¿AÑO VIEJO… AÑO NUEVO?

“Él cambia los tiempos y las épocas, pone y depone reyes” (Daniel 2:21 NVI)

Millones de personas en el planeta esperan la medianoche de hoy para despedir un año viejo y dar la bienvenida a otro nuevo. Brindis y uvas, bailes, resoluciones, rituales, promesas esperan el segundo final de este día para dar rienda suelta. No obstante el año no termina realmente a la medianoche del 31 diciembre y no siempre dura lo mismo.

año nuevo Nuevo

Es el último día del calendario gregoriano, el patrón de 365 días (más uno en bisiesto, como 2020) que ha regido en Occidente desde que se dejó de usar el calendario juliano en 1582. Su paso celebra el fin de un ciclo que ha marcado las cuentas del tiempo para diversas culturas desde hace milenios: una vuelta completa de la Tierra alrededor de su estrella, el sol.

Sin embargo, la fecha en la que comienza y termina un año no tiene su base en la ciencia, sino que es una convención, o sea un sistema, a la larga, «inventado». «Asumir que el año termina a la medianoche del 31 de diciembre y empieza el 1 de enero es una construcción social, una definición que se hizo en un momento de la historia», dice Eduard Larrañaga.[1]

De acuerdo con Larrañaga, dado que la base para la medición de un año es el tiempo que tarda la Tierra en darle la vuelta al Sol, el conteo de cuándo empieza y termina ese ciclo puede ocurrir, en la práctica, en cualquier momento.[2]

Un poco de contexto

Calendario gregoriano juliano

Desde que fue introducido por el emperador Julio César en el año 46 a. C., el calendario juliano sirvió para contar el paso de los años y la historia en Europa hasta finales del siglo XVI. Sin embargo, desde entrada la Edad Media, varios astrónomos se dieron cuenta de que con esa manera de medir el tiempo se producía un error acumulado de aproximadamente 11 minutos y 14 segundos cada año. Fue entonces cuando en 1582 el papa Gregorio XIII promovió la reforma del calendario que usamos hasta el día de hoy e introdujo los bisiestos para corregir los errores de cálculo del calendario juliano.

Entonces…

Larrañaga explica que, desde el punto de vista de la astronomía, base para la definición de lo que es un año, no existe una única unidad de medida, sino al menos cuatro para contar el tiempo que tarda la Tierra en darle una vuelta al Sol:

  1. Año juliano o calendario: «Es una convención y se usa en astronomía como una unidad de medida en la que se considera que la Tierra le da la vuelta al Sol en 365,25 días».
  2. Año sideral: «Es el que tarda la Tierra en dar una vuelta al Sol respecto a un sistema de referencia fijo. En este caso, se toma como referencia el grupo de las estrellas fijas y ese año tiene una duración de 365,25636».
  3. Año trópico medio: «En este se toma en cuenta longitud de la eclíptica del Sol, es decir, la trayectoria del Sol en el cielo con respecto a la Tierra a lo largo del año, principalmente en los equinoccios. Y este dura un poco menos que el año sideral, 365,242189 días».
  4. Año anomalístico: «La Tierra, al igual que los otros planetas, se mueve en elipsis. Esa elipsis hace que el Sol en algunas ocasiones esté más cerca y más lejos de la Tierra. Pero hay un punto donde ambos están lo más cerca posible, el llamado perihelio». Y el año anomalístico es el tiempo transcurrido entre dos pasos consecutivos de la Tierra por su perihelio. Dura 365,2596 días».
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Si bien Larrañaga señala que todos están sobre el orden de los 365 días, asumir que este es el periodo exacto de la duración de un año se vuelve una simplificación. Pero además,  hay otra cuestión, y es que, aunque tenemos esos cálculos, no todos los años duran lo mismo, no tienen la misma duración cada vez. «Hay que tener en cuenta que la duración de los años nunca es igual debido a que en el Sistema Solar todo cambia. Tomemos el año anomalístico: mientras la Tierra se mueve alrededor del Sol, el perihelio cambia como resultado de la acción gravitatoria de otros planetas, como Júpiter».[3]

Decisiones humanas y divinas

Con esto, quiero resaltar que la idea de esperar un momento específico para dejar lo viejo y empezar algo nuevo, no es algo seguro, cuando se trata de tomar decisiones o cambiar la dirección en la cual caminamos. Si queremos realizar algún cambio en nuestra vida para mejorar, cualquier momento es el mejor, inclusive este mismo minuto.

El cambio astronómico, social o religioso, de un año a otro, no es la garantía de que la vida cambie o que las cosas van a mejorar, como un amuleto o una cábala. Las cosas no suceden por casualidad, el éxito no es fruto del ocio y la cobardía, un milagro no llega en la intemperancia y la inmoralidad.

La seguridad de una vida que se va a renovar, radica en por lo menos dos situaciones: (1) Decisiones oportunas. (2) Decisiones divinas.

La primera situación, está dentro del radio de la influencia humana. No hay cambio sin una decisión, y no hay decisión sin una acción. Mejorar, cambiar, conseguir y dejar son acciones donde la casualidad o el cambio de año no tienen injerencia, más bien, dejar en esos ámbitos la paz y éxito de una vida, es  entrar en una experiencia de frustración y dolor. La Biblia es clara: “Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre”.[4] La decisión con acción trae por consecuencia cambio y un nuevo rumbo de vida. Porque el que vive de sueños muere de nostalgia. Pero el que vive de sueños y decide intentar hacerlos, nunca se quedará con las manos vacías.

La segunda situación, se enmarca en la potestad divina. Dios es el que controla los tiempos y los acontecimientos. Nada sucede por casualidad, sino por la providencia de Dios. Con razón el profeta Mateo decía que ningún pajarito caerá a la tierra sin que lo permita el Padre,[5] porque ni los detalles menores y que creemos insignificantes, se escapan a la consideración de Dios. Y si las cosas menores reciben la atención debida, los acontecimientos más importantes de nuestra vida, tampoco se quedan sin respuesta, y lo que Dios abre nadie puede cerrar, y lo que cierra, nadie puede abrir.[6]  

No obstante, en esta segunda situación, también las decisiones del hombre juegan un rol decisivo. ¿Acaso no afirma el Sabio que el obediente vivirá tranquilo, sosegado y sin temor del mal?[7] Porque el Señor “recorre con su mirada toda la tierra, y está listo para ayudar a quienes le son fieles”.[8]

Por eso mi apreciado(a) amigo(a), la relación de complicidad entre el Creador y su criatura, es el camino seguro para un cambio de vida o el éxito que añoramos. Decisión, acción, fe y obediencia, es el firme asfalto del camino que nos lleva a alcanzar nuestros objetivos. La vida exitosa y un buen descanso todas las noches, no se gesta al lanzar una moneda al aire o esperar la campanada que anuncia la medianoche, sino nos pasará como a Alicia, en el cuento de Charles Lutwidge Dodgson:

  • El gato le pregunta a la Alicia: “¿A dónde vas?”. Ella le responde: “no sé”.
  • El gato cierra los ojos y le dice: “llegarás a cualquier lado”.

Llegaremos a cualquier lado, si no pisamos y transitamos por el camino seguro de nuestras decisiones y acciones que descansan en la providencia de Dios. Feliz Año Nuevo en Cristo.////////////.

Pr. Joe Saavedra

Desde mi rincón de poder… un poquito antes del retorno de Jesús…

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[1]Astrónomo y académico del Observatorio Astronómico Nacional de la Universidad Nacional de Colombia.

[2]https://www.bbc.com/mundo/noticias-55242150

[3]Ibid.  

[4]Mateo 7:7-8 NVI

[5]Mateo 10:29 NVI

[6]Apocalipsis 3:7 NVI

[7]Proverbios 1:33 NVI

[8]2 Crónicas 16.9

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