“Y dijo a los mortales: «Temer al Señor: ¡eso es sabiduría! Apartarse del mal: ¡eso es discernimiento!»” (Job 28:28 NVI)
Hoy es 2 de enero, hace 19 años nació mi hijo mayor, no tengo mejor regalo que escribirle algunas palabras, que puedan quedarse en el tiempo:
Hijo… David Attenborough,[1] al finalizar su último documental/película sobre la conservación y defensa de la naturaleza como base de nuestra sobrevivencia: “David Attenborough, una vida en nuestro planeta”, menciona algo digno de resaltar: “lo que salvará al hombre de su propia destrucción, no será su inteligencia” (porque en definitiva, el intelecto del hombre lo ha llevado ha crear e inventar cosas asombrosas) “sino su sabiduría”. Porque las cosas y acciones que el hombre hace gracias a su intelecto, podrían ser su ruina, a menos que sea sabio.
Porque cuando hablo de inteligencia, me refiero a esa “facultad de la mente que permite aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad”,[2] y que es particularmente humana. Por lo tanto, las personas tienen la habilidad de entender el significado de las palabras, la lógica de las oraciones y los párrafos, aprender idiomas, memorizar fórmulas, resolver ecuaciones y comunicar postulados, pero todo eso no le alcanza para tomar buenas decisiones, que lo lleven por un camino de paz, éxito y satisfacción. Para esto último es necesaria la sabiduría.
Sabiduría es la capacidad que tiene el hombre de diferenciar entre lo que es bueno y malo, y decidir caminar en la dirección de las acciones buenas. Con razón Shields menciona que la sabiduría “se refiere a la capacidad de tomar la decisión que conduce al mejor resultado posible”.[3] Porque quizá la inteligencia, por más que haga un gran esfuerzo, solamente llegue a mostrar lo que es correcto e incorrecto, porque en su radio de acción, todo queda en el campo de los conceptos y definiciones, como ese gran matemático que es capaz de mostrar y enseñar magistralmente como se resuelven grandes ecuaciones imposibles para cualquier mortal, pero a la salida de clases, en una esquina del estacionamiento, se acaba una cajetilla de cigarrillos. Ese profesor es inteligente pero no es sabio.
Un ser humano que pretende alcanzar la estabilidad en todos las dimensiones de su vida, debería aspirar a ser inteligente y sabio, aunque al obtener sabiduría, obtiene el pack completo, porque un sabio es inteligente, pero un inteligente no necesariamente es sabio. En este sentido, la sabiduría abarca el conocimiento, discernimiento y entendimiento.
En este momento, es natural que te preguntes, si acaso expliqué acertadamente la necesidad de adquirir sabiduría, ¿cómo puedes adquirirla? Solamente hay un camino, y no está en las cualidades naturales con que nacemos, sino es un regalo divino. Y ese presente llega, cuando buscamos a Dios y hacemos de la Biblia nuestra regla de vida. Por eso el apóstol Pablo lo desea: “Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé el Espíritu de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor. Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él los ha llamado, cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre los santos, y cuán incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos”.[4]
Hijo, por tus calificaciones y tus logros académicos, no me quepa duda que eres inteligente, pero nada me puede provocar más dolor que solamente te quedes en esa dimensión. Puesto que, no me interesa ni me llena de orgullo un hijo inteligente, porque desde que te cargué por primera vez hace 19 años, frágil e indefenso, le dije a Dios: “dame un hijo que sea sabio”.
Por esto, a esta altura de tu existencia, cuando tienes frente a ti un camino de oportunidades y grandes logros, nada será completo sin que añores y adquieras sabiduría. Y no encuentro mejores palabras para resumirte mi mayor deseo para tu vida, que la carta que le escribió Douglas MacArthur en 1956,[5] a su hijo:
“Dame, oh Señor, un hijo que sea lo bastante fuerte para saber cuándo es débil, y lo bastante valeroso para enfrentarse consigo mismo cuando sienta miedo; un hijo que sea orgulloso e inflexible en la derrota honrada y humilde y magnánimo en la victoria.
Dame un hijo que nunca doble la espalda cuando debe erguir el pecho, un hijo que sepa conocerte a Ti… y conocerse a sí mismo, que es la piedra fundamental de todo conocimiento.
Condúcelo, te lo ruego, no por el camino cómodo y fácil sino por el camino áspero, aguijoneado por las dificultades y los retos. Allí déjale aprender a sostenerse firme en la tempestad y a sentir compasión por los que fallan.
Dame un hijo cuyo corazón sea claro; cuyos ideales sean altos; un hijo que se domine a sí mismo antes que pretenda a dominar a los demás; un hijo que aprenda a reír pero que también sepa llorar; un hijo que avance hacia el futuro pero que nunca olvide el pasado.
Y después que le hayas dado todo eso, agrégale, te lo suplico, suficiente sentido del humor, de modo que no siempre se tome a sí mismo demasiado en serio.
Dale humildad para que pueda recordar siempre la sencillez de la verdadera grandeza, la imparcialidad de la verdadera sabiduría, la mansedumbre de la verdadera fuerza.
Entonces yo, su padre, me atreveré a murmurar: No he vivido en vano”.
Feliz cumpleaños primogénito… no tengo ni plata ni oro, pero tengo un mejor regalo, el camino a la sabiduría, que te llevará por sendas de la realización plena, alegría y prosperidad: “Teme al Señor: ¡eso es sabiduría! Apartártate del mal: ¡eso es discernimiento!”.
Te amo 19 años./////////////.
Joe Saavedra
[1]Locutor, escritor y naturalista inglés conocido por sus innovadores programas educativos de televisión, especialmente en el campo de la conservación de la naturaleza y la defensa del medio ambiente.
[2]Núria Lucena Cayuela, ed., Diccionario general de la lengua española Vox (Barcelona: VOX, 1997).
[3]Martin A. Shields, «Wisdom», ed. John D. Barry y Lazarus Wentz, Diccionario Bíblico Lexham (Bellingham, WA: Lexham Press, 2014
[4]Efesios 1:17-19 NVI
[5]Douglas MacArthur, general 5 estrellas del Ejercito de los Estados Unidos de América y héroe de la II Guerra Mundial, nació en Fort Little Rock, Arkansas, en 1880, y murió en 1964. Fue un militar estadounidense condecorado con la Medalla de Honor. Actuó como Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas en el Frente del Pacífico del Sur durante la Segunda Guerra Mundial, se le atribuye el mérito de los amplios cambios democráticos realizados en el país durante esas fechas.