DAME UN HIJO QUE…

“Y dijo a los mortales: «Temer al Señor: ¡eso es sabiduría! Apartarse del mal: ¡eso es discernimiento!»” (Job 28:28 NVI)

Hoy es 2 de enero, hace 19 años nació mi hijo mayor, no tengo mejor regalo que escribirle algunas palabras, que puedan quedarse en el tiempo:

Hijo… David Attenborough,[1] al finalizar su último documental/película sobre la conservación y defensa de la naturaleza como base de nuestra sobrevivencia: “David Attenborough, una vida en nuestro planeta”, menciona algo digno de resaltar: “lo que salvará al hombre de su propia destrucción, no será su inteligencia” (porque en definitiva, el intelecto del hombre lo ha llevado ha crear e inventar cosas asombrosas) “sino su sabiduría”. Porque las cosas y acciones que el hombre hace gracias a su intelecto, podrían ser su ruina, a menos que sea sabio.

Porque cuando hablo de inteligencia, me refiero a esa “facultad de la mente que permite aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad”,[2] y que es particularmente humana. Por lo tanto, las personas tienen la habilidad de entender el significado de las palabras, la lógica de las oraciones y los párrafos, aprender idiomas, memorizar fórmulas, resolver ecuaciones y comunicar postulados, pero todo eso no le alcanza para tomar buenas decisiones, que lo lleven por un camino de paz, éxito y satisfacción. Para esto último es necesaria la sabiduría.

Sabiduría es la capacidad que tiene el hombre de diferenciar entre lo que es bueno y malo, y decidir caminar en la dirección de las acciones buenas. Con razón Shields menciona que la sabiduría “se refiere a la capacidad de tomar la decisión que conduce al mejor resultado posible”.[3] Porque quizá la inteligencia, por más que haga un gran esfuerzo, solamente llegue a mostrar lo que es correcto e incorrecto, porque en su radio de acción, todo queda en el campo de los conceptos y definiciones, como ese gran matemático que es capaz de mostrar y enseñar magistralmente como se resuelven grandes ecuaciones imposibles para cualquier mortal, pero a la salida de clases, en una esquina del estacionamiento, se acaba una cajetilla de cigarrillos. Ese profesor es inteligente pero no es sabio.

Un ser humano que pretende alcanzar la estabilidad en todos las dimensiones de su vida, debería aspirar a ser inteligente y sabio, aunque al obtener sabiduría, obtiene el pack completo, porque un sabio es inteligente, pero un inteligente no necesariamente es sabio. En este sentido, la sabiduría abarca el conocimiento, discernimiento y entendimiento.

En este momento, es natural que te preguntes, si acaso expliqué acertadamente la necesidad de adquirir sabiduría, ¿cómo puedes adquirirla? Solamente hay un camino, y no está en las cualidades naturales con que nacemos, sino es un regalo divino. Y ese presente llega, cuando buscamos a Dios y hacemos de la Biblia nuestra regla de vida. Por eso el apóstol Pablo lo desea: “Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé el Espíritu de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor. Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él los ha llamado, cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre los santos, y cuán incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos”.[4]

Hijo, por tus calificaciones y tus logros académicos, no me quepa duda que eres inteligente, pero nada me puede provocar más dolor que solamente te quedes en esa dimensión. Puesto que, no me interesa ni me llena de orgullo un hijo inteligente, porque desde que te cargué por primera vez hace 19 años, frágil e indefenso, le dije a Dios: “dame un hijo que sea sabio”.

Por esto, a esta altura de tu existencia, cuando tienes frente a ti un camino de oportunidades y grandes logros, nada será completo sin que añores y adquieras sabiduría. Y no encuentro mejores palabras para resumirte mi mayor deseo para tu vida, que la carta que le escribió Douglas MacArthur en 1956,[5] a su hijo:

“Dame, oh Señor, un hijo que sea lo bastante fuerte para saber cuándo es débil, y lo bastante valeroso para enfrentarse consigo mismo cuando sienta miedo; un hijo que sea orgulloso e inflexible en la derrota honrada y humilde y magnánimo en la victoria.

Dame un hijo que nunca doble la espalda cuando debe erguir el pecho, un hijo que sepa conocerte a Ti… y conocerse a sí mismo, que es la piedra fundamental de todo conocimiento.

Condúcelo, te lo ruego, no por el camino cómodo y fácil sino por el camino áspero, aguijoneado por las dificultades y los retos. Allí déjale aprender a sostenerse firme en la tempestad y a sentir compasión por los que fallan.

Dame un hijo cuyo corazón sea claro; cuyos ideales sean altos; un hijo que se domine a sí mismo antes que pretenda a dominar a los demás; un hijo que aprenda a reír pero que también sepa llorar; un hijo que avance hacia el futuro pero que nunca olvide el pasado.

Y después que le hayas dado todo eso, agrégale, te lo suplico, suficiente sentido del humor, de modo que no siempre se tome a sí mismo demasiado en serio.

Dale humildad para que pueda recordar siempre la sencillez de la verdadera grandeza, la imparcialidad de la verdadera sabiduría, la mansedumbre de la verdadera fuerza.

Entonces yo, su padre, me atreveré a murmurar: No he vivido en vano”.

Feliz cumpleaños primogénito… no tengo ni plata ni oro, pero tengo un mejor regalo, el camino a la sabiduría, que te llevará por sendas de la realización plena, alegría y prosperidad: “Teme al Señor: ¡eso es sabiduría! Apartártate del mal: ¡eso es discernimiento!”.

Te amo 19 años./////////////.

Joe Saavedra


[1]Locutor, escritor y naturalista inglés conocido por sus innovadores programas educativos de televisión, especialmente en el campo de la conservación de la naturaleza y la defensa del medio ambiente.

[2]Núria Lucena Cayuela, ed., Diccionario general de la lengua española Vox (Barcelona: VOX, 1997).

[3]Martin A. Shields, «Wisdom», ed. John D. Barry y Lazarus Wentz, Diccionario Bíblico Lexham (Bellingham, WA: Lexham Press, 2014

[4]Efesios 1:17-19 NVI

[5]Douglas MacArthur, general  5 estrellas del Ejercito de los Estados Unidos de América y héroe de la II Guerra Mundial, nació en Fort Little Rock, Arkansas, en 1880, y murió en 1964.  Fue un militar estadounidense condecorado con la Medalla de Honor. Actuó como Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas en el Frente del Pacífico del Sur durante la Segunda Guerra Mundial,  se le atribuye el mérito de los amplios cambios democráticos realizados en el país durante esas fechas.

TAPABOCAS

 “Jesús llamó a la multitud y dijo: —Escuchen y entiendan. Lo que contamina a una persona no es lo que entra en la boca sino lo que sale de ella” (Mateo 15:10–11)

uso de la mascarilla

La covid-19, que ha contagiado a más de 13 millones de personas y ha causado más de 606.605 muertes alrededor del mundo, nos ha cambiado de muchas maneras: la forma en que nos relacionamos con los demás, cómo usamos los espacios, la manera en que viajamos. Asimismo, la forma en que nos vestimos: una de esas prendas nuevas que ahora son parte del paisaje cotidiano son las mascarillas.

Si hacemos un poco de historia, al principio de la aparición de esta enfermedad, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó la mascarilla sólo para el uso médico. Pero a medida que el virus se iba extendiendo por el mundo, su uso comenzó a popularizarse como una medida de protección frente al covid-19. Sin embargo, mientras los habitantes de distintas latitudes se van ajustando a esta nueva prenda, Japón lleva décadas -incluso siglos- usando la mascarilla como un elemento de su vida diaria.

Varios analistas señalan que el uso extendido de la mascarilla, que se ve en la sociedad japonesa desde hace décadas, es una de las razones detrás de la tasa baja de contagios y muertes por covid-19 (hasta este 15 de julio, el país contabilizaba más de 22.000 casos y 984 decesos).[1]

Las investigaciones sobre la razón de su uso generalizado dentro de la comunidad nipona, descubrieron que los enfermos por cualquier mal lo hacen por respeto a las demás personas, para evitar contagiarlas.[2] Sin embargo, no es la única razón por la que los japoneses tienen tan instaurado este hábito, sino porque es un ritual autoprotector del riesgo.

Pero, ¿dónde surgió ese hábito dentro de la cultura japonesa? La respuesta está en esta frase: «Aliento sucio». Existen registros que muestran que durante el período Edo (1603-1868) las personas se cubrían el rostro con un pedazo de papel o con una rama de sakaki, una planta considerada sagrada en algunas regiones del país, para evitar que saliera su aliento «sucio» hacia el exterior y contaminara al resto.

Niña japonesa
Una niña japonesa se cubre el rostro a finales del siglo XIX.

No obstante, aunque había un concepto de limpieza, no había tanta conciencia sobre los efectos que tienen los virus y los microbios en nuestra salud como ahora. Por eso, el uso de la mascarilla se consagra como un atuendo normal en la vestimenta japonesa cuando la pandemia llamada gripe española de principios del siglo XX, causó cerca de 23 millones de contagios y 390.000 muertes, en un país que por entonces tenía 57 millones de habitantes. El gobierno de Japón combinó una estrategia de vacunación, aislamiento y uso de máscaras quirúrgicas o tapabocas para detener esa pandemia, que finalmente ayudó a controlar la crisis. Los japoneses entendieron que las recomendaciones de la ciencia y los gobernantes eran vitales para salvarse de la contaminación de las enfermedades y adoptaron en su vestuario el uso de mascarillas de manera natural, de tal forma que las pandemias posteriores que atacaron el mundo no hicieron mucho daño en la salud pública de los nipones. Un buen ejemplo es el SARS, que en China causó más de 5.000 contagios y cerca de 350 muertes. En Japón solo se presentaron dos contagios y ningún caso fatal.

Mascarillas sostenibles y seguras con EL PERIÓDICO

De la misma forma, en la Biblia encontramos un buen tapabocas para evitar contaminarse y enfermarse con las tendencias y las prácticas de un mundo inmoral y poco ético: cuidar lo que entra en nuestra mente y a nuestra vida. La mentira, la deshonestidad, la inmoralidad sexual, el abuso de los más débiles, el egoísmo, la falta de amor hacia el prójimo y la soberbia, son algunos ejemplos de enfermedades con las cuales podemos contagiarnos, pero lo más complicado de contagiarse, es  contagiar a los demás y lastimar sus vidas a través de nuestras acciones y comentarios contaminados. Por eso Jesús dijo: “Lo que contamina a una persona no es lo que entra en la boca sino lo que sale de ella”. Porque podemos contagiarnos, pero la enfermedad se vuelve más letal y peligrosa cuando sale de nuestra vida, y arrasa la vida de otros.

Quizá el apóstol Santiago estaba pensando en este daño cuando escribió:  “También la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos más pequeños,[3] contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a todo el curso de la vida”.[4] Porque a través de la boca salen las mayores ofensas, palabras condenatorias y frases venenosas, que como balas hieren de muerte a los que impacta.

Por esa razón cuidar lo que entra en nuestra mente es la mejor mascarilla para evitar contaminar y lastimar a los que nos rodean. Puesto que, la ciencia de la mente, manifiesta que las acciones o decisiones no se forman de la nada, sino de todos los mensajes, imágenes, posturas y experiencias que entran por los sentidos hacia el cerebro. Todo lo que recoge lo procesa, y si son cosas contrarias a los consejos bíblicos, lastima en primer lugar al que lo posee, aunque no se note a primera vista. En segundo término, contagia y lastima a los más cercanos, hijos, pareja, amigos, y también a todos los que entran en contacto con esa vida que camina sin la mascarilla espiritual.

Por lo tanto, apreciado(a) compañero(a) de fe, cuidemos lo que vemos, olemos, tocamos y escuchamos, así evitamos contaminar nuestra mente, y por consecuencia contaminar a los que más amamos y a las personas con las cuales tenemos contacto. Dios y su Palabra nos dan la fortaleza para domar esa boca que muchas veces es “un mal irrefrenable, lleno de veneno mortal”,[5] pero también nos brindan la mascarilla de protección para que nuestra vida no se contamine y la boca se mantenga limpia. ¿Qué piensas… qué decides?/////////////.

Desde mi rincón de poder… un poquito antes del retorno de Jesús…

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[1]https://www.bbc.com/mundo/noticias-53398040

[2]Según Mitsutoshi Horii, profesor de Sociología de la Universidad de Shumei, en Japón.

[3]Palabras cursivas añadidas por el autor de la meditación.

[4]Santiago 3:6 NVI

[5]Santiago 3:7-8 NVI

JOE SAAVEDRA es autor del libro para juveniles y jóvenes: «COMO TENER BUEN SEXO».

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SIN CAMBIO ES LO MISMO

“Ellos mismos cuentan de lo bien que ustedes nos recibieron, y de cómo se convirtieron a Dios dejando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero” (1 Tesalonicenses 1.9, NVI)

eternidadLa conversión, es un paso necesario en la vida de una persona que ha sido alcanzada por el evangelio de Cristo. Se entiende como el “cambio de un estado pecaminoso a uno de santidad, de un comportamiento de corrupción a uno de pureza, de un sometimiento a Satanás al dominio de Dios. Supone una profunda convicción de pecado, el arrepentimiento, la confesión de Jesús como Señor y la recepción del Espíritu Santo”.[1] Todo este concepto se puede entender en el significado de la misma palabra griega epistrophē: “volverse a”, que en las Escrituras “es el efecto que acompaña al nuevo nacimiento, un volverse hacia Dios”. [2] Un buen ejemplo lo encontramos en nuestro texto de estudio, que presenta a un grupo de tesalonicenses que cambiaron su forma de alabar y sus convicciones de fe, al aceptar a Jesús como su Salvador. Es decir, no hay cambio en la vida de una persona porque hace las mismas cosas, o de manera inversa, los cambios son visibles cuando se cambian las prácticas habituales.

No obstante, conversión, que se representa por el verbo hebreo šûḇ y el verbo griego epistrefō, conlleva un sentido de “volver o retornar” de un camino y tomar otro, tanto en el aspecto físico y espiritual.[3] Éste tiene que ver con el nuevo nacimiento, donde, la conversión es el aspecto objetivo y externo de él. Mediante la conversión, el pecador arrepentido le muestra al mundo la obra que Cristo realizó en su interior: la regeneración. “En resumen, el nuevo nacimiento tiene dos aspectos: uno subjetivo y otro objetivo. El subjetivo se conoce como la regeneración; sólo Dios puede constatarlo. Y, el objetivo, como hemos dicho, es la conversión: puede ser comprobado por Pensamientos-solitarios-a25664257todos”. Es decir, el cambio se produce dentro del ser humano y se manifiesta por fuera. Es un cambio completo, que no tiene nada que ver con apariencias, o simulaciones, menos con actuaciones o meras palabras. Las falsas y verdaderas conversiones están entremezcladas entre el pueblo de Dios y sus líderes, por eso el apóstol Pablo denuncia esta convivencia: “Aparentarán ser piadosos, pero su conducta desmentirá el poder de la piedad. ¡Con esa gente ni te metas!”.[4] Las verdaderas conversiones se manifiestan en obras de piedad innegables y duraderas, pero las falsas, tarde o temprano se descubren o Dios las desenmascara.

Por otro lado, hay otra aplicación que podemos considerar, como lección al significado del término conversión. No hay cambio al seguir el mismo camino, tenemos que “regresar, cambiar, volvernos” del camino que siempre recorremos. No pensemos que las cosas van a cambiar en nuestra vida, en nuestro liderazgo, en nuestras relaciones, en nuestros proyectos, si seguimos haciendo las mismas cosas. Si queremos cambios positivos, o queremos cosechar frutos deliciosos, tenemos que tener la valentía de reconocer que nuestras acciones habituales van a producir las mismas cosas o los mismos frutos pequeñitos. No hay cambios al seguir haciendo las mismas cosas.

Demos una mirada a nuestros resultados, contemplemos a la gente al cual dirigimos, ya sea en casa, o en lugar que Dios nos ha puesto y comprobemos si es que las acciones que hacemos, las estrategias que utilizamos, las palabras que decimos están produciendo cambios en ellos o en los resultados, y si esos cambios complacen a Dios. Solamente los que entienden que sin cambios no hay otros resultados, tendrán el coraje de reconocer que transitan siempre por el mismo lugar y por consecuencia recibirán las mismas cosas.

vivalavidaju9Dios quiere que nuestras obras sean grandes, porque Él es grande y también sus bendiciones. No se complace con un cristianismo mediocre y falso, tampoco que seamos mayordomos, sobre los bienes que nos ha confiado, que se conforman con poco porque hacen cada día lo mismo, desperdiciando tantas oportunidades, tantos talentos que podrían utilizar para cumplir cabalmente la misión que ha sido encomendada.

Mi compañero(a) de fe, Dios nos ha confiado bienes, responsabilidades y talentos que debemos aprovechar para cumplir los deberes de su obra. “Satanás quiere que nadie contemple la necesidad de una completa entrega a Dios. Cuando el alma no hace esta entrega y no abandona el pecado; los apetitos y pasiones lucharán por el predominio y las tentaciones confundirán la conciencia, de manera que la verdadera conversión no se realiza”,[5] porque quién se aferra a las mismas prácticas, el que camina por el la misma ruta, quién práctica los mismo pecados, cosechará las mismas cosas, pondrá en su canasta de cosecha los mismo frutos pequeñitos y sin dulce, porque sin cambio es lo mismo.

 

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[1] Alfonso Lockward, Nuevo diccionario de la Biblia (Miami: Editorial Unilit, 1999), 244.

[2] Samuel Vila Ventura, Nuevo diccionario biblico ilustrado (TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1985), 179

[3] Wick Broomall, «CONVERSIÓN», ed. Everett F. Harrison, Geoffrey W. Bromiley, y Carl F. H. Henry, Diccionario de Teología (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2006), 125.

[4] 2 Timoteo 3.5, NVI

[5] Testimonio para la Iglesia, Tomo 6, pág. 98.

EL LÍDER QUE A DIOS LE AGRADA

“Entonces el señor mandó llamar al siervo. “¡Siervo malvado!—le increpó—. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?”” (Mateo 18.32–33, NVI)

jesus lider 2El mayor ejemplo de un liderazgo efectivo lo encontramos en la vida de Jesús. Él recibió el encargo de guiar a seres humanos, y se esforzó por cumplir cabalmente esa misión. En el capítulo 17 del libro de Juan encontramos varios aspectos básicos de un liderazgo cristiano efectivo que difiere grandemente en la forma de dirigir de un líder o jefe que no teme a Dios. Por lo menos resalto tres aspectos fundamentales:

(1) “Después de que Jesús dijo esto, dirigió la mirada al cielo y oró así: ‘Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti, ya que le has conferido autoridad sobre todo mortal para que él les conceda vida eterna a todos los que le has dado’”.[1] Jesús recibió autoridad sobre todo mortal y su autoridad era prestada. Asimismo, se le concedió la misión de dirigir a seres humanos que le pertenecían a Dios, su Padre. Él asumió esa tarea con la certeza que la autoridad que recibía era solo un encargo, cuyo objetivo apuntaba a dar vida eterna a sus dirigidos. De la misma forma, un verdadero líder cristiano entiende que la autoridad que se le concede es prestada, y que el objetivo de ese préstamo es buscar por todos los medios que sus dirigidos deseen encontrarse con su Salvador y recibir vida eterna. (2) “Padre, quiero que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy. Que vean mi gloria, la gloria que me has dado porque me amaste desde antes de la creación del mundo”.[2] El deseo de Jesús era que sus discípulos estén donde él estaba, que gozaran de sus bendiciones y que sean testigos de su gloria. El verdadero líder cristiano goza de la compañía de sus dirigidos, los busca, no está tranquilo sino los ve, sino conversa y pasa tiempo con ellos. Asimismo, es feliz al disfrutar con sus dirigidos de las bendiciones que recibe y  es dichoso al repasar con ellos las orientaciones y las pruebas del amor de Dios.  (3) “Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos”.[3] Jesús asumió como tarea principal dar a conocer a Dios, jesus liderespecialmente de su amor incondicional y esa tarea era continua. De la misma manera, el verdadero líder cristiano, tiene como principal tarea mostrar la fuente de su autoridad, resaltando su amor eterno y practicando ese amor. Y la práctica de ese amor, estriba en el respeto, la bondad, las orientaciones oportunas y las enseñanzas precisas.

El Salvador, cuando estuvo en la tierra, puso en práctica los aspectos fundamentales del verdadero liderazgo, y para enseñarnos esas lecciones, contó algunas parábolas, donde a parte de otras enseñanzas, el asunto del liderazgo cristiano no podía quedar al margen, como el caso de ese rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos que le debían dinero. Uno de ellos le debía mucho, y era imposible que salde cuentas con su Señor. El rey lo apresó y puso en venta todo lo que tenía, incluyendo su esposa y sus hijos, para cubrir en algo su extensa deuda. El siervo suplicó por su vida y por la de su familia, y pidió que se le conceda un tiempo para y trabajar duro y cubrir su deuda. Cuenta la parábola que el rey tuvo compasión por ese hombre y le perdonó todo. Cuando éste salió a la calle, se encontró con uno de sus compañeros que le debía también un poco de dinero, y le cobró de mala forma,  lo humilló en presencia de sus hijos y hasta lo agarró del cuello y comenzó a estrangularlo. Cuando su colega le pidió un poco de tiempo para pagarle todo, éste siervo lo arrastró hacia las autoridad e hizo que lo metan a la cárcel. Lastimosamente, ese incidente llegó a los oídos del rey y éste quedó muy enfadado. Mandó a traer a ese siervo a su despacho: “¡Siervo malvado!—le increpó—. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?”. El final de este siervo injusto, fue la tortura hasta pagar lo último que debía, que por cierto fue su sentencia de muerte.

jesus lider 3De la misma manera, todos los líderes cristianos deben seguir el ejemplo de Jesús. Él ha dejado huellas claras, por donde un líder debe caminar. La huella más profunda y que inicia el camino del líder, es el amor incondicional y redentor,  que lleva al seguidor a ver la gloria de Dios y desear encontrarse con Él. Sin embargo, aparecen líderes que van por cualquier camino, menos por el que transitaron las sandalias de Cristo, cuyo fin no es tan esperanzador. Elena de White se dirigió a un líder que pisaba otras huellas con estas palabras: “Usted no se siente bajo ninguna obligación ante Dios de ser paciente y bondadoso y respetuoso hacia sus hermanos en el ministerio y hacia cada miembro de la iglesia. Ellos pierden la confianza en usted y entonces su influencia se ve truncada. Usted necesita la bondad, la cortesía, la mansedumbre y la humildad de Cristo. Tiene varias cualidades valiosas que pueden ser perfeccionadas para un servicio más elevado si son santificadas por Dios. Debe sentir la necesidad de acercarse a sus hermanos con bondad y cortesía, no con dureza y severidad. No se da cuenta del daño que causa con su espíritu cortante y dominante hacia ellos”.[4] Además añade: “A veces alguien a quien se ha conferido responsabilidad como dirigente, concibe la idea de que está en un puesto de suprema autoridad, y que todos sus hermanos, antes de avanzar, debe ir primeramente a pedirle permiso para hacer lo que creen que se debe hacer. Esa persona se encuentra en posición peligrosa. Ha perdido de vista la obra del verdadero dirigente del pueblo de Dios. En lugar de actuar como sabio consejero, asume las prerrogativas de un gobernante exigente. Se deshonra a Dios cada vez que se exhibe semejante autoridad y exaltación propia. Nadie que confíe en su propia fuerza ha de erigirse jamás en mente y juicio alguien a quien Dios está usando en su obra. Nadie debe trazar pautas y reglamentos humanos para gobernar arbitrariamente a sus colaboradores que tienen una experiencia viva en la verdad”.[5]

El otro día, tuve un altercado con mi hijo mayor, perdí los papeles y muy irritado levanté la voz. Mi hijo, con la sencillez de un muchacho, me dijo firme: “No te escucho nada”. jesus lider 5¡Qué lección de vida!, entendí que puedo hablar fuerte pero nadie me escucha.

Mis compañeros de fe y ministerio(a),  Dios nos ha confiado autoridad para velar por sus hijos menores. Todos tenemos un radio de acción donde nuestra autoridad debe ser ejercida, de la cual tendremos que rendir cuentas. Solamente el ejemplo de Jesús es el modelo que debemos imitar, donde el amor, el respeto y el perdón son los engranajes que mueven la maquinaria de un liderazgo cristiano que Dios aprueba. Donde te encuentres, quizás en tu oficina, el asiento de un avión, o tu pequeña sala,  detente un momento y pregúntate: ¿Soy el líder del cual Dios está complacido?… ¡Yo lo haré, tengo tanto que aprender¡/////.

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[1] Juan 17.1–2, NVI

[2] Juan 17.24, NVI

[3] Juan 17.26, NVI

[4] El otro poder, págs. 37,38.

[5] Testimonios para los Ministros, 491, 492.