¿CANSADO?
“Gedeón y sus trescientos hombres, agotados pero persistiendo en la persecución, llegaron al Jordán y lo cruzaron” (Jueces 8:4 NVI)
El término “agotamiento”, puede ser definido como un “cansancio muy grande”, tanto en un sentido físico, mental o espiritual. También es conocido como astenia, letargo, o con éste otro más conocido: “cansancio”. Y sobre este último término, el Diccionario de la Lengua Española, lo define en dos sentidos, (1) falta de fuerzas que resulta de haberse fatigado, y (2) hastío, tedio, fastidio. A la vez, “se puede definir como una sensación subjetiva de falta de energía física o intelectual o de ambas. El cansancio es una respuesta importante y normal tras un esfuerzo físico, tensión emocional, o carencia de sueño”. [1] Asimismo, puede tratarse también de una debilidad extrema.[2]
Cuenta la historia bíblica, que los trescientos hebreos, liderados por Gedeón, presenciaron la intervención divina en la derrota del ejército madianita, que se contaba en cientos de miles. Al terminar la tarde, solo quedaba una fuerza de quince mil guerreros enemigos, liderados por Zeba y Zalmuna que huyeron a Carcor, porque ya habían caído en batalla ciento veinte mil soldados.[3] A esa altura de la batalla, el grupo de trescientos valientes estaba exhausto, habían participado activamente durante la mañana y la tarde, y el cansancio ya era insoportable. Sin embargo, a pesar del cansancio extremo ellos siguieron guerreando, y persiguieron al remanente del ejército contrario hasta el río Jordán y cruzándolo, atraparon a los que huyeron. Habían comenzado una tarea, y debían terminarlo. No decayeron porque la fuerza del Señor los sostuvo hasta el final. El rey David, algunos años después entendió todo, por eso escribió: “El SEÑOR es mi fuerza y mi escudo; mi corazón en él confía; de él recibo ayuda. Mi corazón salta de alegría, y con cánticos le daré gracias. El SEÑOR es la fortaleza de su pueblo, y un baluarte de salvación para su ungido”.[4]
Mi amigo (a), ¿estás agotado de algo?, ¿las fuerzas se te acabaron en algún aspecto de tu vida?, ¿ya no deseas intentarlo más?, ¿estás apunto de arrojar la “toalla blanca” al ring de la vida? ¡No te rindas!, ¡persiste como los guerreros de Gedeón! y acaba la tarea. Dios ha permitido tu existencia porque está diseñado para luchar y vencer, como los guerreros que menciona la Biblia, “los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros”.[5]
Y un guerrero del cielo, encuentra fortaleza en la presencia de Dios, quién en las batallas de la vida, recarga las fuerzas que se pierden. David entendió esa verdad, y lo recalcó así: “Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia”.[6]
Hoy renueva las fuerzas perdidas y persiste en la persecución de tus más anhelados sueños, o persevera hasta encontrar paz en medio de la adversidad. ¡Lo vas a lograr!
Pr. Joe Saavedra
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…