BUEN SIERVO FIEL
“Pero José no quiso saber nada, sino que le contestó: —Mire, señora: mi patrón ya no tiene que preocuparse de nada en la casa, porque todo me lo ha confiado a mí. En esta casa no hay nadie más importante que yo. Mi patrón no me ha negado nada, excepto meterme con usted, que es su esposa. ¿Cómo podría yo cometer tal maldad y pecar así contra Dios?” (Génesis 39:8-9 NVI)
Muchas veces me pregunté qué hacía Jesús mientras la mujer de Potifar seducía a José. ¿Sabes cómo lo imagino? Lo veo junto a su Padre y a los ángeles, atento mirando a la tierra; mientras ve entrar a esa mujer al cuarto de José, cierra los puños, aprieta los dientes. Tiene deseos de intervenir poderosamente, de librar a su hijo de ese demonio con perfume y ropa ceñida, pero se contiene, sabe que debe respetar el libre albedrío y mientras esa mujer se insinúa a José, una súplica sale de su boca: “José, no me defraudes, no te quedes allí parado, no la escuches, ¡vamos José!, tú sabes lo que tienes que hacer, huye hijo, huye José, sal de ahí José”. ¿Sabes?, veo tensión en el rostro del Padre, veo súplicas en los ojos de Jesús, todo el cielo está en silencio, los ángeles no entienden el profundo amor de Dios por el hombre, no entienden que hay en “esos pobres humanos” que hacen sufrir al Dios Supremo.
¿Te Imaginas a esa mujer muy coqueta y perfumada, acercándose a José, proponiéndole pasar la noche más intensa de sus vidas?, ¿te imaginas a José mirando para todos lados, cerciorándose que nadie los ve, y cerrando la puerta de lachabitación?, ¿te imaginas la reacción de Jesús, si José cedía a las proposiciones de esa mujer casada?
Yo me imagino a Jesús, desplomándose en su asiento, me imagino sus ojos llenos de lágrimas, queriendo negar lo que ve, lo veo defraudado y muy triste. Nadie se le acerca, el silencio del cielo se pone aún más tenso. Y con un dolor indescriptible el pronuncia: “José, ¿por qué José?, ¿por qué no escapaste?, ¿por qué malograste todo?, yo tenía un plan tan exitoso para ti, tenía tantas bendiciones que entregarte, confié en ti y me has defraudado”
Pero, ¿te imaginas a esa mujer insinuándose a José, proponiéndole dinero por un momento de placer efímero?, ¿te imaginas acercándose a él toda perfumada y tentadora?, ¿Y te imaginas a José poniéndose de pie de un salto y huyendo, escapando de esa casa, corriendo a toda prisa?
¿Te imaginas la reacción de Jesús? Yo veo a Jesús saltando de alegría, abrazando al Padre, abrazando a los ángeles, lo escucho diciendo eufórico: “les dije, ese es mi José, ese en mi hijo, sabía que no me defraudaría” y de sus labios santos sale la frase: “Buen siervo fiel, sobre poco has sido fiel sobre mucho te pondré, entra en el gozo de tu Señor”.
Mi apreciado amigo (a), una escritora adventista decía: “Nuestra única seguridad consiste en no dar cabida al diablo; porque sus sugestiones y propósitos consisten siempre en perjudicarnos e impedirnos que confiemos en Dios. Él se transforma en ángel de pureza para poder, por sus especiosas tentaciones, introducir sus planes de manera que no discernamos sus astucias. Cuanto más cedamos, más poder ejercerán sus engaños sobre nosotros. No hay seguridad en entrar en controversia o parlamento con él. Por cada ventaja que concedamos al enemigo, pedirá más. Nuestra única seguridad consiste en rechazar firmemente el primer paso hacia la presunción. Dios nos ha dado, por los méritos de Cristo, suficiente gracia para resistir a Satanás y ser más que vencedores”.[1]
En el camino de la vida, rumbo al cielo, aparecerán tentaciones «perfumadas y atractivas», pecados “cargados de músculos y virilidad”, pero “la resistencia es éxito. ‘Resistid al diablo, y de vosotros huirá’. La resistencia debe ser firme y constante. Perderemos todo lo ganado, si resistimos hoy para ceder mañana”.[2] Y nuestra repuesta de firmeza debe ser: ¿Cómo podría yo cometer tal maldad y pecar así contra Dios?
Pr. Joe Saavedra
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…
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