“Entonces Moisés ordenó que corriera la voz por todo el campamento: «¡Que nadie, ni hombre ni mujer, haga más labores ni traiga más ofrendas para el santuario!» De ese modo los israelitas dejaron de llevar más ofrendas, pues lo que ya habían hecho era más que suficiente para llevar a cabo toda la obra” (Éxodo 36:6-7 NVI)
Estos versículos son inusuales, porque lo normal es dar lo que sobra o dar lo que se puede. No recuerdo una experiencia así, donde se tenga que pedir a las personas que dejen de aportar para una determinada obra porque ya trajeron suficiente. Por el contrario, los fondos son escasos cuando se trata de hacer la obra de Dios. El que dirige muchas veces las reacciones de los hombres es el egoísmo, que los lleva a pensar en sí mismos y en satisfacer sus necesidades sin importarles las personas que les rodean.
El propósito de Dios es que los seres humanos, especialmente los que aceptaron a Jesús cómo Salvador, manifiesten interés por los que le rodean, y transformar a su iglesia en un lugar de esperanza y consuelo para todos. En ese sentido, la iglesia promueve actividades que tienen por propósito servir y salvar a las personas, y para esto se necesitan recursos. Elena de White dice: “Los seres humanos pertenecen a una gran familia: la familia de Dios. El propósito del Creador era que los seres humanos se respetaran y se amaran mutuamente, y que siempre manifestaran un interés puro y abnegado en el bienestar mutuo. Pero Satanás se ha propuesto interesar a los hombres en primer término en sí mismos, y éstos al ceder a su control han desarrollado un egoísmo que ha llenado al mundo de miseria y lucha, y ha indispuesto a los hombres entre sí”[1]
Sin embargo “el egoísmo es la esencia de la depravación, y debido a que los seres humanos han cedido a su poder, hoy se ve en el mundo lo opuesto a la obediencia a Dios. Las naciones, las familias y los individuos están deseosos de convertirse ellos mismos en la figura central. El hombre desea gobernar sobre su prójimo. Al separarse, en su egotismo, de Dios y de sus semejantes sigue sus inclinaciones desenfrenadas. Actúa como si el bien de los demás dependiera de la sujeción de éstos a su supremacía”.[2] Un servidor de Cristo, que es gobernado por egoísmo, difícilmente se involucra en la tarea de llevar esperanza a la gente que lo necesita, y mucho menos desprenderse de los recursos que Dios le da. Mientras el egoísmo viva en la iglesia todo va a faltar, especialmente amor, trabajo misionero y dinero para alcanzar los objetivos que Dios nos encomendó.
Mi amigo (a), hoy, tú y yo, podemos pedir la transformación de nuestra vida, Dios puede extirpar el tumor del egoísmo, de tal forma que entreguemos para su servicio todo lo que tenemos y somos. Una iglesia sin egoísmo está lista para encontrarse con su Salvador, y no será raro escuchar entre sus filas: “Que nadie, ni hombre ni mujer, haga más labores ni traiga más ofrendas para el santuario”, “ya hay suficiente».
Esta cita es para meditar: “Cristo es nuestro ejemplo. El dio su vida como sacrificio por nosotros, y nos pide que demos nuestras vidas como sacrificio por los demás. Así podremos desechar el egoísmo que Satanás se esfuerza constantemente por implantar en nuestros corazones. Este egoísmo significa la muerte de toda piedad, y puede vencerse únicamente mediante la manifestación de amor a Dios y a nuestros semejantes. Cristo no permitirá que ninguna persona egoísta entre en los recintos del cielo. Ningún codicioso puede cruzar las puertas de perla, porque toda codicia es idolatría”.[3]
¡Qué tengas un excelente día!
Pr. Joe Saavedra
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…
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