Existe un pasaje en la Biblia que resulta inquietante y quizá hasta perturbador: “Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto” (Mateo 5:48).[1] En cierta ocasión un sincero creyente me dijo: “Lo veo como un objetivo muy alto muy difícil de alcanzar”. Otras reflexiones honestas que surgen al leer ese versículo son: «¿Podré alcanzar la perfección de Dios?» «¿Será que puedo llegar a ser perfecto?»
La buena noticia es que, una cuidadosa observación del contexto de ese versículo y un acertado análisis de la palabra original que se traduce como “perfecto”, puede develarnos una verdad esperanzadora y concluir que un cristiano puede alcanzar la perfección.
“El ánimo del hombre puede sostener al enfermo, ¿pero quién puede levantar al abatido?” (Proverbios 18:14 NBV)[1]
El paiche o Arapaima gigas[2] es uno de los peces de agua dulce más grandes del mundo, alcanza hasta 4 metros de longitud y pesa 200 kg o más. Los ríos de la Amazonía peruana lo albergan, siendo oriundo y parte natural del ecosistema de esa zona. Los pescadores son beneficiados por la demanda que hay de su carne en los mercados peruanos. Sin embargo, se cree que el escape de unos ejemplares de una piscifactoría hizo que llegaran a los ríos de Bolivia, alterando peligrosamente el ecosistema de la Amazonía boliviana.
Se estima que cada año el paiche avanza unos 40 kilómetros en los ríos bolivianos, que por su tamaño y apetito lo convierten en una seria amenaza para las poblaciones de peces nativos. Al ser un pez territorial, se apodera de un cuerpo de agua y ahuyenta a las especies nativas. Ese es uno de los problemas graves. Las otras especies huyen del depredador y se adentran en otros cuerpos de agua mucho más lejanos, más remotos y de difícil acceso.
Se sabe que en todo el mundo la mayoría de las especies invasoras son perjudiciales para la naturaleza. Esas especies se consideran la segunda causa más importante de pérdida de biodiversidad después de la destrucción de hábitat. Los investigadores bolivianos sostienen que, en una o dos décadas, el paiche se va a extender a todas las áreas potenciales donde esta especie pueda vivir.
Así como ese gran pez puede ser capaz de arruinar y desequilibrar un ecosistema, el ser humano puede terminar en la ruina y con una vida desequilibrada, si no doblega y aleja el desánimo, que cómo un paiche voraz y agresivo puede alterar su presente y perturbar su futuro.
Ánimo versus desánimo
Para definir el término desánimo, el verso bíblico que encabeza esta reflexión, es propicio para ese fin: “El ánimo del hombre…”. La palabra original hebrea para “ánimo” es rûah, y tiene una gama amplia de significados,[3] pero en síntesis puede referirse al (1) viento, brisa, aire en movimiento, (2) aliento, respiración, soplo, (3) hálito de vida, espíritu como factor vital de todas las criaturas que respiran.[4] Sin embargo, el sentido básico de esa palabra te lleva al inicio mismo de la vida humana que narra Génesis 2: 7.[5] Dios “animó” al inerte cuerpo de barro del hombre con el “soplo de vida”, ese hálito de vitalidad, como una chispa de energía, puso en funcionamiento el insensible trozo muerto de barro. Le dio al cuerpo de barro un “corazón y espíritu”, convirtiéndolo en un ser vivo, integral y dinámico.
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Entonces, ánimo en el contexto anterior, apunta al “corazón y espíritu”,[6] es decir, es el funcionamiento sincrónico y equilibrado del aprendizaje de la vida diaria con las emociones y reacciones naturales frente a acontecimientos diarios, que hacen del ser humano, un ente dichoso que vive en paz. Asimismo, es la energía que mantiene vivo y en acción al hombre, es la fuerza y resiliencia para enfrentar óptimamente el peso de las dificultades que son opciones válidas en la experiencia humana. Es la “cualidad de poder actuar con valentía ante la oposición o bajo grandes dificultades; estar preparado para hacer cosas peligrosas o arriesgadas”.[7]
Pocas cosas ayudan a una persona como el ánimo. George M. Adams lo llamó “el oxígeno del alma”. El poeta y filósofo alemán Johann Wolfgang von Goethe escribió: “La corrección alcanza mucho, pero el ánimo después de la censura es el sol tras una llovizna”. Y William A. Ward reveló sus sentimientos al decir: “Adúleme, y es posible que no le crea. Critíqueme, y quizás no me caiga bien. Ignóreme, y a lo mejor no lo perdone. Anímeme, y no lo olvidaré”.[8]
Por eso, el desánimo, como un paiche, puede arrasar e invadir ferozmente el ecosistema equilibrado de una vida. En definitiva, el desánimo es lo contrario al ánimo, es la “energía de vida” que abandona el cuerpo, dejándolo en su estado primario: inerte, frío y cadavérico. Allí ese ser humano solo existe, no vive, es como un muerto que camina, no le avisaron de su deceso, y solo falta que lo entierren. Como decía el poeta Manuel González Prada: “Para verme con los muertos ya no voy al campo santo, busco plazas, no desiertos, para verme con los muertos. ¡Corazones hay tan yertos! ¡Almas hay que hieden tanto!…”
Sin embargo, el desánimo se puede entender mejor a través de ciertas características tanto físicas, mentales y espirituales: cansancio prolongado que no se recupera en las horas normales de sueño, apatía, descuido personal, vida desordenada y sin metas claras, sentido de infelicidad que surge de la pérdida de confianza en las propias habilidades, oscurecimiento de la visión y olvido de la misión, abandono del entusiasmo, desvalorizar las bendiciones materiales y espirituales que antes se disfrutaban, pocas ganas de orar, el estudio de la Biblia deja de ser prioritario y desgano cuando se trata de actividades de la iglesia.
Un ejemplo de una vida desanimada es el rey David, cuando en cierto momento de su vida, “el paiche” invadió su frágil ecosistema vivencial y arrasó con su paz y esperanza: “Y le digo a Dios, a mi Roca: ¿Por qué me has olvidado? ¿Por qué debo andar de luto y oprimido por el enemigo? Mortal agonía me penetra hasta los huesos…” (Salmos 42:9–10).
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Expulsando “al paiche”
Una vida animada, debe ser tu principal deseo para empezar y enfrentar un nuevo año, porque un muerto no puede hacer nada. En la experiencia de David, que pasó por el valle del desánimo, podemos descubrir la llave que abre el remedio para ese estado. El capítulo 42 y 43 de Salmos una pregunta es recurrente en el contexto de una vida desanimada: ¿por qué? Esto nos dice, que la expulsión del desánimo empieza en descubrir sus causas. ¿De qué color y tamaño es mi “paiche”? ¿por qué estoy así?, ¿cuándo fue el momento que empecé a perder la energía? ¿tiene que ver con alguna experiencia o práctica? ¿tiene relación a algún sueño u objetivo personal? ¿cómo está mi relación con Dios? ¿estoy caminando bajo sus principios?
No te sorprenda que, si en las primeras horas del nuevo año te retiras a un lugar solitario, donde a solas con Dios puedes sincerarte y evaluar los 365 días que se fueron, descubrirás las causas de tu desánimo, entonces cobrará sentido el antídoto o remedio que necesitas. Y éste se basa en tres acciones que son reveladas en los dos capítulos mencionados:
Piensa y ora: El desánimo es real, tienes derecho a sentirte débil y sin vida, porque eres un ser de carne y hueso. Pero el hecho que sea palpable no es, en última instancia, invencible para aquel cuya esperanza esté puesta en Dios. En las Escrituras, la esperanza no es como pensar: “Ojalá…” Es más bien confianza basada en las promesas de Dios; es la certeza de que llegaremos a experimentar bendiciones que aún no experimentamos. Esa certeza está basada en el hecho de que Él es “Salvador y Dios” (42:11)
Retorna a la luz de Las Escrituras: Una vida desanimada, es una experiencia en oscuridad, como un túnel donde no se ve la luz de la salida. David, aun en medio de la penumbra del desánimo, es guardado de ser sobrecogido, y lo que le guarda es el conocimiento de Dios que ha recibido en el pasado a través de su Palabra. Aun cuando estaba en el punto más bajo, conocía a Dios como Salvador, Dios vivo, su Roca, y su Fortaleza. Con razón busca y pide: “Envía tu luz y tu verdad; que ellas me guíen a tu monte santo, que me lleven al lugar donde tú habitas” (43:3) Y esa luz es La Palabra de Dios (119:105)
Vuelve a ver: Vuelve a enfocar su vista. Mira dentro de ti mismo; mira a tu alrededor y atrévete a mirar hacia el futuro. Pero no permitas que sea el desánimo el que direccione tu mirada, porque solo mirarás hacia dentro, hacia abajo y hacia atrás. En cambio, cuando la Palabra de Dios enfoca tu mirada, lo harás hacia arriba, hacia fuera e ineludiblemente hacia adelante. El desánimo desfigura el verdadero futuro que Dios tiene planificado para ti, y te priva de las bendiciones que llevan tu nombre y apellido. En el mejor de los casos, el desánimo sólo te permite vislumbrar el futuro a la luz pálida del presente. Pero la Palabra de Dios nos anima a mirar el presente a la luz brillante del futuro. Por eso David, al tomar el antídoto para el desaliento, exclama seguro: “Llegaré entonces al altar de Dios, del Dios de mi alegría y mi deleite, y allí, oh Dios, mi Dios, te alabaré al son del arpa” (Salmos 43:4)
2024
Puede ser hasta normal, que después de un año de pruebas, retos, tropiezos y conquistas, nos quedemos sin energía, sin vida, inertes y secos, desanimados. En ese estado, el desánimo arrasará con tus sueños, con la esperanza y la fe. Con razón el hijo de David, Salomón, asegura que una vida con ánimo trae sanidad en todos los aspectos de la existencia.
Mi compañero(a) de fe, empecemos un nuevo año con ánimo, recarga tu vida con la vitalidad de un reencuentro con Dios, a solas. Allí, en ese rincón silencioso de tu casa o en algún paraje calmado y solitario escucharás con total claridad: “¡Ten ánimo; Yo Soy, no temas!”.[9] ¿Qué piensas? ¿qué decides?////////////.
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[1]NBV (Nueva Biblia Viva). Aunque todos los textos bíblicos de este artículo se basan en la Nueva Versión Internacional (NVI), a menos que indique otra.
[3]Moisés Chávez, Diccionario de hebreo bı́blico (El Paso, Tx: Editorial Mundo Hispano, 1992), 638.
[4]J. A. McGuire-Moushon, «Divine Beings», ed. Douglas Mangum et al., Lexham Theological Wordbook, Lexham Bible Reference Series (Bellingham, WA: Lexham Press, 2014).
[5]Roland J. Lowther, «Spirit», ed. Douglas Mangum et al., Lexham Theological Wordbook, Lexham Bible Reference Series (Bellingham, WA: Lexham Press, 2014).
[6]R. Colin Craston, «ALIENTO (ÁNIMO)», ed. Everett F. Harrison, Geoffrey W. Bromiley, y Carl F. H. Henry, Diccionario de Teología (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2006), 22.
[7]M. H. Manser, Diccionario de temas bíblicos, ed. Guillermo Powell (Bellingham, WA: Software Bíblico Logos, 2012).
[8]John C. Maxwell, Seamos Personas de Influencia (Thomas Nelson, Inc., 1998), 62–63.
“Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee” (Mateo 5:13 NVI)
Es definitivo que nuestro cuerpo necesita de la sal. Ésta es la fuente principal de sodio en nuestra dieta, y este componente químico es indispensable para muchas funciones del organismo. Las principales son: (1) el correcto funcionamiento de las células y (2) la regulación del equilibrio de fluidos, electrolitos y de la presión arterial.
No obstante, aunque el sodio es imprescindible para que el cuerpo funcione, ¿lo es la sal?
Está comprobado que la ingesta de sal de mesa aporta 90 % del sodio de nuestra dieta. En personas sanas, la OMS recomienda ingerir menos de 5 gramos de sal al día (lo que equivale aproximadamente a una cucharadita). Sin embargo, según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, en España se consume una media de 9,8 gramos de sal diaria, casi el doble de lo que necesita el organismo. Deduzco que este mismo consumo se repite en otras latitudes del planeta.
El problema radica, en que este alto consumo de sal tiene repercusiones negativas en la salud. Por ejemplo, aumenta la tensión arterial a cualquier edad. Además, su exceso en la dieta implica mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, cáncer gástrico y accidentes cerebrovasculares, como el ictus.[1]
Entonces, lógicamente, podemos reducir el riesgo de estas enfermedades y equilibrar los niveles de presión arterial al reducir el consumo de sal en la dieta. Pero también es bueno conocer qué tipo de sal[2] tiene menos sodio. No obstante, cualquier exceso de sal es perjudicial para la salud. Por tanto, más importante que elegir el tipo de sal es controlar su cantidad. No por escoger una sal con menor contenido en sodio que otra podemos añadir mucha más cantidad en los platos.
Por otro lado, no solamente debemos cuidar el exceso de sal, sino detectar que otros alimentos son ricos en ella, y por lo tanto perjudiciales para la salud. De hecho, según la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, más de 70% del sodio de nuestra dieta proviene del consumo de alimentos envasados y preparados. Por ejemplo, las salsas comerciales, como la salsa de soja, contienen mucha sal. También los concentrados para sopas, alimentos precocinados y las conservas. Por último, debemos evitar aquellos productos a los que se les añada como ingrediente el glutamato monosódico, un potenciador del sabor.
Sin embargo, muy a parte de los perjuicios que acarrea consumir mucha sal, ésta es necesaria en nuestra alimentación y para una buena nutrición. Con razón, Jesús, a sus seguidores los compara con la sal, que en el contexto bíblico es como un “emblema de incorrupción y símbolo de lealtad al Señor”.[3]
Asimismo, la comparación con la sal va en dos sentidos: (1) Somos sal para bendición, por lo tanto, necesarios para la gente que nos rodea, o (2) innecesarios si es para quebranto y deterioro.
En el sentido de bendición, la sal, que tiene gran propiedad de penetración y conservación, es un llamado al seguidor de Jesús, a corregir y a impedir la corrupción y la “putrefacción”, consecuencia de las acciones contrarias a los principios de la Biblia. Además, la sal, ingrediente de buen gusto, representa al creyente como un agente de influencia positiva para la gente que le rodea, ayudando a dar gusto y provocar agrado por una vida de justicia, paz y amor según los principios del evangelio.
En el contexto de los tiempos en los cuales Jesús vivía, cuando la parte de la sal recogida en el Mar Muerto perdía su sabor, la almacenaban en el templo de Jerusalén. Y cuando por causa de la lluvia los pisos de mármol del atrio del templo se volvían resbaladizos, se esparcía sobre ellos esa sal para contrarrestar el peligro de deslizamiento. De la misma forma, el “creyente salado”, evita y previene que otros seguidores de Cristo, resbalen hacia sendas del dolor y muerte.
Por otro lado, la sal se vuelve innecesaria cuando pierde su sabor y sus componentes que alteran la comida para hacerla apetitosa. Se dice que este mineral, al no ser bien conservada y quedarse expuesta al aire puede perder el sabor que lo hace peculiar, con lo que se torna inservible. Esta condición es una buena ilustración, para entender el sentido negativo de la sal. El cristiano puede dejar de ser salado y útil, cuando pierde sus propiedades elementales de conservación y gusto. Esto sucede cuando deja de cubrirse con los principios de la Biblia, y permite que su vida se mezcle con las prácticas y forma de vivir del mundo secular.
Mi apreciado(a) compañero(a) de fe, los tiempos son complicados. La gente anda nerviosa, con miedo y con poca esperanza. Poco a poco la incredulidad, la insensibilidad social y dolor se van apoderando de este mundo. Son en estos momentos que “los cristianos salados”, deben salir a impregnar el gusto por la fe en Jesús, su amor leal y su Palabra de vida. A la vez, que deberían ser agentes de conservación, resguardo y rescate, para muchos cristianos que dejaron de ser salados, y perdieron el sentido de su llamado. ¿Qué piensas?… ¿qué decides?////////////.
Joe Saavedra
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[2]Los más conocidos son: (1) La sal refinada o común es la más utilizada. Está compuesta por cloruro sódico, entre 97 y 99%. Al estar tan refinada no contiene impurezas y es pobre en nutrientes. (2) La sal marina se extrae con la evaporación del agua del mar, no está refinada y posee más oligoelementos y minerales. Además, es rica en yodo, lo cual es positivo para el organismo. (3) La sal rosa del Himalaya también tiene menos sodio, pero contiene otros minerales como el magnesio y potasio. (4) La sal céltica o sal gris también es baja en sodio y rica en otros minerales. (5) La sal light o de bajo contenido en sodio, que contienen 50% menos de sodio. (6) La sal de potasio no tiene sodio (o en muy poca cantidad). Sin embargo, aunque este tipo parezca una solución al exceso de sal, su uso debe ser recetado por un facultativo médico. Solo debe usarse cuando se tienen ciertas enfermedades porque puede provocar un exceso de potasio en la dieta.
[3]Asdrúbal Rı́os, Comentario Bı́blico del Continente Nuevo: San Mateo (Miami, FL: Editorial Unilit, 1994), 70.
“Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3.16, NVI)
En Londres, este miércoles pasado por la madrugada, los bomberos trabajaban desesperadamente por sofocar el fuego que envolvía a la Torre Grenfell, un edificio de viviendas del centro-oeste de la capital de Reino Unido.[1] Los saldos oficiales hasta el momento[2] en este edificio de 24 pisos, 120 departamentos, y donde se cree vivían alrededor de 500 personas son los siguientes: 17 muertos, 17 personas en esta crítico, y un número indeterminado de personas que no son rescatados de los últimos pisos, que se cree no sobrevivieron.
Los que pudieron despertar a tiempo o vivían en los primeros pisos, cuentan lo que vivieron y lo comparan con escenas de una película de terror. Hasta los bomberos que auxiliaban, no pueden salir de su asombro por la magnitud del fuego y las circunstancias en las que se dieron. El mismo jefe bomberos Dany Cotton, describió el incendio como algo «sin precedentes»: «Nunca vi (un incendio) de tales dimensiones en mis 29 años de carrera», declaró.
Por lo que se sabe, fue un incendio fatal en la capital inglesa, donde varios testigos afirmaron que escucharon gritos de personas pidiendo auxilio y vieron a otros que tiraron a sus hijos por la ventana gritando que alguien los salvara. Uno de los testigos fue Samira Lamrani, quien narró que vio a varios niños siendo arrojados del edificio desde tan alto como el piso 15. Eran pequeños, probablemente entre 4 y 8 años. Asimismo vio que había policías o bomberos intentando atraparlos.
No obstante, la misma Lamrani, cuenta que un caso particular la dejó sin aliento, y fue ver a una mujer desesperada con un bebé en los brazos. Ella estaba atrapada en el piso novena o décimo del edificio y gritaba para que alguien los rescatara. Cómo no había una señal de un auxilio rápido, sus gritos se hicieron mas intensos pero buscando que alguien recibiera al bebé porque la única manera de salvarle la vida era lanzándolo por la ventana.
La escena era desgarradora, no obstante apareció un hombre, quién gritó con firmeza: “Lánzalo, que yo lo atrapo”, e hizo el ademán con lo brazos de que atraparía al menor. Increiblemente, ante las mirada paralizada de muchas personas, el bebé fue lanzado al vacío y el hombre logró milagrosamente atraparlo y salvarle la vida.
Este mundo también se esta incendiando. la gente se va sofocando ante el asfixiante humo del desprecio, el odio, la traición y las mentiras. También las llamas de las practices antinaturales, de la destrucción de la familia, de la inmoralidad desmedida, y la frialdad espiritual de las nuevas generaciones, están quemando toda esperanza de un futuro mejor. Las personas van quedando acorraladas por el calor asesino de este incendio y no saben que hacer para salvar su vida y la de sus hijos, solo ven ventanas y un vacío escalofriante, pero es la única forma de escapar y salvar su vida.
Mi amigo (a) ¿cuál es el incendio de tu vida?, ¿qué te sofoca la existencia y te quita la respiración? ¡Vamos, lánzate al vacío¡, cree y acepta a Jesús, no hay mejor lugar de paz y vida que en los brazos del Maestro de Galilea. La noticia es aún mas buena, cuando te enteras que toda la Casa de Dios, y los ángeles están empecinados en salvarte, porque la promesa dice que “con sus propias manos te levantarán para que no tropieces con piedra alguna”.[3]
Por otro lado, tú y yo, compañero(a) de fe, somos llamados a ser los bomberos de este mundo. Tenemos la misión de avisar a los que gritan y corren con miedo, que sus vidas tienen esperanza. Solo tienen que aceptar y creer en Jesús y lanzarse por la ventana de la fe, que Él los recibirá en sus brazos.
Tanto los ricos y pobres, no tienen escapatoria, las llamas tarde o temprano acaban con los sueños y queman todo lo que encuentran a su paso. El final es desolación y muerte. Por eso ellos, que no conocen a Jesús solo observan aterrados y resignados lo que viene, no saben que el lugar mas seguro de paz y vida es en los brazos de Jesús, y el apóstol Juan no utilizó mejor palabras para recordarte eso: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”.
Vamos, salgamos a las calles y gritemos: “Lánzate”.///////////////////////////.
Pr. Joe Saavedra
Desde mi rincón de poder… un poquito antes del retorno de Jesús…
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