany Maynard, sabe que va a morir, ya tomó una decisión, porque no tiene esperanza y ni se atreve a seguir luchando por su vida. Tú y yo, también sabemos que vamos a morir, que estamos condenados por el cáncer terminal que poco a poco nos va quitando fuerza, alegría y paz. Pero a diferencia de Brittany, nosotros si tenemos esperanza, Jesucristo es la cura segura y definitiva para nuestra enfermedad. Entonces ¿qué decisión tomarás? ¿Mueres o vives? ¡No hay otra alternativa!/////.

joe  firma 2

 

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[1] http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2014/10/141010_eutanasia_brittany_maynard_suicidio_asistido_fp

[2] Romanos 6.23a NVI

[3] Elena G. de White, La historia de la redención, trans. Gastón Clouzet y Alberto Novell, Primera edición. (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2009), 57.

 

 

[4] Romanos 6.23b NVI

[5] Romanos 5.18–19 NVI

¿SALVOS DE QUÉ? (jueves 22 de marzo de 2012)

“Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte” (Santiago 1:15 NVI).

Una persona de la iglesia me preguntó: ¿qué le ofrecemos  a la gente?, ¿cuál es nuestro “interés”? esas preguntas me dejaron meditando. ¿Cómo iglesia qué le estamos “vendiendo” a las personas? Una respuesta segura y concreta es: “salvación”,  sin embargo, ¿salvación de qué?, es decir ¿para qué problemas el cristianismo es una solución? Si la respuesta gira en torno al “pecado”, es decir nuestro intento es alejar del pecado a este mundo corrompido, entonces creo que vamos por el camino equivocado, porque liberar al ser humano del pecado, es una tarea “titánica” y hasta imposible, porque, cómo dijo Pablo: “…Pero yo soy meramente humano, y estoy vendido como esclavo al pecado”.[1] Si hablamos en terrenos reales, el pecado es altamente atractivo, ¿por qué querría alguien ser salvado de algo altamente atractivo y agradable? Si todo lo que podemos ofrecerle a las personas es liberarlos de sus debilidades favoritas entonces nuestra oferta no es muy buena.

El pecado en sí no es el problema principal, y no pasa de ser más bien la causa del problema. No podemos esforzarnos solamente  en tratar de convencer a las personas en centrarse en sus pecados y “sudar al máximo” para liberarse, sino en llevarlo a entender que la liberación no es del pecado sino de la consecuencia que ella origina.

El apóstol Santiago nos dice que la “madre” es el “deseo” (pasión) y esta acaba en muerte. Desde el punto de vista del pecador, su principal deseo no es liberarse del pecado, sino de la consecuencia: la muerte. Es decir, el pecador es como un infeliz paciente que no quiere liberarse de cigarro sino solamente del cáncer. Por lo tanto, el cristianismo debe ser una solución para el problema de la muerte. Nuestra oferta debe ser en señalar el camino que lleva a la vida eterna. Si entendemos este asunto, entonces estos textos tienen sentido: “—Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí”,[2] “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”.[3] ¡No para condenar por el pecado, sino para ser salvo de él![4] El pecado nos lleva a la muerte, pero podemos tener otro final: “La vida eterna”.

White dice: “Por naturaleza estamos enemistados con Dios. El Espíritu Santo describe nuestra condición en palabras como éstas «Muertos en las transgresiones y los pecados» (Efe. 2: 1), «la cabeza toda está ya enferma, el corazón todo desfallecido», «no queda ya en él cosa sana» (Isa. 1: 5, 6). Estamos enredados fuertemente en los lazos de Satanás, por el cual hemos «sido apresados para hacer su voluntad» (2 Tim. 2: 26). Dios quiere sanarnos y libertarnos. Pero, puesto que esto demanda una transformación completa y la renovación de toda nuestra naturaleza, debemos entregarnos a él enteramente”.[5]

Pero, ¿cómo podemos saber que vamos en la dirección correcta a la vida eterna? ¡Buena pregunta!

Pr. Joe Saavedra

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[1] Romanos 7:14 NVI

[2] Juan 14:6 NVI

[3] Juan 3:16 NVI

[4] Juan 3:17

[5] La maravillosa gracia, cap: “salario o don”

TODOS LO NECESITAMOS (miércoles 30 de noviembre de 2011)

“Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron” (Romanos 5:12 NVI)

La afirmación es contundente: “todos pecaron”, y por consecuencia aparecen como pecadores delante de Dios; no obstante todos, independientemente de su raza, color, nacionalidad o posición pueden aceptar la siguiente declaración: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”,[1] porque Dios no mira la cara, ni pregunta edad ni trabajo, y no nos pide carta de recomendación para atender nuestra condición de desahuciado por causa de nuestras transgreciones, considerando que “la paga del pecado es muerte”.[2]

Los judíos se sentían privilegiados con Dios por haber pasado por el rito de la circuncisión, y miraban con desprecio a los demás. Sin embargo un pecador circuncidado, no es mejor que uno incircunciso; un pecador registrado como miembro de iglesia, no es mejor que un pecador fuera de los registros. Un pecador que pasado por el rito del bautismo, no es mejor que el pecador que no pasó por esa experiencia; un pecador con cargo de iglesia que vive una vida oculta de pecado, no es mejor que ese pecador que aparece en las portadas de los periódicos denunciado por su mala vida. El pecado es pecado, y los pecadores son pecadores, estén dentro de la iglesia o no; pero gracias a Dios por Cristo, quién es nuestra propiciación[3] por nuestros pecados, así como por todos los del mundo.

Todos, sin distinción, necesitamos de la gracia de Dios. Hay esperanza tanto para el erudito en religión que es infiel, como para el pecador común que anda en las calles y que nunca ha invocado el nombre de Jesús. Y  el evangelio de esperanza que predicamos al mundo, también debe ser predicado en la iglesia, porque hay un solo evangelio. Y éste sirve de la misma forma para convertir pecadores que están en el mundo, que para pecadores que están registrados en el libro de la iglesia. Y este evangelio también, renueva al mismo tiempo a los que permanecen realmente en Cristo y perseveran por no salir de su gracia.

Mi amigo (a), necesitamos de Cristo, que no se pase por tu cabeza que hoy no necesitas estar  a cuenta con Dios o que tu certificado de bautismo es garantía de tu reconciliación con Dios. ¡Perseveremos cada día!…

Pr. Joe Saavedra

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[1] Lucas 15:2 NVI

[2] Romanos 6:23 NVI

[3] La palabra propiciación significa “apartar la ira mediante un acto justo” y también significa “apartar la ira  mediante la satisfacción de la justicia que se ha violado”.

¿QUÉ LE PASA AL CORAZÓN DEL HOMBRE? (jueves 29 de setiembre de 2011)

“Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace sino el pecado que habita en mí” (Romanos 7:20 NVI)

Por estos días se comenta mucho la muerte de un hincha de un equipo de futbol profesional muy famoso de nuestro país. Los indicios apuntan a que fue asesinado, al ser arrojado desde un exclusivo palco  del estadio donde se enfrentaban los dos equipos más famosos del Perú. Todo sucedió en medio de una gresca entre bandas rivales, donde la locura humana llegó al límite entre el alcohol y las drogas.

Un programa de una radio muy sintonizada del medio, comentaba este incidente, y uno de los locutores reflexionaba de esta manera: “Los asesinos no son pandilleros de las clases bajas  de los conos de Lima, más bien hombres que pasaron por exclusivos colegios y universidades, empresarios y gente aparentemente bien educada… ¿qué está pasando con el corazón del hombre?, ¿por qué tanta maldad en la humanidad?…”, estas preguntas están en la cabeza de la gente del mundo que no entiende al hombre qué es capaz de lastimar a sus semejantes sin remordimiento ni pena.

Mi amigo(a), y ¿tú que piensas?, ¿qué crees que le pasa al hombre?, mientras escuchaba las preguntas sin respuestas que se hacían los locutores, recordé lo que decía Pablo y hallé la respuesta: De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace sino el pecado que habita en mí”.[1] Esto quiere decir que la maldad del ser humano no depende de la educación, del nivel social o el lugar de morada, sino que el corazón del hombre maquina odio porque está infestado de pecado, porque no hay nada bueno en la constitución humana que lo lleve a  amar y tener compasión. Con esa naturaleza pecaminosa es tan normal portarse mal o lastimar al prójimo.

Por esto, mientras escuchaba las soluciones humanas que planteaban los políticos y autoridades de nuestro país, vino a mi mente la única solución que puede competir con la naturaleza degrada y pecaminosa: “la naturaleza de Cristo”. Solamente una vida que acepta a Cristo como salvador y le permite morar en ella, puede neutralizar la maldad que lo domina. El mismo apóstol Pablo lo afirma con esperanza al reconocer que es un pobre miserable pecador: “¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal?,[2] y se responde agradecido: “¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor!”.[3]

Solo en Cristo Jesús hay esperanza para la maldad del hombre, tan solo recordemos lo que Él ha hecho por nosotros, de donde nos ha sacado y los errores que ha enterrado en el pasado. ¿Te has preguntado donde estarías si no aceptabas a Cristo como Salvador?… Gracias a Dios porque en Jesucristo tenemos esperanza… ¡si tan solo nuestras autoridades aceptaran que Cristo Jesús es la solución para el odio y la maldad!… esta noche oremos por nuestro país, por lo millones de  inocentes que corren desesperados sin saber por dónde escapar, para que tengan la oportunidad de conocer a Jesús… ¡y nosotros podemos hacer mucho!…

Pr. Joe Saavedra

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[1] Romanos 7:19-20 NVI

[2] Romanos 7:24 NVI

[3] Romanos 7:25 NVI

PERDONADO (viernes 26 de agosto de 2011)

“Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: «Voy a confesar mis transgresiones al SEÑOR», y tú perdonaste mi maldad y mi pecado” (Salmos 32:5 NVI)

La Biblia señala que la naturaleza pecaminosa encontrará su final en la muerte. Esa es la condena del hombre, ese es el resultado del pecado. Además, la naturaleza con el cual nace el ser humano lo empuja a cometer actos sucios. Sin embargo, la suerte humana no está del todo determinada, existe esperanza para esta vida y para la eternidad.

El rey David, fue uno de los personajes bíblicos que “erró al blanco”, que produjo muchos frutos  de pecado, y que confirmó su final. No obstante, él encontró en medio de la oscuridad del túnel una luz de esperanza, corrió a los brazos de Dios y aceptó su invitación: “Venid ahora, y razonemos — dice el SEÑOR — aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, como blanca lana quedarán”.[1] Por eso un día él dijo: “Voy a confesar mi iniquidad, pues mi pecado me angustia”,[2] y a partir de ese momento, en los años de vida que le quedó, pudo disfrutar de paz y salud.

Mi amigo(a), ¿estás produciendo frutos de muerte?, ¿el peso del pecado te ahoga?, ¿vives una vida falsa, pues tu sonrisa no refleja lo que vives?, entonces vas directo a tu destino final, pero, gracias a Dios hay un “pero”, David lo grito: “Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad…” y alcanzó descanso y vio que su final sería otro. No importa cuán lejos hayas avanzado,  o cuán profundo hayas caído, porque tu perdón será más grande y la paz indescriptible, con razón esta cita dice: “Tus pecados podrán parecer montañas delante de ti; pero si humillas tu corazón y confiesas  tus pecados, confiando en los méritos de un Salvador crucificado y resucitado, él te perdonará y te limpiará de toda injusticia… Desead la plenitud de la gracia de Cristo. Permitid que nuestro corazón se llene con un anhelo intenso por su justicia”.[3] Un día nos liberaremos de la naturaleza pecaminosa, las manchas de las decisiones erróneas desaparecerán y gozaremos para siempre de  paz  y prosperidad.

Qué este fin de semana sea el inicio de una reconciliación con Dios, y el primer paso es contarle a Dios todo, absolutamente todo.  ¡Feliz sábado!… Dios mediante hasta el lunes…

Pr. Joe Saavedra

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[1] Isaías 1:18 LBA (La Biblia de las Américas)

[2] Salmos 38:18 NVI

[3]  Dios nos cuida, “confiesa tu pecado”

CONSECUENCIAS (jueves 25 de agosto de 2011)

No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra.  El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna” (Gálatas 6:7,8)[1]

Tenemos que hacer una diferencia entre la condición pecaminosa del ser humano y los frutos de ese estado. La Biblia, por un lado, presenta la condición en el cual un ser humano nace, y esto es una vida degradada y con tendencia a hacer las cosas mal: “Yo sé que soy malo de nacimiento; pecador me concibió mi madre”;[2] por otro lado, esa condición de pecado lleva al hombre a realizar actos malos o lo que se conoce como obras de la naturaleza pecaminosa o frutos del pecado: “Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual,  impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas”.[3] Con esta aclaración, entonces podemos entender que la condición de pecado inevitablemente acabará con la  muerte, pero gracias al plan redentor ese destino puede cambiar con el retorno de Jesús, si lo aceptamos como Salvador. Sin embargo, hacemos más difícil la reconciliación con Dios cuando vivimos produciendo frutos del pecado.

Entonces, la muerte es el final del hombre nacido en pecado y los frutos de éste reafirman nuestro destino fatal. Dios en su segunda venida destruirá hasta el más minúsculo rastro de pecado, nada quedará impune, porque de Dios, afirma Pablo, nadie se burla. Y cosechamos lo que sembramos. Y la cosecha se manifiesta en una penosa separación de Dios (Isaías 59:2 NVI), en una vida de trabajo duro y dolor (Génesis 3:16-19 NVI), en enfermedad física (Salmos 32:3; 38:3 NVI), en falta de paz (Isaías 48:22 NVI), en exclusión segura del reino de Dios (1 Corintios  6:9,10 NVI) y otras consecuencias que hacen más desdichada la existencia del hombre (Proverbios 13:21; 1 Pedro 2:11 NVI).

Mi amigo(a), el dar rienda suelta a los pedidos de la naturaleza pecaminosa conlleva a una vida de felicidad pasajera, constante dolor y rechazo de uno mismo; no obstante sembrar para agradar al espíritu, esto es, reconciliarnos con Dios, escuchar su voz y hacer su voluntad, nos prepara para una transformación futura y una vida de esperanza para todos los días.

La guerra contra el mal no ha terminado todavía, quedan muchas batallas por enfrentar, hagámoslo de la mano del General, y comprobemos que nuestro destino final puede  acabar en el cielo.

Pr. Joe Saavedra

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[1] International Bible Society, Nueva Versión Internacional. (East Brunswick, NJ, USA: Sociedad Bı́blica Internacional, 1979). En adelante NVI

[2] Salmos 51:5 NVI

[3] Gálatas 5:19 – 21 NVI

CONSECUENCIA (miércoles 24 de agosto de 2011)

 “El que es justo obtiene la vida; el que persigue el mal se encamina a la muerte” (Proverbios 11:19).[1]

La raza humana, al haber permitido el ingreso del pecado a la tierra asumió una carga que no puede sostener. El peso del mal es tan agobiante como ser  lanzados al mar con las manos y los pies atados. Allí el ser humano, entre la oscuridad de aguas profundas se sacude desesperadamente tratando de liberar sus manos y sus pies con el afán de salvar su vida, sin embargo se hunde más, se enreda más y su final es el horror de la muerte.

Con razón apóstol Pablo menciona la consecuencia principal del pecado: “Porque la paga del pecado es muerte…”,[2] refiriéndose al único camino que tiene el ser humano infectado de iniquidad, y esto es, morir inevitablemente. No hay forma de escapar al aguijón de la muerte, todos estamos en la cola esperando nuestro turno para despedirnos sin pena ni gloria.

Por otro lado, el ser humano no se queda sin hacer nada, busca alternativas para salvar su vida, corre de un lado a otro buscando solución a su destino fatal, mira a todos buscando salidas, escucha todo tipo de recetas buscando el alivio a su mal terminal, y en ese trayecto se degrada más, no le importa nadie más que él mismo, se lastima y su angustia lo va acabando. Esa de la condición del ser humano en pecado, una vida cansada que no halla reposo, el rey David lo dice de este modo: “Por causa de tu indignación no hay nada sano en mi cuerpo; por causa de mi pecado mis huesos no hallan descanso”.[3]

Sin embargo, si el hombre dejaría de mirar por todos lados para hallar descanso y levantaría su vista al cielo podría sentir que nada está perdido todavía, porque  existe Alguien que es capaz de pagar la deuda del pecado y liberarnos de la muerte. La Biblia apunta a Jesús cómo el único capaz de liberarnos de las ataduras del pecado y regalarnos vida en abundancia. Y aunque las fuerzas del mal nos susurren al oído que la paga del pecado es muerte,  hay  una voz que retumba en el universo que nos revela que “la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor”.[4]

Mi amigo(a), hoy es el día de respirar por todos lados aire fresco de esperanza, y aunque estamos heridos[5] por el pecado, tenemos la promesa de liberarnos de él, y por consecuencia deshacernos de la muerte. No persigamos el mal, seamos hombres justos[6] y obtendremos la vida. Acepta a Jesús como tu salvador personal, ¿ya lo hiciste?,  este momento hazlo otra vez.

Pr. Joe Saavedra

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[1] International Bible Society, Nueva Versión Internacional. (East Brunswick, NJ, USA: Sociedad Bı́blica Internacional, 1979). En adelante NVI.

[2] Romanos 6:23 NVI

[3] Salmos 38:3 NVI

[4] Romanos 6:23up NVI

[5] Mañana hablaremos de otras consecuencias del pecado.

[6] La reflexión del viernes será sobre las acciones para escapar del pecado.

AL BLANCO (martes 23 de agosto de 2011)

“Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado” (Salmos 51:2 NVI)

El término “pecado” es muy común en los ámbitos bíblicos. Incluso, creo yo, es la primera palabra que un cristiano aprende. Algunas afirmaciones como: “no hagas eso porque es pecado” o “no peques más”, son repetidas en sermones, consejos y llamados. Sin embargo, muchos repiten esa palabra y no saben a cabalidad de qué se trata. Pecar no es simplemente portarse mal o hacer cosas incorrectas, es más que esto.

La Biblia, específicamente  el Antiguo testamento,  “utiliza varias palabras que se traducen como pecado. [1] Entre ellas están los términos het y hatta’a (pecado, pecador), que tienen el sentido de fallar, de algo que no logra su meta (Jueces 20:16). Encierra también el sentido de apartarse de lo que es la norma (Génesis 40:1)… Muchos otros términos hebreos se aplican con el sentido de p., pero con un énfasis que en castellano se identifica con los vocablos confusión, iniquidad, culpa, transgresión, rebelión, etcétera”.[2]

“En el NT… la palabra que más se utiliza es amartia, equivalente a p., y que tiene un primer sentido semejante al del AT en cuanto a que significa fallar, perder la marca, apartarse de la norma, no llenar el “estándar”.[3]

Entonces, el concepto más cercano de “pecado” tiene el sentido de fallar, de “no darle al blanco”, en otras palabras es “cualquier desviación de la voluntad revelada de Dios: ya sea no hacer lo que Él ha ordenado definidamente, o realizar lo que específicamente ha prohibido”.[4] Y esto no se refiere solamente a actos errados sino a la acción misma de errar, a la condición en el cual una persona vive separado de Dios.

Y el pecado “en el ser humano es una consecuencia de su inevitable pero innecesaria renuencia a confesar o reconocer su dependencia de Dios; a aceptar su finitud, como criatura de Dios; y a admitir su inseguridad aparte de Dios. Esta renuencia lo enreda en un círculo vicioso, que termina por acentuar o dar mayor fuerza a la inseguridad de la que quiere escapar”.[5]

Mi amigo(a), hoy es el día de entender que el pecado es una condición de vida apartada de Dios, y allí todo falla, todo es camino de muerte. Pídele al Señor este momento que te lave los pecados, que te limpie de las impurezas, que te saque de la condición en que te encuentras y te coloque en el camino de aciertos cuyo fin es la vida eterna. Hoy podemos reconciliarnos con Dios.

Pr. Joe Saavedra

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[1] A partir de ahora: p. 

[2] Alfonso Lockward, Nuevo Diccionario de La Biblia. (Miami: Editorial Unilit, 2003), 805.

 [3] Ibid.

[4] Diccionario Bíblico Adventista, “pecado”

[5] Pablo Alberto Deiros, Diccionario Hispano-Americano de la Misión (Casilla, Argentina: COMIBAM Internacional, 1997).

LIBRE (lunes 22 de agosto de 2011)

“Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual. Pero yo soy meramente humano, y estoy vendido como esclavo al pecado” (Romanos 7:14 NVI)

Qué dicha es vivir en libertad. Nada se compara al privilegio de poder ir a donde queremos. Quizás no valoremos esta situación hasta que visitemos una cárcel. Hace algunos años fui pastor en una ciudad del Perú donde se ubica una cárcel considerada de alta seguridad, porque albergaba a los hombres más peligrosos y reconocidos en el mundo del hampa. Allí un grupo de hermanos se atrevió a organizar una iglesia para dar esperanza y libertad espiritual a muchos reos. En ese lugar he podido toparme con muchos temidos delincuentes y personas con una vida sin esperanza. Por esta experiencia, puedo dar fe que hasta los más sanguinarios e insensibles presos darían todo por unos minutos en libertad. No puedo olvidar uno muy famoso por sus fechorías y temido por su crueldad que un día con lágrimas en los ojos me dijo: “pastor, daría todo, hasta mi vida, si hoy me permitieran por solo unos segundos abrazar a mi hija y decirle que me perdone y que la amo mucho”. Ese día, la hija de ese hombre cumplía quince años y cinco sin ver a su padre. Salí del lugar valorando más mi libertad y el poder aprovechar el tiempo con mis hijos.

No obstante, hay otro tipo de cadenas que privan de la libertad de ser felices y vivir a plenitud. Son ataduras que convierten a los seres humanos en esclavos sin valor y esperanza de disfrutar su corta existencia. Esas cadenas se llaman: pecado. Pablo exclama que somos esclavos del pecado, esto quiere decir, privados de nuestra libertad de ser plenamente felices. En síntesis pecado es cualquier pensamiento, palabra o hecho que va en contra de las instrucciones  de Dios en la Biblia (mañana seré más preciso con el concepto de pecado).

Mi amigo(a), hoy es el día para poder clamar por libertad. No podemos permitir que el pecado nos agobie, y nos quite fuerzas para aprovechar nuestra corta existencia. No debemos continuar arrastrando nuestra vida en medio de la suciedad de actos erróneos. Hoy debemos acabar con una existencia fingida, donde todos pueden ver una sonrisa que esconde una vida que no agrada al Señor.

Hay esperanza de romper las cadenas que nos esclavizan, Cristo puede devolvernos la libertad en todos los sentidos. La certeza profética nos asegura: “La mente lerda y nublada despertará. El esclavo del pecado será libertado. El vicio desaparecerá, y la ignorancia quedará vencida. La fe que obra con  amor purificará el corazón e iluminará la mente”.[1]

Pr. Joe Saavedra

Desde mi rincón de poder y un poquito antes del retorno de Cristo…

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[1] El Ministerio de Curación, págs. 125, 126

NOTA: Esta semana el tema principal será la doctrina del pecado (saga pecado).