AYER LO VIEJO, HOY TODO NUEVO
“El que estaba sentado en el trono dijo: «¡Yo hago nuevas todas las cosas!» Y añadió: «Escribe, porque estas palabras son verdaderas y dignas de confianza.»” (Apocalipsis 21.5, NVI)
El libro de Apocalipsis se caracteriza por presentar “cosas nuevas”. No es raro encontrar en el transcurso de nuestra lectura las palabras “cielo nuevo”, “tierra nueva”, “nuevo nombre”, “la Nueva Jerusalén”, por mencionar algunos ejemplos de la habilidad que tiene este libro profético de resaltar lo “nuevo”. La palabra griega base es “kainos” y se traduce como “nuevo” o “fresco”,[1] en el sentido de algo hecho recientemente, adquirido o descubierto.[2]
¡No hay nada mejor que algo nuevo!, hay una emoción desbordante cuando podemos estrenar alguna cosa nueva que estábamos esperando y que por fin podemos tener. Solo mira a una persona con su auto nuevo, una mujer con su nuevo vestido o un joven con su nueva computadora, y confirmarás que lo nuevo emociona, anima y motiva a planificar varias cosas. Sin embargo, las invenciones humanas, por más nuevas que sean, no son lo único que deberían emocionarnos, sino hay “nuevas situaciones” que deberíamos valorar más, por ejemplo, una nueva amistad, una salud recuperada, un accidente librado, un nuevo integrante en la familia, una reconciliación impensada, etc., pero lo más trascendente, y que debería hacernos saltar como niños, es la oportunidad de obtener un nuevo mañana, un nuevo comienzo, de olvidar las equivocaciones y desaciertos y mirar un mañana que nos ofrece nuevas posibilidades de lograr lo que tanto soñamos y por el cual estamos trabajando. La verdad es que hoy acaba un año, lo llamamos “año viejo”, y eso significa que no da más, que sus segundos se extinguen, y en ellos no hay más oportunidades de nada, pero la mejor noticia que deberíamos recordar es que comenzamos un nuevo año, fresquito, “0” kilómetros, listo para usar y aprovechar. ¿Qué sueños haz dejado inconclusos?, ¿qué intentos fueron fallidos?, ¿qué circunstancias te hicieron llorar y te asustaron?, ¿qué cosas te salieron? Tus respuestas no deberían ser para empujar tu cabeza entre las piernas, más bien para erguir la espalda y levantar la cabeza, porque un año nuevo comienza, y con él se sirven en tu mesa un buffet de posibilidades para alcanzar lo que hemos dejado a medias.
A todo esto se añade, algo más espectacular todavía, es que Dios es quién hace posible que nuevas oportunidades se crucen en nuestro camino, porque Él mismo lo afirma: “Yo hago nuevo todas las cosas”, y sus palabras son verdaderas y dignas de confianza. Él es quién permite que en nuestra cuenta de vida se nos añada doce meses más, y ese tiempo ya no debemos desperdiciarlo, cómo quizás ya lo hicimos en el año que ya está muriendo.
El pasado no tiene retroceso, ni hay forma de alterarlo, porque el tiempo que desperdiciamos ayer ya no está a nuestro alcance, así como el futuro que es incierto y no sabemos si llegaremos a vivirlo. Hoy es el mejor presente que podemos recibir der parte de Dios, es el mejor tiempo nuevo para poder intentarlo una vez más lo que hemos dejado inconcluso y alcanzar la cima que tanto nos parece lejana.
Qué esperanza da saber que termina un año y se nos da la posibilidad de comenzar otro, donde Dios puede hacer las cosas nuevas otra vez. Cada uno de nosotros sabe que parte de nuestra existencia necesita ser renovada, y este nuevo tiempo nos da la posibilidad de hacerlo, ¡no debemos equivocarnos otra vez!
Ya estamos comenzando un nuevo año, y aunque puede sonar redundante, esto quiere decir que el anterior ya se acabó y no ofrece ninguna posibilidad de alcanzar lo que ha quedado a medias o iniciar lo que ha permanecido paralizado, solamente las horas nuevas que vienen nos pueden ofrecer las mejores oportunidades de reparar lo quebrado, de alcanzar lo soñado o acabar con lo que lastima. El apóstol Pablo sabía perfectamente que lo pasado solo sirve para recordar y aprender, y que las oportunidades vienen con el tiempo nuevo, por eso decía: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.[3]
De estos segundos para adelante todo es nuevo, y por lo tanto ya no existe un pasado que lamentar, sino un presente que aprovechar y un futuro con que soñar. Por lo mismo, “pronto el año viejo, con toda su carga de información, pasará a la eternidad, y habrá comenzado el nuevo año. Reunamos los tesoros del año pasado, y llevemos con nosotros al nuevo año el recuerdo de las bondades y la misericordia de Dios. Iluminemos el futuro con el pensamiento de las bendiciones pasadas”.[4]
Mis amigos (as) y hermanos (as), “les deseo un feliz año nuevo. El año viejo con su carga de registros, ya pasó a la eternidad. Que cada pensamiento, cada sentimiento, se dedique ahora a recordar el amor de Dios. Rememoremos una a una sus bendiciones”,[5]y en los primeros segundos de este nuevo año, con una vida agradecida al Hacedor de todo lo nuevo, repitamos convencidos las palabras de Pablo: “sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús”.[6]
¡Sigamos avanzando, este nuevo año viene colmado de oportunidades! ¡Dios los bendiga!////.
Desde la línea de batalla, en los últimos segundos de este año…y un poquito antes del retorno de Cristo…
Ubícame en la página web: www.poder1844.org, en el Facebook: http://www.facebook.com/poder1844, o en Twitter: https://twitter.com/joesaa
[1] Robert L. Thomas, New American Standard Hebrew-Aramaic and Greek dictionaries: updated edition (Anaheim: Foundation Publications, Inc., 1998).
[2] Ibid.
[3] Filipenses 3.13–14 NVI
[4] Elena de White, Cada día con Dios, 15 de diciembre.
[5] Elena de White, Alza tus ojos, 1 de enero.
[6] Filipenses 3:14 NVI